lunes, 7 de abril de 2008
sábado, 1 de septiembre de 2007
Servicios
- Docencia: Linguìstica- Lengua Castellana- Literatura-Metodología de la investigaciòn- Inglès
- Consultoría: Patrimonio Cultural- Organización de eventos culturales- Salas patrimoniales- Procesos escriturales y de redacción- Formación de docentes- Música vallenata- Festivales- ONG culturales
- Asesoría: Monografías de grado- Programas de gobierno- Oratoria (discursos)
- Redacción de libretos para documentales de TV
- Conferencias: Música vallenata desde los estudios culturales- Historia de la lengua castellana y su evolución lexical- Patrimonio cultural inmaterial- Entes esotéricos de la cultura wayuu-
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Asombros de la tierra de los yolujas
EPEYÜI
Diversos relatos recogidos por Miguel Angel Jusayú y Ramón Paz Ipuana hacen referencia a estos seres, especie de tigre o jaguar que tienen la capacidad de antropomorfizarse o zoomorfizarse según la necesidad. Puede aparecer a las personas afortunadas o bien dotadas físicamente. En el mito de Tumájule y Peeliyuu (mellizos Maleiwa) se cuenta de unos Epeyüis que perseguían a los mellizos cuando se convirtieron en viento y quedaron en el aire, flotando como aliento de Wanülü. Según la leyenda de Kulami´a son hijos de Chama. Entre los Desana, el Payé (brujo curandero) se convierte en tigre para atacar a los hombres de un clan enemigo, asusta a los impúberes con su cola o rabo.
GLOSARIO
CARI CARI: Ave rapaz, halcón. (Cara cara plancus)
WANüLü: Ente maligno que personifica las fuerzas destructivas y negativas. Se asocia a las enfermedades y al demonio. En varias leyendas se antropomorfiza como un wayuú de elegante apariencia que monta a caballo.
WASHIR: Wayuú acaudalado
WUSHI: Guayuco. Faja que cubre las partes pudendas. Taparrabo.
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¡Eah Waira! he aquí los que les voy a contar, mi palabra es verdadera y mi memoria fiel, escuchen lo que les digo. Tanto misterio hay en estas tierras, tantas historias puedo contarles, pero en Winpomüin suceden hechos increíbles.
¿Si ven aquel cerro? Es el cerro Pou´utta, dicen que allí vive Maleiwa, cerca de allí vivió Kaitü. Eso fue hace mucho tiempo. Era hijo de una wayuú que tuvo amoríos con un marinero del otro lado del mar, por eso Kaitü se hacía notar entre los wayuú, sus ojos y el color de su piel lo hacían atractivo para las doncellas, era el toro mas asediado de estos corrales.
Pero eso no era su única gracia, era, además, un hábil cazador y jinete adiestrado en las mas rudas tareas de campo. Gozó de amores tiernos, de caricias fugaces y enredos esporádicos pues complacía deseos pero no conocía el amor. Ninguna de las majayu’ulü que había conocido le hizo sentir el fuego de la pasión y el abrazo de lo idílico. Fue entonces que conoció a Coromoto, la princesa de Kajaitüle, moza de augustos modales y donaire señorial, hija de un washir que se vino a estas tierras huyendo a una guerra de clanes en Sinamaica.
Mi palabra es verdadera y mi memoria fiel. Por eso les digo que supe que esa doncella cautivó al joven diestro y apuesto .No evadió motivos para cortejarla y hacerle saber que el escozor del amor picaba su corazón. Ella parecía ceder a los atributos físicos y morales del Kaitü. Pero la obediencia y el recato propio de su linaje y crianza la mantuvieron en la discreción y la castidad
¡Eah waira! ¿Qué pasó entonces? Se apareció un wayuú que nadie supo jamás su origen, parecía un washir por sus atuendos y su cabalgadura. Su nombre era Malinot, nombre por demás extraño, ya que evocaba los antros de Wanülü.
El extraño viajero se hizo amigo del cacique de Kajaitüle. Se pasaba días enteros en las apacibles enramadas disfrutando de las atenciones del anfitrión, proponiendo negocios y sin desaprovechar oportunidad para cortejar a Coromoto. Pudo su palabra convincente y su sonrisa ufana conquistar al padre, más no a la hija, que agitaba en los más tiernos recodos de su corazón, una naciente pasión por Kaitü.
Sepan ustedes, por la seriedad de mis palabras, que hubo necesidad de reunir a los tíos maternos de la princesa, pues ella rehusaba casarse con Malinot y Kaitü ya la solicitaba para desposarla. Fue el mismo Malinot quien propuso la manera de dirimir tal incertidumbre. Retó al joven Kaitü a medir sus destrezas en varias competencias, quien ganara tres de estas justas sería el esposo de la beldad wayuú. Lo dramático de la definición empujó a los tíos de Coromoto a aceptar tal propuesta.
¡Échame un trago waré, así revive mi memoria... ahh! Les sigo contando, mi memoria fiel está latente. Cuentan que se fijaron las competencias, la primera fue la caza. Un cari cari debía ser puesto a los pies de la princesa al nuevo amanecer. Los contrincantes partieron separados hacia los cerros. Apenas galopó unas leguas Kaitü se encontró con una anciana que trataba de infructuosamente de sacar agua de un jagüey. Kaitü favoreció a la enteca anciana quien en compensación le regaló unos melones para el camino.
El cazador no esperó mucho para disfrutar el melón, lo paladeó mientras su ojo inquieto hurgaba entre los árboles en busca del cari cari. Entonces comenzó a sentir sueño. Luchaba por mantener sus párpados abiertos, pero sus piernas cedían. Fue cayendo. Al día siguiente el sol de la mañana le mostró la tristeza de la primera derrota. A esa hora la princesa recibía de Malinot el cari cari.
Sin explicarse la causa de su derrota, Kaitü afrontó la segunda justa. Se trataba de medir la precisión con la flecha, el tiro al blanco móvil. Un ave se echó al aire y Malinot soltó su flecha, el pequeño pájaro cayó. Aunque no se le notaban heridas, estaba muerto. Al turno de Kaitü, el mismo Malinot propuso lanzar el ave, sacó de su imprescindible mochila un ave negra, la soltó al brioso viento. Kaitü apuntó, pero entonces, ante su vista se aparecieron uno y otro, y otro, y muchos pájaros negros. Al soltar la flecha no sabía a cuál derribar, sin poder tocar el ave, Kaitü gritó ¡De dónde salieron esos pájaros negros! Pero la risa de todos los presentes le demostró que sólo él había apreciado el sortilegio. Comprendió que la anciana del melón no había sido una casualidad. Este wayuú no era un ser natural, su nombre lo decía todo.
Les sigo contando, al tercer día una carrera a caballo los esperaba. Kaitü no tuvo una noche agradable, sueños de derrota se aparecían en su chinchorro. Por consejos de su madre, se bañó con chirrinchi bajo la luna. Había que espantar a los malos espíritus. Antes de amanecer fue a visitar a la ouutshii vecina de su rancho. Fue ella quien le contó que el wayuú de la mochila era un Epeyüi, uno de los hombres - tigres, hijo de Chama y de la maldad, el gran envidioso que se transforma. Por la piache supo del poder de su mochila y su rabo, el poder estaba allí.
Llegó la mañana y con ella la competencia. Los caballos parecían ansiosos, los lugareños apostaban, mientras la princesa se sobrecogía por la emoción y el temor de caer en los brazos de un ser al que ya temía. Iniciaron la carrera a galope ágil. !Jueey¡ Ese Epeyui no parecía mejor jinete, pero cuando Kaitü lo aventajó, sacó la magia de su mochila. Unas serpientes de colores detuvieron por un instante al caballo de Kaitü. Sólo la agilidad del jinete y del animal logró sortear, con un salto largo, el nudo de culebras. Miren lo que les digo, cuando tuvo al Epeyüi cerca, Kaitü pegó su caballo al de Malinot, entonces haló de su wushii. El Epeyüi sintió que de un solo tajo de cuchillo le habían cercenado el rabo. Perdía fuerzas, también su caballo. Kaitu tomó delantera, tanto que cuando llegó no se veía al impotente hombre - tigre. Tuvo tiempo para mostrar la cola de tigre y desenmascarar al falso washir, todos se enfurecieron y lo esperaban para castigarlo, pero nunca llegó. Se quedó en el camino rumiando su derrota y la pérdida de la fuente de sus prodigios.
Al regresar a casa y mientras gozaba con la esperanza de casarse con Coromoto, Kaitü se sorprendió al escuchar sobre un cují, un felino gruñido. Se alertó su caballo, vio entonces al tigre inmenso que irradiaba fuego en sus ojos. Espoleó su caballo hacía la huida. El tigre a zancadas furiosas lo seguía de cerca. Kaitü recordó las voces viejas que le hablaban del cerro Pou´utta, allí vive Maleiwa, sólo él lo podía ayudar. Apresuró su animal sintiendo los ronquidos a sus espaldas, corrió mucho. Imagínense, forzó a su caballo tanto que al llegar al pie del cerro su bestia desfalleció.
Escuchen esto, entonces divisó a un anciano que sembraba en una pequeña roza. El anciano vio la desesperación de Kaitü, elevó una semilla al sol y la arrojó al suelo. No sin asombro Kaitü notó cómo la planta comenzó a crecer vertiginosamente. El anciano le mostró la planta y él no dudó en montarse, ya era un árbol, crecía y crecía buscando las nubes.
No creerán ustedes, pero el tigre sacó de su mochila unas cuerdas que anudó al tronco del árbol y comenzó a subir persiguiendo a Kaitü. Éste lo vio subir ¿Cómo saldría de ésta? Trepó y trepó mirando, de vez en cuando, hacia su enemigo que subía. De repente el árbol dejó de crecer, la inquietud y el miedo hicieron pesada la respiración del joven. El tigre se acercaba, ya lo alcanzaba. Fue entonces que sintió una palmada sobre su hombro. Ya nada sorprendía a Kaitü, por que se habría desmayado al ver la linda doncella que recostada a una rama. Estaba circuida por miles de hilos multicolores, la majayu’ulü le dijo - estos hilos te ayudarán si tus caminos son el aire y tu destino la felicidad - Kaitü titubeó, pero la cercana presencia del tigre lo empujó al aparentemente frágil tendido de hilos. Comenzó a deslizarse y así llegó a tierra. Después escucharía, que la doncella era Waleker, la diosa de los tejidos, ¿Han oído hablar de ella?
Al pisar tierra Kaitü buscó con la mirada al anciano. No estaba allí, era el mismo Maleiwa. Encontró un hacha reluciente donde antes sembraba el anciano. Comprendió que debía tumbar el árbol y eliminar así al Epeyüi. Así lo hizo. Comenzó a hachar con todas sus fuerzas y todos sus deseos de venganza, hachó hasta ver caer el árbol. Cuando tocó suelo fue creciendo su tamaño y extendiendo sus ramas hacía Uchümuin. Dicen que aquella montaña, la serranía de Perijá, se formó del crecimiento de ese árbol. ¿El Epeyüi? Al caer se hizo trizas con el suelo. De sus fragmentos esparcidos nacieron otros tigres, claro ya no tienen poderes. La mochila regó su contenido de sortilegios que los caminantes encontraron y lo usan para hacer maldades a la gente. Por eso, es que ustedes ya no encuentran tigres por aquí, están allá en la serranía.
Así waré, que Kaitü se casó con la princesa, de ellos nacieron esos wayuú de cabellos claros y ojos de mar. Eso les he contado, mi palabra es verdadera y mi memoria fiel. Dame otro trago, waré.
CHAMA
Este personaje se considera trasunto de la tradición europea traída por los misioneros. Se asemeja a la bruja de los cuentos maravillosos de los hermanos Grimm, Perrault y Andersen. Entre los wayuú se escucha la adaptación de la historia de Hanzel y Gretel al contexto cultural de esta etnia, en la que aparece Chama como la bruja malvada. Se dice que Chama es hija de Pulowi, se describe como una antropófaga anciana horripilante, de senos grandes y pelo enredado, cuyo rostro se afea con una horrible cicatriz. Suele a asustar a las niñas con su imagen, dicen que hace desaparecer a las doncellas y a los hombres apuestos. Le atrae las Majayu`ulüs (adolescentes) que están en encierro o blanqueo.
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GLOSARIO
AWA’ALAS: Estrellas fugaces, bólidos que presagian calamidades (Para efectos de pronunciación, cabe recordar que la “L” del Wayuunaiki se realiza con características vibrantes y laterales, es combinación de “L” y “R”).
CHO’OCHO: Variedad del pájaro carpintero cuyo canto es premonitorio
ISHO: Cardenal, animal agorero
KULAMIA: Doncella que en virtud de un sueño, revelación o promesa se condena a conservarse virgen de por vida.
KUTE’ENA:(Bursera simaruba) Árbol conocido como indio desnudo, según la mitología, era un wayuú de piel hermosa que se convirtió en árbol, con su corteza se bañan las doncellas para conservar la piel tersa.
MAJAYU’ULü: Majayura, doncella, mujer en edad núbil, señorita.
OUUTSHII: Piache, chaman, brujo curandero de los wayuú
PAIPAI: Hongo del cual se extrae un polvo carmelita que usan las mujeres para protegerse de los efectos del sol.
SEYUU: Virtud o energía que los espíritus conceden al piache, esencia de poder destinada a impulsar el bien y a luchar contra las enfermedades y maleficios.
UCHECHET: Ave conocida como reinita, su canto es barrunto de algún suceso
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Muy cerca a Tutshii, en una cueva oscura y calurosa vive Chama. Ella es hija de Pulowi, su fealdad no tiene límites, a ella le debo mi desgracia, y en parte, mi notoriedad. Desde niña oía hablar de ella a mi madre, mi abuela y mis tías cuando las acompañaba en sus oficios de cocina. Se que los hombres referían historias de ella en la enramada de la ranchería.
Desde niña le tuve miedo, creía como todas las niñas que cuando un remolino ponía a danzar a las arenas con las hojas secas, ella estaba cerca. No había travesía a los montes que no asomara su fea cara a nuestro recuerdo, dicen que le gusta robarse a las niñas tiernas.
Antes de toparme con Chama mi vida comenzó a cambiar. Fue desde esa noche que soñé que fumaba mucho, que hablaba palabras inentendibles, que sudaba y sudaba. Mi abuela fue la primera en saberlo. Al día siguiente noté que todos en casa comentaban el sueño con novedad inquietante. Poco después mi abuela tuvo un sueño revelador. Por esos mismos días tuve otra noche de pesadillas, desperté sudando a chorros y sacudía mis brazos frenéticamente - está pidiendo maracas - dijo mi mamá. Al comienzo no entendí, luego me lo hicieron saber: Los espíritus habían revelado en mí, que yo debería ser outshii. Estaba predestinada para recibir el poder sobre la naturaleza, a torcer sus designios, a enfrentarme a los Wanüluús y convivir con los yolujás.
Aprendí a interpretar el canto agorero del Uchechet, del Isho y del Cho’ocho, a descifrar los signos esplendentes de awa’alas, lo oscuro se iluminó en mi mente. Corrí los velos del misterio. Hurgué en los cajones de la naturaleza. También cuidaba mi cuerpo con cáscara de Kute’ena y mi rostro con paipai, bebía muchos brebajes, así conocí la salud escondida en las plantas.
Entre mis primeros sueños adivinatorios apareció Chama, ahí estaba de nuevo su recuerdo, supe que me acechaba con la furia de un huracán, veía su rostro en la arena y sentía su risa en el canto de las aves. Rodeaba mi rancho. Invoqué todo el poder de Seyuu, pedí fortaleza para mis amuletos y sosiego para mis temores.
Quiso el destino que enviaran una doncella a quien Chama trató de raptar, sus evanescencias malignas punzaban su carne y lloraba como enloquecida. El poder de los rezos y la fuerza del humo lograron sacarle ese efluvio del mal. Un día oscuro por los vientos lluviosos que venían del mar, la vi .Iba a auxiliar a un enfermo. Después supe que quien me había llevado tal razón, era ella misma convertida en niño. Sentí el azote del remolino y luego escuché sus pasos a mi espalda, era Chama, con sus dientes corvos, con esa cicatriz que le atraviesa de fealdad el rostro, con esos ojos hundidos hasta el fondo de la cabeza greñuda y despeinada.
Los pies me flaqueaban bajo la brisa fuerte que me envolvía. Su risa horadaba mis oídos. Sentí sus frías y huesudas manos sobre mi cabellera, pero grité con furia mis rezos. Pedí con frenesí fuerzas al Seyuu. No podía correr, tampoco llorar. Era el momento de hacerme mujer, con el impulso que nacía de mis entrañas y la esencia de los espíritus tomé unas de sus manos. Ella luchaba con igual fuerza. Vio tanta determinación en mí que gritó con más fuerza, la insulté a gritos y con todas mis ansias dejé caer en su mano el espeso amasijo de mi tabaco mascado. Noté en sus ojos la debilidad y en su mano el calor. Supe que la había derrotado cuando el remolino dejó de mecer mi cabello y la estela del arenal se alejó hacia lo alto. Chama se había ido. Ese hecho me rodeó de fama. Me sentí revitalizada en mi poder, mi magia se engrandeció, todos alabaron mis virtudes. Ya no conocía el miedo. Los antros calurosos de Pulowi habían sentido mi magia.
Pero Chama no sólo me dejó fama, me dejó también el desasosiego y la soledad. De noche siento los remolinos que rodean el rancho, las aves me anuncian que acecha con sus ojos sin luz, a veces se pierden las ollas y otras cosas de mi casa, los animales se inquietan. Pero aquí está mi palabra y mi tabaco esperando por ella. Ella lo sabe.
Chama se vengó de mí, cuando tuve tiempo para el amor, antes de que las arrugas cayeran a mi rostro, conocí a un wayuú de noble espíritu y manos fuertes. Fueron días en los que los sortilegios dieron paso al idilio. Conversamos mucho, yo reía como no lo hacía desde antes de los sueños. Dijo volver con sus animales para acompañarme por siempre, pero nunca volví a ver a Peeliyü. Se lo tragaron los caminos, nunca llegó a su casa. Chama se lo llevó a donde mis fuerzas no llegan, y con él se llevó mis esperanzas de un hogar, de un marido y de unos hijos que palien mi soledad. Mi abuela dice que estoy predestinada a ser una Ku`lamia, yo se que no fue el destino quien lo quiso, fue Chama, la mas cruel y fea de los espíritus del mal, culpable de mi fama y de mi desgracia Aún ronda por los ranchos y se le atribuyen muchas desapariciones.
PULOWI I
Es un espectro multiforme y sobrenatural, su imagen más común es la de una mujer bella, de largos cabellos y cuerpo semidesnudo, que se transforma en una repulsiva anciana de rostro desfigurado y cadavérico. Puede aparecer como serpiente de varias cabezas, como res con cabeza humana, también se asocia con las lagartijas y las sirenas en las zonas costeras indígenas. Los mitos dan cuenta que fue mujer de Juyá pero ahora se odian, por lo que la presencia de Pulowi repele las lluvias. Representa la escasez, el hambre, el miedo. También se le llama Pulowi a los lugares encantados.
En la tradición latinoamericana aparecen varios seres equivalentes a la descripción inicial de Pulowi, tal es el caso de Ixtabay y Sinaguanaba en Guatemala, Ixtab entre los Mayas, la Sayona y aún entre los Lacandones aparecen referentes que coinciden.
GLOSARIO
AGUILILLAS: Caballos adiestrados en La Guajira que durante la colonización española distinguían a los wayuú por su rapidez. Fueron exportados luego hacia otros países.
MAPüA: (Cercidium preacox) Árbol de corteza verde
YONNA: Baile ritual, también llamado chichamaya. Se oficia para festejos, por petición del ouutshii o de los espíritus a través del sueño
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Entre los wayuú de Topia siempre se recordará a Mashay, el inquieto enamorado, gavilán al acecho de las más tiernas majayu’ulüs de las pampas. Mashay era el único hijo del cacique Cataure, el poseedor de los más imponentes caballos que pisaran las pampas guajiras, de los veloces agulillas de combate, dueño de incontables racimos de ganado vacuno y caprino, hombre merecedor de respeto y pleitesía en la región. Su debilidad: su hijo Mashay.
La opulencia de su padre y los rasgos finos que configuraban su atlética y apuesta estampa, eran motivos suficientes para cautivar, a vista prima, a cualquier nativa. Las dotes que podía ofrecer por la muchacha, eran ofrendas no dignas de rechazarse por parte de los parientes de las doncellas.
Su caballo Kasütai, enjaezado con los mas finos atuendos, hacia sentir su brioso corcoveo por los caminos de la Sabana, el amo y su sombrero campeaban los montes buscando mujeres que saciaran su sed carnal - ahí va el gavilán- a cuál muchacha se llevará hoy - se oía decir entre los wayuú.
Más de veinte doncellas lo tenían como esposo, cuál más bella. Recién salidas del encierro eran entregadas a Mashay por una considerable dote. Algunas lo hacían complacidas, él era el sueño de muchas niñas. Su sólo nombre hacia palpitar corazones núbiles. Otras; sollozantes, se imaginaban un futuro de soledad en el rancho, pues son efímeros los momentos felices si el esposo es tan errante como Juyá.
Después de llevarse la doncella, permanecía con ella durante uno o dos meses, para luego marcharse a la búsqueda de un nuevo amor que le incitaba su veleidad. Ellas se abandonaban a una vida solitaria de deseos reprimidos, de chinchorros inmensos; o al consuelo de soportar el embarazo con la esperanza de una compañía que con los años corriera por el patio como uno de los tantos hijos de Mashay.
En una de esas andanzas, Mashay tuvo que galopar a media noche. Había escuchado que en una ranchería un poco apartada, una linda majayu`ulü salía en esos días del encierro. Ese día se iniciaba la yonna de festejos y quería tantear a los futuros suegros. Cuando galopaba entretenido le pareció escuchar un tarareo cerca a un árbol de mapüa. Detuvo su caballo blanco y se acercó al árbol. Cuánta sorpresa para Mashay, una linda doncella, nunca revelada ante sus ojos, le ofrecía su desnudez y su larga cabellera incitándolo a seguirla. Mashay no pudo evitar la lujuria y se bajó del caballo. Ató la bestia al verde árbol, mientras ella lo llamaba a señas y caminaba sin pudor. El gavilán de las pampas no podía evitar tanta emoción, pensó que era una majayu’ulü que se iba a bañar al molino de viento cercano. Cuando estuvo cerca, la bella nativa de ojos negros le tendió su desnudez y Mashay se regaló al abrazo. Entonces la belleza se comenzó a fugar. El rostro de la joven se envejecía rápidamente, su cabello crepitaba encanecido, las arrugas se aparecían por todo su cuerpo mientras las uñas se prolongaban buscando la carne del rico galán, hincando su espalda, lancinante. Trató de separarse de ella pero era muy tarde. El gran enamorado, el gavilán de Cataure había sucumbido ante la engañosa belleza amiga de la noche y la soledad.
De él sólo se pudo encontrar el sombrero y el fiel Kasütai atado sudoroso al árbol. Sus esposas lo lloraron, su padre nunca se repuso de la desgracia. Todos dicen que Pulowi se lo llevó a su cueva, detrás del cerro. Esa noche se escucharon truenos pero no llovió. El árbol de mapüa aún ofrece su verdor, pero pocos se acercan a él. Ahí puede estar Pulowi.
PULOWI II
GLOSARIO
SüCHIIMA: Tierra del río. Nombre que los wayuú daban a Riohacha.
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Sobre la morena calma de la playa de Carrizal, se divisa la roída “lancha del llanto”. Los efectos del salitre cubren sus tablas, de tal manera que ya no se deja adivinar el color que le diera distinción mientras recorría el mar en faenas de pesca. Sólo el olor a pescado permanece atrapado, pese a los años, en su interior. También los secretos del mar que dejan escapar, de noche, unos alaridos capaces de asustar a cualquiera en este pueblo pesquero y de buceadores de perlas. Se trata de “La caracola” la rápida lancha del finado Chú Mengual. Es lo que queda de una pareja inseparable, amigos del viento y del mar. El uno, rompiendo el agua con el brioso empuje de su rapidez; el otro, paciente y astuto pescador, perlero de las profundidades azules.
Cuentan los pescadores de este pueblo wayuú, que a Chú “lo perdió la ambición”. Su único afán era acumular riqueza, sus jornadas de pesca se prolongaban por días. Nadie igualaba su paciencia y su tesón. Cuando prometía pescar un buen tiburón, no regresaba sin él. Cuando de sacarle al mar perlas y coralinas se trataba, se sumergía una y otra vez, sus pulmones parecían domeñar la profundidad. Sacó muchas perlas, muchos peces mordieron su anzuelo y se rindieron a su trasmallo.
Pero Chù guardaba el dinero de sus ventas sin complacer sus necesidades primarias. Sus hijos sufrían el azote del hambre, de la sed, de la desnudez, de las pestes. Su prioridad era reunir una gran cantidad de dinero para irse a vivir a Süchiima, a la ciudad, comprarse un carro y una nueva mujer, más joven y bonita que Sara. Para cumplir con sus propios designios era necesario mucho trabajo y poco gasto. Comía poco, vestía siempre con los mismos harapos y evitaba todo gasto no esencial. La misma disciplina era acatada a rabietas por sus hijos y su mujer.
De esta manera “La caracola” y su dueño iban y venían surcando el mar, buscando los bancos de peces, ignorando el tiempo y el descanso. La mayoría de pescadores temen trabajar a altas horas de la noche. Muchos cuentan relatos que tuvieron como protagonistas a uno de sus viejos. Pero Chú le negaba credibilidad - yo soy el único espanto del mar, sólo yo lo recorro de noche – decía.
Pasaban los días, el mar ofrece su riqueza todo el tiempo, Chú Mengual lo sabía. Abandonaba su rústico rancho de la playa, antes de entregarse a la faena, lavaba a “La caracola” para restarle efectos al salitre. De nuevo la pesca, bajo el sol, bajo la luna; el tiburón, el chucho, la sierra, el pulpo. Chú regresaba para que su mujer vendiera el producto de la pesca. De nuevo al mar, hacía falta dinero, quería un carro, quería la ciudad, para tenerla se necesitaba plata - es la única forma de ganar respeto – sostenía Chú.
Cuando los demás pescadores complacían sus ansias de asueto reunidos bajo la magia igniscente de las fogatas en la playa, poniendo risa a la noche y emoción a los corazones de los niños que se aglomeraban a escuchar sus relatos de mar, Chú se entregaba a la oscuridad acuosa para arrancarle parte de su riqueza, parte de su encanto. Fue una de esas noches de mucha brisa y poca claridad cuando Sara previno a Chú - anoche tuve un sueño que no es bueno, no salgas hoy - Pero Chú creyó que un sueño no era tan relevante como para cambiar la rutina de su trabajo.
Alentado por unos tragos de chirrinchi, empujó mar adentro a “La caracola,” su encuentro con el destino estaba señalado. Un destino promisorio en riqueza y vida citadina según Chú Mengual. Remó y remó hasta donde mar y noche se hermanan en abrazo, escogió el lugar de pesca, su trasmallo ya exploraba las aguas. Sólo quedaba esperar, y en eso Chú Mengual no tenía igual. Pasaron los minutos. Los peces no caían. Pasaban las horas, dos, tres y los peces parecían haber abandonado el mar. El trasmallo iba y retornaba vacío, no veía a los peces saltar de las aguas para bañarse de luz de luna. Ya Chú se inquietaba, aún más cuando “La caracola” comenzaba a mecerse por la brisa que se hacía fuerte. Nada de peces, mucha brisa. Esto no había pasado nunca en la vida del pescador de Carrizal - dónde carajo se fueron los peces - se preguntaba mientras perdía sosiego.
Entonces sintió que algo movía el trasmallo, se aferró a la lidia, debía ser un pez grande. Las aguas se agitaron bajo “La caracola”, la brisa arreciaba con furia. Sintió en esos momentos que algo parecía saltar del mar a sus espaldas. No soltó el trasmallo. Un nuevo rumor de aguas agitadas lo inquietó. Volteó a mirar y fue cuando la inquietud se hizo pánico. Allí estaba sentada, al extremo de la lancha, aún empapada, aún con el brillo de la humedad. Era una linda muchacha de ojos radiantes y lunas espejadas en su cuerpo. Sus cabellos se extendían hasta el torso desnudo, pero... no era una muchacha, sus pies... no tenía piernas sino una gran cola de pescado, radiante. Era Pulowi, estaba en su lancha, había llegado con la brisa, con la noche, con la ambición. Chú no sabía qué hacer. Tampoco qué decir. Sólo sabía que estaba muy asustado. La lancha era guiada por la brisa hacia el mar lejano, lejos de la playa, hacia la noche eterna. Al notar que no lograba controlar la lancha, comenzó a gritar temeroso. Sus gritos de angustia no podían ser escuchados por que ningún pescador se atrevió a desafiar el mar esa noche.
Los gritos quedaron atrapados en “La caracola”, la lancha que a la mañana siguiente fue encontrada a la deriva por los buceadores de perlas. Por eso se escuchan a muy altas horas de la noche, los lamentos de Chú Mengual, el ambicioso pescador. A su lancha regresa de noche, su espíritu, su yolujá a quejarse ante los demás pescadores y a prevenirlos de Pulowi. Y es que cuando se les daña la lancha saben que ella puede estar cerca y prefieren regresar a tierra firme. Pulowi está en todas partes.
LA PIEDRA DEL DESTINO
Es una formación rocosa ubicada en Talüwanayuupana, Punta Espada, Alta Guajira. La cavidad presenta dos orificios, uno de entrada y otro de salida. Según los logros de la persona al atravesarla, se predice la duración de su existencia. Si logra atravesar su cuerpo totalmente, muchos años le depara la vida; en caso contrario, su muerte está próxima. Leyendas cuentan que en ella vivió Maleiwa, otras se refieren a ella como morada de Pulowi. La mitología narra que en este lugar Si`ichi (Guamacho) tuvo los gemelos Ulaapüle y Maayui, engendrados por Juyá (Lluvia) por medio de un rayo.
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GLOSARIO
CHIRRINCHI: Licor a base de caña de fabricación casera, también llamado por los Wayuú como yosh
JAYEECHI: Cantos propios de los wayuú, de carácter narrativo y épico. Cuentan los sucesos, gestas y misterios que ocurren en toda la región por lo que toman rasgos juglarescos. Se recita en velorios y fiestas, también como apólogos que cumplen con función didáctica para los jóvenes.
JAYEECHIMA´ANI: Recitador de Jayeechi, revestidos de notables condiciones y habilidades de narrador.
MALEIWA: Máxima deidad de los wayuú. Dioses creadores de todo lo que existe. El mito los presenta como dos mellizos hijos de juyá, que propiciaron la prolongación de la especie wayuú
PUUTCHIPü: Palabrero. Rol social de alto status en la comunidad. Es el mediador en los conflictos interclaniles Dotado de grandes condiciones de convicción y conciliación.
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Irpiana, el jayeechima´ani de Taparrajin, el gran fabulador, el de las historias increíbles y la memoria prodigiosa estaba frente a la piedra del destino en Talüwanayuupana. Era de los Sijuana. Ellos antes eran pobres, ahora tienen muchos animales en su corral. El Jayeechima´ani tuvo que ver con esto. Desde niño había escuchado historias asombrosas sobre la arcana piedra que como reloj cósmico medía con precisión la existencia de las personas.
Ahí estaba la roca negra cuyo misterio había servido de tema a muchos de sus relatos; pero, que nunca antes tuvo la oportunidad de conocer. Ahora estaba a sus pies. Se sentía inquieto e intrigado, apuró un trago de chirrinchi para tranquilizarse. Dicen que esa roca es un Pulowi. Otros dicen que allí vivió Maleiwa. Allí también se escuchan los truenos, es Pulowi que encolerizada ahuyenta a Juyá. Las lluvias se alejan entonces.
Irpiana recordó, mientras rodeaba de curiosidad la piedra, que muchos hablaban sobre la forma en que la piedra predecía los rumbos de la existencia humana. Si al entrar por el orificio, sale al otro extremo, su vida se prolongará por muchos años. Si en cambio, sólo cabe las piernas tendrá pocos años de vida. Si entra sólo la mitad del cuerpo, podrá disfrutar de medio año; si ni siquiera la cabeza logra pasar, puede comenzar a organizar sus funerales, la inexorable muerte ronda sobre su cabeza en esos instantes. Los designios de la piedra abarcan a todos por igual, gordos o flacos, pueden atascarse o atravesar si su destino es ése.
El jayeechima´ani siempre había querido medirse los años de vida, no pudo evitar la tentación de descifrar el misterio del tiempo. Luego de varios tragos y muchos rodeos, se quitó el sombrero y se inclinó para atravesar, si ese era su destino, el misterio rocoso de Talüwanayuupana. Introdujo su cabeza pero notó que la piedra se empequeñecía. Forcejeo jadeante. Sudaba a chorros. Embestía una y otra vez y sólo logró hacer sangrar su frente. Hubo nuevos intentos infructuosos que lograron cansarlo.
Resignado y con más tragos encima que los que acostumbraba, llegó a su casa en Taparrajín. No desensilló el burro. Se despidió de su mujer y cargó por última vez a sus tres hijos; dijo que pronto volvería, que iba a un sepelio, a cantar jayeechis. La verdad es que lo vieron muy triste, meciéndose embriagado en su montura, entonando un raro canto triste y deshilachado: el gran fabulador, el recitador de historias había decidido hacerse fábula, hacerse historia de la posteridad.
Esa tarde amarró su burro a un cují cercano a los rieles del tren del carbón. Bebió hasta matar la tristeza y la vigilia, se quedó dormido sobre los rieles. El tren pasaría puntual, una hora más tarde. Irpiana no estuvo despierto para la hora de su muerte, a la piedra del destino se le había facilitado el designio, decidió adelantársele a la muerte.
A los cuatro días Alejo, el Pütchipü de Taparrajin, llegaría a una elegante oficina de la capital, diciendo con voz aguda pero firme - señor, su tren mató a uno de nosotros - se inició así el cobro de los Sijuana para que los “dueños” del tren indemnizaran el dolor por la pérdida del jayeechima´ani.
Sólo unas semanas después, el yolujá de Irpiana, el del verbo ágil, el animador de velorios, miraría sonriente, desde los resquicios donde los wayuú muertos se asoman a vigilar a sus parientes vivos, cómo se estrenaban en el antes solitario corral de los Sijuana treinta vacas, cuarenta chivos y una yonna se ofrecía a su nombre.
Su velorio fue uno de los mas duraderos de la región, sus relatos fueron recordados y su vida se hizo tema de muchos jayeechis que victorearon al jayeechima’ani que se le adelantó a la muerte para ganarle a la pobreza de su familia. Por eso los Sijuana de Taparrajín hoy en día tienen muchos animales, todo se lo deben a Irpiana, y a la piedra del destino. Esta historia se escucha en los velorios, allí me la han contado.
Diversos relatos recogidos por Miguel Angel Jusayú y Ramón Paz Ipuana hacen referencia a estos seres, especie de tigre o jaguar que tienen la capacidad de antropomorfizarse o zoomorfizarse según la necesidad. Puede aparecer a las personas afortunadas o bien dotadas físicamente. En el mito de Tumájule y Peeliyuu (mellizos Maleiwa) se cuenta de unos Epeyüis que perseguían a los mellizos cuando se convirtieron en viento y quedaron en el aire, flotando como aliento de Wanülü. Según la leyenda de Kulami´a son hijos de Chama. Entre los Desana, el Payé (brujo curandero) se convierte en tigre para atacar a los hombres de un clan enemigo, asusta a los impúberes con su cola o rabo.
GLOSARIO
CARI CARI: Ave rapaz, halcón. (Cara cara plancus)
WANüLü: Ente maligno que personifica las fuerzas destructivas y negativas. Se asocia a las enfermedades y al demonio. En varias leyendas se antropomorfiza como un wayuú de elegante apariencia que monta a caballo.
WASHIR: Wayuú acaudalado
WUSHI: Guayuco. Faja que cubre las partes pudendas. Taparrabo.
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¡Eah Waira! he aquí los que les voy a contar, mi palabra es verdadera y mi memoria fiel, escuchen lo que les digo. Tanto misterio hay en estas tierras, tantas historias puedo contarles, pero en Winpomüin suceden hechos increíbles.
¿Si ven aquel cerro? Es el cerro Pou´utta, dicen que allí vive Maleiwa, cerca de allí vivió Kaitü. Eso fue hace mucho tiempo. Era hijo de una wayuú que tuvo amoríos con un marinero del otro lado del mar, por eso Kaitü se hacía notar entre los wayuú, sus ojos y el color de su piel lo hacían atractivo para las doncellas, era el toro mas asediado de estos corrales.
Pero eso no era su única gracia, era, además, un hábil cazador y jinete adiestrado en las mas rudas tareas de campo. Gozó de amores tiernos, de caricias fugaces y enredos esporádicos pues complacía deseos pero no conocía el amor. Ninguna de las majayu’ulü que había conocido le hizo sentir el fuego de la pasión y el abrazo de lo idílico. Fue entonces que conoció a Coromoto, la princesa de Kajaitüle, moza de augustos modales y donaire señorial, hija de un washir que se vino a estas tierras huyendo a una guerra de clanes en Sinamaica.
Mi palabra es verdadera y mi memoria fiel. Por eso les digo que supe que esa doncella cautivó al joven diestro y apuesto .No evadió motivos para cortejarla y hacerle saber que el escozor del amor picaba su corazón. Ella parecía ceder a los atributos físicos y morales del Kaitü. Pero la obediencia y el recato propio de su linaje y crianza la mantuvieron en la discreción y la castidad
¡Eah waira! ¿Qué pasó entonces? Se apareció un wayuú que nadie supo jamás su origen, parecía un washir por sus atuendos y su cabalgadura. Su nombre era Malinot, nombre por demás extraño, ya que evocaba los antros de Wanülü.
El extraño viajero se hizo amigo del cacique de Kajaitüle. Se pasaba días enteros en las apacibles enramadas disfrutando de las atenciones del anfitrión, proponiendo negocios y sin desaprovechar oportunidad para cortejar a Coromoto. Pudo su palabra convincente y su sonrisa ufana conquistar al padre, más no a la hija, que agitaba en los más tiernos recodos de su corazón, una naciente pasión por Kaitü.
Sepan ustedes, por la seriedad de mis palabras, que hubo necesidad de reunir a los tíos maternos de la princesa, pues ella rehusaba casarse con Malinot y Kaitü ya la solicitaba para desposarla. Fue el mismo Malinot quien propuso la manera de dirimir tal incertidumbre. Retó al joven Kaitü a medir sus destrezas en varias competencias, quien ganara tres de estas justas sería el esposo de la beldad wayuú. Lo dramático de la definición empujó a los tíos de Coromoto a aceptar tal propuesta.
¡Échame un trago waré, así revive mi memoria... ahh! Les sigo contando, mi memoria fiel está latente. Cuentan que se fijaron las competencias, la primera fue la caza. Un cari cari debía ser puesto a los pies de la princesa al nuevo amanecer. Los contrincantes partieron separados hacia los cerros. Apenas galopó unas leguas Kaitü se encontró con una anciana que trataba de infructuosamente de sacar agua de un jagüey. Kaitü favoreció a la enteca anciana quien en compensación le regaló unos melones para el camino.
El cazador no esperó mucho para disfrutar el melón, lo paladeó mientras su ojo inquieto hurgaba entre los árboles en busca del cari cari. Entonces comenzó a sentir sueño. Luchaba por mantener sus párpados abiertos, pero sus piernas cedían. Fue cayendo. Al día siguiente el sol de la mañana le mostró la tristeza de la primera derrota. A esa hora la princesa recibía de Malinot el cari cari.
Sin explicarse la causa de su derrota, Kaitü afrontó la segunda justa. Se trataba de medir la precisión con la flecha, el tiro al blanco móvil. Un ave se echó al aire y Malinot soltó su flecha, el pequeño pájaro cayó. Aunque no se le notaban heridas, estaba muerto. Al turno de Kaitü, el mismo Malinot propuso lanzar el ave, sacó de su imprescindible mochila un ave negra, la soltó al brioso viento. Kaitü apuntó, pero entonces, ante su vista se aparecieron uno y otro, y otro, y muchos pájaros negros. Al soltar la flecha no sabía a cuál derribar, sin poder tocar el ave, Kaitü gritó ¡De dónde salieron esos pájaros negros! Pero la risa de todos los presentes le demostró que sólo él había apreciado el sortilegio. Comprendió que la anciana del melón no había sido una casualidad. Este wayuú no era un ser natural, su nombre lo decía todo.
Les sigo contando, al tercer día una carrera a caballo los esperaba. Kaitü no tuvo una noche agradable, sueños de derrota se aparecían en su chinchorro. Por consejos de su madre, se bañó con chirrinchi bajo la luna. Había que espantar a los malos espíritus. Antes de amanecer fue a visitar a la ouutshii vecina de su rancho. Fue ella quien le contó que el wayuú de la mochila era un Epeyüi, uno de los hombres - tigres, hijo de Chama y de la maldad, el gran envidioso que se transforma. Por la piache supo del poder de su mochila y su rabo, el poder estaba allí.
Llegó la mañana y con ella la competencia. Los caballos parecían ansiosos, los lugareños apostaban, mientras la princesa se sobrecogía por la emoción y el temor de caer en los brazos de un ser al que ya temía. Iniciaron la carrera a galope ágil. !Jueey¡ Ese Epeyui no parecía mejor jinete, pero cuando Kaitü lo aventajó, sacó la magia de su mochila. Unas serpientes de colores detuvieron por un instante al caballo de Kaitü. Sólo la agilidad del jinete y del animal logró sortear, con un salto largo, el nudo de culebras. Miren lo que les digo, cuando tuvo al Epeyüi cerca, Kaitü pegó su caballo al de Malinot, entonces haló de su wushii. El Epeyüi sintió que de un solo tajo de cuchillo le habían cercenado el rabo. Perdía fuerzas, también su caballo. Kaitu tomó delantera, tanto que cuando llegó no se veía al impotente hombre - tigre. Tuvo tiempo para mostrar la cola de tigre y desenmascarar al falso washir, todos se enfurecieron y lo esperaban para castigarlo, pero nunca llegó. Se quedó en el camino rumiando su derrota y la pérdida de la fuente de sus prodigios.
Al regresar a casa y mientras gozaba con la esperanza de casarse con Coromoto, Kaitü se sorprendió al escuchar sobre un cují, un felino gruñido. Se alertó su caballo, vio entonces al tigre inmenso que irradiaba fuego en sus ojos. Espoleó su caballo hacía la huida. El tigre a zancadas furiosas lo seguía de cerca. Kaitü recordó las voces viejas que le hablaban del cerro Pou´utta, allí vive Maleiwa, sólo él lo podía ayudar. Apresuró su animal sintiendo los ronquidos a sus espaldas, corrió mucho. Imagínense, forzó a su caballo tanto que al llegar al pie del cerro su bestia desfalleció.
Escuchen esto, entonces divisó a un anciano que sembraba en una pequeña roza. El anciano vio la desesperación de Kaitü, elevó una semilla al sol y la arrojó al suelo. No sin asombro Kaitü notó cómo la planta comenzó a crecer vertiginosamente. El anciano le mostró la planta y él no dudó en montarse, ya era un árbol, crecía y crecía buscando las nubes.
No creerán ustedes, pero el tigre sacó de su mochila unas cuerdas que anudó al tronco del árbol y comenzó a subir persiguiendo a Kaitü. Éste lo vio subir ¿Cómo saldría de ésta? Trepó y trepó mirando, de vez en cuando, hacia su enemigo que subía. De repente el árbol dejó de crecer, la inquietud y el miedo hicieron pesada la respiración del joven. El tigre se acercaba, ya lo alcanzaba. Fue entonces que sintió una palmada sobre su hombro. Ya nada sorprendía a Kaitü, por que se habría desmayado al ver la linda doncella que recostada a una rama. Estaba circuida por miles de hilos multicolores, la majayu’ulü le dijo - estos hilos te ayudarán si tus caminos son el aire y tu destino la felicidad - Kaitü titubeó, pero la cercana presencia del tigre lo empujó al aparentemente frágil tendido de hilos. Comenzó a deslizarse y así llegó a tierra. Después escucharía, que la doncella era Waleker, la diosa de los tejidos, ¿Han oído hablar de ella?
Al pisar tierra Kaitü buscó con la mirada al anciano. No estaba allí, era el mismo Maleiwa. Encontró un hacha reluciente donde antes sembraba el anciano. Comprendió que debía tumbar el árbol y eliminar así al Epeyüi. Así lo hizo. Comenzó a hachar con todas sus fuerzas y todos sus deseos de venganza, hachó hasta ver caer el árbol. Cuando tocó suelo fue creciendo su tamaño y extendiendo sus ramas hacía Uchümuin. Dicen que aquella montaña, la serranía de Perijá, se formó del crecimiento de ese árbol. ¿El Epeyüi? Al caer se hizo trizas con el suelo. De sus fragmentos esparcidos nacieron otros tigres, claro ya no tienen poderes. La mochila regó su contenido de sortilegios que los caminantes encontraron y lo usan para hacer maldades a la gente. Por eso, es que ustedes ya no encuentran tigres por aquí, están allá en la serranía.
Así waré, que Kaitü se casó con la princesa, de ellos nacieron esos wayuú de cabellos claros y ojos de mar. Eso les he contado, mi palabra es verdadera y mi memoria fiel. Dame otro trago, waré.
CHAMA
Este personaje se considera trasunto de la tradición europea traída por los misioneros. Se asemeja a la bruja de los cuentos maravillosos de los hermanos Grimm, Perrault y Andersen. Entre los wayuú se escucha la adaptación de la historia de Hanzel y Gretel al contexto cultural de esta etnia, en la que aparece Chama como la bruja malvada. Se dice que Chama es hija de Pulowi, se describe como una antropófaga anciana horripilante, de senos grandes y pelo enredado, cuyo rostro se afea con una horrible cicatriz. Suele a asustar a las niñas con su imagen, dicen que hace desaparecer a las doncellas y a los hombres apuestos. Le atrae las Majayu`ulüs (adolescentes) que están en encierro o blanqueo.
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GLOSARIO
AWA’ALAS: Estrellas fugaces, bólidos que presagian calamidades (Para efectos de pronunciación, cabe recordar que la “L” del Wayuunaiki se realiza con características vibrantes y laterales, es combinación de “L” y “R”).
CHO’OCHO: Variedad del pájaro carpintero cuyo canto es premonitorio
ISHO: Cardenal, animal agorero
KULAMIA: Doncella que en virtud de un sueño, revelación o promesa se condena a conservarse virgen de por vida.
KUTE’ENA:(Bursera simaruba) Árbol conocido como indio desnudo, según la mitología, era un wayuú de piel hermosa que se convirtió en árbol, con su corteza se bañan las doncellas para conservar la piel tersa.
MAJAYU’ULü: Majayura, doncella, mujer en edad núbil, señorita.
OUUTSHII: Piache, chaman, brujo curandero de los wayuú
PAIPAI: Hongo del cual se extrae un polvo carmelita que usan las mujeres para protegerse de los efectos del sol.
SEYUU: Virtud o energía que los espíritus conceden al piache, esencia de poder destinada a impulsar el bien y a luchar contra las enfermedades y maleficios.
UCHECHET: Ave conocida como reinita, su canto es barrunto de algún suceso
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Muy cerca a Tutshii, en una cueva oscura y calurosa vive Chama. Ella es hija de Pulowi, su fealdad no tiene límites, a ella le debo mi desgracia, y en parte, mi notoriedad. Desde niña oía hablar de ella a mi madre, mi abuela y mis tías cuando las acompañaba en sus oficios de cocina. Se que los hombres referían historias de ella en la enramada de la ranchería.
Desde niña le tuve miedo, creía como todas las niñas que cuando un remolino ponía a danzar a las arenas con las hojas secas, ella estaba cerca. No había travesía a los montes que no asomara su fea cara a nuestro recuerdo, dicen que le gusta robarse a las niñas tiernas.
Antes de toparme con Chama mi vida comenzó a cambiar. Fue desde esa noche que soñé que fumaba mucho, que hablaba palabras inentendibles, que sudaba y sudaba. Mi abuela fue la primera en saberlo. Al día siguiente noté que todos en casa comentaban el sueño con novedad inquietante. Poco después mi abuela tuvo un sueño revelador. Por esos mismos días tuve otra noche de pesadillas, desperté sudando a chorros y sacudía mis brazos frenéticamente - está pidiendo maracas - dijo mi mamá. Al comienzo no entendí, luego me lo hicieron saber: Los espíritus habían revelado en mí, que yo debería ser outshii. Estaba predestinada para recibir el poder sobre la naturaleza, a torcer sus designios, a enfrentarme a los Wanüluús y convivir con los yolujás.
Aprendí a interpretar el canto agorero del Uchechet, del Isho y del Cho’ocho, a descifrar los signos esplendentes de awa’alas, lo oscuro se iluminó en mi mente. Corrí los velos del misterio. Hurgué en los cajones de la naturaleza. También cuidaba mi cuerpo con cáscara de Kute’ena y mi rostro con paipai, bebía muchos brebajes, así conocí la salud escondida en las plantas.
Entre mis primeros sueños adivinatorios apareció Chama, ahí estaba de nuevo su recuerdo, supe que me acechaba con la furia de un huracán, veía su rostro en la arena y sentía su risa en el canto de las aves. Rodeaba mi rancho. Invoqué todo el poder de Seyuu, pedí fortaleza para mis amuletos y sosiego para mis temores.
Quiso el destino que enviaran una doncella a quien Chama trató de raptar, sus evanescencias malignas punzaban su carne y lloraba como enloquecida. El poder de los rezos y la fuerza del humo lograron sacarle ese efluvio del mal. Un día oscuro por los vientos lluviosos que venían del mar, la vi .Iba a auxiliar a un enfermo. Después supe que quien me había llevado tal razón, era ella misma convertida en niño. Sentí el azote del remolino y luego escuché sus pasos a mi espalda, era Chama, con sus dientes corvos, con esa cicatriz que le atraviesa de fealdad el rostro, con esos ojos hundidos hasta el fondo de la cabeza greñuda y despeinada.
Los pies me flaqueaban bajo la brisa fuerte que me envolvía. Su risa horadaba mis oídos. Sentí sus frías y huesudas manos sobre mi cabellera, pero grité con furia mis rezos. Pedí con frenesí fuerzas al Seyuu. No podía correr, tampoco llorar. Era el momento de hacerme mujer, con el impulso que nacía de mis entrañas y la esencia de los espíritus tomé unas de sus manos. Ella luchaba con igual fuerza. Vio tanta determinación en mí que gritó con más fuerza, la insulté a gritos y con todas mis ansias dejé caer en su mano el espeso amasijo de mi tabaco mascado. Noté en sus ojos la debilidad y en su mano el calor. Supe que la había derrotado cuando el remolino dejó de mecer mi cabello y la estela del arenal se alejó hacia lo alto. Chama se había ido. Ese hecho me rodeó de fama. Me sentí revitalizada en mi poder, mi magia se engrandeció, todos alabaron mis virtudes. Ya no conocía el miedo. Los antros calurosos de Pulowi habían sentido mi magia.
Pero Chama no sólo me dejó fama, me dejó también el desasosiego y la soledad. De noche siento los remolinos que rodean el rancho, las aves me anuncian que acecha con sus ojos sin luz, a veces se pierden las ollas y otras cosas de mi casa, los animales se inquietan. Pero aquí está mi palabra y mi tabaco esperando por ella. Ella lo sabe.
Chama se vengó de mí, cuando tuve tiempo para el amor, antes de que las arrugas cayeran a mi rostro, conocí a un wayuú de noble espíritu y manos fuertes. Fueron días en los que los sortilegios dieron paso al idilio. Conversamos mucho, yo reía como no lo hacía desde antes de los sueños. Dijo volver con sus animales para acompañarme por siempre, pero nunca volví a ver a Peeliyü. Se lo tragaron los caminos, nunca llegó a su casa. Chama se lo llevó a donde mis fuerzas no llegan, y con él se llevó mis esperanzas de un hogar, de un marido y de unos hijos que palien mi soledad. Mi abuela dice que estoy predestinada a ser una Ku`lamia, yo se que no fue el destino quien lo quiso, fue Chama, la mas cruel y fea de los espíritus del mal, culpable de mi fama y de mi desgracia Aún ronda por los ranchos y se le atribuyen muchas desapariciones.
PULOWI I
Es un espectro multiforme y sobrenatural, su imagen más común es la de una mujer bella, de largos cabellos y cuerpo semidesnudo, que se transforma en una repulsiva anciana de rostro desfigurado y cadavérico. Puede aparecer como serpiente de varias cabezas, como res con cabeza humana, también se asocia con las lagartijas y las sirenas en las zonas costeras indígenas. Los mitos dan cuenta que fue mujer de Juyá pero ahora se odian, por lo que la presencia de Pulowi repele las lluvias. Representa la escasez, el hambre, el miedo. También se le llama Pulowi a los lugares encantados.
En la tradición latinoamericana aparecen varios seres equivalentes a la descripción inicial de Pulowi, tal es el caso de Ixtabay y Sinaguanaba en Guatemala, Ixtab entre los Mayas, la Sayona y aún entre los Lacandones aparecen referentes que coinciden.
GLOSARIO
AGUILILLAS: Caballos adiestrados en La Guajira que durante la colonización española distinguían a los wayuú por su rapidez. Fueron exportados luego hacia otros países.
MAPüA: (Cercidium preacox) Árbol de corteza verde
YONNA: Baile ritual, también llamado chichamaya. Se oficia para festejos, por petición del ouutshii o de los espíritus a través del sueño
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Entre los wayuú de Topia siempre se recordará a Mashay, el inquieto enamorado, gavilán al acecho de las más tiernas majayu’ulüs de las pampas. Mashay era el único hijo del cacique Cataure, el poseedor de los más imponentes caballos que pisaran las pampas guajiras, de los veloces agulillas de combate, dueño de incontables racimos de ganado vacuno y caprino, hombre merecedor de respeto y pleitesía en la región. Su debilidad: su hijo Mashay.
La opulencia de su padre y los rasgos finos que configuraban su atlética y apuesta estampa, eran motivos suficientes para cautivar, a vista prima, a cualquier nativa. Las dotes que podía ofrecer por la muchacha, eran ofrendas no dignas de rechazarse por parte de los parientes de las doncellas.
Su caballo Kasütai, enjaezado con los mas finos atuendos, hacia sentir su brioso corcoveo por los caminos de la Sabana, el amo y su sombrero campeaban los montes buscando mujeres que saciaran su sed carnal - ahí va el gavilán- a cuál muchacha se llevará hoy - se oía decir entre los wayuú.
Más de veinte doncellas lo tenían como esposo, cuál más bella. Recién salidas del encierro eran entregadas a Mashay por una considerable dote. Algunas lo hacían complacidas, él era el sueño de muchas niñas. Su sólo nombre hacia palpitar corazones núbiles. Otras; sollozantes, se imaginaban un futuro de soledad en el rancho, pues son efímeros los momentos felices si el esposo es tan errante como Juyá.
Después de llevarse la doncella, permanecía con ella durante uno o dos meses, para luego marcharse a la búsqueda de un nuevo amor que le incitaba su veleidad. Ellas se abandonaban a una vida solitaria de deseos reprimidos, de chinchorros inmensos; o al consuelo de soportar el embarazo con la esperanza de una compañía que con los años corriera por el patio como uno de los tantos hijos de Mashay.
En una de esas andanzas, Mashay tuvo que galopar a media noche. Había escuchado que en una ranchería un poco apartada, una linda majayu`ulü salía en esos días del encierro. Ese día se iniciaba la yonna de festejos y quería tantear a los futuros suegros. Cuando galopaba entretenido le pareció escuchar un tarareo cerca a un árbol de mapüa. Detuvo su caballo blanco y se acercó al árbol. Cuánta sorpresa para Mashay, una linda doncella, nunca revelada ante sus ojos, le ofrecía su desnudez y su larga cabellera incitándolo a seguirla. Mashay no pudo evitar la lujuria y se bajó del caballo. Ató la bestia al verde árbol, mientras ella lo llamaba a señas y caminaba sin pudor. El gavilán de las pampas no podía evitar tanta emoción, pensó que era una majayu’ulü que se iba a bañar al molino de viento cercano. Cuando estuvo cerca, la bella nativa de ojos negros le tendió su desnudez y Mashay se regaló al abrazo. Entonces la belleza se comenzó a fugar. El rostro de la joven se envejecía rápidamente, su cabello crepitaba encanecido, las arrugas se aparecían por todo su cuerpo mientras las uñas se prolongaban buscando la carne del rico galán, hincando su espalda, lancinante. Trató de separarse de ella pero era muy tarde. El gran enamorado, el gavilán de Cataure había sucumbido ante la engañosa belleza amiga de la noche y la soledad.
De él sólo se pudo encontrar el sombrero y el fiel Kasütai atado sudoroso al árbol. Sus esposas lo lloraron, su padre nunca se repuso de la desgracia. Todos dicen que Pulowi se lo llevó a su cueva, detrás del cerro. Esa noche se escucharon truenos pero no llovió. El árbol de mapüa aún ofrece su verdor, pero pocos se acercan a él. Ahí puede estar Pulowi.
PULOWI II
GLOSARIO
SüCHIIMA: Tierra del río. Nombre que los wayuú daban a Riohacha.
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Sobre la morena calma de la playa de Carrizal, se divisa la roída “lancha del llanto”. Los efectos del salitre cubren sus tablas, de tal manera que ya no se deja adivinar el color que le diera distinción mientras recorría el mar en faenas de pesca. Sólo el olor a pescado permanece atrapado, pese a los años, en su interior. También los secretos del mar que dejan escapar, de noche, unos alaridos capaces de asustar a cualquiera en este pueblo pesquero y de buceadores de perlas. Se trata de “La caracola” la rápida lancha del finado Chú Mengual. Es lo que queda de una pareja inseparable, amigos del viento y del mar. El uno, rompiendo el agua con el brioso empuje de su rapidez; el otro, paciente y astuto pescador, perlero de las profundidades azules.
Cuentan los pescadores de este pueblo wayuú, que a Chú “lo perdió la ambición”. Su único afán era acumular riqueza, sus jornadas de pesca se prolongaban por días. Nadie igualaba su paciencia y su tesón. Cuando prometía pescar un buen tiburón, no regresaba sin él. Cuando de sacarle al mar perlas y coralinas se trataba, se sumergía una y otra vez, sus pulmones parecían domeñar la profundidad. Sacó muchas perlas, muchos peces mordieron su anzuelo y se rindieron a su trasmallo.
Pero Chù guardaba el dinero de sus ventas sin complacer sus necesidades primarias. Sus hijos sufrían el azote del hambre, de la sed, de la desnudez, de las pestes. Su prioridad era reunir una gran cantidad de dinero para irse a vivir a Süchiima, a la ciudad, comprarse un carro y una nueva mujer, más joven y bonita que Sara. Para cumplir con sus propios designios era necesario mucho trabajo y poco gasto. Comía poco, vestía siempre con los mismos harapos y evitaba todo gasto no esencial. La misma disciplina era acatada a rabietas por sus hijos y su mujer.
De esta manera “La caracola” y su dueño iban y venían surcando el mar, buscando los bancos de peces, ignorando el tiempo y el descanso. La mayoría de pescadores temen trabajar a altas horas de la noche. Muchos cuentan relatos que tuvieron como protagonistas a uno de sus viejos. Pero Chú le negaba credibilidad - yo soy el único espanto del mar, sólo yo lo recorro de noche – decía.
Pasaban los días, el mar ofrece su riqueza todo el tiempo, Chú Mengual lo sabía. Abandonaba su rústico rancho de la playa, antes de entregarse a la faena, lavaba a “La caracola” para restarle efectos al salitre. De nuevo la pesca, bajo el sol, bajo la luna; el tiburón, el chucho, la sierra, el pulpo. Chú regresaba para que su mujer vendiera el producto de la pesca. De nuevo al mar, hacía falta dinero, quería un carro, quería la ciudad, para tenerla se necesitaba plata - es la única forma de ganar respeto – sostenía Chú.
Cuando los demás pescadores complacían sus ansias de asueto reunidos bajo la magia igniscente de las fogatas en la playa, poniendo risa a la noche y emoción a los corazones de los niños que se aglomeraban a escuchar sus relatos de mar, Chú se entregaba a la oscuridad acuosa para arrancarle parte de su riqueza, parte de su encanto. Fue una de esas noches de mucha brisa y poca claridad cuando Sara previno a Chú - anoche tuve un sueño que no es bueno, no salgas hoy - Pero Chú creyó que un sueño no era tan relevante como para cambiar la rutina de su trabajo.
Alentado por unos tragos de chirrinchi, empujó mar adentro a “La caracola,” su encuentro con el destino estaba señalado. Un destino promisorio en riqueza y vida citadina según Chú Mengual. Remó y remó hasta donde mar y noche se hermanan en abrazo, escogió el lugar de pesca, su trasmallo ya exploraba las aguas. Sólo quedaba esperar, y en eso Chú Mengual no tenía igual. Pasaron los minutos. Los peces no caían. Pasaban las horas, dos, tres y los peces parecían haber abandonado el mar. El trasmallo iba y retornaba vacío, no veía a los peces saltar de las aguas para bañarse de luz de luna. Ya Chú se inquietaba, aún más cuando “La caracola” comenzaba a mecerse por la brisa que se hacía fuerte. Nada de peces, mucha brisa. Esto no había pasado nunca en la vida del pescador de Carrizal - dónde carajo se fueron los peces - se preguntaba mientras perdía sosiego.
Entonces sintió que algo movía el trasmallo, se aferró a la lidia, debía ser un pez grande. Las aguas se agitaron bajo “La caracola”, la brisa arreciaba con furia. Sintió en esos momentos que algo parecía saltar del mar a sus espaldas. No soltó el trasmallo. Un nuevo rumor de aguas agitadas lo inquietó. Volteó a mirar y fue cuando la inquietud se hizo pánico. Allí estaba sentada, al extremo de la lancha, aún empapada, aún con el brillo de la humedad. Era una linda muchacha de ojos radiantes y lunas espejadas en su cuerpo. Sus cabellos se extendían hasta el torso desnudo, pero... no era una muchacha, sus pies... no tenía piernas sino una gran cola de pescado, radiante. Era Pulowi, estaba en su lancha, había llegado con la brisa, con la noche, con la ambición. Chú no sabía qué hacer. Tampoco qué decir. Sólo sabía que estaba muy asustado. La lancha era guiada por la brisa hacia el mar lejano, lejos de la playa, hacia la noche eterna. Al notar que no lograba controlar la lancha, comenzó a gritar temeroso. Sus gritos de angustia no podían ser escuchados por que ningún pescador se atrevió a desafiar el mar esa noche.
Los gritos quedaron atrapados en “La caracola”, la lancha que a la mañana siguiente fue encontrada a la deriva por los buceadores de perlas. Por eso se escuchan a muy altas horas de la noche, los lamentos de Chú Mengual, el ambicioso pescador. A su lancha regresa de noche, su espíritu, su yolujá a quejarse ante los demás pescadores y a prevenirlos de Pulowi. Y es que cuando se les daña la lancha saben que ella puede estar cerca y prefieren regresar a tierra firme. Pulowi está en todas partes.
LA PIEDRA DEL DESTINO
Es una formación rocosa ubicada en Talüwanayuupana, Punta Espada, Alta Guajira. La cavidad presenta dos orificios, uno de entrada y otro de salida. Según los logros de la persona al atravesarla, se predice la duración de su existencia. Si logra atravesar su cuerpo totalmente, muchos años le depara la vida; en caso contrario, su muerte está próxima. Leyendas cuentan que en ella vivió Maleiwa, otras se refieren a ella como morada de Pulowi. La mitología narra que en este lugar Si`ichi (Guamacho) tuvo los gemelos Ulaapüle y Maayui, engendrados por Juyá (Lluvia) por medio de un rayo.
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GLOSARIO
CHIRRINCHI: Licor a base de caña de fabricación casera, también llamado por los Wayuú como yosh
JAYEECHI: Cantos propios de los wayuú, de carácter narrativo y épico. Cuentan los sucesos, gestas y misterios que ocurren en toda la región por lo que toman rasgos juglarescos. Se recita en velorios y fiestas, también como apólogos que cumplen con función didáctica para los jóvenes.
JAYEECHIMA´ANI: Recitador de Jayeechi, revestidos de notables condiciones y habilidades de narrador.
MALEIWA: Máxima deidad de los wayuú. Dioses creadores de todo lo que existe. El mito los presenta como dos mellizos hijos de juyá, que propiciaron la prolongación de la especie wayuú
PUUTCHIPü: Palabrero. Rol social de alto status en la comunidad. Es el mediador en los conflictos interclaniles Dotado de grandes condiciones de convicción y conciliación.
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Irpiana, el jayeechima´ani de Taparrajin, el gran fabulador, el de las historias increíbles y la memoria prodigiosa estaba frente a la piedra del destino en Talüwanayuupana. Era de los Sijuana. Ellos antes eran pobres, ahora tienen muchos animales en su corral. El Jayeechima´ani tuvo que ver con esto. Desde niño había escuchado historias asombrosas sobre la arcana piedra que como reloj cósmico medía con precisión la existencia de las personas.
Ahí estaba la roca negra cuyo misterio había servido de tema a muchos de sus relatos; pero, que nunca antes tuvo la oportunidad de conocer. Ahora estaba a sus pies. Se sentía inquieto e intrigado, apuró un trago de chirrinchi para tranquilizarse. Dicen que esa roca es un Pulowi. Otros dicen que allí vivió Maleiwa. Allí también se escuchan los truenos, es Pulowi que encolerizada ahuyenta a Juyá. Las lluvias se alejan entonces.
Irpiana recordó, mientras rodeaba de curiosidad la piedra, que muchos hablaban sobre la forma en que la piedra predecía los rumbos de la existencia humana. Si al entrar por el orificio, sale al otro extremo, su vida se prolongará por muchos años. Si en cambio, sólo cabe las piernas tendrá pocos años de vida. Si entra sólo la mitad del cuerpo, podrá disfrutar de medio año; si ni siquiera la cabeza logra pasar, puede comenzar a organizar sus funerales, la inexorable muerte ronda sobre su cabeza en esos instantes. Los designios de la piedra abarcan a todos por igual, gordos o flacos, pueden atascarse o atravesar si su destino es ése.
El jayeechima´ani siempre había querido medirse los años de vida, no pudo evitar la tentación de descifrar el misterio del tiempo. Luego de varios tragos y muchos rodeos, se quitó el sombrero y se inclinó para atravesar, si ese era su destino, el misterio rocoso de Talüwanayuupana. Introdujo su cabeza pero notó que la piedra se empequeñecía. Forcejeo jadeante. Sudaba a chorros. Embestía una y otra vez y sólo logró hacer sangrar su frente. Hubo nuevos intentos infructuosos que lograron cansarlo.
Resignado y con más tragos encima que los que acostumbraba, llegó a su casa en Taparrajín. No desensilló el burro. Se despidió de su mujer y cargó por última vez a sus tres hijos; dijo que pronto volvería, que iba a un sepelio, a cantar jayeechis. La verdad es que lo vieron muy triste, meciéndose embriagado en su montura, entonando un raro canto triste y deshilachado: el gran fabulador, el recitador de historias había decidido hacerse fábula, hacerse historia de la posteridad.
Esa tarde amarró su burro a un cují cercano a los rieles del tren del carbón. Bebió hasta matar la tristeza y la vigilia, se quedó dormido sobre los rieles. El tren pasaría puntual, una hora más tarde. Irpiana no estuvo despierto para la hora de su muerte, a la piedra del destino se le había facilitado el designio, decidió adelantársele a la muerte.
A los cuatro días Alejo, el Pütchipü de Taparrajin, llegaría a una elegante oficina de la capital, diciendo con voz aguda pero firme - señor, su tren mató a uno de nosotros - se inició así el cobro de los Sijuana para que los “dueños” del tren indemnizaran el dolor por la pérdida del jayeechima´ani.
Sólo unas semanas después, el yolujá de Irpiana, el del verbo ágil, el animador de velorios, miraría sonriente, desde los resquicios donde los wayuú muertos se asoman a vigilar a sus parientes vivos, cómo se estrenaban en el antes solitario corral de los Sijuana treinta vacas, cuarenta chivos y una yonna se ofrecía a su nombre.
Su velorio fue uno de los mas duraderos de la región, sus relatos fueron recordados y su vida se hizo tema de muchos jayeechis que victorearon al jayeechima’ani que se le adelantó a la muerte para ganarle a la pobreza de su familia. Por eso los Sijuana de Taparrajín hoy en día tienen muchos animales, todo se lo deben a Irpiana, y a la piedra del destino. Esta historia se escucha en los velorios, allí me la han contado.
La musica desde los estudios culturales: Articulos
“ESO NO ES VALLENATO”: LOS GÉNEROS LEGÍTIMOS Y ESPURIOS DE NUESTRA MUSICA
ABEL MEDINA SIERRA
(Círculo de investigadores de la música vallenata
y del Caribe CORALIBE)
Cuando ya se creía superado el debate por la aceptación institucionalizada del paseo lírico como uno de los ritmos que compartiera estatuto junto al merengue, la puya, el son y paseo como formas musicales del vallenato surge una nueva andanada de voluntades y esfuerzos para revivir la propuesta. Hernán Urbina Joiro fue quien postuló en su obra “Lírica vallenata: de Gustavo Gutiérrez a las fusiones modernas” (2003) la declaración del paseo lírico como alternativa rítmica ya instaurada por la naturalización en el gusto melómano vallenatero. La propuesta fue respaldada por muchas firmas ante la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata durante el lanzamiento del libro en septiembre del 2003, aunque la mayoría de los firmantes para entonces no habían leído los argumentos del libro. Ésta, cuando se abrió al consenso tuvo más detractores que defensores. El apoyo de Escalona, López Michelsen, Gustavo Gutiérrez, Beto Murgas, Rosendo Romero entre otros no fue suficiente y los directivos de la Fundación desestimaron la posibilidad de incluir éste ritmo en los concursos del Festival de la Leyenda Vallenata desde el 2004.
Con nuevos bríos, y esta vez con el respaldo de figuras de la música como Francisco Zumaqué, Rafael Escalona y Rosendo Romero y el impulso institucional que desde la fundación Festival Cuna de acordeones ofrece Israel Romero reapareció en septiembre anterior la propuesta de romper la estructura genérica del vallenato y hacer del paseo lírico el quinto ritmo del vallenato. En el foro efectuado en Villanueva y luego de candentes y enconados argumentos tantos del movimiento pro-Paseo Lírico y de los opositores, entre estos el músico e investigador Roger Bermúdez, Álvaro Ibarra Daza (comentarista, coleccionista e investigador), Alberto “Beto” Murgas entre otros se definieron planos de coincidencia concretizados en un acta según la cual se aprobó una variante del paseo denominada ROMANZA VALLENATA la cual amerita divulgarse en los festivales como reconocimiento a un periodo y un tono creativo muy importante de la música vallenata. Posteriormente en Riohacha el 22 se noviembre volvieron a poner sobre el tapete los argumentos, esta vez con participación de Rafael Escalona, Israel Romero, Rosendo Romero, Roger Bermúdez y nuevas aproximaciones reflexivas como las de este servidor y el compositor Deimer Marín.
Desde que surgió la iniciativa de proponer un quinto ritmo en el vallenato, el revuelo no se ha hecho esperar, voces desgañitadas que vienen desde los confines más puristas o esencialistas se han despertado para crear escudos de salvaguardia contra la unidad de los cuatro aires llamados “tradicionales”. Otras voces, venidas desde las corrientes innovadoras o de quienes ven con complacencia los giros que toma la música popular celebran la gesta de Urbina con el escozor de quienes le meten un gol a la corriente folclorizante y tradicionalista. A estos se suman quienes de alguna manera consideran que la institucionalización del paseo lírico sería un homenaje a su estilo y su tendencia creativa. Este es el caso de los compositores de línea lírica como Rosendo Romero, Gustavo Gutiérrez y otros de esta generación.
Una tercera voz debe corresponder a quienes hacen una lectura más ética que émica, menos apasionada, sin el exacerbado celo museográfico de los primeros (considerar que el vallenato hay que preservarlo de toda innovación, intacto como en un museo) y despojados de la febril agenda de reparación moral a los compositores líricos que parece mover a los segundos. Los argumentos que sobre el particular puedo ofrecer apuntan a inscribirse en ésta última línea y desde el sesgo de los estudios culturales a fin de4 enriquecer el debate con elementos de juicio que soporten la hipótesis, según la cual, la historia genérica del vallenato no es sino una lucha de ritmos espurios contra los ya legitimados o los intentos de los primeros por ganar ese estatuto de legitimidad. Ese es precisamente el camino que hoy atraviesa el postulado “paseo lírico”.
Tales razonamientos también intentarán sugerir que ni en el vallenato los aires son o han sido estrictamente el merengue, la puya, el son y el paseo (en orden de aparición) como se aferran los “tradicionalistas” para defender todo intento de romper esta monolítica estructura; pero tampoco debería denominarse paseo lírico el quinto ritmo como se pretende instaurar en el festival Cuna de Acordeones de Villanueva. Estamos de acuerdo con la lanza que pretende derribar la canónica (y anacrónica) estructura rítmica pero no con la punta de la lanza (el paseo lírico como quinto ritmo). Los argumentos de los segundos no son suficientes para abrir un resquicio a una nueva forma pero que tampoco sería el único resquicio pues por éste, aunque hayan querido los puristas llenarlo de brumas, se han colado otros ritmos desde hace mucho tiempo.
Si se hace un poco de historia, se tendría que reconocer que los primeros acordeoneros se vieron obligados a interpretar inicialmente aires europeos como polkas, mazurcas, danzones entre otros. La moda de interpretar aires diferentes a los tradicionales es tan antigua como la llegada misma del acordeón. Recordemos que tanto Francisco "El hombre", como los pioneros de la ejecución del acordeón, interpretaron aires tanto europeos como criollos entre los que se consolidaron, inicialmente, la puya y el merengue pero que también animaron cumbiambas y otras expresiones de naturaleza mestiza o negroide.
Generaciones posteriores, entre las cuales surge ya primero el son y luego el paseo, también combinaron su repertorio “canónico” (para referirnos a los cuatro considerados tradicionales, institucionalizados o “legítimos”) con otros ritmos costeños. Luis Enrique Martínez, quizás el más vallenato de todos los músicos de la región compuso e interpretó ritmos como chandé y cumbias; Alejo y Náffer Durán incluyeron en su repertorio además de los dos anteriores, porros, tamboras; Colacho Mendoza grabó rumbón y guaracha; Juancho Polo compuso lo que llamó guarachitas como el célebre “Si, si si” para hablar solo de los más representativos íconos de la juglaría en el antiguo Magdalena Grande.
A finales de los años 60’s y los 70’s aparecen músicos como Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Aníbal Velásquez, Aniceto Molina, Carlos Román, Ismael Rudas y otros que gozaban del gusto popular e incluyeron junto a paseos, merengues, sones y puyas algunas charangas, guarachas, rumbón, cumbión, guararé panameño y hasta variaciones de la ranchera que también despertó escozor en los puristas y defensores de los aires tradicionales. Merece especial atención en este repertorio la inclusión, quizás por primera vez, de dos ritmos no tradicionales como son el pasebol y el paseaito. El primero un injerto de bolero y paseo, pero más paseo que bolero y que parece haber sido creación de los sabaneros Rubén Darío Salcedo y Alfredo Gutiérrez. El segundo, un paseo con ligeros ingredientes de jalaito y que fue creación de Calixto Ochoa. Lo cierto es que pese a haberse integrado al gusto popular y que paseboles como “Paraíso”, “Ojos verdes”, “Adolescente doncella”, “Tus amores” (Rubén Darío), “Manantial del alma”, “Playas marinas” paseaitos como “Los sabanales”, “Divino rostro”, “Lucerito” y “Todo es para ti” (todos de Calixto Ochoa) sean parte de nuestra tradición musical muchos los estigmatizan por violar la canónica estructura rítmica del vallenato.
A finales de los setentas e inicios de los ochentas los músicos quisieron imponer ritmos novedosos que conquistaran el mercado discográfico y los postulara como grandes innovadores de la resistente estructura rítmica del vallenato aceptado por la institucionalidad como auténtica. Uno de estos caso es el de Andrés Gil "El Turco", uno de los pocos acordeoneros académicos quien trató de crear en 1977 un ritmo sincrético que bautizó como "Paturqui" con canciones suyas como “Soy tuyo” (Teodoro López), “Me llaman querendón” (Juan de Dios Torres) y una versión paturki de “Varita de caña” de Crescencio Salcedo pero que rápidamente evidenció escasa sostenibilidad para permanecer en el gusto popular como componente rítmico del vallenato.
En esta historia de innovaciones rítmicas se suele mencionar el intento en los noventas de El Binomio de Oro y Juan Humberto "Juancho Rois" quienes promocionaron el "Vallerengue" como un intento de fusionar las expresiones musicales de mayor éxito en el gusto popular de la nación: el vallenato y el merengue dominicano. Más que un nuevo ritmo el vallerengue parece ser un giro al merengue apambichao al que se le suele incorporar el acordeón. Sonaba mucho merengue y poco a vallenato, realmente era merengue con acordeón.
El Binomio de Oro creó un ritmo que se popularizo en Venezuela y que su auge contagió a otros conjuntos, se trata de "Chacunchá" otro ritmo innovador que se quedó en el gusto más de los venezolanos que de los colombianos. Bajo esta misma agenda de imponerse en el gusto del público venezolano nace un ritmo que se denominó “Vallenato internacional” en cuya línea se matricularon conjuntos como Los Diablitos, Miguel Morales, Jorge Oñate, Binomio de Oro, Beto Zabaleta entre otros. Canciones como “Bailando así”, “Mi chamita”, “La chamita”, “Vallenato internacional”, “Canto a La Chinita”, entre otros, corresponden a este tipo de canciones que aunque se impusieron en Venezuela poco interpelaban el gusto de los melómanos colombianos. Esto obligó, incluso, a que agrupaciones como el Binomio de Oro y Jorge Oñate incluyeran en sus producciones prensadas para el vecino país canciones en este ritmo que no aparecían en la versión colombiana del larga duración.
En la misma época el fenómeno Carlos Vives trajo consigo un género de fusión que han llamado algunos tecnovallenato, vallenato-pop mientras que para otros es una especie de pop latino con fragmentos de vallenato. El ritmo es un crossover que aunque nunca ha sido considerado como vallenato en la zona de mayor influencia de ésta música (Cesar y La Guajira) en las grandes ciudades del país y el extranjero lo rotulan como tal. Se aprecia aquí una contradictoria intención en la que mientras los foráneos nos quieren dar la paternidad de una expresión musical los de la región vallenata lo dejamos en la orfandad diciendo “eso no es nuestro”. La recientemente categoría del Grammy vallenato nació precisamente porque este género (en el que el autor Martin Madera ya ha logrado varios premios) abrió espacios internacionales.
Posteriormente y con el inicio de un nuevo siglo surge un movimiento musical caracterizado inicialmente por representar una nueva generación de voces, liderado por Silvestre Dangond y que cuando su emulador Luifer Cuello graba la canción de Alejo Durán “La nueva ola” toma nombre propio. Otros intérpretes como Peter Manjarrés, Tuto Uhía, Rey Hinojosa y Kaleth Morales también hacen parte de esta generación juvenil que impuso un estilo rítmico, bailable, vertiginoso y que incorpora la jerga juvenil en el texto de las canciones. A veces se ha llegado a sostener que la Nueva Ola es un género distinto a la nomenclatura canónica pero lo cierto es que la mayoría de éstos interpretan los ritmos tradicionales y los emergentes. Surge entonces una excepción con nombre propio: Kaleth Morales Troya quien inicialmente se dio a conocer con paseos como “No aguanta”, “Lo mejor para los dos”,”Me la juego toda”, “Polos opuestos” pero que luego, influenciado en Cartagena (donde estudiaba) por la champeta, el reggetón y otros ritmos urbanos y negroides similares, se inventa un ritmo nuevo que con “Vivo en el limbo” toma posesión del gusto popular en todo el país. Luego vienen canciones suyas como “Dos segundos”, “Mary”, “Ámame”, “Única” y otros del mismo corte. Muchos insisten en llamarlo Nueva Ola pero esta denominación es más pertinente para agrupar a la camada de nuevos intérpretes del vallenato que al género, más teniendo en cuenta que solo Kaleth ha propuesto un nuevo ritmo. En Valledupar se han escuchado propuestas para denominarlo “El nuevo sonido de Valledupar” y Rosendo Romero en un artículo reciente denominado “El vallenato es mutante” lo llama “paseo Kaleth” para identificarlo. El tiempo dirá cuál denominación imperará para distinguir esta nueva iniciativa que como todas las anteriores simplemente es calificada como espuria por los gurúes y folcloristas con un despectivo “eso no es vallenato”.
En este recorrido se podría mencionar intentos individuales de fusión como el porro-cumbé y el guajiporro de Alejo Durán, el injerto de vallenato y twist que tocó Carlos Román y que desempolvó más recientemente Omar Geles; el ranchenato, y otros cuantos intentos de exploración y mezcla que son los intentos para romper la nomenclatura canónica. Los ritmos emergentes han sido producto de estas fusiones, algunas con más apego a los cánones del vallenato que otras. También se nos revela que entre estas propuestas algunas se legitimaron en el gusto de la gente, otras permanecen arraigadas en algunas regiones (caso pasebol y paseaito en la zona de Sucre, Córdoba y Bolívar) y otras se diluyeron y permanecen en el absoluto olvido. En cualquiera de los casos, es innegable que hicieron parte del repertorio del músico vallenato lo que demuestra que son mucho más de cuatro los ritmos.
Ya Ciro Quiróz Otero había propuesto desde su libro “Vallenato, hombre y canto” la existencia de un quinto género llamado “tambora”, para otros “tamborera”. Tampoco ha logrado ser aceptado éste ritmo como legítimo por quienes pueden hacerlo. Pero lo cierto es que desde que Alfredo Gutiérrez grabara a finales de los 70´s temas como “Jueleley juelelay” y “Ripití ripitá” para competir con las cumbiambas y adaptarse a las exigencias de un ritmo alegre, festivo y de mucha percusión en el carnaval de Barranquilla la gran mayoría de agrupaciones han hecho de las adaptaciones de baile canta´o, tamboras y cumbiambas un repertorio permanente.
Cada agrupación hegemónica o de primer nivel durante los 20 últimos años graba casi en cada producción musical un aire de tambora para el gusto carnavalero. Se aplicaría aquí tanto el principio de que el uso hace la regla como el argumento que no solo es vallenato lo que hace el vallenato sino también lo que apropia como suyo (que más vallenato que el acordeón y no fue ni inventado ni es fabricado en este país). La tambora o tamborera es un género que recoge ritmos negroides como el chandé, pajarito, zambapalo, son de negros cumbión, rumbón pero que el músico vallenato ha modificado y recreado. Han surgido compositores vallenatos de tamboras como Luis Durán Escorcia, Freddy Carrillo, Dagoberto Osorio entre otros que crearon una variante vallenata para tales expresiones; es decir, el vallenato creó su propia forma de interpretar la música negroide de carnaval creando lo que podría ser un nuevo ritmo.
Es pertinente aquí, señalar que la actitud “canonista” es mucho más rígida en la zona de La Guajira y Cesar que en la zona ribereña y sabanera. A tal punto que investigadores como Jorge Nieves Oviedo (2004) caracteriza la primera zona como tradicionalista, canónica y de “visión regional” mientras que la segunda es para él de “visión universal”, abierta al diálogo, la mezcla y el cambio y de mayor riqueza. El mismo autor llega a justificar tal taxonomía por la esquemática e invariable propuesta genérica de los “vallenatos” (merengue, puya, son y paseo) frente a la variada y “universal” de los que denomina “sabaneros” (incluye aquí a barranquilleros, cartageneros y magdalenenses) cuyo repertorio define así: paseo (sabanero), merengue (sabanero), fandango, porro, cumbia, paseaíto y pasebol.
El alegato implícito de Nieves Oviedo es el mismo que han venido defendiendo los músicos e investigadores de estas regiones como Numas Armando Gil, Adolfo Pacheco, Ariel Castillo Mier y Mariano Candela: la sensación de discriminación y exclusión a la que los músicos de esta zona son sometidos por quienes, como los organizadores de los festivales, terminan institucionalizando y definiendo qué es y qué no es vallenato. Los músicos de esta zona cuando interpretan géneros “espurios” o no vallenatos suelen ser estigmatizados como poco auténticos e infieles a la tradición.
A la luz de una postura emblemática y folclorizante se podría descalificar a músicos como "Pacho" Rada, Juan Polo "Valencia", Andrés Landeros, Felipe Paternina, Virgilio De la Hoz, Máximo Jiménez, Enrique Díaz, Rúgero Suárez, Alberto Rada como “poco auténticos” porque han alternado estos ritmos con los aires tradicionales vallenatos. Nadie se atrevería a plantear que han degradado la tradición vallenata por lo que conviene entender las circunstancias socio - culturales que legitiman marcadas o sutiles diferencias en las diferentes zonas de influencia de esta expresión musical.
Ahora bien, surge el interrogante de qué circunstancias promueven que en la cultura vallenata la categorización genérica sea tan fervientemente custodiada, monolítica y se le valoren como espurios a los géneros emergentes, es decir qué impulsa a quienes ante una nueva propuesta expresan “eso no es vallenato”. El primer factor incidente es la naturaleza inicialmente folclórica de esta música la cual pasó luego a ser música popular. Aún subsisten elementos (aunque escasos) que generan tensiones entre lo tradicional y lo moderno, entre lo regional y lo trasnacional y no se ha asimilado entre muchos vallenatos que en la negociación para escalar a música que representa a todo un país se han tenido que despojar de algunos elementos propios y apropiar componentes enajenados.
Una mirada a estos condicionamientos revela el rol de las instancias que constituyen la institucionalidad siendo los festivales la principal. Para bien o para mal la creación del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar en 1968 sirvió para que la música popular tradicional vallenata definiera su identidad. Cuando unos cuantos organizadores del festival definieron cuántos y cuáles ritmos eran auténticamente vallenatos contribuyeron en gran medida a fijar, preservar y legitimar estos cuatro aires. Es precisamente lo que cuestionan los músicos de otras zonas de la Costa que se sintieron excluidos en el repertorio que adoptó como legítimo el festival (en la región de Plato, Ariguaní y Montes María la Alta solo se tocó puya por imposición de los festivales). En la conciencia colectiva de quienes viven en la zona de la vallenatía un ritmo es auténtico y legítimo si tiene cabida en un festival. Del Festival de la Leyenda Vallenata la estructura canónica se diseminó hacia otros festivales de La Guajira y el Cesar y terminó estandarizándose o naturalizándose.
Pero así como incide en el imaginario colectivo el canon de los festivales también lo hace la academia constituida en este caso por los vallenatólogos, folcloristas e intelectuales melómanos. Que personalidades como Consuelo Araujo Noguera, Juan Gossaín, Gabriel García Márquez, Alfonso López Michelsen, Daniel Samper Pizano, Tomás Darío Gutiérrez o Ciro Quiroz pontifiquen definiendo qué ritmo es o no es auténticamente vallenato sugiere posturas y reproduce preceptos en el público. El país naturaliza lo que ya está dicho como verdad absoluta y si de algo está preñado el vallenato es de aparentes verdades absolutas que bajo lentes menos sesgados serían relativas.
En los investigadores del vallenato ha prevalecido el enfoque “folclorizante” que no les permite tomar distancia del objeto de investigación y terminan haciendo de su oficio una acérrima defensa de lo que ellos consideran “auténtico”. Lo cierto es que muchos de ellos todavía se niegan a aceptar que el vallenato ya dejó de ser “folclor” hace muchos años (quizás desde que se comenzó a grabar). Son románticos que tratan por todos los medios de “conservar y defender el folclor” y no ven otra estrategia que rechazar acríticamente todo lo nuevo o distinto. Si una de las características del folclor es su condición de anónimo, colectivo y tradicional aceptar un nuevo ritmo cuyo creador tenga nombre propio es “traicionar” la autenticidad del vallenato así que muchos investigadores invisibilizan los géneros emergentes con un recurrente “eso no es vallenato” y solo asumen la investigación del vallenato hasta cierta época usando la perspectiva sincrónica en detrimento de la diacrónica. Muchos investigadores del vallenato no han percibido el surgimiento de nuevas estéticas y defienden una condición presuntamente “pura” de la música que descalifica todo híbrido o fusión sin entender que, como bien lo asevera García Canclini, “estudiar la música hoy, es ocuparse de las mezclas'”.
Una lógica binaria y excluyente entre los géneros legítimos y espurios ha predominado entre los investigadores de la música popular, algo que está lejos de la perspectiva de los estudios culturales que permitan como sugiere Solié deconstruir los dualismos, mostrando que estos ritmos no son simétricos esto es, que dentro de cada par, un elemento domina al otro, y neutralizando las categorías a las cuales se aplican las oposiciones binarias. Esta tarea se inscribe, a su vez, dentro de un paradigma más vasto, fundado en las ideas de complejidad, complementaridad, integración, síntesis de utilidad como modelos para la comprensión de la práctica musical (citado por PELENSKI).
A lo anterior se suma lo que el investigador Emmanuel Pichón Mora denomina “epococentrismo” o “generacionismo” que se ha instaurado en el vallenato. Entendiendo éste como la actitud de solo considerar como válida, apreciable y legítima la música que se produjo en épocas pasadas, es decir “en nuestra época”. Cada padre reprocha a sus hijos que la música de su juventud “sí era música” mientras lo que sus descendientes escuchan es “basura sonora”. Ya Rosendo también se quejó de este celo generacional al señalar: “El gran dilema que tiene la juventud artístico vallenato en la actualidad es que si hacen algo diferente, salen los conocedores o defensores del Vallenato y dicen: eso no es vallenato, y lo rechazan. La pregunta es: ¿Entonces como van a inventar un nuevo ritmo? Es casi como si le estuviesen diciendo, prohibido inventar porque ya todo esta inventado, la única forma que hay para demostrar que la música evoluciona; es generando un nuevo ritmo”. Cada generación desconfía de la música que hacen la que le sucede, así como los tíos de Alejo lo criticaron porque no eran auténtico se hizo con la propuesta del Binomio de oro que hoy es aceptada. Es la misma actitud que se asume (generalmente por adultos, folcloristas y hasta investigadores) cada vez que se propone un nuevo ritmo que aunque guste y mucha gente se sienta interpelado seguirá portando el estigma de “eso no es vallenato”.
La otra instancia de institucionalidad son los medios de comunicación. Éstos ante la incertidumbre que les causa clasificar la variada oferta musical que graban los conjuntos vallenatos contemporáneos simplemente han contribuido a la desinformación soslayando responsabilidades. La música popular contemporánea es una clase de música que no puede ser reducida con facilidad a una descripción estructural por lo que los sellos disqueros ya no rotulan el ritmo correspondiente a cada canción como lo hacían antes y los locutores, programadores y presentadores tratan de encasillar todo ritmo en los cuatro canónicos para evitarse complicaciones.
Es pertinente entonces, comprender que la música por si misma no representa la identidad de un pueblo sino que es una propuesta de identidad, una carta que exige respuestas concretas en el destinatario. Aunque seamos guajiros, costeños o colombianos no estamos obligados a sentirnos representados o identificados con el vallenato. Habrá quienes se sienten interpelados y a quienes el vallenato o cierta clase de vallenatos les sea indiferente (a muchos no les gusta el vallenato “llorón” por ejemplo). Cuando se propone una variante rítmica, si ésta interpela a los melómanos se ha de integrar a nuestra identidad sin que una institución la legitime. Si el pasebol, el paseaito o el ritmo Kaleth (para elegir un nombre) han interpelado el gusto y la identidad del público vallenato o de cierto renglón de público (por ejemplo lo jóvenes) o crean comunidad desde misma la sensibilidad como dice Ana María Ochoa debiera ser suficiente como para sentirse legitimado. Por otro lado, si un producto musical es hecho por músicos nuestros con materiales de nuestro sustrato y nuestro entorno y el producto lo consumimos nosotros ¿no es suficiente para validarlo también como auténtico?
El etnomusicólogo español Ramón Peleski sostiene que “Los discursos nostálgicos y esencialistas sobre la pureza de estilos olvidan que, más allá de su arraigamiento en un determinado contexto cultural y geográfico, las músicas tradicionales poseen una historia constantemente reinterpretada y adaptada a las exigencias de cada época, exigencias que están en relación coyuntural con los cambios ideológicos, demográficos, mediáticos, económicos, etc” lo que complementa Néstor García Canclini (1997) cuando afirma que “las sedimentaciones identitarias (etnias, naciones, clases) se reestructuran en medio de conjuntos interétnicos, transclasistas y transnacionales” postulados que serían útiles a la hora de evaluar en el espejo de la identidad las propuestas rítmicas o de definir si un ritmo emergente puede adquirir estatuto como legítimo o auténtico en cualquier manifestación musical
En lo que respecta al paseo lírico como propuesta de quinto aire aunque le sobren padrinos lo han faltado son argumentos y estos tienen que partir de las singularidades rítmicas, armónicas o melódicas del género emergente. Hasta el momento la única caracterización de este tipo viene del libro de Hernán Urbina pero sus argumentos se hacen deleznables por los ya demostrados errores de trascripción musical que músicos como Roger Bermúdez ha revelado (la errónea teoría de la síncopa interna y externa por ejemplo). El mismo Franacisco Zumaqué en Villanueva termina reconociendo que la ahora denominada Romanza Vallenata “tiene la misma escritura que el paseo. No es otro ritmo, es paseo con tono lírico aunque hay irregularidades en la melodía, la armonización se amplía, lo organológico pero tiene una madre que es el paseo”. Si es un ritmo distinto no puede tener como nombre paseo (porque no sería sino una variante y no un género distinto) ni como apellido lírico porque este término alude estrictamente a lo textual y no a lo musical. Cualquiera de los otros géneros puede ser lírico si su tono es intimista, si prevalece la emoción, la subjetividad y la intención estética en su texto. La denominación de ROMANZA VALLENATA es más pertinente a la hora de definir una variante del paseo y no un nuevo ritmo.
Si se desea abrir una categoría a la Romanza Vallenata sería pertinente pero dentro del concurso de canción inédita como se ha implementado a veces el de Canción costumbrista pero no en el de acordeones porque no existen parámetros claros para diferenciarlo y calificarlo. No es fácilmente discernible el comportamiento de los instrumentos musicales entre lo que llaman un paseo lírico o lo que denomina Rosendo Romero “balanato” lo que abre un resquicio para que los tan cuestionados autores “llorones” o sensibleros como Wilfran Castillo, Tico Mercado, Iván Calderón o Antonio Meriño sean quienes se lleven los lauros que quienes postulan la adopción de este nuevo aire aspiran que se lleven los líricos de los 70´s y 80´s (que entre otras cosas ya no compiten en los festivales).
Un ejercicio interdisciplinario que involucre musicólogos, investigadores y músicos, seguro permitirá revelar que son mucho más de cuatro géneros los que han coexistido en el repertorio del intérprete vallenato. Esa labor descubrirá que muchas de las canciones de Beto Murgas con alguna base rítmica similar al chandé como “La carioca”, “Siga la trilla”, “La ilustrada”, “La busco a ella” y otras de Freddy Carrillo como “La estapá”, “El golpe”, “Pastico biche”, “Ahora si me la hallé yo” así como muchas de Dagoberto “El negrito” Osorio evidencian estructuras armónicas y comportamientos organológicos diferenciados y distantes de la categoría de paseo en la que han sido encasillados. Se pondrá al descubierto que desde que en los 60´s Colacho Mendoza apropió algunos pasajes llaneros se ha venido conciliando en merengue y ésta expresión en un ritmo autónomo con muestras tan exitosas como “Caminito verde”, “Carmentea”, “Luna viajera”, “Rosa Angelina”, “Ana Felicia”, “Egoismo”, “Lo mejor de mi vida”, “Lazos de hermandad”, “Este amor es para siempre” entre muchas. Una escucha más rigurosa de los músicos vallenatos de la Sabana como Miguel Durán Jr revelará que su paseo sabanero expresado en canciones como “La camisa rayá”, “El trago gorriao” y “La pesca milagrosa” es totalmente distinto al tradicional paseo vallenato para solo citar un ejemplo.
Lo que ya no se puede detener es la necesidad de reconocer que el formato canónico y emblemático ya entró en crisis y es necesario redefinir su estructura con lente desapasionado y sistemático. Hay quienes ya han presentado propuestas genéricas como Rosendo Romero quien postula la existencia de un paseo chandé como la versión de “Lucero espiritual” de Juancho Rois y Diomedes Díaz grabaron (similar a la propuesta de Beto Murgas, Freddy Carrillo y Dagoberto Osorio entre otros); de un paseo tambora como “La chambaculera” también grabada por Rois y Diomedes; de un balanato que englobaría las canciones que siguen el estilo de la balada (como las grabadas por Los Inquietos, Los Gigantes, Los Diablitos, Binomio de oro, Los Chiches); de un paseo-porro como el éxito “El amor de mi sabana” grabado por Peter Manjarrés y Sergio Luis Rodríguez (con más fandango que porro agrego yo) y termina con el ya mencionado paseo Kaleth. La categorización de Rosendo Romero y la intención de quienes impulsan el paseo lírico lo que evidencia es que el paseo vallenato es tan complejo y lleno de variaciones que urge redefinirlo y descubrir sus particularidades.
Un análisis sistemático de las distintas propuestas musicales y una mirada más regional y hasta nacional (cuando se habla de vallenato a veces solo se está mirando lo que ocurre en Valledupar y La Guajira) revelará si realmente son los cuatro, si los géneros emergentes no son sino variantes de los mismos tradicionales o si en realidad son nuevos ritmos que redefinirían el canon. También surge la necesidad de orientar hacia las intersecciones identitarias las investigaciones de manera que como sostiene Néstor García Canclini “las categorías de contradicción y conflicto estén, por lo tanto, en el centro de esta manera de concebir los estudios culturales”. Pero el otro ámbito del problema ya sería tema de discusión no solo de quienes conocen de cerca la música. Se trata de definir cuándo un ritmo es auténtico o no lo es, entendiendo que no hay identidades “autocontenidas y ahistóricas” (GARCÍA CANCLINI), definir si son realmente espurios los géneros emergentes o si solo el tiempo define su legitimidad, solo así los hijos “ilegítimos” del vallenato adquirirán su carta de naturaleza y legitimidad y se les dirá ¡Bienvenidos al vallenato!
REFERENCIAS
- GARCÍA CANCLINI, Néstor. El malestar en los estudios culturales. En: Revista Fractal . No 6: Vol. II. (julio- septiembre, 1997); pp. 45-60
- NIEVES OVIEDO, Jorge. Matrices musicales del Caribe Colombiano. En: Aguaita. No 10 (junio 2004)
-PELINSKI, Ramón. Dicotomías y sus descontentos: Algunas consideraciones para el estudio del folclor musical. En: Revista Transcultural de música. No 3 (1997)
-ROMERO OSPINO, Rosendo. El vallenato es mutante. 2006 (Inédito)
-URBINA JOIRO, Hernán. Lírica Vallenata: De Gustavo Gutiérrez a las fusiones modernas. Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2003
ABEL MEDINA SIERRA
(Círculo de investigadores de la música vallenata
y del Caribe CORALIBE)
Cuando ya se creía superado el debate por la aceptación institucionalizada del paseo lírico como uno de los ritmos que compartiera estatuto junto al merengue, la puya, el son y paseo como formas musicales del vallenato surge una nueva andanada de voluntades y esfuerzos para revivir la propuesta. Hernán Urbina Joiro fue quien postuló en su obra “Lírica vallenata: de Gustavo Gutiérrez a las fusiones modernas” (2003) la declaración del paseo lírico como alternativa rítmica ya instaurada por la naturalización en el gusto melómano vallenatero. La propuesta fue respaldada por muchas firmas ante la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata durante el lanzamiento del libro en septiembre del 2003, aunque la mayoría de los firmantes para entonces no habían leído los argumentos del libro. Ésta, cuando se abrió al consenso tuvo más detractores que defensores. El apoyo de Escalona, López Michelsen, Gustavo Gutiérrez, Beto Murgas, Rosendo Romero entre otros no fue suficiente y los directivos de la Fundación desestimaron la posibilidad de incluir éste ritmo en los concursos del Festival de la Leyenda Vallenata desde el 2004.
Con nuevos bríos, y esta vez con el respaldo de figuras de la música como Francisco Zumaqué, Rafael Escalona y Rosendo Romero y el impulso institucional que desde la fundación Festival Cuna de acordeones ofrece Israel Romero reapareció en septiembre anterior la propuesta de romper la estructura genérica del vallenato y hacer del paseo lírico el quinto ritmo del vallenato. En el foro efectuado en Villanueva y luego de candentes y enconados argumentos tantos del movimiento pro-Paseo Lírico y de los opositores, entre estos el músico e investigador Roger Bermúdez, Álvaro Ibarra Daza (comentarista, coleccionista e investigador), Alberto “Beto” Murgas entre otros se definieron planos de coincidencia concretizados en un acta según la cual se aprobó una variante del paseo denominada ROMANZA VALLENATA la cual amerita divulgarse en los festivales como reconocimiento a un periodo y un tono creativo muy importante de la música vallenata. Posteriormente en Riohacha el 22 se noviembre volvieron a poner sobre el tapete los argumentos, esta vez con participación de Rafael Escalona, Israel Romero, Rosendo Romero, Roger Bermúdez y nuevas aproximaciones reflexivas como las de este servidor y el compositor Deimer Marín.
Desde que surgió la iniciativa de proponer un quinto ritmo en el vallenato, el revuelo no se ha hecho esperar, voces desgañitadas que vienen desde los confines más puristas o esencialistas se han despertado para crear escudos de salvaguardia contra la unidad de los cuatro aires llamados “tradicionales”. Otras voces, venidas desde las corrientes innovadoras o de quienes ven con complacencia los giros que toma la música popular celebran la gesta de Urbina con el escozor de quienes le meten un gol a la corriente folclorizante y tradicionalista. A estos se suman quienes de alguna manera consideran que la institucionalización del paseo lírico sería un homenaje a su estilo y su tendencia creativa. Este es el caso de los compositores de línea lírica como Rosendo Romero, Gustavo Gutiérrez y otros de esta generación.
Una tercera voz debe corresponder a quienes hacen una lectura más ética que émica, menos apasionada, sin el exacerbado celo museográfico de los primeros (considerar que el vallenato hay que preservarlo de toda innovación, intacto como en un museo) y despojados de la febril agenda de reparación moral a los compositores líricos que parece mover a los segundos. Los argumentos que sobre el particular puedo ofrecer apuntan a inscribirse en ésta última línea y desde el sesgo de los estudios culturales a fin de4 enriquecer el debate con elementos de juicio que soporten la hipótesis, según la cual, la historia genérica del vallenato no es sino una lucha de ritmos espurios contra los ya legitimados o los intentos de los primeros por ganar ese estatuto de legitimidad. Ese es precisamente el camino que hoy atraviesa el postulado “paseo lírico”.
Tales razonamientos también intentarán sugerir que ni en el vallenato los aires son o han sido estrictamente el merengue, la puya, el son y el paseo (en orden de aparición) como se aferran los “tradicionalistas” para defender todo intento de romper esta monolítica estructura; pero tampoco debería denominarse paseo lírico el quinto ritmo como se pretende instaurar en el festival Cuna de Acordeones de Villanueva. Estamos de acuerdo con la lanza que pretende derribar la canónica (y anacrónica) estructura rítmica pero no con la punta de la lanza (el paseo lírico como quinto ritmo). Los argumentos de los segundos no son suficientes para abrir un resquicio a una nueva forma pero que tampoco sería el único resquicio pues por éste, aunque hayan querido los puristas llenarlo de brumas, se han colado otros ritmos desde hace mucho tiempo.
Si se hace un poco de historia, se tendría que reconocer que los primeros acordeoneros se vieron obligados a interpretar inicialmente aires europeos como polkas, mazurcas, danzones entre otros. La moda de interpretar aires diferentes a los tradicionales es tan antigua como la llegada misma del acordeón. Recordemos que tanto Francisco "El hombre", como los pioneros de la ejecución del acordeón, interpretaron aires tanto europeos como criollos entre los que se consolidaron, inicialmente, la puya y el merengue pero que también animaron cumbiambas y otras expresiones de naturaleza mestiza o negroide.
Generaciones posteriores, entre las cuales surge ya primero el son y luego el paseo, también combinaron su repertorio “canónico” (para referirnos a los cuatro considerados tradicionales, institucionalizados o “legítimos”) con otros ritmos costeños. Luis Enrique Martínez, quizás el más vallenato de todos los músicos de la región compuso e interpretó ritmos como chandé y cumbias; Alejo y Náffer Durán incluyeron en su repertorio además de los dos anteriores, porros, tamboras; Colacho Mendoza grabó rumbón y guaracha; Juancho Polo compuso lo que llamó guarachitas como el célebre “Si, si si” para hablar solo de los más representativos íconos de la juglaría en el antiguo Magdalena Grande.
A finales de los años 60’s y los 70’s aparecen músicos como Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Aníbal Velásquez, Aniceto Molina, Carlos Román, Ismael Rudas y otros que gozaban del gusto popular e incluyeron junto a paseos, merengues, sones y puyas algunas charangas, guarachas, rumbón, cumbión, guararé panameño y hasta variaciones de la ranchera que también despertó escozor en los puristas y defensores de los aires tradicionales. Merece especial atención en este repertorio la inclusión, quizás por primera vez, de dos ritmos no tradicionales como son el pasebol y el paseaito. El primero un injerto de bolero y paseo, pero más paseo que bolero y que parece haber sido creación de los sabaneros Rubén Darío Salcedo y Alfredo Gutiérrez. El segundo, un paseo con ligeros ingredientes de jalaito y que fue creación de Calixto Ochoa. Lo cierto es que pese a haberse integrado al gusto popular y que paseboles como “Paraíso”, “Ojos verdes”, “Adolescente doncella”, “Tus amores” (Rubén Darío), “Manantial del alma”, “Playas marinas” paseaitos como “Los sabanales”, “Divino rostro”, “Lucerito” y “Todo es para ti” (todos de Calixto Ochoa) sean parte de nuestra tradición musical muchos los estigmatizan por violar la canónica estructura rítmica del vallenato.
A finales de los setentas e inicios de los ochentas los músicos quisieron imponer ritmos novedosos que conquistaran el mercado discográfico y los postulara como grandes innovadores de la resistente estructura rítmica del vallenato aceptado por la institucionalidad como auténtica. Uno de estos caso es el de Andrés Gil "El Turco", uno de los pocos acordeoneros académicos quien trató de crear en 1977 un ritmo sincrético que bautizó como "Paturqui" con canciones suyas como “Soy tuyo” (Teodoro López), “Me llaman querendón” (Juan de Dios Torres) y una versión paturki de “Varita de caña” de Crescencio Salcedo pero que rápidamente evidenció escasa sostenibilidad para permanecer en el gusto popular como componente rítmico del vallenato.
En esta historia de innovaciones rítmicas se suele mencionar el intento en los noventas de El Binomio de Oro y Juan Humberto "Juancho Rois" quienes promocionaron el "Vallerengue" como un intento de fusionar las expresiones musicales de mayor éxito en el gusto popular de la nación: el vallenato y el merengue dominicano. Más que un nuevo ritmo el vallerengue parece ser un giro al merengue apambichao al que se le suele incorporar el acordeón. Sonaba mucho merengue y poco a vallenato, realmente era merengue con acordeón.
El Binomio de Oro creó un ritmo que se popularizo en Venezuela y que su auge contagió a otros conjuntos, se trata de "Chacunchá" otro ritmo innovador que se quedó en el gusto más de los venezolanos que de los colombianos. Bajo esta misma agenda de imponerse en el gusto del público venezolano nace un ritmo que se denominó “Vallenato internacional” en cuya línea se matricularon conjuntos como Los Diablitos, Miguel Morales, Jorge Oñate, Binomio de Oro, Beto Zabaleta entre otros. Canciones como “Bailando así”, “Mi chamita”, “La chamita”, “Vallenato internacional”, “Canto a La Chinita”, entre otros, corresponden a este tipo de canciones que aunque se impusieron en Venezuela poco interpelaban el gusto de los melómanos colombianos. Esto obligó, incluso, a que agrupaciones como el Binomio de Oro y Jorge Oñate incluyeran en sus producciones prensadas para el vecino país canciones en este ritmo que no aparecían en la versión colombiana del larga duración.
En la misma época el fenómeno Carlos Vives trajo consigo un género de fusión que han llamado algunos tecnovallenato, vallenato-pop mientras que para otros es una especie de pop latino con fragmentos de vallenato. El ritmo es un crossover que aunque nunca ha sido considerado como vallenato en la zona de mayor influencia de ésta música (Cesar y La Guajira) en las grandes ciudades del país y el extranjero lo rotulan como tal. Se aprecia aquí una contradictoria intención en la que mientras los foráneos nos quieren dar la paternidad de una expresión musical los de la región vallenata lo dejamos en la orfandad diciendo “eso no es nuestro”. La recientemente categoría del Grammy vallenato nació precisamente porque este género (en el que el autor Martin Madera ya ha logrado varios premios) abrió espacios internacionales.
Posteriormente y con el inicio de un nuevo siglo surge un movimiento musical caracterizado inicialmente por representar una nueva generación de voces, liderado por Silvestre Dangond y que cuando su emulador Luifer Cuello graba la canción de Alejo Durán “La nueva ola” toma nombre propio. Otros intérpretes como Peter Manjarrés, Tuto Uhía, Rey Hinojosa y Kaleth Morales también hacen parte de esta generación juvenil que impuso un estilo rítmico, bailable, vertiginoso y que incorpora la jerga juvenil en el texto de las canciones. A veces se ha llegado a sostener que la Nueva Ola es un género distinto a la nomenclatura canónica pero lo cierto es que la mayoría de éstos interpretan los ritmos tradicionales y los emergentes. Surge entonces una excepción con nombre propio: Kaleth Morales Troya quien inicialmente se dio a conocer con paseos como “No aguanta”, “Lo mejor para los dos”,”Me la juego toda”, “Polos opuestos” pero que luego, influenciado en Cartagena (donde estudiaba) por la champeta, el reggetón y otros ritmos urbanos y negroides similares, se inventa un ritmo nuevo que con “Vivo en el limbo” toma posesión del gusto popular en todo el país. Luego vienen canciones suyas como “Dos segundos”, “Mary”, “Ámame”, “Única” y otros del mismo corte. Muchos insisten en llamarlo Nueva Ola pero esta denominación es más pertinente para agrupar a la camada de nuevos intérpretes del vallenato que al género, más teniendo en cuenta que solo Kaleth ha propuesto un nuevo ritmo. En Valledupar se han escuchado propuestas para denominarlo “El nuevo sonido de Valledupar” y Rosendo Romero en un artículo reciente denominado “El vallenato es mutante” lo llama “paseo Kaleth” para identificarlo. El tiempo dirá cuál denominación imperará para distinguir esta nueva iniciativa que como todas las anteriores simplemente es calificada como espuria por los gurúes y folcloristas con un despectivo “eso no es vallenato”.
En este recorrido se podría mencionar intentos individuales de fusión como el porro-cumbé y el guajiporro de Alejo Durán, el injerto de vallenato y twist que tocó Carlos Román y que desempolvó más recientemente Omar Geles; el ranchenato, y otros cuantos intentos de exploración y mezcla que son los intentos para romper la nomenclatura canónica. Los ritmos emergentes han sido producto de estas fusiones, algunas con más apego a los cánones del vallenato que otras. También se nos revela que entre estas propuestas algunas se legitimaron en el gusto de la gente, otras permanecen arraigadas en algunas regiones (caso pasebol y paseaito en la zona de Sucre, Córdoba y Bolívar) y otras se diluyeron y permanecen en el absoluto olvido. En cualquiera de los casos, es innegable que hicieron parte del repertorio del músico vallenato lo que demuestra que son mucho más de cuatro los ritmos.
Ya Ciro Quiróz Otero había propuesto desde su libro “Vallenato, hombre y canto” la existencia de un quinto género llamado “tambora”, para otros “tamborera”. Tampoco ha logrado ser aceptado éste ritmo como legítimo por quienes pueden hacerlo. Pero lo cierto es que desde que Alfredo Gutiérrez grabara a finales de los 70´s temas como “Jueleley juelelay” y “Ripití ripitá” para competir con las cumbiambas y adaptarse a las exigencias de un ritmo alegre, festivo y de mucha percusión en el carnaval de Barranquilla la gran mayoría de agrupaciones han hecho de las adaptaciones de baile canta´o, tamboras y cumbiambas un repertorio permanente.
Cada agrupación hegemónica o de primer nivel durante los 20 últimos años graba casi en cada producción musical un aire de tambora para el gusto carnavalero. Se aplicaría aquí tanto el principio de que el uso hace la regla como el argumento que no solo es vallenato lo que hace el vallenato sino también lo que apropia como suyo (que más vallenato que el acordeón y no fue ni inventado ni es fabricado en este país). La tambora o tamborera es un género que recoge ritmos negroides como el chandé, pajarito, zambapalo, son de negros cumbión, rumbón pero que el músico vallenato ha modificado y recreado. Han surgido compositores vallenatos de tamboras como Luis Durán Escorcia, Freddy Carrillo, Dagoberto Osorio entre otros que crearon una variante vallenata para tales expresiones; es decir, el vallenato creó su propia forma de interpretar la música negroide de carnaval creando lo que podría ser un nuevo ritmo.
Es pertinente aquí, señalar que la actitud “canonista” es mucho más rígida en la zona de La Guajira y Cesar que en la zona ribereña y sabanera. A tal punto que investigadores como Jorge Nieves Oviedo (2004) caracteriza la primera zona como tradicionalista, canónica y de “visión regional” mientras que la segunda es para él de “visión universal”, abierta al diálogo, la mezcla y el cambio y de mayor riqueza. El mismo autor llega a justificar tal taxonomía por la esquemática e invariable propuesta genérica de los “vallenatos” (merengue, puya, son y paseo) frente a la variada y “universal” de los que denomina “sabaneros” (incluye aquí a barranquilleros, cartageneros y magdalenenses) cuyo repertorio define así: paseo (sabanero), merengue (sabanero), fandango, porro, cumbia, paseaíto y pasebol.
El alegato implícito de Nieves Oviedo es el mismo que han venido defendiendo los músicos e investigadores de estas regiones como Numas Armando Gil, Adolfo Pacheco, Ariel Castillo Mier y Mariano Candela: la sensación de discriminación y exclusión a la que los músicos de esta zona son sometidos por quienes, como los organizadores de los festivales, terminan institucionalizando y definiendo qué es y qué no es vallenato. Los músicos de esta zona cuando interpretan géneros “espurios” o no vallenatos suelen ser estigmatizados como poco auténticos e infieles a la tradición.
A la luz de una postura emblemática y folclorizante se podría descalificar a músicos como "Pacho" Rada, Juan Polo "Valencia", Andrés Landeros, Felipe Paternina, Virgilio De la Hoz, Máximo Jiménez, Enrique Díaz, Rúgero Suárez, Alberto Rada como “poco auténticos” porque han alternado estos ritmos con los aires tradicionales vallenatos. Nadie se atrevería a plantear que han degradado la tradición vallenata por lo que conviene entender las circunstancias socio - culturales que legitiman marcadas o sutiles diferencias en las diferentes zonas de influencia de esta expresión musical.
Ahora bien, surge el interrogante de qué circunstancias promueven que en la cultura vallenata la categorización genérica sea tan fervientemente custodiada, monolítica y se le valoren como espurios a los géneros emergentes, es decir qué impulsa a quienes ante una nueva propuesta expresan “eso no es vallenato”. El primer factor incidente es la naturaleza inicialmente folclórica de esta música la cual pasó luego a ser música popular. Aún subsisten elementos (aunque escasos) que generan tensiones entre lo tradicional y lo moderno, entre lo regional y lo trasnacional y no se ha asimilado entre muchos vallenatos que en la negociación para escalar a música que representa a todo un país se han tenido que despojar de algunos elementos propios y apropiar componentes enajenados.
Una mirada a estos condicionamientos revela el rol de las instancias que constituyen la institucionalidad siendo los festivales la principal. Para bien o para mal la creación del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar en 1968 sirvió para que la música popular tradicional vallenata definiera su identidad. Cuando unos cuantos organizadores del festival definieron cuántos y cuáles ritmos eran auténticamente vallenatos contribuyeron en gran medida a fijar, preservar y legitimar estos cuatro aires. Es precisamente lo que cuestionan los músicos de otras zonas de la Costa que se sintieron excluidos en el repertorio que adoptó como legítimo el festival (en la región de Plato, Ariguaní y Montes María la Alta solo se tocó puya por imposición de los festivales). En la conciencia colectiva de quienes viven en la zona de la vallenatía un ritmo es auténtico y legítimo si tiene cabida en un festival. Del Festival de la Leyenda Vallenata la estructura canónica se diseminó hacia otros festivales de La Guajira y el Cesar y terminó estandarizándose o naturalizándose.
Pero así como incide en el imaginario colectivo el canon de los festivales también lo hace la academia constituida en este caso por los vallenatólogos, folcloristas e intelectuales melómanos. Que personalidades como Consuelo Araujo Noguera, Juan Gossaín, Gabriel García Márquez, Alfonso López Michelsen, Daniel Samper Pizano, Tomás Darío Gutiérrez o Ciro Quiroz pontifiquen definiendo qué ritmo es o no es auténticamente vallenato sugiere posturas y reproduce preceptos en el público. El país naturaliza lo que ya está dicho como verdad absoluta y si de algo está preñado el vallenato es de aparentes verdades absolutas que bajo lentes menos sesgados serían relativas.
En los investigadores del vallenato ha prevalecido el enfoque “folclorizante” que no les permite tomar distancia del objeto de investigación y terminan haciendo de su oficio una acérrima defensa de lo que ellos consideran “auténtico”. Lo cierto es que muchos de ellos todavía se niegan a aceptar que el vallenato ya dejó de ser “folclor” hace muchos años (quizás desde que se comenzó a grabar). Son románticos que tratan por todos los medios de “conservar y defender el folclor” y no ven otra estrategia que rechazar acríticamente todo lo nuevo o distinto. Si una de las características del folclor es su condición de anónimo, colectivo y tradicional aceptar un nuevo ritmo cuyo creador tenga nombre propio es “traicionar” la autenticidad del vallenato así que muchos investigadores invisibilizan los géneros emergentes con un recurrente “eso no es vallenato” y solo asumen la investigación del vallenato hasta cierta época usando la perspectiva sincrónica en detrimento de la diacrónica. Muchos investigadores del vallenato no han percibido el surgimiento de nuevas estéticas y defienden una condición presuntamente “pura” de la música que descalifica todo híbrido o fusión sin entender que, como bien lo asevera García Canclini, “estudiar la música hoy, es ocuparse de las mezclas'”.
Una lógica binaria y excluyente entre los géneros legítimos y espurios ha predominado entre los investigadores de la música popular, algo que está lejos de la perspectiva de los estudios culturales que permitan como sugiere Solié deconstruir los dualismos, mostrando que estos ritmos no son simétricos esto es, que dentro de cada par, un elemento domina al otro, y neutralizando las categorías a las cuales se aplican las oposiciones binarias. Esta tarea se inscribe, a su vez, dentro de un paradigma más vasto, fundado en las ideas de complejidad, complementaridad, integración, síntesis de utilidad como modelos para la comprensión de la práctica musical (citado por PELENSKI).
A lo anterior se suma lo que el investigador Emmanuel Pichón Mora denomina “epococentrismo” o “generacionismo” que se ha instaurado en el vallenato. Entendiendo éste como la actitud de solo considerar como válida, apreciable y legítima la música que se produjo en épocas pasadas, es decir “en nuestra época”. Cada padre reprocha a sus hijos que la música de su juventud “sí era música” mientras lo que sus descendientes escuchan es “basura sonora”. Ya Rosendo también se quejó de este celo generacional al señalar: “El gran dilema que tiene la juventud artístico vallenato en la actualidad es que si hacen algo diferente, salen los conocedores o defensores del Vallenato y dicen: eso no es vallenato, y lo rechazan. La pregunta es: ¿Entonces como van a inventar un nuevo ritmo? Es casi como si le estuviesen diciendo, prohibido inventar porque ya todo esta inventado, la única forma que hay para demostrar que la música evoluciona; es generando un nuevo ritmo”. Cada generación desconfía de la música que hacen la que le sucede, así como los tíos de Alejo lo criticaron porque no eran auténtico se hizo con la propuesta del Binomio de oro que hoy es aceptada. Es la misma actitud que se asume (generalmente por adultos, folcloristas y hasta investigadores) cada vez que se propone un nuevo ritmo que aunque guste y mucha gente se sienta interpelado seguirá portando el estigma de “eso no es vallenato”.
La otra instancia de institucionalidad son los medios de comunicación. Éstos ante la incertidumbre que les causa clasificar la variada oferta musical que graban los conjuntos vallenatos contemporáneos simplemente han contribuido a la desinformación soslayando responsabilidades. La música popular contemporánea es una clase de música que no puede ser reducida con facilidad a una descripción estructural por lo que los sellos disqueros ya no rotulan el ritmo correspondiente a cada canción como lo hacían antes y los locutores, programadores y presentadores tratan de encasillar todo ritmo en los cuatro canónicos para evitarse complicaciones.
Es pertinente entonces, comprender que la música por si misma no representa la identidad de un pueblo sino que es una propuesta de identidad, una carta que exige respuestas concretas en el destinatario. Aunque seamos guajiros, costeños o colombianos no estamos obligados a sentirnos representados o identificados con el vallenato. Habrá quienes se sienten interpelados y a quienes el vallenato o cierta clase de vallenatos les sea indiferente (a muchos no les gusta el vallenato “llorón” por ejemplo). Cuando se propone una variante rítmica, si ésta interpela a los melómanos se ha de integrar a nuestra identidad sin que una institución la legitime. Si el pasebol, el paseaito o el ritmo Kaleth (para elegir un nombre) han interpelado el gusto y la identidad del público vallenato o de cierto renglón de público (por ejemplo lo jóvenes) o crean comunidad desde misma la sensibilidad como dice Ana María Ochoa debiera ser suficiente como para sentirse legitimado. Por otro lado, si un producto musical es hecho por músicos nuestros con materiales de nuestro sustrato y nuestro entorno y el producto lo consumimos nosotros ¿no es suficiente para validarlo también como auténtico?
El etnomusicólogo español Ramón Peleski sostiene que “Los discursos nostálgicos y esencialistas sobre la pureza de estilos olvidan que, más allá de su arraigamiento en un determinado contexto cultural y geográfico, las músicas tradicionales poseen una historia constantemente reinterpretada y adaptada a las exigencias de cada época, exigencias que están en relación coyuntural con los cambios ideológicos, demográficos, mediáticos, económicos, etc” lo que complementa Néstor García Canclini (1997) cuando afirma que “las sedimentaciones identitarias (etnias, naciones, clases) se reestructuran en medio de conjuntos interétnicos, transclasistas y transnacionales” postulados que serían útiles a la hora de evaluar en el espejo de la identidad las propuestas rítmicas o de definir si un ritmo emergente puede adquirir estatuto como legítimo o auténtico en cualquier manifestación musical
En lo que respecta al paseo lírico como propuesta de quinto aire aunque le sobren padrinos lo han faltado son argumentos y estos tienen que partir de las singularidades rítmicas, armónicas o melódicas del género emergente. Hasta el momento la única caracterización de este tipo viene del libro de Hernán Urbina pero sus argumentos se hacen deleznables por los ya demostrados errores de trascripción musical que músicos como Roger Bermúdez ha revelado (la errónea teoría de la síncopa interna y externa por ejemplo). El mismo Franacisco Zumaqué en Villanueva termina reconociendo que la ahora denominada Romanza Vallenata “tiene la misma escritura que el paseo. No es otro ritmo, es paseo con tono lírico aunque hay irregularidades en la melodía, la armonización se amplía, lo organológico pero tiene una madre que es el paseo”. Si es un ritmo distinto no puede tener como nombre paseo (porque no sería sino una variante y no un género distinto) ni como apellido lírico porque este término alude estrictamente a lo textual y no a lo musical. Cualquiera de los otros géneros puede ser lírico si su tono es intimista, si prevalece la emoción, la subjetividad y la intención estética en su texto. La denominación de ROMANZA VALLENATA es más pertinente a la hora de definir una variante del paseo y no un nuevo ritmo.
Si se desea abrir una categoría a la Romanza Vallenata sería pertinente pero dentro del concurso de canción inédita como se ha implementado a veces el de Canción costumbrista pero no en el de acordeones porque no existen parámetros claros para diferenciarlo y calificarlo. No es fácilmente discernible el comportamiento de los instrumentos musicales entre lo que llaman un paseo lírico o lo que denomina Rosendo Romero “balanato” lo que abre un resquicio para que los tan cuestionados autores “llorones” o sensibleros como Wilfran Castillo, Tico Mercado, Iván Calderón o Antonio Meriño sean quienes se lleven los lauros que quienes postulan la adopción de este nuevo aire aspiran que se lleven los líricos de los 70´s y 80´s (que entre otras cosas ya no compiten en los festivales).
Un ejercicio interdisciplinario que involucre musicólogos, investigadores y músicos, seguro permitirá revelar que son mucho más de cuatro géneros los que han coexistido en el repertorio del intérprete vallenato. Esa labor descubrirá que muchas de las canciones de Beto Murgas con alguna base rítmica similar al chandé como “La carioca”, “Siga la trilla”, “La ilustrada”, “La busco a ella” y otras de Freddy Carrillo como “La estapá”, “El golpe”, “Pastico biche”, “Ahora si me la hallé yo” así como muchas de Dagoberto “El negrito” Osorio evidencian estructuras armónicas y comportamientos organológicos diferenciados y distantes de la categoría de paseo en la que han sido encasillados. Se pondrá al descubierto que desde que en los 60´s Colacho Mendoza apropió algunos pasajes llaneros se ha venido conciliando en merengue y ésta expresión en un ritmo autónomo con muestras tan exitosas como “Caminito verde”, “Carmentea”, “Luna viajera”, “Rosa Angelina”, “Ana Felicia”, “Egoismo”, “Lo mejor de mi vida”, “Lazos de hermandad”, “Este amor es para siempre” entre muchas. Una escucha más rigurosa de los músicos vallenatos de la Sabana como Miguel Durán Jr revelará que su paseo sabanero expresado en canciones como “La camisa rayá”, “El trago gorriao” y “La pesca milagrosa” es totalmente distinto al tradicional paseo vallenato para solo citar un ejemplo.
Lo que ya no se puede detener es la necesidad de reconocer que el formato canónico y emblemático ya entró en crisis y es necesario redefinir su estructura con lente desapasionado y sistemático. Hay quienes ya han presentado propuestas genéricas como Rosendo Romero quien postula la existencia de un paseo chandé como la versión de “Lucero espiritual” de Juancho Rois y Diomedes Díaz grabaron (similar a la propuesta de Beto Murgas, Freddy Carrillo y Dagoberto Osorio entre otros); de un paseo tambora como “La chambaculera” también grabada por Rois y Diomedes; de un balanato que englobaría las canciones que siguen el estilo de la balada (como las grabadas por Los Inquietos, Los Gigantes, Los Diablitos, Binomio de oro, Los Chiches); de un paseo-porro como el éxito “El amor de mi sabana” grabado por Peter Manjarrés y Sergio Luis Rodríguez (con más fandango que porro agrego yo) y termina con el ya mencionado paseo Kaleth. La categorización de Rosendo Romero y la intención de quienes impulsan el paseo lírico lo que evidencia es que el paseo vallenato es tan complejo y lleno de variaciones que urge redefinirlo y descubrir sus particularidades.
Un análisis sistemático de las distintas propuestas musicales y una mirada más regional y hasta nacional (cuando se habla de vallenato a veces solo se está mirando lo que ocurre en Valledupar y La Guajira) revelará si realmente son los cuatro, si los géneros emergentes no son sino variantes de los mismos tradicionales o si en realidad son nuevos ritmos que redefinirían el canon. También surge la necesidad de orientar hacia las intersecciones identitarias las investigaciones de manera que como sostiene Néstor García Canclini “las categorías de contradicción y conflicto estén, por lo tanto, en el centro de esta manera de concebir los estudios culturales”. Pero el otro ámbito del problema ya sería tema de discusión no solo de quienes conocen de cerca la música. Se trata de definir cuándo un ritmo es auténtico o no lo es, entendiendo que no hay identidades “autocontenidas y ahistóricas” (GARCÍA CANCLINI), definir si son realmente espurios los géneros emergentes o si solo el tiempo define su legitimidad, solo así los hijos “ilegítimos” del vallenato adquirirán su carta de naturaleza y legitimidad y se les dirá ¡Bienvenidos al vallenato!
REFERENCIAS
- GARCÍA CANCLINI, Néstor. El malestar en los estudios culturales. En: Revista Fractal . No 6: Vol. II. (julio- septiembre, 1997); pp. 45-60
- NIEVES OVIEDO, Jorge. Matrices musicales del Caribe Colombiano. En: Aguaita. No 10 (junio 2004)
-PELINSKI, Ramón. Dicotomías y sus descontentos: Algunas consideraciones para el estudio del folclor musical. En: Revista Transcultural de música. No 3 (1997)
-ROMERO OSPINO, Rosendo. El vallenato es mutante. 2006 (Inédito)
-URBINA JOIRO, Hernán. Lírica Vallenata: De Gustavo Gutiérrez a las fusiones modernas. Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2003
Mis relatos
RÍO DE SAL
Cierto día, los aldeanos del valle del Jordán comenzaron a notar el hilillo de agua que bajaba desde el norte. En todo Djebel Usdum la orilla israelí del
Mar Muerto se propagó la noticia y desde entonces vienen peregrinaciones de curiosos para contemplar por horas este novedoso misterio en una región tan abúlica como anodina. Con los días el hilillo tomó cauce y pulsión. Una delgada corriente viscosa recorre todo el valle hasta entregarse al Mar Muerto. Es lenta y reposada, como pesada y cansina. Desecha colinas y corrientes dulces que se lo traguen. Vadea palmeras, terebintos, parrales y poblados, solo cruza entre matas pequeñas y mucha arena.
Los primeros curiosos que osaron probar la transparencia de este hilillo advirtieron a los demás, era agua salada, muy salada, como doblemente salada. Dejaba en la garganta una extrema sensación de amargura y desazón en el ánimo. Con los días fue perdiendo la apariencia parda del lodo para ganar transparencia.
Una vez se cercioraron que no se trataba de ningún ojo de agua o manantial cercano, los más curiosos se animaron a seguir, corriente arriba, la fuente de la nueva corriente hídrica. Eran cuatro los labriegos que las autoridades comisionaron para revelar un motivo que tranquilizara los apocalípticos augurios de los ancianos israelíes. Remontando el valle llegaron hasta las playas donde el Mar Muerto se tragó las ruinas de los pueblos antiguos. Allí a veces se encontraban vestigios de los pueblos de Sodoma, Gomorra, Adma, Zehoim y Zoar. En un paraje arenoso y de piedras blanqueadas por la sal. Sobre un salitroso montículo desgastado por los años encontraron la fuente del hilillo. Era una estatua con figura femenina, su apariencia vidriosa y blanquecina dejaba entrever una figura delgada y un ropaje antiguo. Sus ojos tenían apariencia cansada, inexplicablemente manaban copiosas gotas, eran lágrimas que corrían por su cuerpo y caían formando una fluida corriente. Al ver el bloque salino, uno de los más ancianos recordó entonces que la historia escrita hablaba de la mujer de Lot, aquel sobrino de Abraham e hijo de Arán.
Dicen que ella se llamaba Sara, la misma que los ángeles advirtieron para que no mirara atrás cuando escupitajos de fuego y bocanadas de azufre destruían Sodoma y Gomorra, aquella que la curiosidad hizo que Dios la volviera estatua de sal. La misma que había presenciado lascivia y licencia de carne, la que había visto mucha gente impudorosa y pecadores sin recato. Sus ojos de café habían conocido los límites del desenfreno y la voluptuosidad exacerbada, la aberración y la sodomía. Habría de tener el recuerdo aún fresco de grandes bacanales y torbellinos de lujuria.
Lo que pocos saben es que cuando los ebrios vecinos de Sodoma quisieron entrar a casa de Lot para saciar en los dos ángeles enviados por Dios su enferma ansia de carne; Sara, mientras los escondía entre sabanas y tras el horno de los panes, como toda curiosa logró preguntarles sobre su futuro. Uno de los ellos, el más viejo y huraño le habló del pasado, teñido de pecado y de maldiciones, “no debes mirar atrás porque es volver al pecado, busca lo que hay en ti”. Entonces Sara se acercó al otro ángel, más joven pero ojeroso. Le preguntó por lo que les esperaba en tierras de Zoar. Fue entonces que entre susurros apagados por los gritos de los que rodeaban la casa de Lot, el ángel le mostró entre sus blancas manos la visión de cómo entre planes secretos para crear la descendencia de los moabitas y amonitas sus dos hijas embriagarían y seducirían a su propio padre.
Hoy los aldeanos mayores de Djebel Usdum y la región de Cisjordania prohíben a sus hijos las escapadas hacia el hilillo de agua de sal. Se han dado cuenta que por momentos las aguas reflejan, con la diáfana claridad de espejo, imágenes impudorosas que el tiempo no ha podido borrar, como si fuera una proyección viva del imperio del pecado. Hoy los aldeanos buscan en las lágrimas de la mujer de Lot el retrato del pasado y agradecen a la mujer que tiene en sus ojos mucha curiosidad que ofrecer y que prefirió el castigo por mirar al pecado de los habitantes de Sodoma y Gomorra que atisbar hacia adelante para ver el incestuoso camino que esperaba a su propia familia.
CARNAVAL
A Emmanuel Pichón
Eran tiempos en que el cielo se lo repartían entre muchos y el absolutismo todavía no se había instalado en los terrenos de la divinidad. En ese entonces, racimos de sombras desvaídas se tomaron los polvorosos caminos de Galilea. Sedientos de un gozo aplazado, eran viajeros de largo aliento que restregaban contra el sol su resaca. Venían de las vendimias y los excesos, eran adoradores de los dioses agrarios, de aquellos que fecundaban de abundancia la tierra. Algunos eran babilónicos que venían de las sacaeas , otros habían partido de las epifanías de Adonis en Frigia, allí estaban los ebrios de las dionisiacas y las laneas de Tracia, los viandantes de Osiris en Egipto, los alegres oferentes de Atis en Asiria y toda Asia Occidental, los sátiros de los bacanales de Etruria. Era toda una romería, aún traían el sabor del mosto pegado en la lengua, todavía se agitaba la licencia de la carne bajo las pardas túnicas; pero querían seguir congraciando a sus dioses con el sacrificio de sus energías, querían prolongar la época en que los dioses se acercan más a los hombres y los reyes regalan migajas de poder a los desposeídos. La temporada de la inversión.
Desde las casas de piedras afiladas por la brisa se asomaban los curiosos, aunque ya estaban acostumbrados a las peregrinaciones, esta era la más bulliciosa y alegre, se escuchaban sus letanías, se rompía el silencio con las carcajadas, algunos lucían caretas y disfraces. Preguntaban por el camino del milagro, buscaban al mesías, al rey de los festejos, al reproductor de la naturaleza, al redentor de los pasmados, era el único capaz de perpetuar el gozo. Las noticias les habían llegado, por eso buscaban al hombre que en Canaán fue capaz de convertir el agua en vino. El carnaval debía seguir.
EL ANGEL DE LA PIEDAD
Eran los tiempos de la creación y la generosidad. Dios hizo al hombre y con él la errancia de sus pies. Luego hizo la mujer que se fue buscando el rastro del primero. Pasaron pocos días, los suficientes como para conocerse una pareja. Fue entonces que la mujer vino al oráculo del padre de los cielos.
Hincada y trémula, con la ansiedad revolcada en su ojos miró con suplicante beatitud a los cielos – Señor, he regresado porque me siento desvalida - . Clamó por su soledad ante el hombre, se quejó de su deleznable seguridad. Ante el Dios paciente pidió por alguien que robusteciera sus flaquezas y minimizara sus desproporciones, que le diera color a sus oscuridades y opacara sus fulgencias extremas, que alentara sus desánimos y potenciara sus virtudes. Sus ruegos quejumbrosos llegaron a los límites del llanto y el desespero
– Padre, te lo ruego, hazme acompañar de un ángel que se apiade de mí, de día y de noche, en la soledad y frente el hombre--.
El Dios, alentado por la infinita misericordia del génesis, conmovido por las primeras histerias de su creación y partido por un rayo de clarividencia profirió las palabras que harían placentera la vida de la mujer desde entonces - ¡Háganse los maquilladores, ángeles de la piedad! -
SABAT
Lituba, la morena de cabello encrespado, sudada de sustos hasta las pantorrillas; sentía que sin embargo, sus manos se aterían por el frío de la noche. Había regresado, era noche de sábado y se encontró de pronto en una ciudad de rascacielos, barullo y agite de carros, caminantes presurosos. El frío, la indiferentes respuestas a sus preguntas la hicieron buscar refugio en una mole de cemento y luces llamado Studio 54. Allí el frenético ritmo de los cuerpos sacudidos en espasmódico ritual por la música evocó lejanas raíces danzarinas. Lituba vio blancas doncellas semidesnudas y de ojos dilatados batir sus rubias cabelleras frente a los espejos y apurara licor sin recato, vio lujuria y placer, vio libertad y ningún pudor en los testigos.
Cuando la alborada filtraba sus destellos emprendió el regreso. Iba hacia Salem, quería sorprender a unas cuantas aldeanas de las sombras con la noticia que aún se festejaba el Sabat y ningún hierático mortal osaba anatematizar sus tiernas carnes con el estigma de la hechicería. Nuevas epifanías les esperaban en la nueva tierra prometida.
LA PIQUERIA
Pasaron muchos años, tantos como para borrar el encono y la venganza prometida. Desde las plenitudes cósmicas bajó el otro, ahora tenía el rostro más adusto y mirada de fuego agotado. Se le vio cargando un acordeón tornillo e´ máquina por los festivales de acordeoneros desde Valledupar pasando por Villanueva, Fonseca hasta Riohacha. Preguntaba por “un tal Francisco Moscote” que ya nadie conocía pero que muchos recordaban cuanto cantaban “La puya de Chencha” o “La puerca mona”. En los cuchicheos lontanos de la memoria aún “sonaba” ese nombre y algunos recordaron que le decía “El hombre”. Pero nadie le daba razón de Francisco al otro. “No se sabe dónde vive, yo creo que solo vive en los relatos” le dijo un anciano que bajaba de la sierra con un cargamento de yuca en su burro hacia Tomarrazón.
Después de agotar su búsqueda y con los pies agrietados por las espinas del desierto y las piedras de la sierra, después de tocar puertas, preguntar a los jugadores de cucuruvaca y dominó de Machobayo y Galán y lanzar arpegios desafiantes en los caminos solitarios sin recibir respuesta, resignó sus afanes en Galán donde decidió dejarle un recado con una de sus nietas, la que encontró recostando su añosa abulia a un taburete frente a un rancho de barro: “Dígale que regresé para enseñarle a cantar el credo al derecho”.
VOLVIÓ JUANITA
Volvió Juanita otra vez. Otra vez había jurado que no volvía. Esta vez trajo muchas maletas y ningún aire de lejanía sino citadino. Trajo muchos juguetes de segunda y ropa juvenil con slogans y escudos de equipos de béisbol o universidades americanas, una cantidad voluminosa de accesorios que una vez estuvieron de moda y que fueron de los “sifrinos”, esos snobistas chamos caraqueños y que ahora lucen ufanos sus hermanos por la calle “Pela el ojo”.
Juani Manuela habla distinto y su papá, el viejo “Lucho” está muy contento porque “ahora si se le nota que ha recorrío el mundo”. A su mamá a veces le disgusta que viva censurando a cada momento las miserias y modestias que por 22 años toleró impasible en la casa y el pueblo. Entonces Juanita habla dizque de progreso, de falta civismo y toma frases que leyó en una revista de la peluquería donde trabajó en el extranjero.
Ya no destila por las caderas alegría de aguardiente y cumbia, dicen en el barrio que a la reina de las pistas y las verbenas, que a la “dura” del picó hasta se le olvidó bailar. Ya no resplandece el aceite de coco en su ensortijado cabello que tampoco es negro ya. Pide agua de nevera y no de la tinaja. No toma café por la gastritis pero consume gaseosa a cada rato. Ahora añora el frío de las discotecas sobre su generoso ombligo; trajo unos discos y quiere obligar a sus hermanos a bailar pop.
Lo que más alegró a todos fue el aire de satisfacción en la cara de Juanita, al notar crecer su vientre. Con los meses esa espera correría por las calles de su barrio. Era de tez clara y ojos amielados. Su familia lo apodaría “El caraqueño”, Juanita prefería llamarlo “El catire”. Aunque nunca conoció a su padre ni al país donde lo engendraron en casa de Juanita están orgullosos por en su familia, como lo decía “El viejo Lucho”: “al fin comenzaba a mejorar la raza”.
LA CAÍDA
Josué Avilés había venido de San Marcos, con sus seis compañeros cruzó el río San Jorge, la gran fuente, con sus bronces y cobres en los hombros. Los llamaban la Gran Banda Toro Bravo y ya tenían nombre ganado en toda la región. Desde el Festival de San Pelayo o el de Ovejas habían diseminado su entusiasmo y la disciplina que infundía su “chupacobre” como de decían en los pueblos.
Ahora estaban allá arriba, eran los andamios del triunfo, la altura que solo el éxito resguarda. En uno de los últimos escalones de las Corralejas y animados por los más prestantes ganaderos de la región molían porros y fandango casi sin descanso, dejando en cada canción todo su aliento y su sudor. Josué los animaba con su guampirreo entusiasta y sus manos agitándose, trazando en el viento pesado círculos que solo sus compañeros de banda entendían, mientras su trompeta ambarina henchía el ambiente con sus notas.
Habían llegado en la mañana contratados por don Marcelo Anaya y ya casi completaban siete horas tocando. Entre canción y canción Josué circuía con la mirada el redondel. Sombreros y botellas de caña, latas de cerveza y mucho sudor corría por las gradas. Cada vez que salía el toro la gente exultante se levantaba de las gradas de madera y un chaparrón de interjecciones caía sobre las corralejas: ¡Uey! “Uepa! ¡Ole! ¡Juemiedda! ¡Edda!. Era el momento que exacerbaba la emoción. Un toro cetrino que embate y los manteros que desde lejos le miden el coraje. Poco a poco se acercan y comienzan su asedio teñido de rojo. Un toro que se defiende y el primer mantero desventrado por los cachos. Llegan los garrocheros y su cabalgata enerva la alegría de todos, el aplauso atronador. Una nueva mirada de Josué ante un grito ensordecedor, un banderillero conquista la gloria al clavar con saña y precisión sus dos punzadas. Los hombros lo hacen sentir cerca del cielo. Lo suben hasta el palco mayor.
¡Tóqueme un porro sabroso! Grita don Marcelo y Josué vuelve a lo suyo. ¡Vamos muchachos! La trompeta de Josué preludia “María Barilla” y el grito del público hace temblar el entablado. Ya hay poco espacio. No se sabe de dónde salió tanta gente. Los corredores del maderamen se aprietan, los cuerpos de pegan, parece que todos bailaran, que cada quien se pegara a la mujer que tiene al lado. Un nuevo toro que sale y la gente brinca sobre las gradas, otros bailan y hay quienes golpean el techo con sus puños.
Entre el barullo de vendedores, los estridentes guampirreos, el traqueteo de las tablas, el baile. Las tablas trepidan y la gente que se encoge en el primer tendido. Arriba, los que tuvieron para pagar palco se agitan con la música y el calor de los tragos. La banda que rompe con “El perro negro” y el estruendo de alegría que se encajona, ¡cerveza! Se pide, ¡otro toro! Se reclama, y los vendedores en su pregón irrebatible ¡Cerveza! ¡Aguardiente! ¡El sombrero vueltaio!. El que no pide ofrece, pero nadie se calla. El redoblante se apaga. Josué que pide fuerza. El bombo que templa el cuero a punto de reventar, las dos trompetas que se levantan como para buscar resquicio que no mitigue su alarido. Viento y cuero que luchan contra el grito, contra el tableteo de los palcos que tiemblan, el brazo de Josué que se levanta pidiendo viento fuerte. Remberto, la otra trompeta, hincha sus venas y recoge todo el viento para botarlo en su trompeta, Josué que ensancha sus carrillos y enrojece su rostro mientras el sudor salpica su rostro y resbala por su camisa ya semiabierta. El brazo arriba que pide más mientras los ganaderos aplauden y piden y piden, y el público que pide toro, y el vendedor que pide compra, y las caderas de las mujeres que se agitan voluptuosas, los de abajo que piden espacio y el portero que aún pide entrada y el toro que pide tiempo para descansar. El ritmo se emborracha de frenesí, es el fandango, los cueros del bombo y el redoblante que tabletean, el platillo que tañe con furia, el clarinete que busca sonar entre todo el estropicio, -trompetas arriba, trompetas arriba- pide Josué, el que dirige, el que cruzó el San Jorge, el que parece haber perdido la escucha, las trompetas que crecen en su alarido y los pulmones a punto de estallar. Crece el grito del público. El palco que tiembla con el peso de tanta gente, de tanto entusiasmo, de tanto grito, de tanto viento, de tanto cuero, de tanta cerveza, de tanta plata que gastan los ganaderos, de tanto pedir y pedir. Brincan las gradas -trompetas arriba, trompetas arriba- y Josué que mira en círculos de nuevo para notar, tal como había pasado en Jericó, que las murallas de la opulencia iban desplomándose como naipes, lentamente, pesadamente como para darle tiempo hasta a los fotógrafos para testimoniar el infortunio. El palco fue cediendo mientras las trompetas seguían su estridencia, en pocos minutos las corralejas estaban en el suelo y la tragedia apenas comenzaba.
Josué apenas tuvo tiempo para sentenciar el castigo para quien volviera a construir estas murallas. Hoy sentado en una mecedora en la puerta de su casa de San Marcos, con unas muletas al lado, su disminuida escucha adivina los martillazos que vienen desde la plaza del pueblo donde comienzan levantar los nuevos entablados. Las corralejas vuelven y con ellas la sentencia de Josué.
RETORNO A LAS CAVERNAS
Cierto día uno de los hombres de la caverna se desnudó en su ignorancia y se sintió minimizado en su universo, las ansias de descubrirse más allá de lo aparente lo asaltaron. Lo discutió con sus vecinos de caverna, ninguno aprobaba su osadía. Era desafiar a lo desconocido. Se encontró con una resignada indiferencia y gestos de renuncia. Ninguno se sumó a su iniciativa, unos por temor, otros por resignación, otros querían verlo regresar para animarse. El hombre de las sombras, un día entre tantos días al fin tocó suelo del mundo real.
Lo primero que experimentó fue el castigo del sol, se echó al suelo y poco a poco abría los ojos hasta acostumbrase a al luz. Entonces descubrió que era un hombre dual: por una parte de difusa sombra, por otra de luz y cuerpo. El mundo real se fue revelando ante sus ojos, necesitaría muchos días para inundar su escasa memoria con tantas visiones. Así fue llenado su necesitada ánfora visual, se fue inundando de percepciones, atrapando recuerdos, descripciones, colores y formas.
Pasó varios años en el mundo real, ya poco se acordaba de sus compañeros de caverna. Se hizo hombre entre los hombres. La luz reveló que existe lo feo y lo bello, que existen negros, cetrinos, blancos y hasta amarillos. Aprendió que debía seguir un Dios y se hizo esclavo de una doctrina, debía seguir mandamientos y sacramentos, preceptos y dogmas, rituales y autoridades. También supo que había científicos y se declaró su servidor. Creían tener respuesta a todo y un invento para todo, llenaban a la gente de ganas de vivir más, de mentiras sobre alargar la vida, curar lo incurable, facilitar el trabajo, hacer inútil el ocio, el mundo perfecto. Pero los días lo resignaron a la pena, el dolor, la soledad, la culpa: terrenos donde la ciencia se queda tan escasa. También entendió que el mundo real se regía por el imperio de la razón, el mandato de la lógica, de lo verificable, de los porqués, de las causas y efectos, de lo deducible y explicable. Con el tiempo aprendió que esta otra religión tampoco lo satisfacía, le dejaba dudas y terminaba en un limbo de conjeturas.
Cierto día recordó a sus compañeros de caverna, añoró los días de sombras cuando creían que el mundo solo era el aparente, así de estrecho, así de simple, con la única doctrina de la costumbre, con la única esperanza de lo inmediato, con la única luz del reflejo. Aburrido de los dogmas religiosos y científicos, con más dudas que certezas emprendió el camino de regreso. Tenía mucho que contar, lo suficiente como para terminar la vida conversando. Allí estaban los cavernícolas, siempre atentos a las sombras, llenos de recuerdos de él. No quiso ser muy optimista con ellos, no demostró satisfacción en su experiencia. Al escucharlos todos se resignaron a vivir entre lo aparente y a seguir un solo mandato, un solo credo, una sola doctrina: la veleidosa y soñadora voluntad del fabulador que había creado la historia de los cavernícolas
Cierto día, los aldeanos del valle del Jordán comenzaron a notar el hilillo de agua que bajaba desde el norte. En todo Djebel Usdum la orilla israelí del
Mar Muerto se propagó la noticia y desde entonces vienen peregrinaciones de curiosos para contemplar por horas este novedoso misterio en una región tan abúlica como anodina. Con los días el hilillo tomó cauce y pulsión. Una delgada corriente viscosa recorre todo el valle hasta entregarse al Mar Muerto. Es lenta y reposada, como pesada y cansina. Desecha colinas y corrientes dulces que se lo traguen. Vadea palmeras, terebintos, parrales y poblados, solo cruza entre matas pequeñas y mucha arena.
Los primeros curiosos que osaron probar la transparencia de este hilillo advirtieron a los demás, era agua salada, muy salada, como doblemente salada. Dejaba en la garganta una extrema sensación de amargura y desazón en el ánimo. Con los días fue perdiendo la apariencia parda del lodo para ganar transparencia.
Una vez se cercioraron que no se trataba de ningún ojo de agua o manantial cercano, los más curiosos se animaron a seguir, corriente arriba, la fuente de la nueva corriente hídrica. Eran cuatro los labriegos que las autoridades comisionaron para revelar un motivo que tranquilizara los apocalípticos augurios de los ancianos israelíes. Remontando el valle llegaron hasta las playas donde el Mar Muerto se tragó las ruinas de los pueblos antiguos. Allí a veces se encontraban vestigios de los pueblos de Sodoma, Gomorra, Adma, Zehoim y Zoar. En un paraje arenoso y de piedras blanqueadas por la sal. Sobre un salitroso montículo desgastado por los años encontraron la fuente del hilillo. Era una estatua con figura femenina, su apariencia vidriosa y blanquecina dejaba entrever una figura delgada y un ropaje antiguo. Sus ojos tenían apariencia cansada, inexplicablemente manaban copiosas gotas, eran lágrimas que corrían por su cuerpo y caían formando una fluida corriente. Al ver el bloque salino, uno de los más ancianos recordó entonces que la historia escrita hablaba de la mujer de Lot, aquel sobrino de Abraham e hijo de Arán.
Dicen que ella se llamaba Sara, la misma que los ángeles advirtieron para que no mirara atrás cuando escupitajos de fuego y bocanadas de azufre destruían Sodoma y Gomorra, aquella que la curiosidad hizo que Dios la volviera estatua de sal. La misma que había presenciado lascivia y licencia de carne, la que había visto mucha gente impudorosa y pecadores sin recato. Sus ojos de café habían conocido los límites del desenfreno y la voluptuosidad exacerbada, la aberración y la sodomía. Habría de tener el recuerdo aún fresco de grandes bacanales y torbellinos de lujuria.
Lo que pocos saben es que cuando los ebrios vecinos de Sodoma quisieron entrar a casa de Lot para saciar en los dos ángeles enviados por Dios su enferma ansia de carne; Sara, mientras los escondía entre sabanas y tras el horno de los panes, como toda curiosa logró preguntarles sobre su futuro. Uno de los ellos, el más viejo y huraño le habló del pasado, teñido de pecado y de maldiciones, “no debes mirar atrás porque es volver al pecado, busca lo que hay en ti”. Entonces Sara se acercó al otro ángel, más joven pero ojeroso. Le preguntó por lo que les esperaba en tierras de Zoar. Fue entonces que entre susurros apagados por los gritos de los que rodeaban la casa de Lot, el ángel le mostró entre sus blancas manos la visión de cómo entre planes secretos para crear la descendencia de los moabitas y amonitas sus dos hijas embriagarían y seducirían a su propio padre.
Hoy los aldeanos mayores de Djebel Usdum y la región de Cisjordania prohíben a sus hijos las escapadas hacia el hilillo de agua de sal. Se han dado cuenta que por momentos las aguas reflejan, con la diáfana claridad de espejo, imágenes impudorosas que el tiempo no ha podido borrar, como si fuera una proyección viva del imperio del pecado. Hoy los aldeanos buscan en las lágrimas de la mujer de Lot el retrato del pasado y agradecen a la mujer que tiene en sus ojos mucha curiosidad que ofrecer y que prefirió el castigo por mirar al pecado de los habitantes de Sodoma y Gomorra que atisbar hacia adelante para ver el incestuoso camino que esperaba a su propia familia.
CARNAVAL
A Emmanuel Pichón
Eran tiempos en que el cielo se lo repartían entre muchos y el absolutismo todavía no se había instalado en los terrenos de la divinidad. En ese entonces, racimos de sombras desvaídas se tomaron los polvorosos caminos de Galilea. Sedientos de un gozo aplazado, eran viajeros de largo aliento que restregaban contra el sol su resaca. Venían de las vendimias y los excesos, eran adoradores de los dioses agrarios, de aquellos que fecundaban de abundancia la tierra. Algunos eran babilónicos que venían de las sacaeas , otros habían partido de las epifanías de Adonis en Frigia, allí estaban los ebrios de las dionisiacas y las laneas de Tracia, los viandantes de Osiris en Egipto, los alegres oferentes de Atis en Asiria y toda Asia Occidental, los sátiros de los bacanales de Etruria. Era toda una romería, aún traían el sabor del mosto pegado en la lengua, todavía se agitaba la licencia de la carne bajo las pardas túnicas; pero querían seguir congraciando a sus dioses con el sacrificio de sus energías, querían prolongar la época en que los dioses se acercan más a los hombres y los reyes regalan migajas de poder a los desposeídos. La temporada de la inversión.
Desde las casas de piedras afiladas por la brisa se asomaban los curiosos, aunque ya estaban acostumbrados a las peregrinaciones, esta era la más bulliciosa y alegre, se escuchaban sus letanías, se rompía el silencio con las carcajadas, algunos lucían caretas y disfraces. Preguntaban por el camino del milagro, buscaban al mesías, al rey de los festejos, al reproductor de la naturaleza, al redentor de los pasmados, era el único capaz de perpetuar el gozo. Las noticias les habían llegado, por eso buscaban al hombre que en Canaán fue capaz de convertir el agua en vino. El carnaval debía seguir.
EL ANGEL DE LA PIEDAD
Eran los tiempos de la creación y la generosidad. Dios hizo al hombre y con él la errancia de sus pies. Luego hizo la mujer que se fue buscando el rastro del primero. Pasaron pocos días, los suficientes como para conocerse una pareja. Fue entonces que la mujer vino al oráculo del padre de los cielos.
Hincada y trémula, con la ansiedad revolcada en su ojos miró con suplicante beatitud a los cielos – Señor, he regresado porque me siento desvalida - . Clamó por su soledad ante el hombre, se quejó de su deleznable seguridad. Ante el Dios paciente pidió por alguien que robusteciera sus flaquezas y minimizara sus desproporciones, que le diera color a sus oscuridades y opacara sus fulgencias extremas, que alentara sus desánimos y potenciara sus virtudes. Sus ruegos quejumbrosos llegaron a los límites del llanto y el desespero
– Padre, te lo ruego, hazme acompañar de un ángel que se apiade de mí, de día y de noche, en la soledad y frente el hombre--.
El Dios, alentado por la infinita misericordia del génesis, conmovido por las primeras histerias de su creación y partido por un rayo de clarividencia profirió las palabras que harían placentera la vida de la mujer desde entonces - ¡Háganse los maquilladores, ángeles de la piedad! -
SABAT
Lituba, la morena de cabello encrespado, sudada de sustos hasta las pantorrillas; sentía que sin embargo, sus manos se aterían por el frío de la noche. Había regresado, era noche de sábado y se encontró de pronto en una ciudad de rascacielos, barullo y agite de carros, caminantes presurosos. El frío, la indiferentes respuestas a sus preguntas la hicieron buscar refugio en una mole de cemento y luces llamado Studio 54. Allí el frenético ritmo de los cuerpos sacudidos en espasmódico ritual por la música evocó lejanas raíces danzarinas. Lituba vio blancas doncellas semidesnudas y de ojos dilatados batir sus rubias cabelleras frente a los espejos y apurara licor sin recato, vio lujuria y placer, vio libertad y ningún pudor en los testigos.
Cuando la alborada filtraba sus destellos emprendió el regreso. Iba hacia Salem, quería sorprender a unas cuantas aldeanas de las sombras con la noticia que aún se festejaba el Sabat y ningún hierático mortal osaba anatematizar sus tiernas carnes con el estigma de la hechicería. Nuevas epifanías les esperaban en la nueva tierra prometida.
LA PIQUERIA
Pasaron muchos años, tantos como para borrar el encono y la venganza prometida. Desde las plenitudes cósmicas bajó el otro, ahora tenía el rostro más adusto y mirada de fuego agotado. Se le vio cargando un acordeón tornillo e´ máquina por los festivales de acordeoneros desde Valledupar pasando por Villanueva, Fonseca hasta Riohacha. Preguntaba por “un tal Francisco Moscote” que ya nadie conocía pero que muchos recordaban cuanto cantaban “La puya de Chencha” o “La puerca mona”. En los cuchicheos lontanos de la memoria aún “sonaba” ese nombre y algunos recordaron que le decía “El hombre”. Pero nadie le daba razón de Francisco al otro. “No se sabe dónde vive, yo creo que solo vive en los relatos” le dijo un anciano que bajaba de la sierra con un cargamento de yuca en su burro hacia Tomarrazón.
Después de agotar su búsqueda y con los pies agrietados por las espinas del desierto y las piedras de la sierra, después de tocar puertas, preguntar a los jugadores de cucuruvaca y dominó de Machobayo y Galán y lanzar arpegios desafiantes en los caminos solitarios sin recibir respuesta, resignó sus afanes en Galán donde decidió dejarle un recado con una de sus nietas, la que encontró recostando su añosa abulia a un taburete frente a un rancho de barro: “Dígale que regresé para enseñarle a cantar el credo al derecho”.
VOLVIÓ JUANITA
Volvió Juanita otra vez. Otra vez había jurado que no volvía. Esta vez trajo muchas maletas y ningún aire de lejanía sino citadino. Trajo muchos juguetes de segunda y ropa juvenil con slogans y escudos de equipos de béisbol o universidades americanas, una cantidad voluminosa de accesorios que una vez estuvieron de moda y que fueron de los “sifrinos”, esos snobistas chamos caraqueños y que ahora lucen ufanos sus hermanos por la calle “Pela el ojo”.
Juani Manuela habla distinto y su papá, el viejo “Lucho” está muy contento porque “ahora si se le nota que ha recorrío el mundo”. A su mamá a veces le disgusta que viva censurando a cada momento las miserias y modestias que por 22 años toleró impasible en la casa y el pueblo. Entonces Juanita habla dizque de progreso, de falta civismo y toma frases que leyó en una revista de la peluquería donde trabajó en el extranjero.
Ya no destila por las caderas alegría de aguardiente y cumbia, dicen en el barrio que a la reina de las pistas y las verbenas, que a la “dura” del picó hasta se le olvidó bailar. Ya no resplandece el aceite de coco en su ensortijado cabello que tampoco es negro ya. Pide agua de nevera y no de la tinaja. No toma café por la gastritis pero consume gaseosa a cada rato. Ahora añora el frío de las discotecas sobre su generoso ombligo; trajo unos discos y quiere obligar a sus hermanos a bailar pop.
Lo que más alegró a todos fue el aire de satisfacción en la cara de Juanita, al notar crecer su vientre. Con los meses esa espera correría por las calles de su barrio. Era de tez clara y ojos amielados. Su familia lo apodaría “El caraqueño”, Juanita prefería llamarlo “El catire”. Aunque nunca conoció a su padre ni al país donde lo engendraron en casa de Juanita están orgullosos por en su familia, como lo decía “El viejo Lucho”: “al fin comenzaba a mejorar la raza”.
LA CAÍDA
Josué Avilés había venido de San Marcos, con sus seis compañeros cruzó el río San Jorge, la gran fuente, con sus bronces y cobres en los hombros. Los llamaban la Gran Banda Toro Bravo y ya tenían nombre ganado en toda la región. Desde el Festival de San Pelayo o el de Ovejas habían diseminado su entusiasmo y la disciplina que infundía su “chupacobre” como de decían en los pueblos.
Ahora estaban allá arriba, eran los andamios del triunfo, la altura que solo el éxito resguarda. En uno de los últimos escalones de las Corralejas y animados por los más prestantes ganaderos de la región molían porros y fandango casi sin descanso, dejando en cada canción todo su aliento y su sudor. Josué los animaba con su guampirreo entusiasta y sus manos agitándose, trazando en el viento pesado círculos que solo sus compañeros de banda entendían, mientras su trompeta ambarina henchía el ambiente con sus notas.
Habían llegado en la mañana contratados por don Marcelo Anaya y ya casi completaban siete horas tocando. Entre canción y canción Josué circuía con la mirada el redondel. Sombreros y botellas de caña, latas de cerveza y mucho sudor corría por las gradas. Cada vez que salía el toro la gente exultante se levantaba de las gradas de madera y un chaparrón de interjecciones caía sobre las corralejas: ¡Uey! “Uepa! ¡Ole! ¡Juemiedda! ¡Edda!. Era el momento que exacerbaba la emoción. Un toro cetrino que embate y los manteros que desde lejos le miden el coraje. Poco a poco se acercan y comienzan su asedio teñido de rojo. Un toro que se defiende y el primer mantero desventrado por los cachos. Llegan los garrocheros y su cabalgata enerva la alegría de todos, el aplauso atronador. Una nueva mirada de Josué ante un grito ensordecedor, un banderillero conquista la gloria al clavar con saña y precisión sus dos punzadas. Los hombros lo hacen sentir cerca del cielo. Lo suben hasta el palco mayor.
¡Tóqueme un porro sabroso! Grita don Marcelo y Josué vuelve a lo suyo. ¡Vamos muchachos! La trompeta de Josué preludia “María Barilla” y el grito del público hace temblar el entablado. Ya hay poco espacio. No se sabe de dónde salió tanta gente. Los corredores del maderamen se aprietan, los cuerpos de pegan, parece que todos bailaran, que cada quien se pegara a la mujer que tiene al lado. Un nuevo toro que sale y la gente brinca sobre las gradas, otros bailan y hay quienes golpean el techo con sus puños.
Entre el barullo de vendedores, los estridentes guampirreos, el traqueteo de las tablas, el baile. Las tablas trepidan y la gente que se encoge en el primer tendido. Arriba, los que tuvieron para pagar palco se agitan con la música y el calor de los tragos. La banda que rompe con “El perro negro” y el estruendo de alegría que se encajona, ¡cerveza! Se pide, ¡otro toro! Se reclama, y los vendedores en su pregón irrebatible ¡Cerveza! ¡Aguardiente! ¡El sombrero vueltaio!. El que no pide ofrece, pero nadie se calla. El redoblante se apaga. Josué que pide fuerza. El bombo que templa el cuero a punto de reventar, las dos trompetas que se levantan como para buscar resquicio que no mitigue su alarido. Viento y cuero que luchan contra el grito, contra el tableteo de los palcos que tiemblan, el brazo de Josué que se levanta pidiendo viento fuerte. Remberto, la otra trompeta, hincha sus venas y recoge todo el viento para botarlo en su trompeta, Josué que ensancha sus carrillos y enrojece su rostro mientras el sudor salpica su rostro y resbala por su camisa ya semiabierta. El brazo arriba que pide más mientras los ganaderos aplauden y piden y piden, y el público que pide toro, y el vendedor que pide compra, y las caderas de las mujeres que se agitan voluptuosas, los de abajo que piden espacio y el portero que aún pide entrada y el toro que pide tiempo para descansar. El ritmo se emborracha de frenesí, es el fandango, los cueros del bombo y el redoblante que tabletean, el platillo que tañe con furia, el clarinete que busca sonar entre todo el estropicio, -trompetas arriba, trompetas arriba- pide Josué, el que dirige, el que cruzó el San Jorge, el que parece haber perdido la escucha, las trompetas que crecen en su alarido y los pulmones a punto de estallar. Crece el grito del público. El palco que tiembla con el peso de tanta gente, de tanto entusiasmo, de tanto grito, de tanto viento, de tanto cuero, de tanta cerveza, de tanta plata que gastan los ganaderos, de tanto pedir y pedir. Brincan las gradas -trompetas arriba, trompetas arriba- y Josué que mira en círculos de nuevo para notar, tal como había pasado en Jericó, que las murallas de la opulencia iban desplomándose como naipes, lentamente, pesadamente como para darle tiempo hasta a los fotógrafos para testimoniar el infortunio. El palco fue cediendo mientras las trompetas seguían su estridencia, en pocos minutos las corralejas estaban en el suelo y la tragedia apenas comenzaba.
Josué apenas tuvo tiempo para sentenciar el castigo para quien volviera a construir estas murallas. Hoy sentado en una mecedora en la puerta de su casa de San Marcos, con unas muletas al lado, su disminuida escucha adivina los martillazos que vienen desde la plaza del pueblo donde comienzan levantar los nuevos entablados. Las corralejas vuelven y con ellas la sentencia de Josué.
RETORNO A LAS CAVERNAS
Cierto día uno de los hombres de la caverna se desnudó en su ignorancia y se sintió minimizado en su universo, las ansias de descubrirse más allá de lo aparente lo asaltaron. Lo discutió con sus vecinos de caverna, ninguno aprobaba su osadía. Era desafiar a lo desconocido. Se encontró con una resignada indiferencia y gestos de renuncia. Ninguno se sumó a su iniciativa, unos por temor, otros por resignación, otros querían verlo regresar para animarse. El hombre de las sombras, un día entre tantos días al fin tocó suelo del mundo real.
Lo primero que experimentó fue el castigo del sol, se echó al suelo y poco a poco abría los ojos hasta acostumbrase a al luz. Entonces descubrió que era un hombre dual: por una parte de difusa sombra, por otra de luz y cuerpo. El mundo real se fue revelando ante sus ojos, necesitaría muchos días para inundar su escasa memoria con tantas visiones. Así fue llenado su necesitada ánfora visual, se fue inundando de percepciones, atrapando recuerdos, descripciones, colores y formas.
Pasó varios años en el mundo real, ya poco se acordaba de sus compañeros de caverna. Se hizo hombre entre los hombres. La luz reveló que existe lo feo y lo bello, que existen negros, cetrinos, blancos y hasta amarillos. Aprendió que debía seguir un Dios y se hizo esclavo de una doctrina, debía seguir mandamientos y sacramentos, preceptos y dogmas, rituales y autoridades. También supo que había científicos y se declaró su servidor. Creían tener respuesta a todo y un invento para todo, llenaban a la gente de ganas de vivir más, de mentiras sobre alargar la vida, curar lo incurable, facilitar el trabajo, hacer inútil el ocio, el mundo perfecto. Pero los días lo resignaron a la pena, el dolor, la soledad, la culpa: terrenos donde la ciencia se queda tan escasa. También entendió que el mundo real se regía por el imperio de la razón, el mandato de la lógica, de lo verificable, de los porqués, de las causas y efectos, de lo deducible y explicable. Con el tiempo aprendió que esta otra religión tampoco lo satisfacía, le dejaba dudas y terminaba en un limbo de conjeturas.
Cierto día recordó a sus compañeros de caverna, añoró los días de sombras cuando creían que el mundo solo era el aparente, así de estrecho, así de simple, con la única doctrina de la costumbre, con la única esperanza de lo inmediato, con la única luz del reflejo. Aburrido de los dogmas religiosos y científicos, con más dudas que certezas emprendió el camino de regreso. Tenía mucho que contar, lo suficiente como para terminar la vida conversando. Allí estaban los cavernícolas, siempre atentos a las sombras, llenos de recuerdos de él. No quiso ser muy optimista con ellos, no demostró satisfacción en su experiencia. Al escucharlos todos se resignaron a vivir entre lo aparente y a seguir un solo mandato, un solo credo, una sola doctrina: la veleidosa y soñadora voluntad del fabulador que había creado la historia de los cavernícolas
Mis artículos
ARTICULOS SOBRE MUSICA VALLENATA
PUNTO DE ENTRADA DEL ACORDEÓN: ¿Origen del Vallenato?
Por ABEL MEDINA SIERRA
Del libro “EL VALLENATO: CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO ” (2002)
Uno de los hechos que suscita mayor controversia entre los folclorólogos es el punto de entrada del acordeón, pues se sustenta sobre esta base una virtual tesis que explica el origen del vallenato como folclor musical. Tal controversia, alentada por cálidos alientos de chauvinismo y un arraigado etnocentrismo le ha restado objetividad al debate sobre la génesis de la fusión trifónica caja - guacharaca - acordeón y sólo ha propiciado un poco productivo diálogo, sesgado por el interés de demostrar que en la región del estudioso de turno nació el vallenato.
Inicialmente, es necesario desvirtuar cualquier tesis que intente postular el surgimiento del vallenato a partir de la llegada del acordeón, por la ya sustentada preexistencia de esta expresión folclórica la que se interpretaba con carrizos, guacharaca y tambor en varias zonas en forma simultánea. Esto permite negar cualquier posibilidad de pensar que el lugar por donde ingresó el acordeón al país es la cuna del vallenato. Cuando el acordeón ingresó por las Costas colombianas, el vallenato era un género que gozaba de amplía acogida popular en toda la hoy Guajira, Cesár y Magdalena (antigua Gobernación del Magdalena) donde se alternaba en bailes con cumbiambas, pajarito, tamboras, cumbia, porro, pilón, chicote, chandé, décimas, gaitas y música europea.
Ya Tomás Darío Gutiérrez también contribuyó a desvirtuar otra tesis recurrente: la que postula que el vallenato fue "inventado" por un juglar; el más propalado: Francisco Moscote, "Francisco El hombre". Al respecto plantea "nunca hubo en el transcurso de la historia de este folclor, un individuo único y aislado que merezca el calificativo de padre, inventor ni nada parecido". (P.439) El vallenato como quiera que presenta una naturaleza folclórica, es un producto colectivo, y en sus inicios anónimo, producto de muchos aportes, de todo un imaginario cultural colectivo.
Sobre la llegada del acordeón se manejan varias tesis que, afortunadamente, han bajado el tono en aras de una conciliación de radicalizados intereses etnocentristas que buscan concederle menos trascendencia a este hecho. Tal polémica ha pasado a mejor vida pues el concepto de región fue superando las tesis localistas que explicaban el origen del vallenato por el lugar al que llegó el primer acordeón.
Las versiones más conocidas sobre la llegada en masa del acordeón ubican a La Guajira como punto de introducción del instrumento europeo. Tal aserto es el más aceptado por las evidencias que conceden a Riohacha el privilegio de puerto obligado para los productos europeos que circulaban en La Guajira y Cesár actuales.
El más ferviente defensor de esta tesis es el estudioso Ángel Acosta Medina para quien los "vallenatos" (valduparense) siempre le han restado méritos a La Guajira en la génesis de la música conocida como vallenata. Acosta sostiene con pruebas que el acordeón ingresó al país por Riohacha entre 1850 y 1865 traído por marineros europeos. Aunque no hubo una importación oficial, los comerciantes Nelson Gneco y Darío Henríquez testimonian el contrabando de acordeones como hecho recurrente en La Guajira y que luego se diseminó al resto de la costa. La tesis de Acosta es la más reproducida por la tradición oral; los músicos como Alejandro Durán, Emiliano Zuleta Baquero y la mayoría de interpretes así lo afirman, lo que ha generado la aceptación generalizada de La Guajira como punto de encuentro del acordeón y el músico vallenato. Tal teoría encuentra en la importancia inicial de los acordeoneros de La Guajira Media, como Francisco El Hombre y Fruto Peñaranda una prueba que confirma, en parte, su veracidad.
Por otra parte, Simón Martínez Ubárnez ha planteado otra versión que recogió y promocionó Ciro Quiroz en su importante estudio "Vallenato, hombre y canto". Según Martínez (citado por QUIRÒZ: 1983 p. 196) el vallenato se originó en el Paso, (Cesár) lugar en el que supuestamente se distribuyó un cargamento de acordeones que provenía de Riohacha y por razones desconocidas, en su transito por el río Magdalena inexplicablemente llegó a El Paso, puente alterno sobre los ríos Ariguaní y Cesár. Según Quiroz esta peregrina tesis se ve sustentada por la prolifera presencia de acordeoneros en esta región, cuna de generaciones como de los Durán, los Martínez y Serna.
Por otro lado surgen osadas teorías que ubican la llegada del acordeón en zonas como Barranquilla, Cartagena por la llegada de inmigraciones alemanas que "seguramente" trajeron el fuelle mágico entre sus enseres. Conviene señalar que el lugar de ingreso es quizás lo menos relevante, pues el acordeón pudo haber ingresado por cualquier puerto del país, pero sólo fue adoptado como interprete del sentir popular en la Provincias de La Guajira, Cesár y luego en el Magdalena ribereño. Allí mostró sus arpegios, y como lo expresa García Márquez, ya cuando se despojó del frac que lo caracterizaba en Europa "ha tomado carta de nacionalidad entre nosotros, en el Valle del Magdalena, se ha incorporado a los elementos del folclor nacional al lado de las gaitas, de los "millos" y de las tamboras costeñas. Aquí lo vemos en manos de los juglares que van de ribera en ribera llevando su caliente mensaje de poesía" (1948)
Se ha documentado la existencia de acordeones en el antiguo Magdalena como hechos aislados y poco ligados al origen del vallenato. Uno de esos casos es el de José León Carrillo Mindiola, un atanquero que a su regreso de España donde truncó sus estudios de sacerdocio trajo un acordeón a fines del siglo XIX. Se podría considerar como uno de los primeros acordeonero de la región, aunque no evidenció interés en la música folclórica sino en la religiosa y europea.
Por otra parte, Villanueva, (Gutiérrez: P. 361) también aporta como cuna de los primeros cantos con acordeón, pues allí llegó por la misma época, un francés llamado cariñosamente "Monsieur Kammerer", quien ejecutó el acordeón sin interpretar aires autóctonos. Hoy en día sus descendientes Wildo, y Xavier son connotados exponentes de este folclor que alcanza en esta población del Sur de La Guajira una autentica "Cuna de acordeones" nombre que se ha legitimado por su famoso festival y el surgimiento de acordeoneros de gran talla como Israel Romero, Orangel Maestre, Emiliano Zuleta Díaz, Jesualdo Bolaños y otros.
Estos hechos aislados no sustentan el origen del vallenato sino que permiten referentes históricos para considerar circunstancias ajenas al contrabando masivo de acordeones desde Riohacha como punto de partida para el estudio del origen del vallenato. Pero a favor de la tesis que defiende la introducción por Riohacha está el texto escrito en 1893 por el investigador Henri Candelier “Riohacha y los indios guajiros” quien registra que a mediados de 1880 aproximadamente ya era tradición en ésta ciudad la “cumbiamba” amenizada por conjunto de acordeón, guacharaca y tambor.
Candelier describe la cumbiemba (cumbiamba) de la siguiente manera:
“no hay salón de baile; todo sucede al aire libre, en la plaza; no hay cercas ni trabas (...) hacia las 8 de la noche, tres músicos vienen a apoyarse al poste, un hombre con un acordeón, otro con tambor y otro tocando guacharaca(...) preludian algunos aires, es la invitación”(1994. P.58 –59) Este testimonio desestimula la aserción que Carrillo Mindiola y Kammerer fueran los primeros acordeoneros del vallenato y fortalece la importancia de Riohacha como uno de los primeros lugares en acentuarse la trifónica estructura del vallenato.
Al margen del acordeón, pero referente al origen del vallenato, Gnecco Rangel fue uno de los primeros estudiosos en reclamar para su tierra, Guamal (Magdalena), el reconocimiento como cuna del vallenato. Sustentó que en esta región se interpretaba desde hacia tiempo los aires vallenatos merengue, puya, son con tambor, guacharaca y gaita, los que llamó como su escrito "Aires guamalenses" para tratar de argumentar que en Guamal nació el vallenato antes de la llegada del acordeón.
El sesgo de Rangel Pava le impide contrastar que en otras zonas del Magdalena Grande ya esta trifonía también gozaba de popularidad en las fiestas y parrandas. George List documentó la existencia de estos conjuntos que interpretaban aires vallenatos con gaita en Atánquez, y en toda la ribera del río Magdalena. Los testimonios recogidos por Gutiérrez, los apuntes históricos de Candelier apoyan la idea de un vallenato diseminado por poblaciones de La Guajira, Cesár y Magdalena en el que ya se definía el carácter trifónico del vallenato y se interpretaban aires vallenatos junto a tamboras, gaitas y otras expresiones de origen indígena o africano.
A la llegada del acordeón, se propició el encuentro con el campesino que lo miró, inicialmente, con recelo; eran dos culturas disímiles. Un acordeón que venía vestido de frac, él con su franela luida, mochila, sombrero y abarcas. Así aprendió el acordeón a viajar a lomo de mula, de los salones de Europa y los cafés italianos a las rozas y socolas, sirviendo como catarsis a la soledad del campesino, así supo interpretar su sentimiento; sus desvelos y alegrías, esa espontánea expresividad parroquial encontró lenguaje pícaro en el acordeón, y éste extraño visitante legitimó su compromiso para servir de vocero del sentimiento provinciano.
Inicialmente los acordeoneros del Magdalena Grande trataron de interpretar música europea con un acordeón reacio a expresarse en tonos melódicos costeños. Quienes fueron testigo de los inicios de Francisco "El hombre", aseguran que este interpretaba valses, mazurcas y otras melodías "de salón" que en Riohacha servían, desde la colonia, para amenizar las elegantes fiestas de criollos y honorables.
La unión del acordeón con la caja y la guacharaca no se hizo en forma inmediata. Los primeros acordeoneros eran solistas, es más, se interpretaba música instrumental, sin voz. Francisco "Pacho" Rada uno de los acordeoneros vivos más longevos (nació en el año 1907), confirma lo anterior en su testimonio a Rito Llerena (1985, p. 162) "cuando yo me levanté (los músicos) eran mi tío Ángel Paso y Juan José Núñez, pero entonces ellos eran mudos, no contaban, eran pura melodía".
La transición de música clásica europea: Mazurca, fado, pasodoble, vals, foxtrot, polska y otras, a los aires propiamente costeños incitaron a los acordeoneros a la vocalización. Los diferentes encuentros que han alcanzado notoriedad en la tradición vallenata, como el de Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales, Francisco "El Hombre" y el atanquero Abraham Maestre, Eusebio Ayala y Octavio Mendoza se escenificaron sin la presencia de instrumentos que acompañaron al acordeón. La idea de conjunto surgió posteriormente cuando hubo la transición entre la parranda y el baile.
Como lo asevera "Pacho" Rada y Alejo Durán, antiguamente los primeros acordeoneros se hicieron populares a través de los "cantos de parranda" expresión que globaliza tanto las improvisaciones al ritmo del anónimo "Amor - Amor" como los aires vallenatos que tuvieron auge sucesivo: primero la Puya, luego el merengue y el Son. (El paseo fue posterior a esta etapa) . Estas parrandas promovieron que los acordeoneros abandonaran la interpretación solitaria y sin vocalización inicial, y se encontraron con la exigencia cantoril que los hizo músicos a plenitud y permitió poner a prueba una virtud que la posteridad ha confirmado: el poder de convocatoria de la canción vallenata.
En los primeros cantos vallenatos alcanza notoriedad los "cantos de vaquería" como sustrato cultural que sirve de marco social en el que se generó el surgimiento del vallenato. Ciro Quiróz valora en estos cantos la génesis del vallenato lo que contradice Consuelo Posada (1989), para quien muchos de estos cantos son muestras recurrentes de la tradición oral hispánica que en forma de rondas, coplas y décimas se esparcieron por todo el continente y hoy se reproducen en cantos populares como los corridos, coplas, payadas, piquerias, incluyendo los cantos vallenatos.
Conviene considerar que las características fértiles de las amplias sabanas del territorio ribereño costeño hizo que los españoles vieran en esta verdosa plenitud inexplotada un espacio propicio para el levante de ganado vacuno. Se inició así el desembarco de enormes lotes de reses que con el tiempo se propagó por sabanas del Valle de Upar, La Guajira Sur, Magdalena, Bolívar, Sucre y Córdoba. El cargamento inicial aprobado por el gobernador de la provincia de Santa Marta Pedro Fernández de Lugo en 1535, fue de unas 1.500 reses importadas de las Islas Canarias, de las cuales muchas se extraviaron, reproduciéndose por los extensos territorios del Valle de Upar y riberas de los ríos Cesár, Ariguaní y Magdalena, al limite que según Quiróz "para el año 1605 los ganados expandidos en las Sabanas de Calenturas, El Paso y Ciénaga de Sampallón comenzaban a invadir otras regiones y llegaban a más de 70.000 cabezas salvajes, cuyas crías avanzaban más allá de Valencia de Jesús, cerca de Valledupar". La corona abandonó tal cría y estos animales fueron recogidos "al tercio" modalidad según la cual se proveía de caballo y elementos de vaquería a individuos quienes "cazaban" vivas las reses y recibían un tercio de estas; el resto pasaba a conformar propiedad del financiador de la caza. Se crearon así, muchos hatos ganaderos que poblaron de semovientes las sabanas de la Gobernación del Magdalena.
Estas circunstancias propiciaron el surgimiento de una cultura de la vaquería con profundo arraigo en zonas como Sincelejo, Mompox, riberas del río Magdalena como Plato, El Difícil, todo el Valle de Upar incluyendo el Sur de la actual Guajira. Los primeros músicos de género vallenato no se sustraen a este contexto socioeconómico que ofrecía la mayor fuente de ocupación junto al agro.
Músicos como "Pacho Rada", Alejandro Durán, José Antonio Serna, Víctor Silva, Pedro Nolasco Martínez fueron vaqueros que encontraron en los hatos ganaderos fuentes de inspiración y cantos que la tradición oral, peregrina y andariega, traía de los remotos lugares de origen de los vaqueros. No es de extrañar entonces, que tales circunstancias afloraran como universo referencial en los primeros cantos vallenatos; muestra de estos cantos de vaquería son canciones como "Los amores de Zoila" de José Antonio Serna, "Los caimiteros" de Octavio Mendoza, "El alazanito" de Tobías Pumarejo, "El toro tutencame" de Pacho Rada, "El playonero" de Rafael Escalona, “El corralero” de Alejandro Durán ,del cual tomamos las siguientes estrofas:
Ya la tarde está llegando(Bis)
Lo digo por que lo veo
Y el ganado viene bajando
Derecho para el rodeo
Se oye un grito a lo lejos
Eso a mi me hace pensar
El grito del corralero
Jarreando por el corral
Ya llegó la madrugá
Es la hora del corralero
Arreando para el corral
En busca de los terneros
Los cantos de vaquería compuestos a base de coplas, versos e improvisaciones son manifestaciones espontáneas con las que los vaqueros paliaban los azotes de la soledad, del sol y el cansancio en una faena larga y fatigante. Esto cantos junto al espíritu contemplativo de lo natural sirvieron como fuentes iniciales de muchas canciones, algunas perdidas en lo inmemorial y otras reproducidas por la oralidad y los medios magnetofónicos que aún gozan de la preferencia de los amantes del vallenato más tradicional y auténtico, aquel que no obedecía a intereses de consumo propios de la comercialización actual.
LA TAMBORA: UN VIEJO PARIENTE
Por ABEL MEDINA SIERRA
Tomado del libro “VALLENATO: CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO “ ( 2002)
Ciro Quiróz Otero en su estudio "Vallenato, hombre y canto" postuló la inclusión de un quinto aire tradicional en el vallenato: La tambora, esa expresión musical que, especialmente, desde el Paso (Cesár) la dinastía Durán adaptó al vallenato como muestras de la cultura negroide arraigada en esa zona de la Costa Atlántica, entre las que destacan canciones como "La candela viva", "Mi compadre se cayó", “El hombre divertido”.
Lo cierto es que desde los inicios del vallenato las tamboras, cumbiambas, chandé, pajarito, zambapalo, bullerengue, porro y cumbia coexistieron con el merengue ,el son y la puya al extremo de coincidir sus denominaciones (como merengue también se designó las cumbiambas) En las diferentes regiones consideradas por los teóricos como epicentros del vallenato se cultivaron estas danzas y cantos que podemos generalizar como "tamboras" las cuales alternaron con ritmos y bailes indígenas que se escuchaban desde Riohacha, Valle de Upar, y con relevante difusión, en la zona ribereña del Magdalena y antiguas Sabanas de Bolívar.
Un proceso selectivo concentrado en el Valle de Upar y La Guajira le restó presencia a las tamboras a favor de la cada vez más difundida promoción de los aires que luego se acuñaron como tradicionales en el vallenato: Puya, merengue, son y paseo. Caso contrario ocurrió en la zona ribereña y Sabanas de Bolívar, en las que hasta el presente el acordeón ha servido para hermanar los aires vallenatos con la cumbia, el porro y cumbiambas. La anterior escisión parte de las circunstancias raciales que predominaron en el proceso de mestizaje. En regiones como el Paso y Tamalameque justifican el predominio de tamboras por el carácter negroide de su población.
Alejandro Durán y Náfer Durán grandes representantes de la cultura ribereña propiciaron un punto de encuentro posterior para el vallenato tradicional y los "bailes cantaos" de amplia difusión en el Paso y pueblos del Magdalena y Bolívar. Ellos supieron interpretar el diálogo musical que se propició en los hatos ganaderos en los que se criaron y laboraron.
Bien es conocida la conformación de grandes hatos ganaderos en la zona del Paso, Plato y Mompóx, lo que desencadenó una avalancha de vaqueros venidos de todos los rincones de la costa, pero la mayoría de ellos descendientes de cimarrones, que encontraron en estos hatos trabajo y contacto racial con personas de toda la costa Atlántica.
Los días de asueto y noches de relajamiento dejaban escuchar manifestaciones espontáneas tan variadas como el origen de sus exponentes: bailes rituales africanos, chandé, cumbia, porro, vallenato y otras disímiles expresiones del folclor regional. Allí se reunían los corros de mulatos que a la luz de las velas ejecutaban tambores cónicos y guaches o maracas mientras una "cantaora" lideraba la ronda improvisando versos que eran respondidos con un estribillo fijo, se acompañaba el ritmo percusivo con las palmas y gritos. Juana Díaz Villarreal, madre de los hermanos Luis Felipe, Alejo y Náfer, era una de esas cantadoras de tamboras que legó su arte a quienes después lo interpretaron adaptado a los aires vallenatos, en paseos que hoy gozan de fama en el país. Decimos que en paseo, pues si bien se usa la letra y estilo responsorial de su versión en tambora, el ritmo percusivo y tiempos de ejecución obedecen a las características de este aire vallenato.
Posteriormente Alfredo Gutiérrez concedió un nuevo impulso a expresiones vallenatas que combinaban elementos de cumbiambas o tamboras, cuando a finales de los años 70 y comienzo de los 80 grabó temas con los que se impuso en las fiestas de carnaval y crearon una intención comercial que hoy comparten casi todos los conjuntos de moda. El genial acordeonero descendiente de la dinastía de los López Gutiérrez de La Paz, Cesár, considerados por muchos (Emiliano Zuleta Baquero entre ellos) como el mejor acordeonero del país puso de moda temas como "Dos mujeres", "Jueleley Juelelay", "Ripití - ripitá" que bien fusionan patrones rítmicos de los cantos de tambora con arreglos e instrumentación vallenata.
El auge de la tambora obedece, entonces, al interés de los conjuntos vallenatos de imponer sus producciones o "pegar" en las temporadas de carnaval en Barranquilla, participar con posibilidades en el concurso del Festival de Orquestas y Acordeones organizado con ocasión de estas fiestas y de paso, arrasar con el gusto popular en todo el litoral caribe en los lugares que también festejan el carnaval. Con el tiempo, todo conjunto que quisiera escucharse en épocas de carnaval debía grabar un tema en ritmo de tambora, preferiblemente un mosaico de temas viejos; el ritmo de las ventas le concedió campo propicio para el encuentro de dos viejos parientes: el vallenato y las tamboras. Hoy sobran los ejemplos de estas grabaciones: "La rama del tamarindo", "La chambaculera", "El muerto borrachón", "Tres golpes", "Me gusta bailar tambo", "La perra", "Tanto como la quería" "Volá Pajarito", “Dime por quién lloras”,”Camisola”.
Bajo la categoría de "tambora" se pretende, entonces, denominar todas estas expresiones que fusionan ritmos de arraigo africano, que persisten por la notable influencia comercial que el carnaval y sus cumbiambas han despertado en los músicos vallenatos y amantes de este folclor, lo que propició la fusión de expresiones que obedecen a un tronco común. Discutir si la tambora es el quinto aire tradicional del vallenato, no es la prioridad de este comentario, se trata de un alternante que ha convivido con el vallenato desde las mismas raíces y que por su cercanía establecen planos coincidentes que los puristas no pueden desvirtuar.
LOS GÉNEROS EMERGENTES DEL VALLENATO: UNA HISTORIA DE CAMBIOS Y PERMANENCIAS
Por ABEL MEDINA SIERRA
Tomado del libro “EL VALLENATO: CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO” ( 2002)
Continuamente se suscitan cálidos debates cada vez más enconados, por parte de los defensores del carácter folclórico del vallenato, cuando aparecen los intentos de subvertir los aspectos formales y estéticos de los patrones tradicionales en los aires legítimamente reconocidos como autóctonos. Las descalificaciones surgen por parte de los puristas para los músicos que con desmedido afán de estar a la moda y gozar del privilegio de los "hit parades", ensayan intentos de "fusión" que degradan la naturaleza folclórica de los cantos del país vallenato. De igual manera, cuando aparecen otros ritmos interpretados con organología tradicionalmente vallenata, en aras de promocionar una variedad innecesaria, pues pocos folclores son tan ricos en su gama de ritmos como esta manifestación musical que representa al país.
Si se hace un poco de historia, se tendría que reconocer, que la moda de interpretar aires diferentes a los tradicionales es tan antiguo como la llegada misma del acordeón. Recordemos que tanto Francisco "El hombre", como los pioneros de la ejecución del acordeón, tocaron aires indígenas, africanos y europeos. Posteriormente con la consolidación de la puya y el merengue también gozan del gusto de los músicos las cumbiambas y otras expresiones de naturaleza mestiza o negroide.
El tiempo concedió valor a la promoción de los aires tradicionales con mayor purismo en las décadas sucesivas, con especial incidencia en La Guajira y Cesár, pues ya se ha dicho que en la zona ribereña y Sabanas de Bolívar el vallenato ha coexistido y alternado con la cumbia, el porro y las gaitas mestizas. Andrés Landero, muestra fidedigna del carácter campesino de los acordeoneros de antaño, reconoce haber grabado más de 60 cumbias junto a merengues y puyas que aprendió a tocar por las exigencias del Festival Vallenato en el que compitió varias veces sin ganar el codiciado cetro de rey vallenato. Por su lado, Freddy Sierra, el rey vallenato de Sahagún (Córdoba) es bien conocido por su capacidad para interpretar porros.
En los festivales de la región sabanera, incluso, se impone la interpretación de porros como en el caso de los festivales de acordeones en Sahagún y San Juan de Nepomuceno, Bolívar. Esta convivencia de cumbia, porro, fandango y tamboras que goza de vida plena en Sucre, Córdoba, Bolívar y parte del Magdalena y Cesár ha postulado lo que Consuelo Araujo Noguera (1973) llama el " Vallenato Sabanero" de estilo sentidamente nostálgico y quejumbroso, notas alargadas y percusión de diferentes tambores.
¿Se podría descalificar músicos como "Pacho" Rada, Juan Polo "Valencia", Andrés Landero, Felipe Paternina, Virgilio De la Hoz, Máximo Jiménez, Enrique Díaz, Rúgero Suárez, Edilberto Rada, Náfer y Alejandro Durán porque han alternado estos ritmos con los aires tradicionales vallenatos?. Creo que nadie se atrevería a plantear que han degradado la tradición vallenata. Conviene, entonces, entender las circunstancias socio - culturales que legitiman marcadas o sutiles diferencias en las diferentes zonas de influencia de esta expresión folclórica. Más marcadas desde El Paso hacia Sucre y Córdoba con referencia al Cesár y La Guajira, región ultima que comparte características afines sobre la interpretación del vallenato.
La fusión del vallenato con los aires populares que diseminan su portentosa alegría contagiosa por la geografía costeña llega a su punto máximo con la aparición de los "Corraleros de Majagual", agrupación que aglutinó lo más selecto de los músicos del litoral caribe colombiano, así como las más variadas expresiones folclóricas que alcanzaron dimensiones nacionales e internaciones en los estilos de Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, "Chico" Cervantes, Eliseo Herrera, los Hermanos Benítez, Lisandro Meza. Porros, fandangos, cumbias, vallenatos hacían parte del colorido repertorio de este fortín de talentos naturales que le daría gloria a la música colombiana en este grupo y luego a nivel individual.
Precisamente coincide esta época con otros intentos de alternar la ejecución de aires autóctonos vallenatos con ritmos no tradicionales del folclor de la provincia de Padilla. Fue a finales de los años 60’s y los 70’s cuando músicos como Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Aníbal Velásquez, Aniceto Molina, Ismael Rudas y otros que gozaban del gusto popular incluyeron en sus producciones charangas, guarachas, pasebol y hasta rancheras que también despertó escozor en los puristas y defensores de los aires tradicionales. A tal punto que no tardaron los mismos músicos a cuestionar lo que llamaron "Nueva Ola" y que Alejandro Durán censura y resta validez folclórica en la canción de igual nombre que a continuación reproducimos:
Ya mi negra me dejó
como me compongo ahora (bis)
porque ella dice que yo
no soy de la "nueva Ola" (bis)
Llorá, llorá, llorá, corazón, llorá
II
A mi negra que le pasa
eso le pregunto ahora (bis)
quiere que toque guaracha
que sea de la "nueva Ola" (bis)
Llorá, llorá, llorá, corazón, llorá
III
A mi negra que le pasa
lo voy a decí muy duro (bis)
quiere que toque guaracha
yo soy vallenato puro (bis)
Llorá, llorá, llorá, corazón, llorá
No faltaron en los ochentas los músicos que quisieron en su oportunidad imponer ritmos novedosos que conquistaran el mercado discográfico y los postulara como grandes innovadores de la resistente estructura rítmica del vallenato aceptado por la memoria colectiva como auténtico, Calixto Ochoa trató de imponer el paseíto como aire ecléctico del paseo y el jalaíto . Otro caso es el de Andrés Gil "El Turco", uno de los pocos acordeoneros académicos que, sin embargo, no ha tenido gran notoriedad comercial. Trató de crear un ritmo sincrético que bautizó como "Paturqui" pero que rápidamente evidenció poca capacidad competitiva y escasa sostenibilidad para permanecer como componente rítmico del vallenato.
Posteriormente en los noventas, El Binomio de Oro y Juan Humberto "Juancho Rois", el genial acordeonero de San Juan de Cesár (La Guajira) promocionaran el "Vallerengue" como un intento de fusionar las expresiones musicales de mayor éxito en el gusto popular de la nación: el vallenato y el merengue dominicano. Al igual que el "Paturqui" el injerto musical tuvo poca vida y sirvió para demostrar la solidez del vallenato tradicional. El mismo Binomio de Oro creó un ritmo que se popularizo en Venezuela, pero su auge apenas tuvo aliento para dos años, se trata de "Chacunchá" otro ritmo innovador que se quedó en la intención.
Los finales del siglo marcaron la internacionalización del vallenato y su consolidación como folclor nacional por su capacidad representativa y total aceptación en las grandes ciudades del país, que antes miraba al vallenato con el sesgo de la subvaloración que todo hecho cultural rural y popular despierta inicialmente en las culturas citadinas y desarraigadas, tan elitistas y reproductoras de modelos extranjerizantes.
Los grandes medios de comunicación vieron en la cultura popular vallenata un filón inexplotado que bien podría sacar las producciones televisivas de los saturados paradigmas de la telenovela melodramática con personajes planos y acartonados. De esta forma surgen producciones como "Escalona", "Guajira", "Alejo", "Pedazo de Acordeón" que convirtieron a actores como Carlos Vives y Moisés Angulo en artistas de talla internacional por la expresión folclórica que representan.
Merece comentario especial el también rockero Carlos Vives, que antes había fracasado como cantante de baladas y pop. Asumió el papel de Rafael Escalona en una serie televisada que conquistó al país y el aplauso internacional por el carácter costumbrista, picaresco y emotivo de los pasajes que dieron vida a los cantos del patillalero autor del "Testamento", "Juana Arias", "El arco iris" y "La casa en el aire". De la producción dramatizada se pasó a la discográfica con los "Clásicos de provincia", temas de Escalona y otros autores tradicionales que pronto alcanzó repunte en las listas de éxito y conquistó con propiedad el concierto artístico internacional del continente y España. El tema "La gota fría" se bailaba en las discotecas tanto de Madrid como de Miami y ciudad de México. El vallenato clásico impulsó a éste actor samario a los sitiales nunca alcanzados por músico colombiano alguno, y de su mano, el vallenato pasó de ser folclor de parranda y caseta, en un producto de conciertos, con luces, estridencias y nuevas mezclas de fusión rítmica que impusieron lo que se conoció como "Tecnovallenato" o "Vallenato pop".
Pronto Carlos Vives desvirtuó su intención inicial de retomar la línea de vallenato clásico respetando el componente organológico y musical. Suscitó una fusión de gaitas indígenas, teclados y guitarras metálicas, batería eléctrica con instrumentos tradicionales del vallenato. El nuevo ritmo gustó a los disc jockeys de las emisoras y discotecas y en pocos años la nación entera cantaba "El caballito", "La tierra del olvido" y otros aires de fusión ya no tan tradicionales.
La música de acordeón se puso de moda, incluso las orquestas de salsa, merengue y otros ritmos tropicales encontraron en la fusión con el vallenato las mejores posibilidades de mantenerse en la nueva onda musical. Artistas de talla internacional como Gloria Estefan, Paloma San Basilio, Julio Iglesias, Ana Gabriel grabaron canciones vallenatas y el acordeón, al estilo vallenato y no europeo, armonizó con el encanto sortílego del folclor costeño diferentes géneros de fusión que el mercado discográfico aclamó bajo el mandato internacional del aplauso.
Muchos grupos que quisieron aprovechar el buen momento comercial del vallenato fraguaron propuestas musicales que lo único que tenían de vallenato era el nombre. En la misma tendencia caería el mismo Carlos Vives que fue abandonando la línea clásica para crear su propia propuesta rítmica que desvirtúa totalmente la naturaleza del folclor vallenato.
El tiempo relegó a Tulio Zuluaga, Amparo Sandino y otros aparecidos que recorrieron escenarios internacionales como altos "exponentes" del vallenato. Esta expresión del sentir costeño demostró una vez más, su portentosa capacidad de resistencia ante los embates de febriles intentos esnobistas que pretenden socavar la esencia folclórica del vallenato para disfrazarlo de ritmo de discoteca, conciertos y públicos citadinos juveniles, cuando es precisamente ese carácter folclórico lo que le confiere validez cultural significativa.
Aparecerán nuevas propuestas de músicos innovadores que pretenderán crear su propia versión de la canción vallenata; nuevas fusiones inundarán el marcado melómano, algunos cambios organológicos y musicales le deparan al vallenato como efecto lógico de la transición de folclor a producto de consumo; después de la fiebre, el vallenato clásico recobra vida, las experiencias así lo han demostrado, el folclor vallenato ha evolucionado por su propia dinámica colectiva, no por un acordeonero visionario que señala los rumbos que esta manifestación cultural debe tomar ante las exigencias de la modernidad.
EL VALLENATO HOY: LA LUCHA POR LA IDENTIDAD
Por ABEL MEDINA SIERRA
Tomado del libro “EL VALLENATO : CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO” ( 2002)
El folclor vernacular vallenato es un patrimonio común, un sistema simbólico compartido, ya no sólo por los habitantes del territorio en el que se originó esta expresión musical, sino por todo un país que fue testigo como una música de la plebe y los campesinos del Valle del Magdalena conquistó adeptos a lo largo del país y el exterior, configurando una constante espiritual que como signo de identidad representa referentes epistémicos de nuestra forma de vida.
La degradación del vallenato en su identidad musical, fenómeno que con recurrencia preocupa a los folclorólogos y folcloristas, es todo intento de desnaturalizar la esencia y la naturaleza folclórica y tradicional de unos aires autóctonos que evocan la espiritualidad pueblerina que trasciende la mera creación artística popular.
Esta expresión musical de carácter folclórica por un natural proceso evolutivo se vio, de pronto, en circunstancias en las que su localización, carácter colectivo, vivo, empírico, oral, heterogéneo y funcional se desvirtúa por efectos de la reproducción discográfica que suscitó un auge comercial desmedido. La producción artística desde el mismo compositor hasta el músico interprete se ve condicionado por intereses económicos que resquebrajan el basamento tradicional sobre el que se estructura esta manifestación folclórica.
A partir del fenómeno de la comercialización aparecen elementos que desdibujan la identidad del vallenato en cuanto le restan autenticidad a lo entendido como tradicional y autóctono, a continuación señalaremos algunos de esos factores, presentes en el vallenato actual y que amenazan como tendencia predominante:
§ Comercialización
Es la nueva dinámica que mueve los intereses de los cultores del vallenato. El motivo poético de nuestros compositores obedece hoy a los intereses de consumo y no a sus inclinaciones naturales y espontáneas.
El principio “lo que está vendiendo” orienta la inspiración de los compositores modernos que archivan sus producciones cuando un conjunto les solicita una canción con una receta bien clara: debe ser romántica, parecida a una balada, solo dos estrofas, dedicada a una mujer, se ruega por un amor no concedido. Otras veces lo que se solicita es un paseo rápido con un coro “pegajoso”, letra picante y poco mensaje poético, es lo que menos importa.
La cadena de alienación también contagia a los músicos que bajo las exigencias de las casas disqueras, obedecen las pautas de consumo de tal manera que los aires (puya, merengue, son) y los temas costumbristas desaparecen de su repertorio, so pena de bajar el volumen de ventas de su producción musical y recibir el poco favorecimiento del grueso del publico melómano. Solo se sostienen los conjuntos cuyas ventas justifiquen la inversión de los sellos discográficos y los empresarios de casetas o bailes populares. Es de notar, que como producto de la comercialización, sin embargo, se han reportado beneficios a los compositores y músicos que hoy gozan de condiciones económicas favorables gracias a los nuevos criterios de sostenibilidad a los que han respondido: las ventas millonarias.
En La medida en que el vallenato devino en “producto” comercializable apropiado por una sociedad capitalista y de consumo, se pone en juego una oposición entre la cultura popular en la que esta expresión musical tiene sentido y una sociedad hegemónica que en sus inicios marcaba y delimitaba su territorio de patrones estéticos elitistas y “cultos” frente a manifestaciones de clases subalternas, libres de la consagración al gusto académico.
Recordemos que en las principales ciudades de la Costa la palabra vallenato connotaba coralibe, corroncho, montaraz; es decir, implicaba una valoración despectiva de esta expresión popular. Aún en el mismo Valledupar se llegó a prohibir la ejecución de esta música en los señoriales salones del Club Valledupar.
Otro referente sobre la subvaloración inicial del vallenato entre las “élites”, lo constituye los disc jockeys de Barranquilla como Ley Martin, que estigmatizaban al vallenato como “yuca” connotando el carácter parroquial y campesino del género. Años después, Ley Martin se declaró adepto a la fiebre “vallenatera” que contagió a las principales emisoras del país, se sumó al nuevo filón económico: la música que una vez creyó impropia de citadinos.
Posteriormente, con el repentino repunte del vallenato en los gustos melómanos del país, los empresarios, representantes de los medios y quienes se benefician del consumismo, cambiaron su estrategia. No se eliminan o restringen las expresiones populares, sino que se apropian, se reestructuran, se resemantizan. Esto se logra según Néstor García Canclini (1981, P.12) “separando la base económica de las representaciones culturales, quiebran la unidad entre producción, circulación y consumo”.
La comercialización del vallenato presupone una adaptación a pautas de transnacionalización (disolución de lo étnico en lo nacional), es decir, la necesidad de homogeneizarse para responder a gustos citadinos, a los grandes centros de consumo y , posteriormente al mercado internacional (caso vallenato pop) . De esta manera, uno de los efectos de la comercialización ha sido las restricciones para un desarrollo autónomo; su producción y consumo, su lenguaje, su temática, su estructura responde hoy a exigencias del mercado que son exógenas.
El proceso de comercialización del vallenato agenciado por políticas de consumo terminan estandarizando el gusto. Esto ha generado un vallenato monorrítmico (paseo romántico) y monotemático(el amor) Pero además de lo anterior, surge la exigencia de renovar constantemente la demanda: la canción vallenata se torna entonces producto desechable, hecho cultural efímero. A las multinacionales fonográficas no les interesa que un tema perdure, necesita vender nuevos productos. Es por ello que las canciones actuales figuran en las listas de éxito sólo unas pocas semanas, al poco tiempo contadas personas las recuerdan.
Siguiendo con los planteamientos de García Canclini en su ensayo ”Las culturas populares en el capitalismo “, este asevera que “el capitalismo no solo desestructura y aísla; también reunifica, recompone los pedazos desintegrados en un nueva sistema: la organización transnacional de la cultura”( P.94) El vallenato que es nuestro caso, se ha integrado a un nuevo sistema hegemónico que juega con su lenguaje, sus mensajes; se reduce lo étnico a lo típico, lo simbólico se torna materialización mercantil; la relación entre cantor – emisor y destinatarios se torna difusa, mediatizada; se produce para universos totalitarios, se inscribe la obra en un sistema simbólico diferente. Además de lo anterior, se fracciona lo económico y lo simbólico entre el sentido cultural (étnico) y el sentido material (mercantil), la unidad entre lo ideal y lo material se rompe abruptamente.
Otro indicador de la comercialización del vallenato es la cada vez creciente práctica de convertir los saludos en otra forma de mercadear el producto musical. Si bien los antiguos juglares mencionaban a sus parientes y amigos como acto afectivo desinteresado, desde la bonanza marimbera los saludos devinieron en un “comercial” que da vitrina a un rico, ególatra o arribista que busca hacerse famoso y notorio en la región a cambio de recompensar económicamente o con regalos como carros, vacas, instrumentos musicales a los intérpretes que los mencionan en sus cantos. Se conocen conjuntos que mencionan en sus producciones a persona que ni siquiera conocen, para luego, una vez sale el disco al mercado cobrar por esta degradante forma de mercadeo de la imagen personal.
Por todo esto, hoy es inevitable que el vallenato se deculturice como expresión autóctona y auténtica de la cultura popular costeña, ya se embarcó en la vertiginosa carrera consumista que controla sus destinos y regirá sus prolongaciones hacia tendencias inciertas.
§ Predominio de los contextos citadinos
Autores como Alejandro Durán, Andrés Landero, “Pacho” Rada, y Emiliano Zuleta entre otros, convivieron siempre en un hábitat rural y parroquial, alternando su oficio musical con la vaquería y la agricultura. Este entorno natural era fuente de sus inspiraciones: el cultivo, las estaciones, los animales, los amores de una serrana, el anecdotario parroquial y las picardías amorosas del autor eran los motivos que alimentaban el proceso generativo de las canciones de estos músicos tradicionales y auténticos.
Según Cataño Bracho, en su articulo “Factores que falsean nuestra identidad musical” (p. 65), el nuevo contexto en el que se mueven los autores modernos hace cambiar sus intereses y sus productos “No tiene la misma fuente de inspiración el campesino parrandero de amansaloco, abaharca, rula y saco, que se transporta banquetiao en un burro, tipo “Chente” Munive, que el estudiante que en la gran urbe anhela volver a su tierra a bordo de un automóvil” (P. 66).
Los hijos de estos juglares, campesinos y músicos disfrutaron del privilegio de la ciudad, su ambiente citadino y cosmopolita; la discoteca y el cine, el estadio y el teléfono. Elementos que le ofrecen otras posibilidades imaginativas en la creación artística. Ejemplo de lo anterior, en lo que es clara la influencia de los contextos citadinos en la canción, son las producciones de Roberto Calderón, Iván Ovalle, Juan Carlos Lora y Rafael Manjarrés, todos ellos originarios de hábitat rurales pero que estudiaron en Barranquilla. Para mayor ejemplo presentemos fragmentos de la letra de la canción “La mujer conforme” del compositor Máximo Movil en contraste contextual con la de Rafael Manjarrés titulada “Un presagio”
LA MUJER CONFORME
Vengo de la montaña
de allá de la cordillera
allá dejé mi compañera
junto con mis dos hijitos
yo me traje bien cargado mi burrito
vendo mi carga y me alisto
porque mi mujer me espera
tengo pensado regresarme muy temprano
porque ella me está esperando
con algunos alimentos
mi pobre compañera
que con tantos sufrimientos
me acompaña en esta tierra
UN PRESAGIO
Te vas y vas a quedar sin mí
vacaciones tristes quedarán
con quien al estadio voy a ir
no habrá día del amor y amistad
todo será mortificación
tus fotos, tus cartas, la ciudad
cuando mire a tu hermana menor
cuando vaya a la universidad.
§ Lirismo
Como producto del paso de un contexto existencial parroquial a lo urbano, en parte, y por otra parte las exigencias de escolaridad que desestimularon el analfabetismo, se promulgan entonces, procesos académicos que generaron unos niveles mayores de uso de la lengua y competencias fortalecidas que tradujeron el argot popular y las variantes dialectales de los pueblos vallenatos a un lenguaje poco natural, artificioso y a veces amanerado con tendencias a lo culto . Según María Eugenia Londoño los primeros cultores de nuestra música vernácula componían “sin ninguna ambición poética, sin cuidarse de la malicia de los receptores, porque ignoraban que sus cantos trascenderían su entorno, se dedicaron ingenua o inocentemente a hacer sus cantos de trabajo, cantos de vaquería o de zafra”.
Los compositores posteriores prefiguran una intención comunicativa según su receptor y exhiben un lenguaje cargado de florituras, metáforas, imágenes y alardes líricos que tratan de emparentar la canción popular vallenata con la poesía culta. Tal intención resalta a plenitud en composiciones de Tomás Darío Gutiérrez, Iván Ovalle, José Alfonso Maestre, Roberto Calderón, Efrén Calderón y muchos más.
Ciro Quiróz se refiere al mencionado intelectualismo en el que incurren los compositores contemporáneos, cuando hace alusión al uso reiterativo del término “poema” y “poesía” (muy común en autores como Hernán Urbina Joiro) para designar a la canción vallenata, así también aparecen vocablos de notable incidencia lírica culta como "quimera", "cuita", "de hinojos", lo que evidencia en estos autores la intención de presumir como poetas. Al decir de Quiróz “mis consideraciones buscan plantear la necesidad de aumentar la formación intelectual de nuestros músicos, la exigencia en sus composiciones que trabajen con elementos de la música moderna pero con la idiosincrasia popular del folclor nato” (1989 p. 63).
La cursilería y poco naturalidad en la expresión que relegó el carácter narrativo clásico, lejos de embellecer algunas canciones con elementos de poesía culta, le restan el carácter espontaneo y directo del habla popular y pueblerina que el folclor vallenato dio a conocer, como uno de los elementos culturales que identifican la cultura vallenata.
§ Primacía de lo visual frente a lo meramente musical.
El surgimiento de figuras de la frivolidad colombiana como Carlos Vives, Tulio Zuluaga y Moisés Angulo, reconocidos galanes de la televisión en el país, modificó los criterios de valoración de la calidad de los músicos vallenatos; concediendo mayor importancia a la esencia de publicidad actual: la imagen. El éxito discográfico inicial de estos artistas obedece más a los atributos físicos que desencadenan afectos en la joven fanaticada que a sus condiciones para el canto vallenato.
En cualquier barrio de Villanueva, San Juan, Patillal o Valledupar se consiguen mejores cantantes de vallenato que Carlos Vives, lo que privilegia su fama es la llamada “presencia escénica” que cautiva admiradores por el carisma del interprete y no por sus virtudes cantoriles: “La música entra por los ojos y no por los oídos” es el nuevo principio que rige la selección de artistas a promocionar en las casas discográficas.
Tal fenómeno, que no es exclusivo de la música vallenata pues en la salsa y el merengue es práctica común, nos hace pensar que en el futuro quien quiera alcanzar el éxito como cantante o acordeonero vallenato requeriría una condición adicional: presencia física notable, cualidad que predomina frente a la calidad interpretativa y de producción musical.
La cultura de la imagen también se convierte en criterio de valoración de la producción vallenata en cuanto hoy en día se condiciona el éxito comercial de una canción en la medida en que se promocione con un vídeo creativo y costoso. Muchos temas vallenatos (como el “Santo Cachón”) deben su popularidad al éxito que tuvo su vídeo en los medios de comunicación televisivos del país. Los bellos paisajes, modelos de sex appeal desbordante, el colorido, los efectos visuales pueden garantizar el éxito de una canción aunque ésta sea de escasa calidad musical.
A tal punto emerge la cultura de la imagen en el vallenato moderno que músicos de gran aceptación actual han tenido en cuenta los criterios de “presencia escénica” para elegir a los acompañantes (cantante o acordeonero) para la conformación de una fórmula musical: es el caso de Diomedes Díaz al elegir a Iván Zuleta, Israel Romero a Jean Carlos Centeno, Jorge Oñate a Gonzalo “El cocha” Molina, Iván Villazón a Saúl Lallemand, Iván Ovalle a Eduardo Lora.
§ Subvaloración de la figura del acordeonero:
Como efecto ligado al fenómeno del tecnovallenato promulgado por Carlos Vives, y muy de la mano con la promoción de la figura que “arrastra” publico femenino, se ha dimensionado al cantante como solista, como la estrella capaz de aglutinar el favoritismo de las masas. Si bien Carlos Vives debe parte de su éxito a Egidio Cuadrado, rey vallenato natural de Villanueva (Guajira), el acordeonero poco descolla pues se considera un elemento más del conjunto y no la figura que representa en la tradición vallenata como músico líder de la ejecución musical.
La historia vallenata presenta páginas gloriosas protagonizadas por juglares que con acordeón al pecho cantaron el universo vallenato con impulso vital y genio creativo. En honor a ellos se crearon los festivales y el publico ha rendido culto a los reyes vallenatos de Valledupar, Villanueva, Fonseca y muchos otros juglares. El acordeonero siempre fue la figura más importante del conjunto vallenato. La aparición de figuras como Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Iván Villazón y “Poncho Zuleta” les robó escenario y figuración al acordeonero, pero su éxito siempre estuvo condicionado por las calidades musicales de su compañero de fórmula. Ahora en el tecnovallenato, los videos ni las luces del concierto resaltan al acordeonero, y en conjuntos como los de Tulio Zuluaga y Moisés Angulo ni siquiera se conoce quienes ejecutan el acordeón.
§ El fenómeno de las “producciones”:
El público que realmente valora y comparte como suyo el folclor tradicional vallenato siempre ha sido exigente con sus exponentes. Por eso asiste a los festivales y casetas para dimensionar la real capacidad del músico, es decir, desconfían de los milagros de la tecnología discográfica que muchas veces hace aparecer a un mal
acordeonero como notable. Quienes confían en las virtudes que escuchan en las grabaciones, que son la mayoría, son presa fácil del engaño que ya se hace frecuente en los estudios de grabación.
A partir de la última década del siglo XX se ha hecho muy común encargar el manejo de un trabajo discográfico a un “productor”, un músico de notoria experiencia en sonido, arreglos, selección de canciones y montaje de las mismas, selección y dirección del conjunto durante la grabación. Omar Geles, “El diablito” es quizás el más reconocido productor del vallenato. Lo cierto es que el trabajo de los productores va mucho más allá y se editan producciones en las que figura un acordeonero pero el que en realidad grabó fue otro (el productor), pueden aparecer unos músicos en los créditos pero otros fueron los que estuvieron en el estudio. Tal es el caso de conjuntos como las Diosas del Vallenato y Adriana Lucia.
Es bien conocido por el publico vallenato que en los trabajos discográficos de Jorge Oñate con Alvaro López y Gonzalo Molina algunas canciones no son interpretados por los acordeoneros titulares sino por “colaboradores” como Franco Argüelles, Jhony Gámez, Víctor “Rey” Reyes o Emerson Plata que cobran por montar y ejecutar una canción para la cual el titular no muestra condiciones.
Con el tiempo los melómanos vallenatos no sabrán si la voz que escuchan es realmente la de la persona que aparece en carátula ( como el sonado caso de la agrupación Milli Vanilli) y cuando presencian presentaciones en vivo sufren desilusiones pues quienes consideran grandes músicos acusan limitaciones colosales.
§ El Hit Parade: Termómetro mentiroso.
Se ha perdido la práctica de escuchar folclorólogos de ampulosa densidad conceptual sobre el vallenato en las emisoras que difunden este tipo de música. En estos programas hoy se comenta y critica poco, se aprende mucho menos de la fenomenología de este folclor.
Hoy quienes presentan los programas son “disc jockeys” que desconocen la tradición vallenata y su esencia como dinámica cultural. Se ufanan de ser la “Biblia” del vallenato por conocer con qué acordeonero grabará Jorge Oñate el próximo larga duración. En realidad son comentaristas de farándula y no estudiosos del folclor.
Lo cierto es que para muchos músicos son indispensables para el éxito de sus producciones discográficas. A tal punto que si un conjunto no disfruta de su amistad, o lo incentiva económicamente o a través de “un saludo” a él o a sus hijos en las canciones, tiene escasas posibilidades de figurar en el “Hit Parade”, amo y señor de la valoración artística y factor determinante del volumen de ventas y aceptación de un artista.
El éxito de un larga duración está condicionado por la promoción que se adelante con los responsables de los programas y programaciones radiales de las grandes cadenas musicales del país: Olímpica, Rumba, Radio Uno etc. Ellos pueden convertir cualquier canción, por mala que sea, en un éxito nacional en pocas semanas. Los criterios de selección, en la mayoría de los casos, no es la calidad artística de la creación y mucho menos su carácter auténticamente vallenato, les interesa más la fusión, lo novedoso y comercial, y en gran parte las relaciones con el músico interprete. Imposible pensar que Alí Guerrero (famoso locutor de Barranquilla) deje de promocionar las canciones de sus “Compadres” Iván Villazón, Jorge Oñate o Diomedes Díaz.
Tales programadores se han hecho famosos pues son nombrados en cada trabajo discográfico de los conjuntos de moda, y algunos hacen famosos a sus hijos como retribución por catalogar en el hit parade temas de un larga duración. Quién no ha escuchado en las canciones nombres como: Alí Guerrero o su hijo, “El caballo” Castillo, Javier Fernández, “Lucho” Alandete, Ley Martín, César Araujo, Julio De la Rosa, Alfonso Quintero, Julio César Galvis, Jaime Pérez Parodi entre otros.
Al referirnos a este tema surge una palabra de moda : payola. Un controversial término que en el primer semestre del año 2001 generó una polémica de alcance nacional la cual contagió a diversos medios de comunicación. La palabra payola se acuñó para designar el soborno o pago ”bajo cuerda”a gerentes de emisoras, programadores o disc jockeys para garantizar la promoción de una canción o un trabajo discográfico. Es decir, para “imponer” el tema en el gusto popular a fuerza de escucharlo a cada momento y figurar en el hit parade como “lo más escuchado en el país”.
El debate publicitado por medios como “El tiempo”, “Gaceta” y la revista “Rumbera” movió a las autoridades al punto que se iniciaron investigaciones por enriquecimiento ilícito a varios programadores de prestigiosas cadenas radiales de la costa. La payola comenzaba a ser censurada públicamente y sus practicantes, para bien del vallenato, puestos en el cadalso del vituperio.
Este fenómeno de vieja data se ha convertido en el venal motor que mueve el mentiroso termómetro con el que se mide el folclor: el hit parade. Dádivas, estimulantes obsequios, presentaciones gratuitas, parrandas no remuneradas, empleos como animador o representante hacen parte de la lista de privilegios que terminan impulsando una canción a la cima de los top ten.
El término payola nació en los Estados Unidos y se deriva de pay off law ( voz inglesa que traduce pago extra legal) . Se comenzó a usar desde 1950 cuando un famoso disc jockey, Alan Freed, fue investigado penalmente por recibir dos mil quinientos dólares a cambio de la promoción de una canción.
§ Sujetos comunicantes y referentes anónimos
El vallenato en sus orígenes tuvo como marco de ejecución la parranda. Este contexto crea unas condiciones pragmáticas específicas en la canción como acto comunicativo. Como bien lo describe Rito Llerena Villalobos (P.22) “ el origen de estos textos en la oralidad hace que los emisores (compositores y ejecutantes) los estructuren de acuerdo al ideal del destinatario por cuanto inconscientemente se piensa que éste debe entender todo lo que se le comunica”.El antiguo juglar componía para un número limitado de receptores: sus amigos, sus enamoradas , familiares y allegados .Por eso algunas circunstancias aparecen implícitas pues hacen parte de referentes que median entre el cantor y sus inmediatos receptores. Por ejemplo Efraín Barliza (QEPD) expresa en canción“El hombre de mama”
No puedo matar al hombre
Porque cometo un delito
No puedo matar al hombre
Porque me dio un hermanito (Bis)
no lo conozco(Bis)
calzoncillos largos, pantalones cortos
no lo conozco, no lo conozco
Sólo sus allegados y quienes conocen el hecho anecdótico que origina la canción pueden precisar que el hombre aludido al ser sorprendido en su intimidad con “mama” se vistió primero los pantalones y encima de estos los calzoncillos.
La constante referencia a amigos en las canciones también circunscriben a los receptores en estos cantos de los compositores de las primeras generaciones:
Pobrecito Avendaño, pobrecito Avendaño
Pobrecito Avendaño, lo mismo Zabaleta
Quedaron llorando, quedaron llorando
Quedaron se acabó la fiesta
(Alejo Durán- Los Altos del Rosario)
¡Ay¡ tengo pena con compadre Chemo
tengo pena porque yo no fui
a la fiesta de ese dos de Enero
y con tanto que le prometí
( Julio Erazo – Compae Chemo)
Por otra parte, la mujer que suscitaba el sentimiento inspirador, generalmente tenía nombre propio. El compositor declaraba públicamente a quién iba dirigido su canto sin esconder en el anonimato y la vaguedad los motivos que lo animaban a componer. Los más fieles ejemplos de esta práctica son Calixto Ochoa quien en su producción compendia todo un inventario de nombres que le inspiraron a cantar: “Norma”, “Marta”, “Marily” ,”Myriam”,”Irene”, “Diana”, “Norfidia”,”Crucita” . El otro es Alejo Duran con canciones como: “Fidelina” , “Cata”, “Sielva Maria”, “Carmen Antonia”, “Nilde” entre otras. : En lo que se respecta al emisor, era recurrente la autorreferencia en los cantos clásicos. El autor marcaba claramente que el mensaje aludía a una épica personal y a un protagonista concreto. Los ejemplos sobran:
Oigan lo que dice Alejo
con su nota apesarada
y es como el guacharaquero
con su cachucha bacana
( Alejo Durán – La Cachucha Bacana)
Hombe , no se si me cogieron rabia
Oigan lo que Landero refiere
Pero como quiere que me vaya
Hombe si es que mi negra no quiere
( Andrés Landero – Flamenco)
Vengo a cantar este merengue
por eso se alegra el alma mía
morenita soy Leandro Díaz
el que adora a las mujeres
( 12 de Marzo)
El nuevo vallenato, en cambio, nos plantea unos sujetos comunicantes abstractos, perdidos en la vaguedad de la homogeneización que la cultura planetaria del mercado exige. El receptor es cualquier consumidor del país u otras naciones. Por ello el autor tiene que hablar un lenguaje explícito, la historia que genera la canción debe ser copiosa en detalles, sin implícitos ni sesgos locales, inteligible para todo tipo de público y no referente para una parroquia limitada. Las historias son repetidas, los motivos estandarizados, son las nuevas constantes universales de la ola generacional de compositores. De esta manera, los referentes dejan de ser específicos, son hechos que le pasan a cualquiera, en cualquier lugar, preferiblemente citadino. La mujer a la que se le canta no tiene nombre, esto hace que se sientan representadas todas las mujeres y no “Norma”, para citar un ejemplo.
El emisor también se torna abstracto y anónimo, los intereses melómanos son indiferentes al protagonista de la historia, no importa si es Wilmar Bolaños, Alberto Mercado, Carlos Brito Medina, Wilfrand Castillo o Jean Carlos Centeno. Por lo tanto se debe evitar la autorreferencia para no restringir el mensaje a un sujeto; el emisor puede ser cualquiera que esté en la misma situación emocional: enamorado, ansioso, frustrado, esperanzado, engañado, celoso.
El carácter anónimo de los sujetos involucrados y los referentes son otra prueba de la estandarización que ha sufrido el vallenato, otro factor que le ha restado significación pragmática dentro del contexto regional en el que se produce esta música.
§ Abandono de lo vivencial como fuente inspiradora
El vallenato clásico y costumbrista privilegia los sucesos realmente acaecidos como la fuente inspiradora en el acto generativo de la composición musical. Las canciones reproducen así, las vivencias de un cantor que encuentra en la música el mejor instrumento de expresión de su historia personal.
Al respecto de esto, el lingüista Julio Escamilla Morales, en su ensayo “Realidad y ficción en las canciones vallenatas” (1998, P.4) se opone a las tesis de estudiosos como Rito Llerena, Ciro Quiróz y Consuelo Araújo (QEPD) quienes defienden la absoluta condición vivencial para que la canción sea auténtica y folclórica. Al margen de los supuestos semiológicos de Charadeau desde los cuales opina, interesan más los ejemplos de canciones que por su pertinencia, revalidan la tesis de Escamilla. Es cierto que algunas canciones, si bien narran situaciones ficticias , hacen parte del más auténtico vallenato. Es el caso de “Encuentro con el diablo” de Camilo Namen Rapalino:
Y san Pedro conmigo fue indiferente
Y llegando a la puerta me rechazó
Me dijo parece usted mala gente
Déjeme consultar esto con Dios
En estas muestras se aprecian hechos inverosímiles que pueden entenderse como ficción, y que demuestran que los compositores vallenatos también recrean imaginativamente los sucesos vivenciales de los cuales parten para componer sus canciones. Esto infiere, que si bien prevalece lo vivencial también lo inverosímil hace parte de los recursos usados por el cantor popular dentro de lo que se puede llamar su proyecto discursivo.
Independientemente a estos casos en los que se recrea lo real con matices inverosímiles surgen las nuevas circunstancias en las que se mueven los compositores de esta época; quienes muchas veces componen por encargo o a petición del interprete, viéndose forzado a crear canciones artificiosas, partiendo no de vivencias sino de hechos totalmente imaginarios: la historia de un amor inexistente, unos hechos que nunca ocurrieron entre una pareja fantasiosa. La intención aquí es diferente, no se recrea lo vivencial ni se parodia la realidad sino que el oficio de componer obedece a la combinación de ingredientes que aseguren el éxito. Esto para procesar un producto (la canción) al gusto de un cliente inmediato (el interprete) y posteriormente a un público consumidor.
El compositor Romualdo Brito una vez confesaba que la canción “El santo cachón” la compuso por encargo de Los Embajadores Vallenatos quienes pidieron una canción pegajosa, bailable, de despecho y caricaturizando a un cornudo. Canciones que han sido producidas bajo estas circunstancias ficticias sobran entre los autores de la nueva generación, también se impuso en los noventa con el llamado Vallenato Internacional que se promovía en Venezuela; una producción constante de canciones prefabricadas, con letra repetitiva y arreglos específicos al gusto melódico del vecino país.
Si bien la imaginación y lo inverosímil no atentan contra lo auténticamente folclórico, lo ficticio y artificioso de los compositores que responden a las exigencias del mercado le restan el ingrediente vivencial, tan significativo en el valor cultural de una canción, así convierten la misma en un producto comercial sin legitimidad folclórica.
§ -La baladización
En los primeros años de la década de los noventa, los folcloristas y puristas ponían el grito en el cielo por la “ rancherización” del vallenato en autores como Hernando Marín . Lo que no imaginaban tales defensores del vallenato auténtico y costumbrista es que con el tiempo se superaría este fenómeno para dar paso a otro, quizás más alienante y menos folclórico : la baladización , entendida como la asimilación de la composición a la estructura formal de contenido y de intención así como a la sensiblería propia de la balada romántica.
Como consecuencia de esta influencia la canción vallenata cada vez se hace más lenta, estilizada, los motivos se estandarizan: la relación amorosa y las intimidades de alcoba. Las canciones se ajustan a las características de la balada de tal manera que permita conquistar también al público, mayoritariamente joven y citadino, amante del género que ha hecho famoso a los baladistas.
En los aspectos formales, la instrumentación cada vez se asimila más a los usados en la balada romántica típica: guitarra clásica, sintetizador, batería eléctrica, saxofón. Si escuchamos el preludio con el que inician la mayoría de temas románticos no encontramos diferencias con la instrumentación propia de la balada. Los ejemplos son más notorios en canciones de grupos como Los Diablitos, Los Inquietos, Los Gigantes, El Binomio Oro.
Por otra parte, algunos compositores confiesan que se inspiran en baladas para componer sus canciones. Unaldo Efrén Calderón confiesa que sus primeros temas fueron baladas y luego asimiló el vallenato a este género. Parecido es el caso de Wilmar Bolaños que “extrae” fragmentos musicales de varias baladas y luego arma una composición de retazos, le añade letra que bien puede grabar un intérprete de vallenatos o de baladas . Esta práctica poco original es llamada en otros países “ saqueofonía”.
Tan contagiante y, hasta descarada, fiebre de baladización se insinúa amenazante sobre el vallenato que ya las canciones se trasladan de un género a otro sin grandes esfuerzos de adaptación. En el segundo semestre del año 2000 se impuso en todo el país el tema “Como agua caliente” de la brasilera Martinha, interpretado por Fabián Corrales y Juan Carlos Granados; algunos recuerdan que en los años dorados Fausto interpretó esta balada. Rara vez los músicos vallenatos habían osado traspasar las fronteras del folclor para buscar material en otros géneros, siempre fue a la inversa ¿ es que los compositores nuestros no producen lo suficiente? . Parece ser, que en la balada encontrarán un nuevo filón que garantizará el éxito.
Por su parte Adriana Lucía, aparece en el primer semestre del 2001 con una canción postulada al éxito,”Bendita luna” compuesta por Alberto Mercado Suárez interpretada tanto en versión vallenata como en balada. Esta es otra prueba que nos advierte que los compositores actuales están creando baladas que se pueden grabar como vallenatos. El futuro nos deparará otros ejemplos que confirman esta nueva tendencia.
Como producto de este fenómeno han surgido una variedad de cantantes de éxito fulgurante por sus condiciones vocales( voces andróginas los llama Alberto Salcedo Ramos) para cantar música romántica y que bien pueden figurar en ése género. Tal es el caso de Nelson Velásquez, Luis Mateus, Jean Carlos Centeno, Amín Martínez, José Luis Carrascal, Adriana Lucía entre otros.
La baladización ( ¿de baladí?) marca hoy la pauta en las recurrentes tendencias por “encuadrar” el vallenato a la estructura de otras expresiones musicales que gocen del aprecio momentáneo del mercado discográfico. El tiempo, absoluto regidor, demostrará que el éxito del vallenato va mucho más jalonado por su carácter folclórico, tradicional y costumbrista ( su autenticidad) que por las influencias impuestas por quienes industrializan la música.
§ La fusionmanía
Otra de las fiebres causadas por la permanente búsqueda de renovación en los músicos, es ésta, caracterizada por la creación de propuestas en las que se diseña un injerto musical para experimentar el gusto melómano nacional e internacional. Los antecedentes de esta práctica no son recientes. Ya se mencionó como en los 60´s Los Corraleros de Majagual ofrecían una fresca y agradable fusión de vallenato con aires costeños como el fandango, el porro, chandé, cumbia y otros. Posteriormente en los 70´s Alfredo Gutiérrez Vital, Aníbal Velásquez y Calixto Ochoa Campos pregonaban la “nueva ola” , una combinación de vallenato con guarachas, charanga y pasebol. La década siguiente registra un intento de Andrés “El turco “ Gil por incluir al vallenato elementos de varios géneros musicales que denominó “Paturqui”, de poco éxito y trascendencia al final.
Los noventa representan la eclosión de la fusionmanía tanto en el vallenato como en la mayoría de ritmos populares bailables. El Binomio de ORO , una de las agrupaciones que siempre lleva un paso adelante en innovaciones, impuso en Venezuela el ritmo Chacunchá, una mezcla de vallenato , tecnocumbia y otras expresiones caribeñas. La propuesta tuvo un efímero éxito y fue imitado por agrupaciones como Los Diablitos, Miguel Morales, Los Betos. El mismo Binomio ensayaría años después propuestas como la fusión de vallenato y música flamenca con temas como “Baila feliz” .
También apareció el inmortal “Juancho” Rois con una fusión entre el vallenato y el merengue dominicano , que ya había ensayado el Binomio de ORO con Wilfrido Vargas. El nuevo ritmo se llamó Vallerengue, y al igual que los anteriores, fue una fiebre de efímera trascendencia.
La fusiomanía llega a u esplendor con la aparición de Carlos Vives y su accidental incursión en el vallenato, originada por su protagonismo en el seriado “Escalona”. Vives al lado del rey vallenato Egidio Cuadrado popularizaron, primero a nivel nacional y luego mundialmente, el Tecnovallenato o vallenato pop, injerto que complementó el componente organológico tradicional con gaitas, guitarras metálicas, batería eléctrica y otros aportes del pop moderno.
Esta propuesta recibió tanto apoyo del público, que antes de dos años, Carlos Vives era reconocido en el mundo del jet set y la farándula internacional, mientras que en Colombia , toda una constelación de actores y actrices, músicos vallenatos o de otros géneros comenzaron a combinar los ingredientes que catapultaron al rockero samario, la pócima no tan secreta de la fusión: Tulio Zuluaga, Carolina Sabino, Amparo Sandino, Los Pelaos, Los Muchachos, Código 3.
Esta fusión aún garantiza éxito internacional a Carlos Vives, pero lo cierto es que en el público consumidor de vallenato, su popularidad está en franca decadencia y se vislumbra ,en este género, poca sostenibilidad al punto que la mayoría de músicos representativos de esta tendencia, o se inclinaron hacia otras innovaciones o bien poco figuran en las listas de éxito.
También en los noventa desde la salsa se insinuó un coqueteo de matrimonio entre éste género y el vallenato. Los grupos Niche y Guayacán de Cali, líderes de un movimiento nacional de salsa criolla comenzaron a impulsar la llamada “salsa folclórica” con temas como “Mi pueblo natal ”, en los que incluían elementos organológicos y expresivos propios del vallenato, con participación, incluso de músicos como Israel Romero (Niche) y “Juancho Rois” (Guayacán).
Enseguida la propuesta fue respondida con una ruta inversa: del vallenato a la salsa . Agrupaciones como Los Diablitos, Jesús Manuel y Víctor Reyes, e incluso, Iván Villazón ( en el tema de Antonio Meriño “Que te perdone mi Dios”) introducen arreglos con claras tendencias hacia la salsa en la percusión y los teclados.
La actualidad insinúa otros febriles intentos de fusión: el vallenato de despecho impulsado por Luis Miguel Fuentes y otros . Los Embajadores y Mabel impulsan también el llamado “Ranchenato” que trata de revalidar la conciliación entre ranchera y vallenato. El folclor de Francisco “El hombre” seguirá experimentando la fusionmanía porque las exigencias del mercado discográfico obligan a la renovación de sus productos “desechables”, la exploración de nuevas posibilidades rítmicas que jalonen ventas, todo esto complementado por el ánimo innovador de las recientes generaciones que buscan un protagonismo que los reconozca como iniciadores de un nuevo vallenato . Afortunadamente esta historia de cambios siempre termina en estadios de permanencia, pues una vez cede la fiebre, se impone un impulso conservador y de rescate de lo auténtico.
§ La sensiblería y el determinismo
Un impulso plañidero, que raya en la sensiblería y en la actitud derrotista del autor frente a los retos sentimentales se ha convertido en la temática recurrente de los compositores vallenatos contemporáneos. Un matiz melodramático llenó de lamentos las canciones, ralentizó su alegría festiva y desdibuja la actitud vitalista que animaba a los juglares del vallenato clásico . Alberto Salcedo Ramos (2002 ,P. 47) registra con mordacidad este tránsito lamentable del vallenato auténtico a la sensiblería “ antes de que las composiciones se volvieran una mezcla insufrible de novelita rosa y con balada - papel higiénico de empleadas domésticas desarraigadas – el vallenato era una música genuina y vigorosa. Nada de melcochas , ni de paños de lágrimas , ni de palabras escogidas de afán en los basureros del diccionario.”
El acto generativo de la canción se volvió un ejercicio de autoflagelación sentimental , elaboración de un inventario de sinsabores, de penurias de alcoba , de versos afectados , de palabras desgarradas que imploran por un perdón, por un regreso , por una migaja de amor. Se ha llevado así , la sensibilidad lírica al extremo de la ramplona cursilería , la emoción al terreno del despecho y el fatalismo sentimental hecho que es cuestionado aún por compositores románticos de generaciones anteriores como Rosendo Romero Ospino : “La tristeza vuelve al hombre débil, el compositor cumple una función social, es mensajero; pero no puede ser pájaro de mal agüero ”.
La virilidad, el orgullo y el desafío de los compositores de generaciones precedentes revalidaban en cada canción la actitud de protagonismo y autodeterminación con la que asumían los retos sentimentales , los ejemplos brotan en las canciones clásicas :
Tu retrato
¡ Ay ! te mando tu retrato
Te mando tu retrato
Que es prueba de un mal amor
Los amores injustos
Los amores ingratos
¡Ay! Olvidarlos es mejor
dicen que el recuerdo queda
de algo que haya sucedido
si la cosa es pasajera (Bis)
eso lo borra el olvido
Si algún día la vuelvo a ver(Bis)
La miro con un amigo
Porque lo que fue y no é(Bis)
Porque lo que fue y no é
Es como si no hubiera sido(Bis)
( Alejo Durán D.)
El Mejoral
En asuntos de mujeres
tengo una ley muy bien aprendida
En asuntos de mujeres
tengo una ley muy bien aprendida
Yo quiero a la que me quiere
Y olvido a la que me olvida
( Rafael Escalona )
Con la misma fuerza
Tuve un tiempo terrible
Pero siempre me conformo
Dependió del abandono
Que tuvo Carmen con Mile
Pero yo como soy libre
Igualito a Carmen Díaz
Me acuerdo todos los días
Y pienso a cada momento
Que Emiliano no ha muerto
Ni se muere todavía
(Emiliano Zuleta B )
Olvídame
El amor entra de pronto
Pero para salir demora
El hombre que sufre es tonto
Si por un cariño llora
(Leandro Díaz )
Esta actitud desdeñosa ante los desengaños y la indiferencia de un amor contrasta sustancialmente con el determinismo que hoy pregonan los autores de la generación lastimera . El compositor lamenta su impotencia , la canción es un mensaje imploratorio por un reconcilio , por la aceptación , por un perdón . El hombre se vuelve presa de un destino inexorable que condiciona su felicidad , su capacidad para enfrentar las emociones se minimiza, es presa de la incertidumbre y muñeco al desgaire de los caprichos de una mujer o de las fuerzas insondables del destino. Para algunos autores como Unaldo Efrén Calderón , incluso, este determinismo se acompaña de cierto misticismo en el cual la divinidad se vuelve intermediaria y redentora de la relación amorosa como se evidencia en varias de sus canciones :
Mira mi Dios
Mira mi Dios
Sabes que me siento herido
Porque el amor no ha venido
Porque nunca volvió
Mira mi Dios
Yo no se como pedirte
Que me ayudes a olvidar
A la que un día me mató (Bis)
Dios dónde estás
Dios dónde estás, Dios dónde estás
Tanto pedirte y no escuchas mi voz
Dios dónde estás, Dios dónde estás
Tanto quererla y siempre se marchó
El día que vuelva qué me dirá
Espero que guarde de su dolor
Era como yo
Bendito señor
Ahora tengo que adorarla
Y llevarla conmigo
Si vieras cómo estoy
Otra pena estrena mi alma
Otra vez dolido
Ya se le olvidó
Lo que prometió
Pero yo no olvido
Dime qué pasará
Dime , mi Dios querido
Porqué a mi sólo me toca sufrir
Ay ,dime, mi Dios Divino
Porqué de olvido tengo que vivir
Se, que estoy llorando por ti
Si, mi reina linda lo se (Bis)
Sabes que me has atado
Que me has vendado
Y que no puedo andar
Ay, suelta siquiera mis manos
A ver si gano mi libertad
Esta tendencia sensiblera se manifiesta de manera evidente en la mayoría de los títulos de canciones que , sobre todo, en las últimas dos décadas se impone como recurso estilístico en la producción discográfica monotemática y monorrítmica de los autores contemporáneos . Una lista de cincuenta canciones grabadas desde los años noventas confirma la actitud arrodillada, determinista y fatalista que invade el sentir de nuestros compositores, sus títulos manifiestan lo imprecativo como intención comunicativa, es una letanía de súplicas , es el ruego vuelto canción :
v No me lastimes – Marcos Díaz Alarza
v Cómo me tienes
v Esperando tu amor
v Tu no tienes alma – Omar Geles
v Te esperaré
v Vuelve a mi
v No te olvides de mi
v Sin ti no hay cielo
v Me pides tanto – Efrén Calderón
v Es por ti
v Perdóname – Alberto Mercado
v Que hago sin tu amor
v No te detengas
v Si estuvieras
v No me pidas que te olvide – Wilfran Castillo
v Llévame contigo
v No tardes tanto
v Entrégame tu amor
v Te pierdo y te pienso
v Piensa en mi – Iván Calderón
v Te daré lo que soy
v Ya te vas amor
v Te llevas todo
v Ven conmigo – Luis Egurrola
v Cómo te olvido
v No se qué me hiciste- Jorge Valbuena
v No me quieres
v Necesito tu amor
v Me vas a matar – Roberto Calderón C.
v Sentí tu partir – Amilkar Calderón
v Dime cómo te olvido – Jean Carlos Centeno
v No te olvides de mi – José Alfonso Maestre
v Duerme conmigo esta noche
v Qué hago si te pierdo – William Campuzano
v Regresa pronto – Walbert Orozco
v Decídete
v Acuérdate de mi – Fabián Corrales
v No me niegues tu amor
v Porqué te quiero – Emerson Rodríguez Plata
v Te daré mi vida – Jesús Villero
v Regálame una noche – Nirlon Sánchez
v Dame otra oportunidad – Luis Carlos Valencia
v Llévame en tus sueños – Felipe Peláez
v Si tu no vuelves – Edward Morelos
v Me puedes perdonar – Miguel Morales
v Devuélveme el alma- Leo Correa
v Te llevas todo de mi – Hernán Urbina J.
v No me quites esta vida – Jesús Manuel Pérez
v Solo y sin ti – Carlos Reales
LAS MANIFESTACIONES MÁGICO –RELIGIOSAS EN EL VALLENATO
Por Abel Medina S.
La música no solo es arte , lejos de entenderla como forma pura y abstracta y de valorarla de manera descontextualizada de sus manifestaciones concretas conviene considerar que en ella intervienen factores tanto objetivos como subjetivos. No se puede apartar la música de la realidad humana en la que tiene sentido, “No hay música sin humanidad ” nos enseñó el etnomusicólogo cubano Fernando Ortiz, para darnos a entender que en la música , y mucho más en la folclórica , existe un determinismo geográfico, histórico y social . Estos asertos nos alientan a plantear la manera como la música , en nuestro caso , vallenata , es un escenario en el cual ,más que representarse, se encarnan y vivifican las expresiones trascendentes , específicamente las manifestaciones mágico- religiosas del ámbito original de este género vernacular .
Las canciones folclóricas vallenatas sirven para construir el sentido de identidad, son escenarios donde el “nosotros” cobra su valor particular en cuanto nos permite autodefinirnos como colectividad . En este proceso identitario , las canciones vallenatas , como producción cultural, denotan y connotan las actitudes hacia lo trascendente y el sistema de creencias y prácticas mágico –religiosas sentidos y compartidos por los miembros de la región en la que nacieron y se asumieron como propios estos cantos tradicionales.
Simon Frith (citado por VILLA, 2002, P. 29) expresa que “La música no es una manera de expresar ideas , es una manera de vivirlas”, así una experiencia estética se convierte en ética , en la música nos descubrimos y construimos las relaciones con el otro , así sea una realidad metafísica.
Por otra parte, el mismo Ortiz, cuyos postulados sustentan este escrito, sostiene que “todo arte nace en la religión , pues ésta en las sociedades primitivas envuelve las manifestaciones trascendentes del individuo”. La música aparece así, unida a la acción sacromágica y a lo ritual , sin dejar de considerarse como manifestación artística también. Por su parte , James George Frazer ( 1992 :P.389) expresa que la música ha hecho mucho “para expresar las emociones religiosas, modificando más o menos profundamente el edificio de las creencias , de las que a simple vista, parece una simple servidora. El músico ha tenido su parte, tanto como el profeta y el pensador , en la formación religiosa. Toda fe tiene su respectiva música y la diferencia entre los credos puede casi expresarse en notas musicales”
Desde la concepción sicoanalista , la música en su origen se vincula a lo ritual al expresar que el canto surge espontáneamente del estado de ebriedad fisiológica que se produce cuando en la muerte ceremonial del tótem , se suspenden las inhibiciones sancionatorias impuestas por la superestructura moral y religiosa de la sociedad, según esto , los instintos desbordados por la licencia temporal hacen brotar el canto.
El origen de la música ,en general, se explica desde las perspectivas sacras hasta las profanas. La mitología hebrea nos dice que fue Eva que inventó la música para arrullar a Adán .Otros dicen que el rey David, que deleitaba a Saúl con su lira , fundó este oficio . Otra versión la confiere esta invención a Tubal , hijo de Jafet, quien la descubrió en el martilleo del hierro en su yunque .Lo cierto es que la música acompañada de “toda suerte de instrumentos de haya: con arpa, salterios, panderos, flautas y címbalos ” (Biblia ,Sam.6:5) era fraterna aliada de los profetas para la comunión espiritual con la divinidad en Jerusalén . Por su parte , los musulmanes como Abd El Kadir (Cfr. ORTIZ: 1993) sostienen que Alá (Dios) al darle el alma al hombre , también le dio un corazón que al comenzar a latir fundaría el ritmo, principio de la musicalidad. Una versión árabe diferente nos narra que Alá creó la música para distraerse y luego se la enseñaría a los ángeles. El arcángel Harit se hizo un músico excepcional , pero el bicho de la rebeldía lo condujo al exilio del paraíso , llegó al infierno con su cargamento de alegría musical cuyo don Dios había olvidado quitarle . Harit cambiaría su nombre en el infierno por el de Iblis (El Diablo, nada menos ). Entonces Dios comprendió el gran poder que había dejado en manos del ángel rebelde y le quitó la memoria musical , solo le quedó la habilidad para tocar y cantar . Por eso los humanos se quedaron con la música del averno, la que el Diablo les enseñó. Se sugiere así una insoslayable discusión sobre el carácter sagrado o profano de la música que pone en evidencia , de salida, la estrecha ligazón entre el canto y el universo mágico religioso de cualquier cultura .
Para el caso del vallenato , su origen no se sustenta en la intervención de una entidad sobrenatural sino en las circunstancias históricas , sociales y culturales que nacen del proceso de colonización y mestizaje triétnico que consolidó en la región del antiguo Magdalena Grande , una nueva contextura social y folclórica en la que el vallenato tuvo su surgimiento. Sin embargo, en los inicios de esta expresión musical surge la trascendencia mítica de Francisco Moscote Guerra , o Francisco “El hombre” como el personaje dotado de condiciones sobrehumanas que consolida la vitalidad de esta música .
A pesar que el Festival Vallenato que se institucionalizó en Valledupar desde 1968 conmemora la Leyenda Vallenata de la virgen del Rosario, es la leyenda de Francisco “El hombre” la que identifica y prefigura de tradición esta expresión folclórica . La leyenda vallenata refiere que la virgen del Rosario resucitó las huestes españolas que habían caído envenenados por el barbasco que habían vertido los indígenas tupes en las aguas de una laguna donde estos saciaron su sed . Como se puede apreciar esta leyenda originada en hechos históricos acaecidos en el siglo XVI, está totalmente al margen de la tradición musical regional , en cambio, la de Francisco “El hombre” funda la naturaleza juglaresca del acordeonero vallenato, confiere dimensión legendaria y mítica a esta expresión musical lo que a su vez legitima el carácter folclórico de la misma. Ya Bronislaw Malinowski (1974 ,P.188) nos confirma la fuerza cultural del mito en la medida en que “tiene los gérmenes de lo que será la épica futura ... fortalece la tradición al dotarla de un valor mayor, retrotrae a una realidad más elevada ,más sobrenatural que los eventos iniciales” . Francisco “El hombre” no inventó el vallenato, no es el “padre” de este folclor pero si la figura tutelar más emblemática de esta música , gracias al velo mítico y mágico que cubre su grandeza .
Francisco Moscote , un campesino natural de Galán ( municipio de Riohacha, La Guajira) , nacido el 24 de abril de 1880 ondearía la bandera de la primera gran gesta de un acordeonero cuando un día, en su camino veredal entre Riohacha y Villa Martín (Machobayo) se topó con un acordeonero cuyas cualidades interpretativas, para Francisco , distaban de las limitaciones terrenales . Un espontáneo duelo entre los dos solitarios digitadores serviría para que Francisco confirmara sus sospechas : estaba ante el mismísimo diablo. La astucia del guajiro selló con gloria esta piqueria : tocó en credo al revés , el maligno buscó excusas para rehuir la contienda para desaparecerse por siempre .
La memoria oral colectiva fue tejiendo sus adaptaciones y exageraciones en esta historia en la que la magia del acordeonero vallenato supera hasta las mismas fuerzas sobrenaturales ; de la leyenda el camino al mito se hizo corto , ningún otro acordeonero alcanza la dimensión mágica de Francisco “El hombre” aunque surjan otras versiones de encuentros con el diablo encarnadas en músicos como Francisco “Pacho” Rada (que el mismo se encarnó de desmentir ) y Pedro Nolasco Martínez. Este último acordeonero nacido en El Paso , cuenta en su canción “El maligno” sobre su encuentro con un extraño ejecutante al que venció con la misma formula de Francisco Moscote . La versión de este canto reproducida por su paisano Samuelito Martínez expresa :
Eso es cosa que sofoca
De tarde o de mañanita
Eso es sofoca
De tarde o de mañanita
Me encontré con el maligno
De El Paso pa’ La Ceibita
Me encontré con el maligno
De El Paso pa’ La Ceibita
Pero na’ me ocurrirá
Que viene el Diablo a tocá
Le rezo el creo y se va
Y un padrenuestro na’ ma’
Muchas culturas han visto evolucionar las expresiones artísticas de los rituales mágicos y religiosos. Así como el teatro griego nació de la liturgia dionisiaca , la palabra “vate” que hoy designa al poeta nombraba en los antiguos griegos a los encargados de comunicarse con los dioses a través del oráculo y descifrar los vaticinios . La música en diversas comunidades nació como acompañamiento al oficio de los chamanes y sacerdotes, como instrumento de conminación a las fuerzas telúricas o de alabanza a una deidad pero luego devino en manifestación estética, en creación artística.
En algunas culturas africanas las manifestaciones musicales sirvieron para canalizar tanto la emotividad excitada por el goce
( lo estético) , como también el dolor (lo anestésico). Evidencia de esto es el uso de cantos funerarios mbembo entre los congos, y cercanamente el alaba’o en el Chocó y el lumbalú que todavía se practica entre los palenqueros, herencia de un pasado que conjuga estribillos al estilo antifonal entonados por una ronda que , en torno al cuerpo del difunto, responde al llamado de tambores (llamador o yamaró). En nuestro continente , una vez los pueblos africanos perdieron nacionalidad en el proceso de mestizaje se perdió también la ligazón entre música y las prácticas escatológicas : “en los intersticios lontanos del tiempo, tan indiscernibles como perdidos en las memorias de la interculturalidad, el zambaje y el sincretismo triétnico , se perdió el momento en el cual lo funerario dio pie a la diversión , la danza se alejó del ataúd a las ruedas festivas , las velas dejaron los velorios y se fueron al fandango, y el tambor se hizo más amigo de la alegría que de la tristeza , y así se fraguó lo que se considera uno de los elementos matrices en el nacimiento de la mayoría de las expresiones musicales de la Costa Caribe : El baile canta’o ”(MEDINA: 2002)
La música ha sido un vehículo de comunicación con lo trascendente en muchas liturgias religiosas y en las prácticas mágicas . Es conveniente asumir la conceptualizacion sobre estos términos a fin de establecer planos de distinción y de conciliación entre los mismos. La religión implica una series de actos rituales dirigidos a obtener favores o concesiones por parte de una entidad personal capaz de conceder beneficio .Según esto la religión tiene tanto un componente teórico (la creencia en una divinidad con poderes que gobiernan el curso de la naturaleza y la vida humana) y otro práctico (los intentos por para propiciar esos poderes ) que a veces caen en el terreno de la magia .
Por su parte, la magia es la manipulación de objetos de modo impersonal, con los cuales se conminan a entidades o a las fuerzas telúricas para obtener beneficio o maleficios. Magia y religión coinciden en cuanto ambas presentan soluciones al hombre y se basan estrictamente en la tradición mitológica (MALINOWSKI , P.104). El concepto de magia implica los ritos, prácticas y concepciones que tienen por objeto actuar sobre las influencias hostiles, neutras o favorables ejercidas , ya sea por fuerzas de la naturaleza , por seres humanos o sobrenaturales. Para Frazer la magia supone, al igual que la ciencia y diferente a la religión, que los acontecimientos son regulares cuya actuación pueden ser previstos y calculados con precisión. Los magos no dudan que las mismas causas producirán siempre los mismos efectos. Los chamanes , los brujos curanderos de nuestros pueblos amerindios, los santeros cubanos ubican su rol más en el terreno de la magia que de la religión, la que si abarca la función de los sacerdotes católicos y pastores evangélicos . La magia se basa en la confianza del hombre en poder dominar la naturaleza mientras la religión es la confesión de la impotencia humana. Los sacerdotes ruegan , imploran ; los chamanes mandan , ordenan , sojuzgan mediante el uso de objetos y prácticas que nacen de sus creencias ( el uso de amuletos , fetiches , contras, brebajes, huesos , animales sacrificados entre otros ).
Para el caso de las culturas mestizas latinoamericanas , la presencia de la magia en la música ha sido más evidente y documentada a pesar del velo estigmatizador del oscurantismo . En el caso de la música de origen negroide como la antillana , de exclusiva influencia africana según Fernando Ortiz (niega los aportes indígenas) , es notable la presencia de elementos rituales asociados al origen mágico- religioso de muchos de sus cantos. Aquí aparece el sacerdote o brujo curandero como el intermediario entre el mundo natural y el sobrenatural , pero también como el suscitador de la música sacromágica . La liturgia de las diferentes etnias que llegaron a estos países se amalgamó con las influencias españolas e indígenas durante el mestizaje colonial lo que generó que sus dioses se antropomorfizaran en lo que se conoce como sincretismo religioso . Tal es el caso del dios Changó cuya imagen se asimiló a la Santa Bárbara (en las hacienda Las Cabezas donde trabajó Alejo Durán y aprendió el oficio de músico se festejaba la fiesta a esta virgen como patrona de la mulatez). Los rituales eran dirigidos por santeros , paleros, mayomberos , morúas quienes alababan a dioses como Changó, Yemayá, Babalú- aye , Oshún, Obatalá con ofrendas como sacrificios de animales y cánticos acompañados del ineluctable tambor . En Haití, se documenta el fuerte arraigo de la música rural en los rituales vudú , el canto es componente esencial del rito y las danzas de posesión . Agrupaciones actuales como Boukman Eksperyans integra elementos musicales de estos rituales con sagas rítmicas tradicionales e influencias modernas como el reggae y el rock .
Estos cantos litúrgicos que luego evolucionaron disociándose de lo sacromágico conservaron sus reiteraciones rítmicas , el estilo responsorial, el batir de palmas y el quejumbroso lamento que son aportes sustanciales del sustrato africano a la música popular americana y que también prevalecen en lo ritmos de tambora en nuestro folclor (canciones como “Mi compadre se cayó” , “La candela viva ”, “Llorá , llorá” son fieles ejemplos).
Los sacerdotes de la liturgia negroide en estos países , así como en muchas otras latitudes utilizaron la creencia animista para personalizar o animizar los objetos , en nuestro caso , los instrumentos musicales . Ortiz lo resalta al expresar : “Los africanos descomponen al dios en varios instrumentos , de sus huesos hacen pitos; de su quijada, carracas; de sus cuernos , trompa ; de sus pezuñas , cascabeles; de sus tripas , cuerdas; de su vejiga , zambomba; y de su pellejo , tambor ...” (P. 347).
Los instrumentos usados en los rituales religiosos cobraban vida y se convertían en habitáculos de entes sobrenaturales , en receptor del poder convocatorio de los dioses y los espíritus. Entre los Congos existe un tambor llamado Makuta o Catalina al que su ejecutante le habla, lo regaña , lo ofrenda fricándolo con sangre de gallo o lo castiga azotándolo con unas hojas de palma sino le concede la sonoridad que le exige. Entre los Lucumíes el sacerdote es llamado Olubatá y es el encargado de convocar el poder de la música encarnado en los tambores (batás), pero también las maracas (acheres) tienen “aña” (espíritus o seres sobrenaturales) que es necesario alimentar .
Sobre esto último , según Karsten, el uso mágico de ciertos instrumentos musicales está inspirado en el propósito de invocar a las potencias sobrenaturales hasta hacerlas entrar a veces en el mismo instrumento, si así sucede, entonces quedan subyugados por el hechicero o sacerdote y este puede hacerlo actuar según sus deseos. Los guaraníes tenían marakas ( maracas, de esta lengua proviene esta palabra) que se convertían en oráculos que comunicaban al hechicero con lo sobrenatural . En Siberia , el chamán hace entrar a los espíritus a su tambor , también los tártaros convocan a sus espíritus con el tambor , los Tata nganga que son los chamanes de los Congos atrapan a los espíritus de los difuntos en sus tambores como también los ñáñigos . Todas estas son evidencias del uso ritual de los instrumentos musicales como objeto animado capaz de establecer contacto con lo sobrenatural , principio del terreno mágico .
Surge también a partir de los anteriores referentes , la hegemónica presencia del tambor como instrumento asociado a la magia desde tiempos inmemoriales . Ningún otro instrumento musical como el tambor despierta tantas connotaciones mágicas como el reverenciado tambor , habitáculo de misterios, oráculo trepidante. Para Levy Brhul el tambor tiene un efecto psicológico bien usado entre las comunidades aborígenes, es una acción mística propia sobre los seres invisibles como sobre las personas, esto lo hace acompañante ceremonial obligatorio , propicia un efecto hipnótico por eso su sonoridad es incorporada a las operaciones de los conjuros mágicos .
En el vallenato se considera la caja como el principal aporte organológico de origen negroide, por esta misma línea genérica desencadena asociaciones mágicas en su naturaleza ritual. Tomás Darío Gutiérrez ( 1992) registra historias con visos fantasiosos sobre faenas de cajeros con atributos legendarios que hicieron de su caja un arcón del misterio y la magia. Tal es el caso del “Negro Papá Cande” de Atánquez quien siempre parrandeaba con tres cajas, una de estas llamada “La morena”con parche de zorro, la cual sólo usaba cuando quería que la fiesta terminara , pues al ejecutarla ejercía tanto influjo mágico a los asistentes que los incitaba a la gresca . Es conocido entre los músicos vallenatos que untarse las manos con sangre de la lagartija tamborera (mueve sus patas como si tocara un tambor) o cargar como amuleto un pico de carpintero real ( saca sonoridades a los árboles con su pico) son medios de “asegurar” una buena ejecución de la caja; innegables ritos de magia simpática nacidos de la creencia popular .
La región donde nació y se difundió la música vallenata nos presenta una cultura mestiza con creencias caracterizadas por el sincretismo , el animismo , el fetichismo , el oscurantismo propio de las prácticas de hechicería , la creencia en los espíritus, animes, apariciones y empautos (pactos con el diablo). Se practican de manera alterna con la religiosidad sortilegios y rituales salpicados de supersticiones : los rezos para curar, “amarrar” sentimentalmente, para los gusanos , para dolores ; amuletos , contras ,entre otras técnicas .
En esta región la religión se confunde con la magia en cuanto lo ideal busca concretarse en manifestaciones concretas , de la creencia nacen los íconos propios de la imaginería , es recurrente el afán por encontrar señales corpóreas de manifestación divina : las lágrimas de la virgen , el sudor de santo Ecce Homo , la imagen en la pared o el árbol , el escapulario, la palma bendecida. De igual manera sucede con la música, Frith ( P. 34) reconoce que “la música nos da una experiencia real de lo que podía ser el ideal”, es el lugar donde se materializa nuestro acercamiento a la divinidad. La música constituye una expresión estética que actualiza y regenera la subjetividad del compositor vallenato volviéndola experiencia real e inmediata , acerca el deseo a la concreción .
La música de esta región , por su carácter campesino y popular , por la trietnicidad que recoge , por servir de metáfora de los sistemas epistemológicos que la gente comparte, no podría ser ajena a esta realidad. Al margen de los encuentros con el diablo documentados en las historias de Francisco “El hombre” y Pedro Nolasco Martínez y en la canción de este último, los músicos vallenatos suelen valerse de ritos y prácticas mágicas que le confieran la destreza musical y le deparen suerte en sus participaciones . Para ello acuden a objetos , conjuros y pactos de los cuales tenemos algunos registros. No olvidemos que la magia confiere al hombre el poder sobre ciertas cosas y es un elemento activo en la organización del trabajo pues como lo expresa Malinowski “Encapacita al hombre a llevar a cabo con confianza las más vitales tareas , a mantener su presencia de ánimo y su integridad mental en circunstancias que, sin la ayuda de aquella, le desmoralizarían en la desesperación y en la angustia, el miedo y el odio, el amor incorrespondido y la aversión impotente” (P. 173).
El mismo Tomás Darío Gutiérrez nos habla de “Pacho Cura” un acordeonero de El Paso que solía tocar a veces acompañado de una caja que sonaba sola , ejecutada según la tradición oral , por el mismo diablo. Quin Vásquez fue otro acordeonero brujo que se dice, tenía pacto con el diablo en virtud al cual tenía el don de la ubicuidad : tocaba en pueblos distintos a la misma hora y con diablo como cajero . El mismo autor nos refiere la leyenda de Juan Simanca quien cuando se cansaba de tocar dejaba su acordeón sobre una mesa donde el instrumento, ejecutado por el diablo, dejaba escuchar sus ritmos infernales . Solo ponía la condición que no se acompañara con la guacharaca pues ésta y el trinche formaban una cruz que alejaba a su siniestro e invisible acompañante .
En épocas cuando la mayoría de acordeoneros pertenecían al ámbito rural se escuchaban historias de la apropiación de facultades mágicas para dirimir una piqueria a versos o en la ejecución entre juglares. La piqueria más memorable de este folclor musical , la que protagonizaron Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Miguel Morales también tiene su cuota de oscurantismo . Después del duelo musical que tuvieron en Urumita y la humillación de “La gota fría”, Mile solía escuchar entre sus paisanos comentarios de mal augurio “Moralito es brujo , cuídate” , “la mamá de Moralito es bruja de las buenas”. En cierta ocasión Mile viajaba a pie del Plan a Urumita a visitar a su hermano Andrés que estaba enfermo. Cuando pasaba por un sitio conocido con el siniestro nombre de “La sepultura ”, un zorro con mal de rabia le impedía el paso amenazante . Mile se acordó de Moralito y su presunta facultad hechicera. Aunque a físicos garrotazos se libró de la fiera , al musicalizar este episodio no olvidó mencionar su sospecha sobre Morales:
El zorro
( Paseo)
Yo no dudo que sean cosas de Morales
Que para asustarme se haya vuelto un zorro azul
Pero la esperanza que Emiliano to’ lo sabe
Mile to’ lo sabe por ta’ en la parte común
(Fragmento)
Posteriormente , al responder la canción “La carta” de Moralito alude la intervención del maligno como único medio que puede garantizar su derrota ante Lorenzo , dejando entrever un supuesto pacto entre el acordeonero de Guacoche y el diablo:
Que el diablo tenga la culpa
(Merengue)
Los que han visto a Lorenzo tocando
Me dicen que es verdad que ejecuta
Pero si se lleva a Emiliano
Que el diablo tenga la culpa
Me le dice a Morales que venga acá
Que yo estuve en La Jagua y no estaba allá
(Fragmento)
Entre las prácticas mágicas y las supersticiones de los músicos vallenatos se conoce que Alejo Durán , el negro grande de El Paso solía también usar escapularios que perfumaba con anamú como augurio de suerte, ritual aprendido con los emberá del Alto Sinú. Se sobaba las coyunturas de los dedos con manteca de lobo pollero para digitar con mayor destreza , una vez al mes purificaba con sahumerio su acordeón , dicen que evitaba tomar tragos para que no le dieran a ingerir “un trago descompuesto” (con ingredientes de brujería) y usaba amuleto para salir bien librado de las peleas. Por otro lado , acordeoneros como Omar Geles “El diablito” atribuye parte de sus éxitos en los festivales al sombrero vueltiao que lo acompaña cuando de concursar se trata, otros músicos dicen que tocar la puya “La fiesta de los pájaros” de Sergio Moya Molina es como un amuleto infalible para ganar un festival .
Pero el mejor testimonio del universo mágico religioso en la cultura vallenata la ofrecen las canciones de este género . Lo más presente es la creencia en los santos y la arraigada imaginería popular . En el siguiente canto de Juan Polo Cervantes se refleja la creencia en el instrumento divino que hace invencible al acordeonero, así como el uso de objetos nacidos de la religiosidad pero con usos mágicos (varita de San José, bastón de Santo Tomás, manto de santa Rosalía)
La varita de San José
(Paseo)
El que se meta conmigo
Que vea bien lo que hace(Bis)
Porque dicen que yo tengo
La varita de San José(Bis)
El que se meta conmigo
Tiene que saber tocá(Bis)
Porque dicen que yo tengo
El bastón de santo Tomás (Bis)
El que viene a la lira mía
Tiene que tené buen canto(Bis)
Una santa Rosalía
Que me arropa con su manto(Bis)
Si “Juancho” Polo tenía estos instrumentos divinos como garantía de éxito en sus contiendas musicales , Náfer Durán también tiene sus medios contra las malas influencias que podrían derrotar su digitación prodigiosa : los rezos de su mujer y la sapiente magia curandera de los chamanes indígenas de la sierra, eso lo manifiesta en la siguiente canción ( a la que le cambiarían luego el título por “Déjala vení” cuando esta expresa “déjalos vení”) en la que responde a los malos presagios de su mujer y la subestimación de sus paisanos paseros sobre su participación en uno de los festivales vallenatos de Valledupar :
El rezo
(Puya)
Mi mujer me tiene un rezo
Mi mujer me tiene un rezo
Me lo aplica a cada rato
Tienen varios presupuestos
con el pobre del muchacho
déjalos vení, que yo estoy Aquí
les contestaré en ariguaní
pa’ que no le quede duda
pa’ que no le quede duda
yo le digo a mis amigos
Mañana voy pa’ onde el indio
Para ver si me asegura
Déjalos vení, que yo estoy aquí
Les contestaré en ariguaní
En lo referente a los pactos con el diablo, hacen parte de la tradición campesina historias referidas a empautos por parte de hacendados . Esto ha entrado a engrosar las leyendas que germinan en las noches de miedo y fogón en las fincas de la zona rural costeña . Hernando Marín Lacouture , el extinto compositor de El Tablazo nos musicalizó esta creencia popular que también concilia la leyenda de los fuegos fatuos :
La bola e’ candela
(Merengue)
¡Ay ! vengo a contarles la historia
de cosas que pasan en nuestra región
hay gente que cree en el diablo
le piden dinero con la condición
de entregarle un trabajador todos los años
el distintivo que entre todos sea el mejor
pero el diablo dice que cuidado con un engaño
porque su dinero nunca cambia de valor
la gente decía
que allá en Convención
siempre se perdía
cada año un trabajador
cada año un trabajador
cada año un trabajador
pero como el vicio en mi tierra
no se oculta nada, póngame atención
cuentan que aunque no lloviera
la mejor cosecha salía en Convención
pero una vez se levantó una polvareda
todo era oscuro aunque afuera estaba el sol
y de repente apareció una bola e’ candela
y decía la bola “dónde está Jorge Dangond
La gente decía
Con miedo y pavor
Y el diablo decía
Yo no quiero un trabajador
Yo no quiero un trabajador
Yo quiero es Jorge Dangond
Yo quiero es a Jorge Dangond
Don Jorge le pregunta al diablo
¿porqué estás tan bravo, qué quieres de mi?
Y el diablo mostraba los cachos
Botaba candela y se ponía a reír
Es que no quiero más gente de tu trabajo
Yo quiero un rico que hay por ahí
Jorge le dijo yo te entrego un primo hermano
Al que tu conoces que es Rodrigo Lacouture
Y el diablo le dijo
No , no , por favor
Mándame otro primo
Porque ése es un vividor
Yo lo conozco, es vividor
Ese Rodrigo es vividor
Ese Rodrigo es vividor
Ese Rodrigo es un vividor
Siguiendo con las apariciones del diablo en la parroquial vida de nuestros pueblos , en San Diego también se registra una historia que Alonso Fernández Oñate , como buen cronista del vallenato recoge en su canto de auténtico aliento provinciano y narrativo :
El diablo de San Diego
(Paseo)
Creo que fue en San Diego
Donde me dijeron que había aparecido
Un diablo sin cuernos , sin llama en la boca
Ni fuego en los ojos
En montura blanca, con espuelas de oro
Y algo presumido
A cumplir la cita que le hacían
Dos hombres borrachos y atrevidos
Si el diablo existe que venga
Para que se tome un trago
Otro dijo renegando :
¡Eso es para los pendejos!
Así , diciendo y llegando
El apuesto caballero
¡Vengo a que me den el trago
y a ver quién es el pendejo!
Todos asustados cayeron al suelo
Sin conocimiento se los llevó el diablo
Corriendo y volando en ancas al monte
Entre llanto y ruegos le pedían al diablo
Que los perdonara
Y se arrodillaban
Para convencerlos que eran hombres buenos
Entonces les dijo el diablo :
¡déjense de esa idiotada!
No los quiero en el infierno
Porque no sirven de nada
Si mis pailas lo aceptaran
Tal vez me los llevaría
Y a este pueblo lo libraría
De todas sus herejías
De tanta fanfarronada
De maldades disfrazadas
Y de tanta cobardía
La creencia arraigada en las prácticas hechiceras también son sucesos que han sido cantados por los músicos vallenatos. Los conjuros y sortilegios que “arreglan” amores imposibles y hacen irreconciliables aquellos inquebrantables matrimonios son parte del repertorio más demandado de la hechicería, lo que sirvió de emotivo inspirador al “Pollo” Luis Enrique Martínez :
Ciencia oculta (La brujería)
(Paseo)
La ciencia oculta ha progresado en Caraballo
En una forma en que hasta a mi pena me da
Con sentimiento a mi me dijo Mariano
Que el en este año de ese pueblo se va
Porque hasta su mujer se la quitaron
Sin ser de su espontánea voluntad
Porque hasta su mujer se la quitaron
Sin ser de su espontánea voluntad
Me daba lástima el relato de Mariano
Porque el me dijo casi llorando de rabia
Compadre Martínez, mi mujer me ha traicionado
Estoy seguro sometida por Amalia
Ahora pienso llevarla a donde un mago
Y tengo la esperanza de curarla
Una mañana estando yo en casa de Alicia
Llegó Mariano contándome este relato
¡ay! Que Celmira su adorada mujercita
con un secreto se había robado Joaco
pero el ha jurado que se desquita
que esa se la paga Gómez Camacho
Yo creo que Mariano tiene razón
Porque Celmira ha jurado que lo quiere
En la cabeza le aplicaron la oración
Que Joaco tiene pa’ robarse la mujeres
Un hombre que la riqueza que tiene
No pasa de un burro viejo orejón
Un hombre que la riqueza que tiene
No pasa de un burro viejo orejón
El mismo Luis Enrique , en su prolija producción musical se preocupa y alerta sobre los peligros de la hechicería al relatar sus amores truncos con una viuda. Se aprecian aquí los sortilegios para “amarrar” a un hombre y el uso de chamanes indígenas como catalizadores de la curación infalible (estribillo final que ya Náfer había usado también) :
La bruja
(Paseo)
Este año me caso yo
De lo que no tiene duda
Ando buscando una viuda
Porque la mía me dejó(Bis)
En La Jagua hay una viuda
Que me llama la atención
Y se está metiendo a bruja
Pa’ jugarme una traición
¡ay! Pero si se mete a bruja
quizás no juegue conmigo
porque voy a donde el indio
para ver si me asegura (Bis)
Sin embargo, también los cantores de esta tierra del realismo mágico hacen uso de la crítica social para censurar los excesos en los caen los insensatos clientes de los hechiceros , quienes se vuelven presa fácil del engaño, como lo denuncia el mismo cantor guajiro en sendas creaciones :
El mago del Copey
(Paseo)
Oigan muchachos ,póngame cuidado
Voy a referir la historia lo que pasó en El Copey
Estoy convencido que la gente todavía ignora
Porque adoran a un mago sin tener confianza en él
Y me dijo don Tito que esa noche
El mago se reía con placer (bis)
Cuando el mago dijo que pa’ compone a los hombres
Llevaba un remedio bueno y lo iba a poné a la venta
Corrían las mujeres en las calles y callejones
Solo iban a buscá plata pa’ comprá las papeletas
Pero me dijo Alicia González
Que lo que contenían eran hojas secas
El mago le dijo a toditas las mujeres
Que desde la mañana tenía el consultorio abierto
Ellas madrugaron a las cinco e’ la mañana
La consulta era barata, solo valía treinta pesos
Una de las mujeres copeyanas
Pa’ asegurar al marido dio cien pesos
Una de las mujeres copeyanas
Pa’ asegurar al marido dio cien pesos
A mis amigos les juro que ese gran mago
Como tuvo buena venta, se reía de lo contento
Tito me dijo que vendió to’as las papeletas
Y en menos de media hora salió con quinientos pesos
Por eso al día siguiente
La gente no tenía pa’ la carne ni pa’ el queso (Bis)
Yo recuerdo que una mañana temprano
Yo tocaba el acordeón debajo de un arbolito
En la puerta de Elia Sierra estaba el mago
Y toda mujer que pasaba él le tiraba un besito
Pero como era imagen sagrada
Todos contemplaban al maguito (Bis)
También observé que en ese mismo momento
Pasaba una jovencita y el gran mago la llamó
Le agarró la mano, le picaba los ojos
Le sobó la barriguita, al consultorio la metió
Pero como él cerró la puertecita
Adentro yo no se que pasó (Bis)
El mago de La Chinita
(Paseo)
Hernán Orozco y Madero a mi me dijeron
Que “El Turco Mocho” trajo un mago a La Chinita
Y de Guaiquirí , Agustín Perea trajeron
Especialmente pa’ que le diera la vista
Tan viejo que es don Agustín Perea
Para hacer ese viaje a La Chinita
Es que El Turco Mocho quiere que vea
El mago prometió darle la vista
De regreso venía decepcionado
El pueblo de Chivolo bien lo sabe
La vista no le pudo dar el mago
Y en vez de mejorarlo vino grave
Allá en Apure me contó Adelmo Cortina
Ovidio Andrade también me estuvo contando
Que de los enfermos que llevaron a La Chinita
Sólo Perea se salvó de milagro
Me cuentan que el enfermo que llegaba
Buscando curación de alguna suerte
El mago, de la dosis se pasaba
Y ese no se salvaba de la muerte
(Fragmento)
En algunas de las canciones se aprecia la referencia a los sortilegios con los cuales las mujeres afectan sentimentalmente a los hombres , consiguen así su preferencia y fidelidad. Una de acciones mágicas preferidas son las papeletas ya mencionadas por Luis Enrique Martínez y que Alejo Durán también menciona en sus cantos:
La papeleta
(Paseo)
Al pueblo de Planeta Rica ha llegado una mujer
Vendiendo papeletas pa’ compone a los hombres
Las mujeres solicitan a ver donde está la agencia
Pa’ comprá la papeleta y obligá al marío que tome
Y después que ya le den a beber
Lo tienen seguro y juegan con él (Bis)
La señora Venidla tiene la fama extendida
En toda la región por su buena papeleta
Pero el día que se iba las mujeres lloraban
Y también rogaban pa’ que dejara la agencia
Pero ella no se la quería dejar
Porque era remedio nuevo y sin explotar (Bis)
Luis Enrique Martínez , el mejor cronista de estas historias esotéricas , evidenciaba en su temática una recurrente preocupación por estas “ pócimas” secretas como instrumentos capaces de invertir las naturalizadas leyes del dominio , el hombre pierde su capacidad autónoma y es presa fácil de la veleidad femenina .Nada mas trascendente para una cultura machista que perder su condición patriarcal , nada más glorioso para la mujer que ascender , aunque por andamios poco naturales, a la cimera patria del mandato sobre la voluntad masculina . Es así que cobra sentido la expresión de “amarrar” o “componer” al hombre . En la siguiente muestra “El pollo vallenato” despierta suspicacias sobre su posible conocimiento de las prácticas para “componer” :
El guarapo
(Paseo)
Amigo no son caprichos
Procure no descuidarse
Que como deje “agarrarse”
Lo velan y queda frito
Con polvo de no se dónde
Con agua de no se qué
Como le den a bebé
Seguro que lo “componen”
Lo ponen bobo y pipón
Amarillo y a babearse
Como le de por hartarse
Lo vuelven hasta capón
Preparan la baba e’ sapo
Con raíces machacadas
Usan la tierra rezada
Y de eso hacen un guarapo
Por eso les digo que tengan cuidado
Les juro que es cierto porque yo las vi (Bis)
Me entró como un susto cuando me brindaron
De suerte el guarapo no era para mi (Bis)
Para qué afecta el guarapo
Antes que alguno lo pruebe
Lavan bien un pan que tienen
Entre tres mujeres o cuatro
Porque se aseguran ellas
Que el que se les va le viene
Y después que ya lo tienen
Hacen con el lo que quieren
Me dieron , iba a caer
Con el guarapo que hicieron
Pero como medio entiendo
No me pudieron coger
Con el me pensaron ellas
Amarillo y pipón
Después pidieron perdón
Para que no lo dijera
Por eso les digo ...
Esta zozobra para los hombres no solo fue preocupación de los juglares y cantores de las primeras generaciones. La atávica ligazón a un pasado pletórico en esoterismos también es herencia que en las nuevas generaciones causa escozor. Una muestra de lo anterior es la canción del acordeonero y compositor contemporáneo Gustavo “El negrito” Osorio quien acompañado de Farid Ortiz grabó la siguiente canción cuyo referentes son los ya famosos y sortílegos brebajes de las mujeres para los hombres :
El bebío
(Paseo rápido )
Me dijo la vecina del al la’o
Que al vecino lo ve confundío(Bis)
Cada vez que le dan el bebío
Ay, lo mandan a hacé lo manda’os(Bis)
Ay, lo mandan a buscá plata
Que vaya a pagá los servicios
Ese vecino ya no manda
Sino la mano en el bolsillo
No bebe Cocacola ,menos café
Porque dicen que ahí le dan de bebé
Cuando pide una cosa no se la dan
Si se pone pesa’o se va pa’ el sofá
Cada vez que le dan el bebío
Ay, lo mandan a hacé los mandaos
Ella es la que sale a parrandeá
Y el se queda cuidando los pelaos
Y cuidado le va a reclamá
Porque le mete un golpe mal da’o
Ella le da talón rayao
Y en las noches prende las velas
Lo mantiene desespera’o
Lo va hacé cogé carretera
No bebe Cocacola ,menos café...
Entre los cantores del folclor regional también existen aquellos que anteponen la racionalidad occidental y científica ante cualquier conjuro oscurantista , se cree y se descree, es la dicotómica realidad de las manifestaciones metafísicas . En la siguiente muestra musical del cantor de Tasajeras , Esteban Montaño Polo, se vislumbra el rechazo a estas prácticas supersticiosas que inducen al engaño y la estafa por parte de falsos curanderos :
No me parece
(paseo)
No me parece muy cierto
Las cosas de mis vecinos
Apenas se enferma un niño
Quieren curarlo es con rezo
No hacen por buscar a un doctor
Ni por comprarle remedio
Y siempre viven enfermos
Por estar con ese error
La fiebre y que es aflicción
El pujo y que es ojo seco
Yo no creo que un secreto
Haga más que una inyección
Me dicen que hay secreto
Para dolores de muela
Para todo lo que duela
Hinchazón y descompuesto
En qué doctrina se encuentra
Curar con el pensamiento
El bobo come del cuento
Y al vivo se le concentra
La sugestión es bastante
Que se curan con rezarlo
Y ahí es que el avispado
Aprovecha al ignorante
En otro plano del mismo tema , aparece las leyendas urbanas y rurales que concretizan y animizan nuestros miedos más ancestrales. Historias de apariciones que se convierten en leyendas que se propagan de generación en generación y reciben agregados textuales y adaptaciones regionales . Un testimonio cantado con algo de sorna incrédula, sobre estos sucesos de la imaginería popular en el país vallenato nos lo presenta Octavio Daza Daza el extinto autor nacido en San Juan del Cesár , que si bien se hizo famoso por sus canciones líricas y románticas , en sus inicios incursionó en el costumbrismo narrativo:
El patacón del Valle
(paseo)
En semana santa, aquí en el Valle
En pleno año del sesenta y cinco
Una señora se puso a fritar
Y en un patacón , le salió el rostro de cristo
Este es Jesucristo
O de no el Eccehomo
Eso decían todos
Del patacón frito
A mi más ... se me parecía a un león
Lo que yo vi... en el centro del patacón
Lo que yo vi... en el centro del patacón
Alejandro Durán participa de esta galería sonora de los miedos nocturnos con los cuales los mayores dirigían moralmente el comportamiento de los niños en el barrio La Inmaculada de Planeta Rica , el “Negro grande” tenía sus “cocos”también:
Perro negro
(son)
En Planeta Rica un perro negro
En Planeta Rica un perro negro
Tiene la gente asustada
Él camina todo el pueblo
Se esconde en la Inmaculada
Por eso, yo salir no quiero
Y miedo que le tengo al perro
Si el maldito perro negro
Si el maldito perro negro
Dicen que es visión maligna
Dicen que anda persiguiendo
Es a Lucio Paternina
Por eso, yo salir no quiero
Por miedo que le tengo al perro
Calixto Ochoa ha sido uno de los compositores vallenatos que ha sabido compendiar los sucesos parroquiales más macondianos y la vida pueblerina con sus preocupaciones elementales y trascendentes , no podía dejar de registrar una de las leyendas de nuestros pueblos aunque por fines de expansión comercial la ubicó espacialmente en Santurce la tierra borinqueña de Daniel Santos y Gilberto Santarosa :
El muerto borracho
(Paseo)
En la esquina e’ la calle Serra
Sale un muerto pero borracho (Bis)
El les pide un beso a las hembras
Y a lo hombres les pide un trago (Bis)
Vea que muerto tan misterioso
Que en el mundo nunca se ha visto
Él en vez de pedir reposo
Lo que pide es ron y besito
Una noche estando en Saturce
A las doce e’ la noche en punto(Bis)
En la esquina e’ la calle Serra
Me ha pedido un trago el difunto (Bis)
Me paré en medio e’ la calle
Pa’ rezarle un padre nuestro
Y el descaro que tuvo el muerto
Preguntarme dónde era el baile
El mismo Calixto graba una canción que años después también haría exitosa el cantante Oswaldo Rojano con Virgilio De La Hoz titulada “El susto” pero más conocida popularmente como “El aparato” y que nos revela otra historia pletórica de magia y esoterismo :
El susto
Una noche yo salí, había un asunto pendiente
Y donde tenia la cita me salió un aparato
Se lanzaba sobre mí y me pelaba los dientes
Me decía con su voz; “aunque corras yo te alcanzo”
Yo salí corriendo, Corría y entre mas corría
Venia el aparato y más cerquita lo sentía
Yo salí corriendo, pero si entre mas corría
Venia el aparato y mas cerquita lo veía
En el fondo de la carrera a mí me cayo un temblor
Tan grande como el susto y no encontré ni una persona
Les juro que en momento zumbaba mi corazón
Como el motor de un tractor cuando va subiendo loma
Hasta las gallinas de la casa se volaron
Porque mis talones sonaban como disparos
Dice el viejo Luis que fue el que me salió a alcanzar
Que ya mi nariz me zumbaba como un huracán
Las canciones vallenatas como textos culturales que son, no están al margen de las concepciones ideológicas, se le canta a la realidad inmediata y a lo supramaterial , a lo prosaico y a las manifestaciones de máxima religiosidad (ya existen agrupaciones de música espiritual vallenata como “ Los Hijos de Dios” y otras menos conocidas ) ; se manifiesta en la vida práctica de los músicos los rituales y acciones mágicas , se relatan leyendas y sagas de la tradición esotérica regional. Como expresión musical sincrética el vallenato ha recibido su legado de misterio, su sustrato de magia y de ritualismo. En toda creación hay un velo de misterio, “oír es creer” dijo una vez R. Thornd , “ Si hay magia ,no podrá dejar de haberla en la música, la música de verdad es bruja ” postula Ortiz (P. 159) , lo que para nosotros es una ventana para estudiar la fenomenología de este folclor musical a partir de sus referentes contextuales y los supuestos compartidos por quienes se sienten identificados con la vallenatía.
Bibliografía
FRAZER, James George. La rama dorada. México :Fondo de cultura económica ,1992.
GUTIERREZ , Tomás Darío. Cultura vallenata : Origen , teoría y pruebas. Bogotá : Plaza y Janés , 1992. P. 608
MALINOWSKI , Bronislaw . Magia , ciencia , religión . Barcelona : Ariel , 1974
MEDINA SIERRA, Abel. El vallenato : Constante espiritual de un pueblo. Barranquilla : Fondo Mixto de la cultura de la Guajira . 2002. P. 124
ORTIZ , Fernando . La africana de la música folklórica cubana. La Habana: Letras cubanas, 1993. P.364
VILA , PABLO . Música e identidad. En :Músicas en transición . Bogotá :Ministerio de Cultura , 2002
.
EL BESTIARIO ALEGORICO EN LOS CANTOS DE LUIS ENRIQUE MARTINEZ
Por Abel Medina Sierra
Lo que los puristas llaman actualmente “vallenato-vallenato” en referencia a lo más auténtico de esta expresión vernacular tiene una impronta cuyo origen conviene precisar . No es la huella de los cantares que con guitarra grabara Abel Antonio Villa y Buitrago o Bovea inaugurando el acetato , tampoco tiene la rúbrica de Alejo y Náfer Durán con su lamento quejumbroso y su herencia de baile canta’o, se descarta que sea Alfredo Gutiérrez o Calixto Ochoa con sus eclécticas propuestas matizadas de porro , fandango , jalaíto , guaracha , guararé y hasta pasaje. Para algunos fue Francisco Irenio “Chico” Bolaños “el que puso la plana” para definir lo que el tiempo reconocería como “vallenato puro”, pero la falta de evidencias fonográficas conspiran contra los aportes del molinero . Luis Enrique Martínez Argote surge entonces como la figura cimera que con su impronta rutinera definió los patrones rítmicos y melódicos del vallenato que tanto gusta y que se resiste a los embates de la alienante transnacionalización comercial .
La aparición en 1948 en las pastas sonoras de este acordeonero y genial compositor nacido en El Hatico el 24 de febrero de 1922 constituye un hito trascendente para el futuro de la música vallenata en cuanto se convierte en el músico que más influencia generaría en la evolución y definición de lo que hoy valoramos como vallenato tradicional . Eran épocas en que esta expresión musical era un tejido sincrético con un componente organológico sin definir, matices rítmicos derivados de cumbiambas , con influencias de los conjuntos de guitarra ,con asedios desde los géneros extranjeros como la guaracha . Un género sin identidad propia que recibía toda suerte de sustratos musicales y que con el tiempo sufrió un proceso de selección endógena hasta definir sus propios componentes .
Los aportes de músicos como Luis Enrique Martínez contribuyeron a darle al vallenato su propio matiz , el que luego se legitimó en los festivales , el que nos mostraron la dinastía de los López Acosta , López -Gutiérrez y López- Carrillo en La Paz , el que encumbró a Colacho Mendoza como consagrado , el que hoy representa la dinastía Zuleta ; el vallenato de juglares como Escolástico Romero y Monche Brito pero también el que a veces nos muestra Cocha Molina , Saúl Lallemand y Chemita Ramos Navarro en los festivales , el que toca el mismo Alfredo Gutiérrez cuando se le antoja tocar vallenato puro. Todos ellos han cosechado fama con un estilo que respeta los cánones de la tradición y la fidelidad a lo auténtico, si se le pregunta quién definió ese estilo solo surge un nombre con dimensiones doradas : Luis Enrique , “El pollo vallenato”.
Quien quiera alcanzar el trono de rey vallenato en cualquier festival de la región tiene que tocar con un estilo , y ese estilo tiene nombre propio : la rutina de Luis Enrique Martínez . Cada festival es un homenaje al hijo de Santander Martínez y Natividad Argote , sus canciones son las más preciadas en el repertorio de los concursantes , su rutina se repite como regla ineluctable, sus pases colorean de virtuosismo a los acordeoneros que interpretan en su herencia el camino a una corona . Quienes han querido imponerse en los festivales con un estilo diferente han palpado el fracaso : el más vivo ejemplo fue el genial Juancho Rois, pero muchos sabaneros que no han “seguido la plana” de Martínez han chocado con la derrota .
Luis Enrique , el que desde niño acompañaba a Santander Martínez en sus correrías por Machobayo y Tomarrazón animando colitas , el trashumante de los caminos que recorrió toda la zona bananera , que junto a Alejo y Luis Felipe Durán estuvieron desandando caminos de las sabanas de Bolívar y los meandros del Sinú y el San Jorge ; el mismo que en su errancia le cantó a Fundación como a El Copey y a la distante Villa del Rosario ; el que en tierras extrañas se autodenominada “El pollo vallenato” para distinguir su estilo del sabanero y bajero , el que nunca aceptó otra influencia por mucho que alternara con músicos de otros estilo, fue también uno de los pioneros en la exploración de nuevos instrumentos como el bajo , el cencerro y los timbales , uno de los primeros en incluir un vocalista como lo hizo con Julio Vásquez, Esteban Montaño y Armando Zabaleta . Sería según Julio Oñate Martínez el pionero en los pases y arreglos con el bajo ,lo que llaman “bajo repica’o” y que se volvió arpegio de gala en la canción vallenata.
Pero Luis Enrique no solo sería un gran “pollo” para la historia de la ejecución del fuelle mágico , sería uno de los más fecundos compositores que exploró y dio dimensión colosal a los cuatro aires tradicionales que el ayudó a legitimar . Su prolija producción musical se puede categorizar en vertientes temáticas tan diversas como : la crónica y el anecdotario parroquial , historias y testimonios de la tradición esotérica regional , la actividad agropecuaria , el lamento y la denuncia , la exaltación personal y el panegírico ,su romancero amoroso e inventario sentimental.
Particularmente en estas dos últimas preocupaciones temáticas evidencia una recurrente intención alegórica ,teniendo como referente simbólico la naturaleza animal . Esta actitud es común en los músicos previos y los de su época dada las condiciones y el sustrato material que su contexto rural y campesino les sugiere. Luis Enrique vivió su infancia entre ganado y acordeón , entre el cultivo y los cantos de vaquería , sus preocupaciones temáticas son fieles a su entorno y de este toma referentes para crear una relación alegórica entre los atributos de las personas y los animales .
Luis Enrique pobló así su cancionero con un bestiario pleno de asociaciones naturales que nos van revelando el contexto rural de sus canciones y las matrices simbólicas como elemento nutricio de los cantos vallenatos tradicionales . Desde su misma denominación se autopropala como “El pollo vallenato” , un apelativo muy recurrente en el vallenato para llamar a los acordeoneros nuevos (en oposición a viejo que es “gallo”) y con mucha capacidad de digitación . En “El pollo vallenato” reclama sus propio nombre :
Salgo a los fandangos con mi pañuelito rojo
Y mi acordeón en la mano
Dispuesto para tocar
Luis Enrique , el pollo vallenato
Si es candela , lo que van a llevar
Luis Enrique , el pollo vallenato
Si es candela , lo que van a llevar
La cultura vallenata pone de manifiesto tradiciones arraigadas desde la colonia como las riñas de gallo cuya práctica ha alimentado temáticamente a la música regional , Luis Enrique usa este referente para defender su desafiante actitud en una época pletórica en piquerias y cuando todos reclamaban territorialidad . Salir al fandango con su pañuelito rojo y su acordeón en la mano es una clara alusión a la salida a un ruedo para batirse con otro gallo (acordeonero).
Pero el “Pollo” Martínez muy pronto adquirió su condición de gallo juga’o y la gallera seguía siendo símbolo de su escenario de contienda como lo expresa en el merengue “El gallo javao” :
Yo soy el gallo javao
Que a nadie le tiene miedo
Ejecuto mi acordeón
Con entusiasmo y requisito
En la valle e’ Villanueva
O en cualquier valla que sea
Puedo hacer una pelea
Con el gallo más guapito
Sus argumentos de contienda , los más leales , también quedan explícitos desde el argot de la gallería :
Yo recibo al contendor
Sin espuela envenenada
Pa’ empezar esta pelea
Que examinen las espuelas
Habrá cielo, buchesangre
Morcillera derramada
Tiro de pasadera
Y queda la pelea ganada
Si la actitud desafiante y el virtuosismo del acordeonero es sinónimo de pollo o gallo en la cultura vallenata, Luis Enrique nos demuestra como el donjuanismo y el galanteo acerca el hombre al depredador . En el paseo “En gavilán del Paraíso” exalta las virtudes de “cazador” de uno de sus amigos :
A’lantico e’ la sabanas de San Angel
Hay un gavilán sin plumas
Que persigue a las pollitas
Ya y que le tiene una trampa lista
Pero yo juro que si cae se sale
Ya y que le tiene una trampa lista
Pero yo juro que si cae se sale
Otro amigo , otro escenario pero iguales condiciones reafirman su alegoría en el merengue “El gavilán peligroso” :
Muchachas ,les aconsejo
Les dice Enrique Martínez(Bis)
Que hay un gavilán pollero
En las regiones del Tigre(Bis)
El se ha puesto peligroso
Vuela de rama en ramita(Bis)
Se le pone el ojo lloroso
Cuando mira las pollitas(Bis)
Al reconocer en otros “gavilanes” sus rivales también , como es apenas natural , asume su posición de depredador como lo insinúa en el paseo “Gavilán sin alas” :
Oigan muchachos , en la ciénaga e’ Sapayán
Hay un gavilán que está haciendo mucho daño(Bis)
Yo le estoy rogando que no se vaya a llevar
A la morenita que me tiene entusiasmado
Si ese gavilán visita esa ladera
A mi morenita pronto se lleva (Bis)
Pero la condición rapaz del galán se reviste de condiciones raciales en el paseo “El pájaro negro” , el reino de los animales también se vuelve escenario de prejuicios raciales y clasistas :
A mí me llaman el pájaro negro
Porque ando cazando una paloma blanca(Bis)
Ay, siempre vivo con un desespero
Por esa joven que si vale plata(Bis)
La paloma blanca es la que yo quiero
Tiene sin esperanzas al pájaro negro (Bis)
En los anteriores referentes musicales se hace evidente la presencia femenina como sujeto de depredación , la mujer es la víctima del don Juan y su actitud pasiva , dócil y heterónoma difiere del carácter errante , agresivo y autónomo del hombre . La mujer se encuentra representada alegóricamente por la pollita o la palomita que son animales revestidos culturalmente de atributos asociados a la mansedumbre y la domesticación .Lo anterior pone al descubierto algunos componentes de la actitud masculina hacia las mujeres en el territorio donde estos cantos vallenatos tienen sentido y relevancia social . Pero a diferencia de la pollita (carente de movilidad y anclada territorialmente) ,la paloma se usa como símbolo de la mujer esquiva , la impredecible y errante como se aprecia en el merengue “Te vas volando”:
Ay , paloma te vas volando
Sin dame un adiós siquiera(bis)
Me dejas triste llorando
Como si nada valiera(Bis)
Te fuiste y solo me dejaste
Solo tristeza me queda
De mi tienes que acordarte
Porque el recuerdo que llevas
Aunque vueles a otra parte
Ese recuerdo no dejas(Bis)
La misma alegoría se evidencia en el paseo “Qué triste me dejas” :
Adónde vas palomita
Palomita volantona
No quiero que andes solita
No quiero que andes sola(Bis)
Vuela palomita
Palomita vuela(Bis)
Si te vas solita
Qué triste me dejas (Bis)
La misma condición de indefensión paradigmática de la mujer en los cantos de Luis Enrique la hereda el hombre cuando el destino lo inclina ante la mujer , el gavilán , el depredador se torna un simple “Pajarillo” también por su capacidad para cantar como titula el siguiente paseo :
Se oye un pajarillo, si señores, en la montaña
Que canta de tarde y de mañana muy bonito
Cuando llegan las horas de la noche se enguayaba
Cuando llega al nido y lo mira solito
El “Pollo” fue un pregonero del animal como metáfora de la condición humana que se volvió elemento de recurrencia en los cantos vallenatos más acendrados y auténticos , sus canciones son reservorio de alusiones a esa estrecha ligazón entre música y sierra, entre verso y naturaleza que es sustento de los cantos primigenios . La figura de Luis Enrique reclama un sitial de privilegio en el alcázar de los inmortales , su aporte creativo , su rutina definida , su numen autoral son argumentos para , en hora buena, dimensionar su nombre como el músico más influyente en la historia del vallenato tradicional.
PUNTO DE ENTRADA DEL ACORDEÓN: ¿Origen del Vallenato?
Por ABEL MEDINA SIERRA
Del libro “EL VALLENATO: CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO ” (2002)
Uno de los hechos que suscita mayor controversia entre los folclorólogos es el punto de entrada del acordeón, pues se sustenta sobre esta base una virtual tesis que explica el origen del vallenato como folclor musical. Tal controversia, alentada por cálidos alientos de chauvinismo y un arraigado etnocentrismo le ha restado objetividad al debate sobre la génesis de la fusión trifónica caja - guacharaca - acordeón y sólo ha propiciado un poco productivo diálogo, sesgado por el interés de demostrar que en la región del estudioso de turno nació el vallenato.
Inicialmente, es necesario desvirtuar cualquier tesis que intente postular el surgimiento del vallenato a partir de la llegada del acordeón, por la ya sustentada preexistencia de esta expresión folclórica la que se interpretaba con carrizos, guacharaca y tambor en varias zonas en forma simultánea. Esto permite negar cualquier posibilidad de pensar que el lugar por donde ingresó el acordeón al país es la cuna del vallenato. Cuando el acordeón ingresó por las Costas colombianas, el vallenato era un género que gozaba de amplía acogida popular en toda la hoy Guajira, Cesár y Magdalena (antigua Gobernación del Magdalena) donde se alternaba en bailes con cumbiambas, pajarito, tamboras, cumbia, porro, pilón, chicote, chandé, décimas, gaitas y música europea.
Ya Tomás Darío Gutiérrez también contribuyó a desvirtuar otra tesis recurrente: la que postula que el vallenato fue "inventado" por un juglar; el más propalado: Francisco Moscote, "Francisco El hombre". Al respecto plantea "nunca hubo en el transcurso de la historia de este folclor, un individuo único y aislado que merezca el calificativo de padre, inventor ni nada parecido". (P.439) El vallenato como quiera que presenta una naturaleza folclórica, es un producto colectivo, y en sus inicios anónimo, producto de muchos aportes, de todo un imaginario cultural colectivo.
Sobre la llegada del acordeón se manejan varias tesis que, afortunadamente, han bajado el tono en aras de una conciliación de radicalizados intereses etnocentristas que buscan concederle menos trascendencia a este hecho. Tal polémica ha pasado a mejor vida pues el concepto de región fue superando las tesis localistas que explicaban el origen del vallenato por el lugar al que llegó el primer acordeón.
Las versiones más conocidas sobre la llegada en masa del acordeón ubican a La Guajira como punto de introducción del instrumento europeo. Tal aserto es el más aceptado por las evidencias que conceden a Riohacha el privilegio de puerto obligado para los productos europeos que circulaban en La Guajira y Cesár actuales.
El más ferviente defensor de esta tesis es el estudioso Ángel Acosta Medina para quien los "vallenatos" (valduparense) siempre le han restado méritos a La Guajira en la génesis de la música conocida como vallenata. Acosta sostiene con pruebas que el acordeón ingresó al país por Riohacha entre 1850 y 1865 traído por marineros europeos. Aunque no hubo una importación oficial, los comerciantes Nelson Gneco y Darío Henríquez testimonian el contrabando de acordeones como hecho recurrente en La Guajira y que luego se diseminó al resto de la costa. La tesis de Acosta es la más reproducida por la tradición oral; los músicos como Alejandro Durán, Emiliano Zuleta Baquero y la mayoría de interpretes así lo afirman, lo que ha generado la aceptación generalizada de La Guajira como punto de encuentro del acordeón y el músico vallenato. Tal teoría encuentra en la importancia inicial de los acordeoneros de La Guajira Media, como Francisco El Hombre y Fruto Peñaranda una prueba que confirma, en parte, su veracidad.
Por otra parte, Simón Martínez Ubárnez ha planteado otra versión que recogió y promocionó Ciro Quiroz en su importante estudio "Vallenato, hombre y canto". Según Martínez (citado por QUIRÒZ: 1983 p. 196) el vallenato se originó en el Paso, (Cesár) lugar en el que supuestamente se distribuyó un cargamento de acordeones que provenía de Riohacha y por razones desconocidas, en su transito por el río Magdalena inexplicablemente llegó a El Paso, puente alterno sobre los ríos Ariguaní y Cesár. Según Quiroz esta peregrina tesis se ve sustentada por la prolifera presencia de acordeoneros en esta región, cuna de generaciones como de los Durán, los Martínez y Serna.
Por otro lado surgen osadas teorías que ubican la llegada del acordeón en zonas como Barranquilla, Cartagena por la llegada de inmigraciones alemanas que "seguramente" trajeron el fuelle mágico entre sus enseres. Conviene señalar que el lugar de ingreso es quizás lo menos relevante, pues el acordeón pudo haber ingresado por cualquier puerto del país, pero sólo fue adoptado como interprete del sentir popular en la Provincias de La Guajira, Cesár y luego en el Magdalena ribereño. Allí mostró sus arpegios, y como lo expresa García Márquez, ya cuando se despojó del frac que lo caracterizaba en Europa "ha tomado carta de nacionalidad entre nosotros, en el Valle del Magdalena, se ha incorporado a los elementos del folclor nacional al lado de las gaitas, de los "millos" y de las tamboras costeñas. Aquí lo vemos en manos de los juglares que van de ribera en ribera llevando su caliente mensaje de poesía" (1948)
Se ha documentado la existencia de acordeones en el antiguo Magdalena como hechos aislados y poco ligados al origen del vallenato. Uno de esos casos es el de José León Carrillo Mindiola, un atanquero que a su regreso de España donde truncó sus estudios de sacerdocio trajo un acordeón a fines del siglo XIX. Se podría considerar como uno de los primeros acordeonero de la región, aunque no evidenció interés en la música folclórica sino en la religiosa y europea.
Por otra parte, Villanueva, (Gutiérrez: P. 361) también aporta como cuna de los primeros cantos con acordeón, pues allí llegó por la misma época, un francés llamado cariñosamente "Monsieur Kammerer", quien ejecutó el acordeón sin interpretar aires autóctonos. Hoy en día sus descendientes Wildo, y Xavier son connotados exponentes de este folclor que alcanza en esta población del Sur de La Guajira una autentica "Cuna de acordeones" nombre que se ha legitimado por su famoso festival y el surgimiento de acordeoneros de gran talla como Israel Romero, Orangel Maestre, Emiliano Zuleta Díaz, Jesualdo Bolaños y otros.
Estos hechos aislados no sustentan el origen del vallenato sino que permiten referentes históricos para considerar circunstancias ajenas al contrabando masivo de acordeones desde Riohacha como punto de partida para el estudio del origen del vallenato. Pero a favor de la tesis que defiende la introducción por Riohacha está el texto escrito en 1893 por el investigador Henri Candelier “Riohacha y los indios guajiros” quien registra que a mediados de 1880 aproximadamente ya era tradición en ésta ciudad la “cumbiamba” amenizada por conjunto de acordeón, guacharaca y tambor.
Candelier describe la cumbiemba (cumbiamba) de la siguiente manera:
“no hay salón de baile; todo sucede al aire libre, en la plaza; no hay cercas ni trabas (...) hacia las 8 de la noche, tres músicos vienen a apoyarse al poste, un hombre con un acordeón, otro con tambor y otro tocando guacharaca(...) preludian algunos aires, es la invitación”(1994. P.58 –59) Este testimonio desestimula la aserción que Carrillo Mindiola y Kammerer fueran los primeros acordeoneros del vallenato y fortalece la importancia de Riohacha como uno de los primeros lugares en acentuarse la trifónica estructura del vallenato.
Al margen del acordeón, pero referente al origen del vallenato, Gnecco Rangel fue uno de los primeros estudiosos en reclamar para su tierra, Guamal (Magdalena), el reconocimiento como cuna del vallenato. Sustentó que en esta región se interpretaba desde hacia tiempo los aires vallenatos merengue, puya, son con tambor, guacharaca y gaita, los que llamó como su escrito "Aires guamalenses" para tratar de argumentar que en Guamal nació el vallenato antes de la llegada del acordeón.
El sesgo de Rangel Pava le impide contrastar que en otras zonas del Magdalena Grande ya esta trifonía también gozaba de popularidad en las fiestas y parrandas. George List documentó la existencia de estos conjuntos que interpretaban aires vallenatos con gaita en Atánquez, y en toda la ribera del río Magdalena. Los testimonios recogidos por Gutiérrez, los apuntes históricos de Candelier apoyan la idea de un vallenato diseminado por poblaciones de La Guajira, Cesár y Magdalena en el que ya se definía el carácter trifónico del vallenato y se interpretaban aires vallenatos junto a tamboras, gaitas y otras expresiones de origen indígena o africano.
A la llegada del acordeón, se propició el encuentro con el campesino que lo miró, inicialmente, con recelo; eran dos culturas disímiles. Un acordeón que venía vestido de frac, él con su franela luida, mochila, sombrero y abarcas. Así aprendió el acordeón a viajar a lomo de mula, de los salones de Europa y los cafés italianos a las rozas y socolas, sirviendo como catarsis a la soledad del campesino, así supo interpretar su sentimiento; sus desvelos y alegrías, esa espontánea expresividad parroquial encontró lenguaje pícaro en el acordeón, y éste extraño visitante legitimó su compromiso para servir de vocero del sentimiento provinciano.
Inicialmente los acordeoneros del Magdalena Grande trataron de interpretar música europea con un acordeón reacio a expresarse en tonos melódicos costeños. Quienes fueron testigo de los inicios de Francisco "El hombre", aseguran que este interpretaba valses, mazurcas y otras melodías "de salón" que en Riohacha servían, desde la colonia, para amenizar las elegantes fiestas de criollos y honorables.
La unión del acordeón con la caja y la guacharaca no se hizo en forma inmediata. Los primeros acordeoneros eran solistas, es más, se interpretaba música instrumental, sin voz. Francisco "Pacho" Rada uno de los acordeoneros vivos más longevos (nació en el año 1907), confirma lo anterior en su testimonio a Rito Llerena (1985, p. 162) "cuando yo me levanté (los músicos) eran mi tío Ángel Paso y Juan José Núñez, pero entonces ellos eran mudos, no contaban, eran pura melodía".
La transición de música clásica europea: Mazurca, fado, pasodoble, vals, foxtrot, polska y otras, a los aires propiamente costeños incitaron a los acordeoneros a la vocalización. Los diferentes encuentros que han alcanzado notoriedad en la tradición vallenata, como el de Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales, Francisco "El Hombre" y el atanquero Abraham Maestre, Eusebio Ayala y Octavio Mendoza se escenificaron sin la presencia de instrumentos que acompañaron al acordeón. La idea de conjunto surgió posteriormente cuando hubo la transición entre la parranda y el baile.
Como lo asevera "Pacho" Rada y Alejo Durán, antiguamente los primeros acordeoneros se hicieron populares a través de los "cantos de parranda" expresión que globaliza tanto las improvisaciones al ritmo del anónimo "Amor - Amor" como los aires vallenatos que tuvieron auge sucesivo: primero la Puya, luego el merengue y el Son. (El paseo fue posterior a esta etapa) . Estas parrandas promovieron que los acordeoneros abandonaran la interpretación solitaria y sin vocalización inicial, y se encontraron con la exigencia cantoril que los hizo músicos a plenitud y permitió poner a prueba una virtud que la posteridad ha confirmado: el poder de convocatoria de la canción vallenata.
En los primeros cantos vallenatos alcanza notoriedad los "cantos de vaquería" como sustrato cultural que sirve de marco social en el que se generó el surgimiento del vallenato. Ciro Quiróz valora en estos cantos la génesis del vallenato lo que contradice Consuelo Posada (1989), para quien muchos de estos cantos son muestras recurrentes de la tradición oral hispánica que en forma de rondas, coplas y décimas se esparcieron por todo el continente y hoy se reproducen en cantos populares como los corridos, coplas, payadas, piquerias, incluyendo los cantos vallenatos.
Conviene considerar que las características fértiles de las amplias sabanas del territorio ribereño costeño hizo que los españoles vieran en esta verdosa plenitud inexplotada un espacio propicio para el levante de ganado vacuno. Se inició así el desembarco de enormes lotes de reses que con el tiempo se propagó por sabanas del Valle de Upar, La Guajira Sur, Magdalena, Bolívar, Sucre y Córdoba. El cargamento inicial aprobado por el gobernador de la provincia de Santa Marta Pedro Fernández de Lugo en 1535, fue de unas 1.500 reses importadas de las Islas Canarias, de las cuales muchas se extraviaron, reproduciéndose por los extensos territorios del Valle de Upar y riberas de los ríos Cesár, Ariguaní y Magdalena, al limite que según Quiróz "para el año 1605 los ganados expandidos en las Sabanas de Calenturas, El Paso y Ciénaga de Sampallón comenzaban a invadir otras regiones y llegaban a más de 70.000 cabezas salvajes, cuyas crías avanzaban más allá de Valencia de Jesús, cerca de Valledupar". La corona abandonó tal cría y estos animales fueron recogidos "al tercio" modalidad según la cual se proveía de caballo y elementos de vaquería a individuos quienes "cazaban" vivas las reses y recibían un tercio de estas; el resto pasaba a conformar propiedad del financiador de la caza. Se crearon así, muchos hatos ganaderos que poblaron de semovientes las sabanas de la Gobernación del Magdalena.
Estas circunstancias propiciaron el surgimiento de una cultura de la vaquería con profundo arraigo en zonas como Sincelejo, Mompox, riberas del río Magdalena como Plato, El Difícil, todo el Valle de Upar incluyendo el Sur de la actual Guajira. Los primeros músicos de género vallenato no se sustraen a este contexto socioeconómico que ofrecía la mayor fuente de ocupación junto al agro.
Músicos como "Pacho Rada", Alejandro Durán, José Antonio Serna, Víctor Silva, Pedro Nolasco Martínez fueron vaqueros que encontraron en los hatos ganaderos fuentes de inspiración y cantos que la tradición oral, peregrina y andariega, traía de los remotos lugares de origen de los vaqueros. No es de extrañar entonces, que tales circunstancias afloraran como universo referencial en los primeros cantos vallenatos; muestra de estos cantos de vaquería son canciones como "Los amores de Zoila" de José Antonio Serna, "Los caimiteros" de Octavio Mendoza, "El alazanito" de Tobías Pumarejo, "El toro tutencame" de Pacho Rada, "El playonero" de Rafael Escalona, “El corralero” de Alejandro Durán ,del cual tomamos las siguientes estrofas:
Ya la tarde está llegando(Bis)
Lo digo por que lo veo
Y el ganado viene bajando
Derecho para el rodeo
Se oye un grito a lo lejos
Eso a mi me hace pensar
El grito del corralero
Jarreando por el corral
Ya llegó la madrugá
Es la hora del corralero
Arreando para el corral
En busca de los terneros
Los cantos de vaquería compuestos a base de coplas, versos e improvisaciones son manifestaciones espontáneas con las que los vaqueros paliaban los azotes de la soledad, del sol y el cansancio en una faena larga y fatigante. Esto cantos junto al espíritu contemplativo de lo natural sirvieron como fuentes iniciales de muchas canciones, algunas perdidas en lo inmemorial y otras reproducidas por la oralidad y los medios magnetofónicos que aún gozan de la preferencia de los amantes del vallenato más tradicional y auténtico, aquel que no obedecía a intereses de consumo propios de la comercialización actual.
LA TAMBORA: UN VIEJO PARIENTE
Por ABEL MEDINA SIERRA
Tomado del libro “VALLENATO: CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO “ ( 2002)
Ciro Quiróz Otero en su estudio "Vallenato, hombre y canto" postuló la inclusión de un quinto aire tradicional en el vallenato: La tambora, esa expresión musical que, especialmente, desde el Paso (Cesár) la dinastía Durán adaptó al vallenato como muestras de la cultura negroide arraigada en esa zona de la Costa Atlántica, entre las que destacan canciones como "La candela viva", "Mi compadre se cayó", “El hombre divertido”.
Lo cierto es que desde los inicios del vallenato las tamboras, cumbiambas, chandé, pajarito, zambapalo, bullerengue, porro y cumbia coexistieron con el merengue ,el son y la puya al extremo de coincidir sus denominaciones (como merengue también se designó las cumbiambas) En las diferentes regiones consideradas por los teóricos como epicentros del vallenato se cultivaron estas danzas y cantos que podemos generalizar como "tamboras" las cuales alternaron con ritmos y bailes indígenas que se escuchaban desde Riohacha, Valle de Upar, y con relevante difusión, en la zona ribereña del Magdalena y antiguas Sabanas de Bolívar.
Un proceso selectivo concentrado en el Valle de Upar y La Guajira le restó presencia a las tamboras a favor de la cada vez más difundida promoción de los aires que luego se acuñaron como tradicionales en el vallenato: Puya, merengue, son y paseo. Caso contrario ocurrió en la zona ribereña y Sabanas de Bolívar, en las que hasta el presente el acordeón ha servido para hermanar los aires vallenatos con la cumbia, el porro y cumbiambas. La anterior escisión parte de las circunstancias raciales que predominaron en el proceso de mestizaje. En regiones como el Paso y Tamalameque justifican el predominio de tamboras por el carácter negroide de su población.
Alejandro Durán y Náfer Durán grandes representantes de la cultura ribereña propiciaron un punto de encuentro posterior para el vallenato tradicional y los "bailes cantaos" de amplia difusión en el Paso y pueblos del Magdalena y Bolívar. Ellos supieron interpretar el diálogo musical que se propició en los hatos ganaderos en los que se criaron y laboraron.
Bien es conocida la conformación de grandes hatos ganaderos en la zona del Paso, Plato y Mompóx, lo que desencadenó una avalancha de vaqueros venidos de todos los rincones de la costa, pero la mayoría de ellos descendientes de cimarrones, que encontraron en estos hatos trabajo y contacto racial con personas de toda la costa Atlántica.
Los días de asueto y noches de relajamiento dejaban escuchar manifestaciones espontáneas tan variadas como el origen de sus exponentes: bailes rituales africanos, chandé, cumbia, porro, vallenato y otras disímiles expresiones del folclor regional. Allí se reunían los corros de mulatos que a la luz de las velas ejecutaban tambores cónicos y guaches o maracas mientras una "cantaora" lideraba la ronda improvisando versos que eran respondidos con un estribillo fijo, se acompañaba el ritmo percusivo con las palmas y gritos. Juana Díaz Villarreal, madre de los hermanos Luis Felipe, Alejo y Náfer, era una de esas cantadoras de tamboras que legó su arte a quienes después lo interpretaron adaptado a los aires vallenatos, en paseos que hoy gozan de fama en el país. Decimos que en paseo, pues si bien se usa la letra y estilo responsorial de su versión en tambora, el ritmo percusivo y tiempos de ejecución obedecen a las características de este aire vallenato.
Posteriormente Alfredo Gutiérrez concedió un nuevo impulso a expresiones vallenatas que combinaban elementos de cumbiambas o tamboras, cuando a finales de los años 70 y comienzo de los 80 grabó temas con los que se impuso en las fiestas de carnaval y crearon una intención comercial que hoy comparten casi todos los conjuntos de moda. El genial acordeonero descendiente de la dinastía de los López Gutiérrez de La Paz, Cesár, considerados por muchos (Emiliano Zuleta Baquero entre ellos) como el mejor acordeonero del país puso de moda temas como "Dos mujeres", "Jueleley Juelelay", "Ripití - ripitá" que bien fusionan patrones rítmicos de los cantos de tambora con arreglos e instrumentación vallenata.
El auge de la tambora obedece, entonces, al interés de los conjuntos vallenatos de imponer sus producciones o "pegar" en las temporadas de carnaval en Barranquilla, participar con posibilidades en el concurso del Festival de Orquestas y Acordeones organizado con ocasión de estas fiestas y de paso, arrasar con el gusto popular en todo el litoral caribe en los lugares que también festejan el carnaval. Con el tiempo, todo conjunto que quisiera escucharse en épocas de carnaval debía grabar un tema en ritmo de tambora, preferiblemente un mosaico de temas viejos; el ritmo de las ventas le concedió campo propicio para el encuentro de dos viejos parientes: el vallenato y las tamboras. Hoy sobran los ejemplos de estas grabaciones: "La rama del tamarindo", "La chambaculera", "El muerto borrachón", "Tres golpes", "Me gusta bailar tambo", "La perra", "Tanto como la quería" "Volá Pajarito", “Dime por quién lloras”,”Camisola”.
Bajo la categoría de "tambora" se pretende, entonces, denominar todas estas expresiones que fusionan ritmos de arraigo africano, que persisten por la notable influencia comercial que el carnaval y sus cumbiambas han despertado en los músicos vallenatos y amantes de este folclor, lo que propició la fusión de expresiones que obedecen a un tronco común. Discutir si la tambora es el quinto aire tradicional del vallenato, no es la prioridad de este comentario, se trata de un alternante que ha convivido con el vallenato desde las mismas raíces y que por su cercanía establecen planos coincidentes que los puristas no pueden desvirtuar.
LOS GÉNEROS EMERGENTES DEL VALLENATO: UNA HISTORIA DE CAMBIOS Y PERMANENCIAS
Por ABEL MEDINA SIERRA
Tomado del libro “EL VALLENATO: CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO” ( 2002)
Continuamente se suscitan cálidos debates cada vez más enconados, por parte de los defensores del carácter folclórico del vallenato, cuando aparecen los intentos de subvertir los aspectos formales y estéticos de los patrones tradicionales en los aires legítimamente reconocidos como autóctonos. Las descalificaciones surgen por parte de los puristas para los músicos que con desmedido afán de estar a la moda y gozar del privilegio de los "hit parades", ensayan intentos de "fusión" que degradan la naturaleza folclórica de los cantos del país vallenato. De igual manera, cuando aparecen otros ritmos interpretados con organología tradicionalmente vallenata, en aras de promocionar una variedad innecesaria, pues pocos folclores son tan ricos en su gama de ritmos como esta manifestación musical que representa al país.
Si se hace un poco de historia, se tendría que reconocer, que la moda de interpretar aires diferentes a los tradicionales es tan antiguo como la llegada misma del acordeón. Recordemos que tanto Francisco "El hombre", como los pioneros de la ejecución del acordeón, tocaron aires indígenas, africanos y europeos. Posteriormente con la consolidación de la puya y el merengue también gozan del gusto de los músicos las cumbiambas y otras expresiones de naturaleza mestiza o negroide.
El tiempo concedió valor a la promoción de los aires tradicionales con mayor purismo en las décadas sucesivas, con especial incidencia en La Guajira y Cesár, pues ya se ha dicho que en la zona ribereña y Sabanas de Bolívar el vallenato ha coexistido y alternado con la cumbia, el porro y las gaitas mestizas. Andrés Landero, muestra fidedigna del carácter campesino de los acordeoneros de antaño, reconoce haber grabado más de 60 cumbias junto a merengues y puyas que aprendió a tocar por las exigencias del Festival Vallenato en el que compitió varias veces sin ganar el codiciado cetro de rey vallenato. Por su lado, Freddy Sierra, el rey vallenato de Sahagún (Córdoba) es bien conocido por su capacidad para interpretar porros.
En los festivales de la región sabanera, incluso, se impone la interpretación de porros como en el caso de los festivales de acordeones en Sahagún y San Juan de Nepomuceno, Bolívar. Esta convivencia de cumbia, porro, fandango y tamboras que goza de vida plena en Sucre, Córdoba, Bolívar y parte del Magdalena y Cesár ha postulado lo que Consuelo Araujo Noguera (1973) llama el " Vallenato Sabanero" de estilo sentidamente nostálgico y quejumbroso, notas alargadas y percusión de diferentes tambores.
¿Se podría descalificar músicos como "Pacho" Rada, Juan Polo "Valencia", Andrés Landero, Felipe Paternina, Virgilio De la Hoz, Máximo Jiménez, Enrique Díaz, Rúgero Suárez, Edilberto Rada, Náfer y Alejandro Durán porque han alternado estos ritmos con los aires tradicionales vallenatos?. Creo que nadie se atrevería a plantear que han degradado la tradición vallenata. Conviene, entonces, entender las circunstancias socio - culturales que legitiman marcadas o sutiles diferencias en las diferentes zonas de influencia de esta expresión folclórica. Más marcadas desde El Paso hacia Sucre y Córdoba con referencia al Cesár y La Guajira, región ultima que comparte características afines sobre la interpretación del vallenato.
La fusión del vallenato con los aires populares que diseminan su portentosa alegría contagiosa por la geografía costeña llega a su punto máximo con la aparición de los "Corraleros de Majagual", agrupación que aglutinó lo más selecto de los músicos del litoral caribe colombiano, así como las más variadas expresiones folclóricas que alcanzaron dimensiones nacionales e internaciones en los estilos de Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, "Chico" Cervantes, Eliseo Herrera, los Hermanos Benítez, Lisandro Meza. Porros, fandangos, cumbias, vallenatos hacían parte del colorido repertorio de este fortín de talentos naturales que le daría gloria a la música colombiana en este grupo y luego a nivel individual.
Precisamente coincide esta época con otros intentos de alternar la ejecución de aires autóctonos vallenatos con ritmos no tradicionales del folclor de la provincia de Padilla. Fue a finales de los años 60’s y los 70’s cuando músicos como Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Aníbal Velásquez, Aniceto Molina, Ismael Rudas y otros que gozaban del gusto popular incluyeron en sus producciones charangas, guarachas, pasebol y hasta rancheras que también despertó escozor en los puristas y defensores de los aires tradicionales. A tal punto que no tardaron los mismos músicos a cuestionar lo que llamaron "Nueva Ola" y que Alejandro Durán censura y resta validez folclórica en la canción de igual nombre que a continuación reproducimos:
Ya mi negra me dejó
como me compongo ahora (bis)
porque ella dice que yo
no soy de la "nueva Ola" (bis)
Llorá, llorá, llorá, corazón, llorá
II
A mi negra que le pasa
eso le pregunto ahora (bis)
quiere que toque guaracha
que sea de la "nueva Ola" (bis)
Llorá, llorá, llorá, corazón, llorá
III
A mi negra que le pasa
lo voy a decí muy duro (bis)
quiere que toque guaracha
yo soy vallenato puro (bis)
Llorá, llorá, llorá, corazón, llorá
No faltaron en los ochentas los músicos que quisieron en su oportunidad imponer ritmos novedosos que conquistaran el mercado discográfico y los postulara como grandes innovadores de la resistente estructura rítmica del vallenato aceptado por la memoria colectiva como auténtico, Calixto Ochoa trató de imponer el paseíto como aire ecléctico del paseo y el jalaíto . Otro caso es el de Andrés Gil "El Turco", uno de los pocos acordeoneros académicos que, sin embargo, no ha tenido gran notoriedad comercial. Trató de crear un ritmo sincrético que bautizó como "Paturqui" pero que rápidamente evidenció poca capacidad competitiva y escasa sostenibilidad para permanecer como componente rítmico del vallenato.
Posteriormente en los noventas, El Binomio de Oro y Juan Humberto "Juancho Rois", el genial acordeonero de San Juan de Cesár (La Guajira) promocionaran el "Vallerengue" como un intento de fusionar las expresiones musicales de mayor éxito en el gusto popular de la nación: el vallenato y el merengue dominicano. Al igual que el "Paturqui" el injerto musical tuvo poca vida y sirvió para demostrar la solidez del vallenato tradicional. El mismo Binomio de Oro creó un ritmo que se popularizo en Venezuela, pero su auge apenas tuvo aliento para dos años, se trata de "Chacunchá" otro ritmo innovador que se quedó en la intención.
Los finales del siglo marcaron la internacionalización del vallenato y su consolidación como folclor nacional por su capacidad representativa y total aceptación en las grandes ciudades del país, que antes miraba al vallenato con el sesgo de la subvaloración que todo hecho cultural rural y popular despierta inicialmente en las culturas citadinas y desarraigadas, tan elitistas y reproductoras de modelos extranjerizantes.
Los grandes medios de comunicación vieron en la cultura popular vallenata un filón inexplotado que bien podría sacar las producciones televisivas de los saturados paradigmas de la telenovela melodramática con personajes planos y acartonados. De esta forma surgen producciones como "Escalona", "Guajira", "Alejo", "Pedazo de Acordeón" que convirtieron a actores como Carlos Vives y Moisés Angulo en artistas de talla internacional por la expresión folclórica que representan.
Merece comentario especial el también rockero Carlos Vives, que antes había fracasado como cantante de baladas y pop. Asumió el papel de Rafael Escalona en una serie televisada que conquistó al país y el aplauso internacional por el carácter costumbrista, picaresco y emotivo de los pasajes que dieron vida a los cantos del patillalero autor del "Testamento", "Juana Arias", "El arco iris" y "La casa en el aire". De la producción dramatizada se pasó a la discográfica con los "Clásicos de provincia", temas de Escalona y otros autores tradicionales que pronto alcanzó repunte en las listas de éxito y conquistó con propiedad el concierto artístico internacional del continente y España. El tema "La gota fría" se bailaba en las discotecas tanto de Madrid como de Miami y ciudad de México. El vallenato clásico impulsó a éste actor samario a los sitiales nunca alcanzados por músico colombiano alguno, y de su mano, el vallenato pasó de ser folclor de parranda y caseta, en un producto de conciertos, con luces, estridencias y nuevas mezclas de fusión rítmica que impusieron lo que se conoció como "Tecnovallenato" o "Vallenato pop".
Pronto Carlos Vives desvirtuó su intención inicial de retomar la línea de vallenato clásico respetando el componente organológico y musical. Suscitó una fusión de gaitas indígenas, teclados y guitarras metálicas, batería eléctrica con instrumentos tradicionales del vallenato. El nuevo ritmo gustó a los disc jockeys de las emisoras y discotecas y en pocos años la nación entera cantaba "El caballito", "La tierra del olvido" y otros aires de fusión ya no tan tradicionales.
La música de acordeón se puso de moda, incluso las orquestas de salsa, merengue y otros ritmos tropicales encontraron en la fusión con el vallenato las mejores posibilidades de mantenerse en la nueva onda musical. Artistas de talla internacional como Gloria Estefan, Paloma San Basilio, Julio Iglesias, Ana Gabriel grabaron canciones vallenatas y el acordeón, al estilo vallenato y no europeo, armonizó con el encanto sortílego del folclor costeño diferentes géneros de fusión que el mercado discográfico aclamó bajo el mandato internacional del aplauso.
Muchos grupos que quisieron aprovechar el buen momento comercial del vallenato fraguaron propuestas musicales que lo único que tenían de vallenato era el nombre. En la misma tendencia caería el mismo Carlos Vives que fue abandonando la línea clásica para crear su propia propuesta rítmica que desvirtúa totalmente la naturaleza del folclor vallenato.
El tiempo relegó a Tulio Zuluaga, Amparo Sandino y otros aparecidos que recorrieron escenarios internacionales como altos "exponentes" del vallenato. Esta expresión del sentir costeño demostró una vez más, su portentosa capacidad de resistencia ante los embates de febriles intentos esnobistas que pretenden socavar la esencia folclórica del vallenato para disfrazarlo de ritmo de discoteca, conciertos y públicos citadinos juveniles, cuando es precisamente ese carácter folclórico lo que le confiere validez cultural significativa.
Aparecerán nuevas propuestas de músicos innovadores que pretenderán crear su propia versión de la canción vallenata; nuevas fusiones inundarán el marcado melómano, algunos cambios organológicos y musicales le deparan al vallenato como efecto lógico de la transición de folclor a producto de consumo; después de la fiebre, el vallenato clásico recobra vida, las experiencias así lo han demostrado, el folclor vallenato ha evolucionado por su propia dinámica colectiva, no por un acordeonero visionario que señala los rumbos que esta manifestación cultural debe tomar ante las exigencias de la modernidad.
EL VALLENATO HOY: LA LUCHA POR LA IDENTIDAD
Por ABEL MEDINA SIERRA
Tomado del libro “EL VALLENATO : CONSTANTE ESPIRITUAL DE UN PUEBLO” ( 2002)
El folclor vernacular vallenato es un patrimonio común, un sistema simbólico compartido, ya no sólo por los habitantes del territorio en el que se originó esta expresión musical, sino por todo un país que fue testigo como una música de la plebe y los campesinos del Valle del Magdalena conquistó adeptos a lo largo del país y el exterior, configurando una constante espiritual que como signo de identidad representa referentes epistémicos de nuestra forma de vida.
La degradación del vallenato en su identidad musical, fenómeno que con recurrencia preocupa a los folclorólogos y folcloristas, es todo intento de desnaturalizar la esencia y la naturaleza folclórica y tradicional de unos aires autóctonos que evocan la espiritualidad pueblerina que trasciende la mera creación artística popular.
Esta expresión musical de carácter folclórica por un natural proceso evolutivo se vio, de pronto, en circunstancias en las que su localización, carácter colectivo, vivo, empírico, oral, heterogéneo y funcional se desvirtúa por efectos de la reproducción discográfica que suscitó un auge comercial desmedido. La producción artística desde el mismo compositor hasta el músico interprete se ve condicionado por intereses económicos que resquebrajan el basamento tradicional sobre el que se estructura esta manifestación folclórica.
A partir del fenómeno de la comercialización aparecen elementos que desdibujan la identidad del vallenato en cuanto le restan autenticidad a lo entendido como tradicional y autóctono, a continuación señalaremos algunos de esos factores, presentes en el vallenato actual y que amenazan como tendencia predominante:
§ Comercialización
Es la nueva dinámica que mueve los intereses de los cultores del vallenato. El motivo poético de nuestros compositores obedece hoy a los intereses de consumo y no a sus inclinaciones naturales y espontáneas.
El principio “lo que está vendiendo” orienta la inspiración de los compositores modernos que archivan sus producciones cuando un conjunto les solicita una canción con una receta bien clara: debe ser romántica, parecida a una balada, solo dos estrofas, dedicada a una mujer, se ruega por un amor no concedido. Otras veces lo que se solicita es un paseo rápido con un coro “pegajoso”, letra picante y poco mensaje poético, es lo que menos importa.
La cadena de alienación también contagia a los músicos que bajo las exigencias de las casas disqueras, obedecen las pautas de consumo de tal manera que los aires (puya, merengue, son) y los temas costumbristas desaparecen de su repertorio, so pena de bajar el volumen de ventas de su producción musical y recibir el poco favorecimiento del grueso del publico melómano. Solo se sostienen los conjuntos cuyas ventas justifiquen la inversión de los sellos discográficos y los empresarios de casetas o bailes populares. Es de notar, que como producto de la comercialización, sin embargo, se han reportado beneficios a los compositores y músicos que hoy gozan de condiciones económicas favorables gracias a los nuevos criterios de sostenibilidad a los que han respondido: las ventas millonarias.
En La medida en que el vallenato devino en “producto” comercializable apropiado por una sociedad capitalista y de consumo, se pone en juego una oposición entre la cultura popular en la que esta expresión musical tiene sentido y una sociedad hegemónica que en sus inicios marcaba y delimitaba su territorio de patrones estéticos elitistas y “cultos” frente a manifestaciones de clases subalternas, libres de la consagración al gusto académico.
Recordemos que en las principales ciudades de la Costa la palabra vallenato connotaba coralibe, corroncho, montaraz; es decir, implicaba una valoración despectiva de esta expresión popular. Aún en el mismo Valledupar se llegó a prohibir la ejecución de esta música en los señoriales salones del Club Valledupar.
Otro referente sobre la subvaloración inicial del vallenato entre las “élites”, lo constituye los disc jockeys de Barranquilla como Ley Martin, que estigmatizaban al vallenato como “yuca” connotando el carácter parroquial y campesino del género. Años después, Ley Martin se declaró adepto a la fiebre “vallenatera” que contagió a las principales emisoras del país, se sumó al nuevo filón económico: la música que una vez creyó impropia de citadinos.
Posteriormente, con el repentino repunte del vallenato en los gustos melómanos del país, los empresarios, representantes de los medios y quienes se benefician del consumismo, cambiaron su estrategia. No se eliminan o restringen las expresiones populares, sino que se apropian, se reestructuran, se resemantizan. Esto se logra según Néstor García Canclini (1981, P.12) “separando la base económica de las representaciones culturales, quiebran la unidad entre producción, circulación y consumo”.
La comercialización del vallenato presupone una adaptación a pautas de transnacionalización (disolución de lo étnico en lo nacional), es decir, la necesidad de homogeneizarse para responder a gustos citadinos, a los grandes centros de consumo y , posteriormente al mercado internacional (caso vallenato pop) . De esta manera, uno de los efectos de la comercialización ha sido las restricciones para un desarrollo autónomo; su producción y consumo, su lenguaje, su temática, su estructura responde hoy a exigencias del mercado que son exógenas.
El proceso de comercialización del vallenato agenciado por políticas de consumo terminan estandarizando el gusto. Esto ha generado un vallenato monorrítmico (paseo romántico) y monotemático(el amor) Pero además de lo anterior, surge la exigencia de renovar constantemente la demanda: la canción vallenata se torna entonces producto desechable, hecho cultural efímero. A las multinacionales fonográficas no les interesa que un tema perdure, necesita vender nuevos productos. Es por ello que las canciones actuales figuran en las listas de éxito sólo unas pocas semanas, al poco tiempo contadas personas las recuerdan.
Siguiendo con los planteamientos de García Canclini en su ensayo ”Las culturas populares en el capitalismo “, este asevera que “el capitalismo no solo desestructura y aísla; también reunifica, recompone los pedazos desintegrados en un nueva sistema: la organización transnacional de la cultura”( P.94) El vallenato que es nuestro caso, se ha integrado a un nuevo sistema hegemónico que juega con su lenguaje, sus mensajes; se reduce lo étnico a lo típico, lo simbólico se torna materialización mercantil; la relación entre cantor – emisor y destinatarios se torna difusa, mediatizada; se produce para universos totalitarios, se inscribe la obra en un sistema simbólico diferente. Además de lo anterior, se fracciona lo económico y lo simbólico entre el sentido cultural (étnico) y el sentido material (mercantil), la unidad entre lo ideal y lo material se rompe abruptamente.
Otro indicador de la comercialización del vallenato es la cada vez creciente práctica de convertir los saludos en otra forma de mercadear el producto musical. Si bien los antiguos juglares mencionaban a sus parientes y amigos como acto afectivo desinteresado, desde la bonanza marimbera los saludos devinieron en un “comercial” que da vitrina a un rico, ególatra o arribista que busca hacerse famoso y notorio en la región a cambio de recompensar económicamente o con regalos como carros, vacas, instrumentos musicales a los intérpretes que los mencionan en sus cantos. Se conocen conjuntos que mencionan en sus producciones a persona que ni siquiera conocen, para luego, una vez sale el disco al mercado cobrar por esta degradante forma de mercadeo de la imagen personal.
Por todo esto, hoy es inevitable que el vallenato se deculturice como expresión autóctona y auténtica de la cultura popular costeña, ya se embarcó en la vertiginosa carrera consumista que controla sus destinos y regirá sus prolongaciones hacia tendencias inciertas.
§ Predominio de los contextos citadinos
Autores como Alejandro Durán, Andrés Landero, “Pacho” Rada, y Emiliano Zuleta entre otros, convivieron siempre en un hábitat rural y parroquial, alternando su oficio musical con la vaquería y la agricultura. Este entorno natural era fuente de sus inspiraciones: el cultivo, las estaciones, los animales, los amores de una serrana, el anecdotario parroquial y las picardías amorosas del autor eran los motivos que alimentaban el proceso generativo de las canciones de estos músicos tradicionales y auténticos.
Según Cataño Bracho, en su articulo “Factores que falsean nuestra identidad musical” (p. 65), el nuevo contexto en el que se mueven los autores modernos hace cambiar sus intereses y sus productos “No tiene la misma fuente de inspiración el campesino parrandero de amansaloco, abaharca, rula y saco, que se transporta banquetiao en un burro, tipo “Chente” Munive, que el estudiante que en la gran urbe anhela volver a su tierra a bordo de un automóvil” (P. 66).
Los hijos de estos juglares, campesinos y músicos disfrutaron del privilegio de la ciudad, su ambiente citadino y cosmopolita; la discoteca y el cine, el estadio y el teléfono. Elementos que le ofrecen otras posibilidades imaginativas en la creación artística. Ejemplo de lo anterior, en lo que es clara la influencia de los contextos citadinos en la canción, son las producciones de Roberto Calderón, Iván Ovalle, Juan Carlos Lora y Rafael Manjarrés, todos ellos originarios de hábitat rurales pero que estudiaron en Barranquilla. Para mayor ejemplo presentemos fragmentos de la letra de la canción “La mujer conforme” del compositor Máximo Movil en contraste contextual con la de Rafael Manjarrés titulada “Un presagio”
LA MUJER CONFORME
Vengo de la montaña
de allá de la cordillera
allá dejé mi compañera
junto con mis dos hijitos
yo me traje bien cargado mi burrito
vendo mi carga y me alisto
porque mi mujer me espera
tengo pensado regresarme muy temprano
porque ella me está esperando
con algunos alimentos
mi pobre compañera
que con tantos sufrimientos
me acompaña en esta tierra
UN PRESAGIO
Te vas y vas a quedar sin mí
vacaciones tristes quedarán
con quien al estadio voy a ir
no habrá día del amor y amistad
todo será mortificación
tus fotos, tus cartas, la ciudad
cuando mire a tu hermana menor
cuando vaya a la universidad.
§ Lirismo
Como producto del paso de un contexto existencial parroquial a lo urbano, en parte, y por otra parte las exigencias de escolaridad que desestimularon el analfabetismo, se promulgan entonces, procesos académicos que generaron unos niveles mayores de uso de la lengua y competencias fortalecidas que tradujeron el argot popular y las variantes dialectales de los pueblos vallenatos a un lenguaje poco natural, artificioso y a veces amanerado con tendencias a lo culto . Según María Eugenia Londoño los primeros cultores de nuestra música vernácula componían “sin ninguna ambición poética, sin cuidarse de la malicia de los receptores, porque ignoraban que sus cantos trascenderían su entorno, se dedicaron ingenua o inocentemente a hacer sus cantos de trabajo, cantos de vaquería o de zafra”.
Los compositores posteriores prefiguran una intención comunicativa según su receptor y exhiben un lenguaje cargado de florituras, metáforas, imágenes y alardes líricos que tratan de emparentar la canción popular vallenata con la poesía culta. Tal intención resalta a plenitud en composiciones de Tomás Darío Gutiérrez, Iván Ovalle, José Alfonso Maestre, Roberto Calderón, Efrén Calderón y muchos más.
Ciro Quiróz se refiere al mencionado intelectualismo en el que incurren los compositores contemporáneos, cuando hace alusión al uso reiterativo del término “poema” y “poesía” (muy común en autores como Hernán Urbina Joiro) para designar a la canción vallenata, así también aparecen vocablos de notable incidencia lírica culta como "quimera", "cuita", "de hinojos", lo que evidencia en estos autores la intención de presumir como poetas. Al decir de Quiróz “mis consideraciones buscan plantear la necesidad de aumentar la formación intelectual de nuestros músicos, la exigencia en sus composiciones que trabajen con elementos de la música moderna pero con la idiosincrasia popular del folclor nato” (1989 p. 63).
La cursilería y poco naturalidad en la expresión que relegó el carácter narrativo clásico, lejos de embellecer algunas canciones con elementos de poesía culta, le restan el carácter espontaneo y directo del habla popular y pueblerina que el folclor vallenato dio a conocer, como uno de los elementos culturales que identifican la cultura vallenata.
§ Primacía de lo visual frente a lo meramente musical.
El surgimiento de figuras de la frivolidad colombiana como Carlos Vives, Tulio Zuluaga y Moisés Angulo, reconocidos galanes de la televisión en el país, modificó los criterios de valoración de la calidad de los músicos vallenatos; concediendo mayor importancia a la esencia de publicidad actual: la imagen. El éxito discográfico inicial de estos artistas obedece más a los atributos físicos que desencadenan afectos en la joven fanaticada que a sus condiciones para el canto vallenato.
En cualquier barrio de Villanueva, San Juan, Patillal o Valledupar se consiguen mejores cantantes de vallenato que Carlos Vives, lo que privilegia su fama es la llamada “presencia escénica” que cautiva admiradores por el carisma del interprete y no por sus virtudes cantoriles: “La música entra por los ojos y no por los oídos” es el nuevo principio que rige la selección de artistas a promocionar en las casas discográficas.
Tal fenómeno, que no es exclusivo de la música vallenata pues en la salsa y el merengue es práctica común, nos hace pensar que en el futuro quien quiera alcanzar el éxito como cantante o acordeonero vallenato requeriría una condición adicional: presencia física notable, cualidad que predomina frente a la calidad interpretativa y de producción musical.
La cultura de la imagen también se convierte en criterio de valoración de la producción vallenata en cuanto hoy en día se condiciona el éxito comercial de una canción en la medida en que se promocione con un vídeo creativo y costoso. Muchos temas vallenatos (como el “Santo Cachón”) deben su popularidad al éxito que tuvo su vídeo en los medios de comunicación televisivos del país. Los bellos paisajes, modelos de sex appeal desbordante, el colorido, los efectos visuales pueden garantizar el éxito de una canción aunque ésta sea de escasa calidad musical.
A tal punto emerge la cultura de la imagen en el vallenato moderno que músicos de gran aceptación actual han tenido en cuenta los criterios de “presencia escénica” para elegir a los acompañantes (cantante o acordeonero) para la conformación de una fórmula musical: es el caso de Diomedes Díaz al elegir a Iván Zuleta, Israel Romero a Jean Carlos Centeno, Jorge Oñate a Gonzalo “El cocha” Molina, Iván Villazón a Saúl Lallemand, Iván Ovalle a Eduardo Lora.
§ Subvaloración de la figura del acordeonero:
Como efecto ligado al fenómeno del tecnovallenato promulgado por Carlos Vives, y muy de la mano con la promoción de la figura que “arrastra” publico femenino, se ha dimensionado al cantante como solista, como la estrella capaz de aglutinar el favoritismo de las masas. Si bien Carlos Vives debe parte de su éxito a Egidio Cuadrado, rey vallenato natural de Villanueva (Guajira), el acordeonero poco descolla pues se considera un elemento más del conjunto y no la figura que representa en la tradición vallenata como músico líder de la ejecución musical.
La historia vallenata presenta páginas gloriosas protagonizadas por juglares que con acordeón al pecho cantaron el universo vallenato con impulso vital y genio creativo. En honor a ellos se crearon los festivales y el publico ha rendido culto a los reyes vallenatos de Valledupar, Villanueva, Fonseca y muchos otros juglares. El acordeonero siempre fue la figura más importante del conjunto vallenato. La aparición de figuras como Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Iván Villazón y “Poncho Zuleta” les robó escenario y figuración al acordeonero, pero su éxito siempre estuvo condicionado por las calidades musicales de su compañero de fórmula. Ahora en el tecnovallenato, los videos ni las luces del concierto resaltan al acordeonero, y en conjuntos como los de Tulio Zuluaga y Moisés Angulo ni siquiera se conoce quienes ejecutan el acordeón.
§ El fenómeno de las “producciones”:
El público que realmente valora y comparte como suyo el folclor tradicional vallenato siempre ha sido exigente con sus exponentes. Por eso asiste a los festivales y casetas para dimensionar la real capacidad del músico, es decir, desconfían de los milagros de la tecnología discográfica que muchas veces hace aparecer a un mal
acordeonero como notable. Quienes confían en las virtudes que escuchan en las grabaciones, que son la mayoría, son presa fácil del engaño que ya se hace frecuente en los estudios de grabación.
A partir de la última década del siglo XX se ha hecho muy común encargar el manejo de un trabajo discográfico a un “productor”, un músico de notoria experiencia en sonido, arreglos, selección de canciones y montaje de las mismas, selección y dirección del conjunto durante la grabación. Omar Geles, “El diablito” es quizás el más reconocido productor del vallenato. Lo cierto es que el trabajo de los productores va mucho más allá y se editan producciones en las que figura un acordeonero pero el que en realidad grabó fue otro (el productor), pueden aparecer unos músicos en los créditos pero otros fueron los que estuvieron en el estudio. Tal es el caso de conjuntos como las Diosas del Vallenato y Adriana Lucia.
Es bien conocido por el publico vallenato que en los trabajos discográficos de Jorge Oñate con Alvaro López y Gonzalo Molina algunas canciones no son interpretados por los acordeoneros titulares sino por “colaboradores” como Franco Argüelles, Jhony Gámez, Víctor “Rey” Reyes o Emerson Plata que cobran por montar y ejecutar una canción para la cual el titular no muestra condiciones.
Con el tiempo los melómanos vallenatos no sabrán si la voz que escuchan es realmente la de la persona que aparece en carátula ( como el sonado caso de la agrupación Milli Vanilli) y cuando presencian presentaciones en vivo sufren desilusiones pues quienes consideran grandes músicos acusan limitaciones colosales.
§ El Hit Parade: Termómetro mentiroso.
Se ha perdido la práctica de escuchar folclorólogos de ampulosa densidad conceptual sobre el vallenato en las emisoras que difunden este tipo de música. En estos programas hoy se comenta y critica poco, se aprende mucho menos de la fenomenología de este folclor.
Hoy quienes presentan los programas son “disc jockeys” que desconocen la tradición vallenata y su esencia como dinámica cultural. Se ufanan de ser la “Biblia” del vallenato por conocer con qué acordeonero grabará Jorge Oñate el próximo larga duración. En realidad son comentaristas de farándula y no estudiosos del folclor.
Lo cierto es que para muchos músicos son indispensables para el éxito de sus producciones discográficas. A tal punto que si un conjunto no disfruta de su amistad, o lo incentiva económicamente o a través de “un saludo” a él o a sus hijos en las canciones, tiene escasas posibilidades de figurar en el “Hit Parade”, amo y señor de la valoración artística y factor determinante del volumen de ventas y aceptación de un artista.
El éxito de un larga duración está condicionado por la promoción que se adelante con los responsables de los programas y programaciones radiales de las grandes cadenas musicales del país: Olímpica, Rumba, Radio Uno etc. Ellos pueden convertir cualquier canción, por mala que sea, en un éxito nacional en pocas semanas. Los criterios de selección, en la mayoría de los casos, no es la calidad artística de la creación y mucho menos su carácter auténticamente vallenato, les interesa más la fusión, lo novedoso y comercial, y en gran parte las relaciones con el músico interprete. Imposible pensar que Alí Guerrero (famoso locutor de Barranquilla) deje de promocionar las canciones de sus “Compadres” Iván Villazón, Jorge Oñate o Diomedes Díaz.
Tales programadores se han hecho famosos pues son nombrados en cada trabajo discográfico de los conjuntos de moda, y algunos hacen famosos a sus hijos como retribución por catalogar en el hit parade temas de un larga duración. Quién no ha escuchado en las canciones nombres como: Alí Guerrero o su hijo, “El caballo” Castillo, Javier Fernández, “Lucho” Alandete, Ley Martín, César Araujo, Julio De la Rosa, Alfonso Quintero, Julio César Galvis, Jaime Pérez Parodi entre otros.
Al referirnos a este tema surge una palabra de moda : payola. Un controversial término que en el primer semestre del año 2001 generó una polémica de alcance nacional la cual contagió a diversos medios de comunicación. La palabra payola se acuñó para designar el soborno o pago ”bajo cuerda”a gerentes de emisoras, programadores o disc jockeys para garantizar la promoción de una canción o un trabajo discográfico. Es decir, para “imponer” el tema en el gusto popular a fuerza de escucharlo a cada momento y figurar en el hit parade como “lo más escuchado en el país”.
El debate publicitado por medios como “El tiempo”, “Gaceta” y la revista “Rumbera” movió a las autoridades al punto que se iniciaron investigaciones por enriquecimiento ilícito a varios programadores de prestigiosas cadenas radiales de la costa. La payola comenzaba a ser censurada públicamente y sus practicantes, para bien del vallenato, puestos en el cadalso del vituperio.
Este fenómeno de vieja data se ha convertido en el venal motor que mueve el mentiroso termómetro con el que se mide el folclor: el hit parade. Dádivas, estimulantes obsequios, presentaciones gratuitas, parrandas no remuneradas, empleos como animador o representante hacen parte de la lista de privilegios que terminan impulsando una canción a la cima de los top ten.
El término payola nació en los Estados Unidos y se deriva de pay off law ( voz inglesa que traduce pago extra legal) . Se comenzó a usar desde 1950 cuando un famoso disc jockey, Alan Freed, fue investigado penalmente por recibir dos mil quinientos dólares a cambio de la promoción de una canción.
§ Sujetos comunicantes y referentes anónimos
El vallenato en sus orígenes tuvo como marco de ejecución la parranda. Este contexto crea unas condiciones pragmáticas específicas en la canción como acto comunicativo. Como bien lo describe Rito Llerena Villalobos (P.22) “ el origen de estos textos en la oralidad hace que los emisores (compositores y ejecutantes) los estructuren de acuerdo al ideal del destinatario por cuanto inconscientemente se piensa que éste debe entender todo lo que se le comunica”.El antiguo juglar componía para un número limitado de receptores: sus amigos, sus enamoradas , familiares y allegados .Por eso algunas circunstancias aparecen implícitas pues hacen parte de referentes que median entre el cantor y sus inmediatos receptores. Por ejemplo Efraín Barliza (QEPD) expresa en canción“El hombre de mama”
No puedo matar al hombre
Porque cometo un delito
No puedo matar al hombre
Porque me dio un hermanito (Bis)
no lo conozco(Bis)
calzoncillos largos, pantalones cortos
no lo conozco, no lo conozco
Sólo sus allegados y quienes conocen el hecho anecdótico que origina la canción pueden precisar que el hombre aludido al ser sorprendido en su intimidad con “mama” se vistió primero los pantalones y encima de estos los calzoncillos.
La constante referencia a amigos en las canciones también circunscriben a los receptores en estos cantos de los compositores de las primeras generaciones:
Pobrecito Avendaño, pobrecito Avendaño
Pobrecito Avendaño, lo mismo Zabaleta
Quedaron llorando, quedaron llorando
Quedaron se acabó la fiesta
(Alejo Durán- Los Altos del Rosario)
¡Ay¡ tengo pena con compadre Chemo
tengo pena porque yo no fui
a la fiesta de ese dos de Enero
y con tanto que le prometí
( Julio Erazo – Compae Chemo)
Por otra parte, la mujer que suscitaba el sentimiento inspirador, generalmente tenía nombre propio. El compositor declaraba públicamente a quién iba dirigido su canto sin esconder en el anonimato y la vaguedad los motivos que lo animaban a componer. Los más fieles ejemplos de esta práctica son Calixto Ochoa quien en su producción compendia todo un inventario de nombres que le inspiraron a cantar: “Norma”, “Marta”, “Marily” ,”Myriam”,”Irene”, “Diana”, “Norfidia”,”Crucita” . El otro es Alejo Duran con canciones como: “Fidelina” , “Cata”, “Sielva Maria”, “Carmen Antonia”, “Nilde” entre otras. : En lo que se respecta al emisor, era recurrente la autorreferencia en los cantos clásicos. El autor marcaba claramente que el mensaje aludía a una épica personal y a un protagonista concreto. Los ejemplos sobran:
Oigan lo que dice Alejo
con su nota apesarada
y es como el guacharaquero
con su cachucha bacana
( Alejo Durán – La Cachucha Bacana)
Hombe , no se si me cogieron rabia
Oigan lo que Landero refiere
Pero como quiere que me vaya
Hombe si es que mi negra no quiere
( Andrés Landero – Flamenco)
Vengo a cantar este merengue
por eso se alegra el alma mía
morenita soy Leandro Díaz
el que adora a las mujeres
( 12 de Marzo)
El nuevo vallenato, en cambio, nos plantea unos sujetos comunicantes abstractos, perdidos en la vaguedad de la homogeneización que la cultura planetaria del mercado exige. El receptor es cualquier consumidor del país u otras naciones. Por ello el autor tiene que hablar un lenguaje explícito, la historia que genera la canción debe ser copiosa en detalles, sin implícitos ni sesgos locales, inteligible para todo tipo de público y no referente para una parroquia limitada. Las historias son repetidas, los motivos estandarizados, son las nuevas constantes universales de la ola generacional de compositores. De esta manera, los referentes dejan de ser específicos, son hechos que le pasan a cualquiera, en cualquier lugar, preferiblemente citadino. La mujer a la que se le canta no tiene nombre, esto hace que se sientan representadas todas las mujeres y no “Norma”, para citar un ejemplo.
El emisor también se torna abstracto y anónimo, los intereses melómanos son indiferentes al protagonista de la historia, no importa si es Wilmar Bolaños, Alberto Mercado, Carlos Brito Medina, Wilfrand Castillo o Jean Carlos Centeno. Por lo tanto se debe evitar la autorreferencia para no restringir el mensaje a un sujeto; el emisor puede ser cualquiera que esté en la misma situación emocional: enamorado, ansioso, frustrado, esperanzado, engañado, celoso.
El carácter anónimo de los sujetos involucrados y los referentes son otra prueba de la estandarización que ha sufrido el vallenato, otro factor que le ha restado significación pragmática dentro del contexto regional en el que se produce esta música.
§ Abandono de lo vivencial como fuente inspiradora
El vallenato clásico y costumbrista privilegia los sucesos realmente acaecidos como la fuente inspiradora en el acto generativo de la composición musical. Las canciones reproducen así, las vivencias de un cantor que encuentra en la música el mejor instrumento de expresión de su historia personal.
Al respecto de esto, el lingüista Julio Escamilla Morales, en su ensayo “Realidad y ficción en las canciones vallenatas” (1998, P.4) se opone a las tesis de estudiosos como Rito Llerena, Ciro Quiróz y Consuelo Araújo (QEPD) quienes defienden la absoluta condición vivencial para que la canción sea auténtica y folclórica. Al margen de los supuestos semiológicos de Charadeau desde los cuales opina, interesan más los ejemplos de canciones que por su pertinencia, revalidan la tesis de Escamilla. Es cierto que algunas canciones, si bien narran situaciones ficticias , hacen parte del más auténtico vallenato. Es el caso de “Encuentro con el diablo” de Camilo Namen Rapalino:
Y san Pedro conmigo fue indiferente
Y llegando a la puerta me rechazó
Me dijo parece usted mala gente
Déjeme consultar esto con Dios
En estas muestras se aprecian hechos inverosímiles que pueden entenderse como ficción, y que demuestran que los compositores vallenatos también recrean imaginativamente los sucesos vivenciales de los cuales parten para componer sus canciones. Esto infiere, que si bien prevalece lo vivencial también lo inverosímil hace parte de los recursos usados por el cantor popular dentro de lo que se puede llamar su proyecto discursivo.
Independientemente a estos casos en los que se recrea lo real con matices inverosímiles surgen las nuevas circunstancias en las que se mueven los compositores de esta época; quienes muchas veces componen por encargo o a petición del interprete, viéndose forzado a crear canciones artificiosas, partiendo no de vivencias sino de hechos totalmente imaginarios: la historia de un amor inexistente, unos hechos que nunca ocurrieron entre una pareja fantasiosa. La intención aquí es diferente, no se recrea lo vivencial ni se parodia la realidad sino que el oficio de componer obedece a la combinación de ingredientes que aseguren el éxito. Esto para procesar un producto (la canción) al gusto de un cliente inmediato (el interprete) y posteriormente a un público consumidor.
El compositor Romualdo Brito una vez confesaba que la canción “El santo cachón” la compuso por encargo de Los Embajadores Vallenatos quienes pidieron una canción pegajosa, bailable, de despecho y caricaturizando a un cornudo. Canciones que han sido producidas bajo estas circunstancias ficticias sobran entre los autores de la nueva generación, también se impuso en los noventa con el llamado Vallenato Internacional que se promovía en Venezuela; una producción constante de canciones prefabricadas, con letra repetitiva y arreglos específicos al gusto melódico del vecino país.
Si bien la imaginación y lo inverosímil no atentan contra lo auténticamente folclórico, lo ficticio y artificioso de los compositores que responden a las exigencias del mercado le restan el ingrediente vivencial, tan significativo en el valor cultural de una canción, así convierten la misma en un producto comercial sin legitimidad folclórica.
§ -La baladización
En los primeros años de la década de los noventa, los folcloristas y puristas ponían el grito en el cielo por la “ rancherización” del vallenato en autores como Hernando Marín . Lo que no imaginaban tales defensores del vallenato auténtico y costumbrista es que con el tiempo se superaría este fenómeno para dar paso a otro, quizás más alienante y menos folclórico : la baladización , entendida como la asimilación de la composición a la estructura formal de contenido y de intención así como a la sensiblería propia de la balada romántica.
Como consecuencia de esta influencia la canción vallenata cada vez se hace más lenta, estilizada, los motivos se estandarizan: la relación amorosa y las intimidades de alcoba. Las canciones se ajustan a las características de la balada de tal manera que permita conquistar también al público, mayoritariamente joven y citadino, amante del género que ha hecho famoso a los baladistas.
En los aspectos formales, la instrumentación cada vez se asimila más a los usados en la balada romántica típica: guitarra clásica, sintetizador, batería eléctrica, saxofón. Si escuchamos el preludio con el que inician la mayoría de temas románticos no encontramos diferencias con la instrumentación propia de la balada. Los ejemplos son más notorios en canciones de grupos como Los Diablitos, Los Inquietos, Los Gigantes, El Binomio Oro.
Por otra parte, algunos compositores confiesan que se inspiran en baladas para componer sus canciones. Unaldo Efrén Calderón confiesa que sus primeros temas fueron baladas y luego asimiló el vallenato a este género. Parecido es el caso de Wilmar Bolaños que “extrae” fragmentos musicales de varias baladas y luego arma una composición de retazos, le añade letra que bien puede grabar un intérprete de vallenatos o de baladas . Esta práctica poco original es llamada en otros países “ saqueofonía”.
Tan contagiante y, hasta descarada, fiebre de baladización se insinúa amenazante sobre el vallenato que ya las canciones se trasladan de un género a otro sin grandes esfuerzos de adaptación. En el segundo semestre del año 2000 se impuso en todo el país el tema “Como agua caliente” de la brasilera Martinha, interpretado por Fabián Corrales y Juan Carlos Granados; algunos recuerdan que en los años dorados Fausto interpretó esta balada. Rara vez los músicos vallenatos habían osado traspasar las fronteras del folclor para buscar material en otros géneros, siempre fue a la inversa ¿ es que los compositores nuestros no producen lo suficiente? . Parece ser, que en la balada encontrarán un nuevo filón que garantizará el éxito.
Por su parte Adriana Lucía, aparece en el primer semestre del 2001 con una canción postulada al éxito,”Bendita luna” compuesta por Alberto Mercado Suárez interpretada tanto en versión vallenata como en balada. Esta es otra prueba que nos advierte que los compositores actuales están creando baladas que se pueden grabar como vallenatos. El futuro nos deparará otros ejemplos que confirman esta nueva tendencia.
Como producto de este fenómeno han surgido una variedad de cantantes de éxito fulgurante por sus condiciones vocales( voces andróginas los llama Alberto Salcedo Ramos) para cantar música romántica y que bien pueden figurar en ése género. Tal es el caso de Nelson Velásquez, Luis Mateus, Jean Carlos Centeno, Amín Martínez, José Luis Carrascal, Adriana Lucía entre otros.
La baladización ( ¿de baladí?) marca hoy la pauta en las recurrentes tendencias por “encuadrar” el vallenato a la estructura de otras expresiones musicales que gocen del aprecio momentáneo del mercado discográfico. El tiempo, absoluto regidor, demostrará que el éxito del vallenato va mucho más jalonado por su carácter folclórico, tradicional y costumbrista ( su autenticidad) que por las influencias impuestas por quienes industrializan la música.
§ La fusionmanía
Otra de las fiebres causadas por la permanente búsqueda de renovación en los músicos, es ésta, caracterizada por la creación de propuestas en las que se diseña un injerto musical para experimentar el gusto melómano nacional e internacional. Los antecedentes de esta práctica no son recientes. Ya se mencionó como en los 60´s Los Corraleros de Majagual ofrecían una fresca y agradable fusión de vallenato con aires costeños como el fandango, el porro, chandé, cumbia y otros. Posteriormente en los 70´s Alfredo Gutiérrez Vital, Aníbal Velásquez y Calixto Ochoa Campos pregonaban la “nueva ola” , una combinación de vallenato con guarachas, charanga y pasebol. La década siguiente registra un intento de Andrés “El turco “ Gil por incluir al vallenato elementos de varios géneros musicales que denominó “Paturqui”, de poco éxito y trascendencia al final.
Los noventa representan la eclosión de la fusionmanía tanto en el vallenato como en la mayoría de ritmos populares bailables. El Binomio de ORO , una de las agrupaciones que siempre lleva un paso adelante en innovaciones, impuso en Venezuela el ritmo Chacunchá, una mezcla de vallenato , tecnocumbia y otras expresiones caribeñas. La propuesta tuvo un efímero éxito y fue imitado por agrupaciones como Los Diablitos, Miguel Morales, Los Betos. El mismo Binomio ensayaría años después propuestas como la fusión de vallenato y música flamenca con temas como “Baila feliz” .
También apareció el inmortal “Juancho” Rois con una fusión entre el vallenato y el merengue dominicano , que ya había ensayado el Binomio de ORO con Wilfrido Vargas. El nuevo ritmo se llamó Vallerengue, y al igual que los anteriores, fue una fiebre de efímera trascendencia.
La fusiomanía llega a u esplendor con la aparición de Carlos Vives y su accidental incursión en el vallenato, originada por su protagonismo en el seriado “Escalona”. Vives al lado del rey vallenato Egidio Cuadrado popularizaron, primero a nivel nacional y luego mundialmente, el Tecnovallenato o vallenato pop, injerto que complementó el componente organológico tradicional con gaitas, guitarras metálicas, batería eléctrica y otros aportes del pop moderno.
Esta propuesta recibió tanto apoyo del público, que antes de dos años, Carlos Vives era reconocido en el mundo del jet set y la farándula internacional, mientras que en Colombia , toda una constelación de actores y actrices, músicos vallenatos o de otros géneros comenzaron a combinar los ingredientes que catapultaron al rockero samario, la pócima no tan secreta de la fusión: Tulio Zuluaga, Carolina Sabino, Amparo Sandino, Los Pelaos, Los Muchachos, Código 3.
Esta fusión aún garantiza éxito internacional a Carlos Vives, pero lo cierto es que en el público consumidor de vallenato, su popularidad está en franca decadencia y se vislumbra ,en este género, poca sostenibilidad al punto que la mayoría de músicos representativos de esta tendencia, o se inclinaron hacia otras innovaciones o bien poco figuran en las listas de éxito.
También en los noventa desde la salsa se insinuó un coqueteo de matrimonio entre éste género y el vallenato. Los grupos Niche y Guayacán de Cali, líderes de un movimiento nacional de salsa criolla comenzaron a impulsar la llamada “salsa folclórica” con temas como “Mi pueblo natal ”, en los que incluían elementos organológicos y expresivos propios del vallenato, con participación, incluso de músicos como Israel Romero (Niche) y “Juancho Rois” (Guayacán).
Enseguida la propuesta fue respondida con una ruta inversa: del vallenato a la salsa . Agrupaciones como Los Diablitos, Jesús Manuel y Víctor Reyes, e incluso, Iván Villazón ( en el tema de Antonio Meriño “Que te perdone mi Dios”) introducen arreglos con claras tendencias hacia la salsa en la percusión y los teclados.
La actualidad insinúa otros febriles intentos de fusión: el vallenato de despecho impulsado por Luis Miguel Fuentes y otros . Los Embajadores y Mabel impulsan también el llamado “Ranchenato” que trata de revalidar la conciliación entre ranchera y vallenato. El folclor de Francisco “El hombre” seguirá experimentando la fusionmanía porque las exigencias del mercado discográfico obligan a la renovación de sus productos “desechables”, la exploración de nuevas posibilidades rítmicas que jalonen ventas, todo esto complementado por el ánimo innovador de las recientes generaciones que buscan un protagonismo que los reconozca como iniciadores de un nuevo vallenato . Afortunadamente esta historia de cambios siempre termina en estadios de permanencia, pues una vez cede la fiebre, se impone un impulso conservador y de rescate de lo auténtico.
§ La sensiblería y el determinismo
Un impulso plañidero, que raya en la sensiblería y en la actitud derrotista del autor frente a los retos sentimentales se ha convertido en la temática recurrente de los compositores vallenatos contemporáneos. Un matiz melodramático llenó de lamentos las canciones, ralentizó su alegría festiva y desdibuja la actitud vitalista que animaba a los juglares del vallenato clásico . Alberto Salcedo Ramos (2002 ,P. 47) registra con mordacidad este tránsito lamentable del vallenato auténtico a la sensiblería “ antes de que las composiciones se volvieran una mezcla insufrible de novelita rosa y con balada - papel higiénico de empleadas domésticas desarraigadas – el vallenato era una música genuina y vigorosa. Nada de melcochas , ni de paños de lágrimas , ni de palabras escogidas de afán en los basureros del diccionario.”
El acto generativo de la canción se volvió un ejercicio de autoflagelación sentimental , elaboración de un inventario de sinsabores, de penurias de alcoba , de versos afectados , de palabras desgarradas que imploran por un perdón, por un regreso , por una migaja de amor. Se ha llevado así , la sensibilidad lírica al extremo de la ramplona cursilería , la emoción al terreno del despecho y el fatalismo sentimental hecho que es cuestionado aún por compositores románticos de generaciones anteriores como Rosendo Romero Ospino : “La tristeza vuelve al hombre débil, el compositor cumple una función social, es mensajero; pero no puede ser pájaro de mal agüero ”.
La virilidad, el orgullo y el desafío de los compositores de generaciones precedentes revalidaban en cada canción la actitud de protagonismo y autodeterminación con la que asumían los retos sentimentales , los ejemplos brotan en las canciones clásicas :
Tu retrato
¡ Ay ! te mando tu retrato
Te mando tu retrato
Que es prueba de un mal amor
Los amores injustos
Los amores ingratos
¡Ay! Olvidarlos es mejor
dicen que el recuerdo queda
de algo que haya sucedido
si la cosa es pasajera (Bis)
eso lo borra el olvido
Si algún día la vuelvo a ver(Bis)
La miro con un amigo
Porque lo que fue y no é(Bis)
Porque lo que fue y no é
Es como si no hubiera sido(Bis)
( Alejo Durán D.)
El Mejoral
En asuntos de mujeres
tengo una ley muy bien aprendida
En asuntos de mujeres
tengo una ley muy bien aprendida
Yo quiero a la que me quiere
Y olvido a la que me olvida
( Rafael Escalona )
Con la misma fuerza
Tuve un tiempo terrible
Pero siempre me conformo
Dependió del abandono
Que tuvo Carmen con Mile
Pero yo como soy libre
Igualito a Carmen Díaz
Me acuerdo todos los días
Y pienso a cada momento
Que Emiliano no ha muerto
Ni se muere todavía
(Emiliano Zuleta B )
Olvídame
El amor entra de pronto
Pero para salir demora
El hombre que sufre es tonto
Si por un cariño llora
(Leandro Díaz )
Esta actitud desdeñosa ante los desengaños y la indiferencia de un amor contrasta sustancialmente con el determinismo que hoy pregonan los autores de la generación lastimera . El compositor lamenta su impotencia , la canción es un mensaje imploratorio por un reconcilio , por la aceptación , por un perdón . El hombre se vuelve presa de un destino inexorable que condiciona su felicidad , su capacidad para enfrentar las emociones se minimiza, es presa de la incertidumbre y muñeco al desgaire de los caprichos de una mujer o de las fuerzas insondables del destino. Para algunos autores como Unaldo Efrén Calderón , incluso, este determinismo se acompaña de cierto misticismo en el cual la divinidad se vuelve intermediaria y redentora de la relación amorosa como se evidencia en varias de sus canciones :
Mira mi Dios
Mira mi Dios
Sabes que me siento herido
Porque el amor no ha venido
Porque nunca volvió
Mira mi Dios
Yo no se como pedirte
Que me ayudes a olvidar
A la que un día me mató (Bis)
Dios dónde estás
Dios dónde estás, Dios dónde estás
Tanto pedirte y no escuchas mi voz
Dios dónde estás, Dios dónde estás
Tanto quererla y siempre se marchó
El día que vuelva qué me dirá
Espero que guarde de su dolor
Era como yo
Bendito señor
Ahora tengo que adorarla
Y llevarla conmigo
Si vieras cómo estoy
Otra pena estrena mi alma
Otra vez dolido
Ya se le olvidó
Lo que prometió
Pero yo no olvido
Dime qué pasará
Dime , mi Dios querido
Porqué a mi sólo me toca sufrir
Ay ,dime, mi Dios Divino
Porqué de olvido tengo que vivir
Se, que estoy llorando por ti
Si, mi reina linda lo se (Bis)
Sabes que me has atado
Que me has vendado
Y que no puedo andar
Ay, suelta siquiera mis manos
A ver si gano mi libertad
Esta tendencia sensiblera se manifiesta de manera evidente en la mayoría de los títulos de canciones que , sobre todo, en las últimas dos décadas se impone como recurso estilístico en la producción discográfica monotemática y monorrítmica de los autores contemporáneos . Una lista de cincuenta canciones grabadas desde los años noventas confirma la actitud arrodillada, determinista y fatalista que invade el sentir de nuestros compositores, sus títulos manifiestan lo imprecativo como intención comunicativa, es una letanía de súplicas , es el ruego vuelto canción :
v No me lastimes – Marcos Díaz Alarza
v Cómo me tienes
v Esperando tu amor
v Tu no tienes alma – Omar Geles
v Te esperaré
v Vuelve a mi
v No te olvides de mi
v Sin ti no hay cielo
v Me pides tanto – Efrén Calderón
v Es por ti
v Perdóname – Alberto Mercado
v Que hago sin tu amor
v No te detengas
v Si estuvieras
v No me pidas que te olvide – Wilfran Castillo
v Llévame contigo
v No tardes tanto
v Entrégame tu amor
v Te pierdo y te pienso
v Piensa en mi – Iván Calderón
v Te daré lo que soy
v Ya te vas amor
v Te llevas todo
v Ven conmigo – Luis Egurrola
v Cómo te olvido
v No se qué me hiciste- Jorge Valbuena
v No me quieres
v Necesito tu amor
v Me vas a matar – Roberto Calderón C.
v Sentí tu partir – Amilkar Calderón
v Dime cómo te olvido – Jean Carlos Centeno
v No te olvides de mi – José Alfonso Maestre
v Duerme conmigo esta noche
v Qué hago si te pierdo – William Campuzano
v Regresa pronto – Walbert Orozco
v Decídete
v Acuérdate de mi – Fabián Corrales
v No me niegues tu amor
v Porqué te quiero – Emerson Rodríguez Plata
v Te daré mi vida – Jesús Villero
v Regálame una noche – Nirlon Sánchez
v Dame otra oportunidad – Luis Carlos Valencia
v Llévame en tus sueños – Felipe Peláez
v Si tu no vuelves – Edward Morelos
v Me puedes perdonar – Miguel Morales
v Devuélveme el alma- Leo Correa
v Te llevas todo de mi – Hernán Urbina J.
v No me quites esta vida – Jesús Manuel Pérez
v Solo y sin ti – Carlos Reales
LAS MANIFESTACIONES MÁGICO –RELIGIOSAS EN EL VALLENATO
Por Abel Medina S.
La música no solo es arte , lejos de entenderla como forma pura y abstracta y de valorarla de manera descontextualizada de sus manifestaciones concretas conviene considerar que en ella intervienen factores tanto objetivos como subjetivos. No se puede apartar la música de la realidad humana en la que tiene sentido, “No hay música sin humanidad ” nos enseñó el etnomusicólogo cubano Fernando Ortiz, para darnos a entender que en la música , y mucho más en la folclórica , existe un determinismo geográfico, histórico y social . Estos asertos nos alientan a plantear la manera como la música , en nuestro caso , vallenata , es un escenario en el cual ,más que representarse, se encarnan y vivifican las expresiones trascendentes , específicamente las manifestaciones mágico- religiosas del ámbito original de este género vernacular .
Las canciones folclóricas vallenatas sirven para construir el sentido de identidad, son escenarios donde el “nosotros” cobra su valor particular en cuanto nos permite autodefinirnos como colectividad . En este proceso identitario , las canciones vallenatas , como producción cultural, denotan y connotan las actitudes hacia lo trascendente y el sistema de creencias y prácticas mágico –religiosas sentidos y compartidos por los miembros de la región en la que nacieron y se asumieron como propios estos cantos tradicionales.
Simon Frith (citado por VILLA, 2002, P. 29) expresa que “La música no es una manera de expresar ideas , es una manera de vivirlas”, así una experiencia estética se convierte en ética , en la música nos descubrimos y construimos las relaciones con el otro , así sea una realidad metafísica.
Por otra parte, el mismo Ortiz, cuyos postulados sustentan este escrito, sostiene que “todo arte nace en la religión , pues ésta en las sociedades primitivas envuelve las manifestaciones trascendentes del individuo”. La música aparece así, unida a la acción sacromágica y a lo ritual , sin dejar de considerarse como manifestación artística también. Por su parte , James George Frazer ( 1992 :P.389) expresa que la música ha hecho mucho “para expresar las emociones religiosas, modificando más o menos profundamente el edificio de las creencias , de las que a simple vista, parece una simple servidora. El músico ha tenido su parte, tanto como el profeta y el pensador , en la formación religiosa. Toda fe tiene su respectiva música y la diferencia entre los credos puede casi expresarse en notas musicales”
Desde la concepción sicoanalista , la música en su origen se vincula a lo ritual al expresar que el canto surge espontáneamente del estado de ebriedad fisiológica que se produce cuando en la muerte ceremonial del tótem , se suspenden las inhibiciones sancionatorias impuestas por la superestructura moral y religiosa de la sociedad, según esto , los instintos desbordados por la licencia temporal hacen brotar el canto.
El origen de la música ,en general, se explica desde las perspectivas sacras hasta las profanas. La mitología hebrea nos dice que fue Eva que inventó la música para arrullar a Adán .Otros dicen que el rey David, que deleitaba a Saúl con su lira , fundó este oficio . Otra versión la confiere esta invención a Tubal , hijo de Jafet, quien la descubrió en el martilleo del hierro en su yunque .Lo cierto es que la música acompañada de “toda suerte de instrumentos de haya: con arpa, salterios, panderos, flautas y címbalos ” (Biblia ,Sam.6:5) era fraterna aliada de los profetas para la comunión espiritual con la divinidad en Jerusalén . Por su parte , los musulmanes como Abd El Kadir (Cfr. ORTIZ: 1993) sostienen que Alá (Dios) al darle el alma al hombre , también le dio un corazón que al comenzar a latir fundaría el ritmo, principio de la musicalidad. Una versión árabe diferente nos narra que Alá creó la música para distraerse y luego se la enseñaría a los ángeles. El arcángel Harit se hizo un músico excepcional , pero el bicho de la rebeldía lo condujo al exilio del paraíso , llegó al infierno con su cargamento de alegría musical cuyo don Dios había olvidado quitarle . Harit cambiaría su nombre en el infierno por el de Iblis (El Diablo, nada menos ). Entonces Dios comprendió el gran poder que había dejado en manos del ángel rebelde y le quitó la memoria musical , solo le quedó la habilidad para tocar y cantar . Por eso los humanos se quedaron con la música del averno, la que el Diablo les enseñó. Se sugiere así una insoslayable discusión sobre el carácter sagrado o profano de la música que pone en evidencia , de salida, la estrecha ligazón entre el canto y el universo mágico religioso de cualquier cultura .
Para el caso del vallenato , su origen no se sustenta en la intervención de una entidad sobrenatural sino en las circunstancias históricas , sociales y culturales que nacen del proceso de colonización y mestizaje triétnico que consolidó en la región del antiguo Magdalena Grande , una nueva contextura social y folclórica en la que el vallenato tuvo su surgimiento. Sin embargo, en los inicios de esta expresión musical surge la trascendencia mítica de Francisco Moscote Guerra , o Francisco “El hombre” como el personaje dotado de condiciones sobrehumanas que consolida la vitalidad de esta música .
A pesar que el Festival Vallenato que se institucionalizó en Valledupar desde 1968 conmemora la Leyenda Vallenata de la virgen del Rosario, es la leyenda de Francisco “El hombre” la que identifica y prefigura de tradición esta expresión folclórica . La leyenda vallenata refiere que la virgen del Rosario resucitó las huestes españolas que habían caído envenenados por el barbasco que habían vertido los indígenas tupes en las aguas de una laguna donde estos saciaron su sed . Como se puede apreciar esta leyenda originada en hechos históricos acaecidos en el siglo XVI, está totalmente al margen de la tradición musical regional , en cambio, la de Francisco “El hombre” funda la naturaleza juglaresca del acordeonero vallenato, confiere dimensión legendaria y mítica a esta expresión musical lo que a su vez legitima el carácter folclórico de la misma. Ya Bronislaw Malinowski (1974 ,P.188) nos confirma la fuerza cultural del mito en la medida en que “tiene los gérmenes de lo que será la épica futura ... fortalece la tradición al dotarla de un valor mayor, retrotrae a una realidad más elevada ,más sobrenatural que los eventos iniciales” . Francisco “El hombre” no inventó el vallenato, no es el “padre” de este folclor pero si la figura tutelar más emblemática de esta música , gracias al velo mítico y mágico que cubre su grandeza .
Francisco Moscote , un campesino natural de Galán ( municipio de Riohacha, La Guajira) , nacido el 24 de abril de 1880 ondearía la bandera de la primera gran gesta de un acordeonero cuando un día, en su camino veredal entre Riohacha y Villa Martín (Machobayo) se topó con un acordeonero cuyas cualidades interpretativas, para Francisco , distaban de las limitaciones terrenales . Un espontáneo duelo entre los dos solitarios digitadores serviría para que Francisco confirmara sus sospechas : estaba ante el mismísimo diablo. La astucia del guajiro selló con gloria esta piqueria : tocó en credo al revés , el maligno buscó excusas para rehuir la contienda para desaparecerse por siempre .
La memoria oral colectiva fue tejiendo sus adaptaciones y exageraciones en esta historia en la que la magia del acordeonero vallenato supera hasta las mismas fuerzas sobrenaturales ; de la leyenda el camino al mito se hizo corto , ningún otro acordeonero alcanza la dimensión mágica de Francisco “El hombre” aunque surjan otras versiones de encuentros con el diablo encarnadas en músicos como Francisco “Pacho” Rada (que el mismo se encarnó de desmentir ) y Pedro Nolasco Martínez. Este último acordeonero nacido en El Paso , cuenta en su canción “El maligno” sobre su encuentro con un extraño ejecutante al que venció con la misma formula de Francisco Moscote . La versión de este canto reproducida por su paisano Samuelito Martínez expresa :
Eso es cosa que sofoca
De tarde o de mañanita
Eso es sofoca
De tarde o de mañanita
Me encontré con el maligno
De El Paso pa’ La Ceibita
Me encontré con el maligno
De El Paso pa’ La Ceibita
Pero na’ me ocurrirá
Que viene el Diablo a tocá
Le rezo el creo y se va
Y un padrenuestro na’ ma’
Muchas culturas han visto evolucionar las expresiones artísticas de los rituales mágicos y religiosos. Así como el teatro griego nació de la liturgia dionisiaca , la palabra “vate” que hoy designa al poeta nombraba en los antiguos griegos a los encargados de comunicarse con los dioses a través del oráculo y descifrar los vaticinios . La música en diversas comunidades nació como acompañamiento al oficio de los chamanes y sacerdotes, como instrumento de conminación a las fuerzas telúricas o de alabanza a una deidad pero luego devino en manifestación estética, en creación artística.
En algunas culturas africanas las manifestaciones musicales sirvieron para canalizar tanto la emotividad excitada por el goce
( lo estético) , como también el dolor (lo anestésico). Evidencia de esto es el uso de cantos funerarios mbembo entre los congos, y cercanamente el alaba’o en el Chocó y el lumbalú que todavía se practica entre los palenqueros, herencia de un pasado que conjuga estribillos al estilo antifonal entonados por una ronda que , en torno al cuerpo del difunto, responde al llamado de tambores (llamador o yamaró). En nuestro continente , una vez los pueblos africanos perdieron nacionalidad en el proceso de mestizaje se perdió también la ligazón entre música y las prácticas escatológicas : “en los intersticios lontanos del tiempo, tan indiscernibles como perdidos en las memorias de la interculturalidad, el zambaje y el sincretismo triétnico , se perdió el momento en el cual lo funerario dio pie a la diversión , la danza se alejó del ataúd a las ruedas festivas , las velas dejaron los velorios y se fueron al fandango, y el tambor se hizo más amigo de la alegría que de la tristeza , y así se fraguó lo que se considera uno de los elementos matrices en el nacimiento de la mayoría de las expresiones musicales de la Costa Caribe : El baile canta’o ”(MEDINA: 2002)
La música ha sido un vehículo de comunicación con lo trascendente en muchas liturgias religiosas y en las prácticas mágicas . Es conveniente asumir la conceptualizacion sobre estos términos a fin de establecer planos de distinción y de conciliación entre los mismos. La religión implica una series de actos rituales dirigidos a obtener favores o concesiones por parte de una entidad personal capaz de conceder beneficio .Según esto la religión tiene tanto un componente teórico (la creencia en una divinidad con poderes que gobiernan el curso de la naturaleza y la vida humana) y otro práctico (los intentos por para propiciar esos poderes ) que a veces caen en el terreno de la magia .
Por su parte, la magia es la manipulación de objetos de modo impersonal, con los cuales se conminan a entidades o a las fuerzas telúricas para obtener beneficio o maleficios. Magia y religión coinciden en cuanto ambas presentan soluciones al hombre y se basan estrictamente en la tradición mitológica (MALINOWSKI , P.104). El concepto de magia implica los ritos, prácticas y concepciones que tienen por objeto actuar sobre las influencias hostiles, neutras o favorables ejercidas , ya sea por fuerzas de la naturaleza , por seres humanos o sobrenaturales. Para Frazer la magia supone, al igual que la ciencia y diferente a la religión, que los acontecimientos son regulares cuya actuación pueden ser previstos y calculados con precisión. Los magos no dudan que las mismas causas producirán siempre los mismos efectos. Los chamanes , los brujos curanderos de nuestros pueblos amerindios, los santeros cubanos ubican su rol más en el terreno de la magia que de la religión, la que si abarca la función de los sacerdotes católicos y pastores evangélicos . La magia se basa en la confianza del hombre en poder dominar la naturaleza mientras la religión es la confesión de la impotencia humana. Los sacerdotes ruegan , imploran ; los chamanes mandan , ordenan , sojuzgan mediante el uso de objetos y prácticas que nacen de sus creencias ( el uso de amuletos , fetiches , contras, brebajes, huesos , animales sacrificados entre otros ).
Para el caso de las culturas mestizas latinoamericanas , la presencia de la magia en la música ha sido más evidente y documentada a pesar del velo estigmatizador del oscurantismo . En el caso de la música de origen negroide como la antillana , de exclusiva influencia africana según Fernando Ortiz (niega los aportes indígenas) , es notable la presencia de elementos rituales asociados al origen mágico- religioso de muchos de sus cantos. Aquí aparece el sacerdote o brujo curandero como el intermediario entre el mundo natural y el sobrenatural , pero también como el suscitador de la música sacromágica . La liturgia de las diferentes etnias que llegaron a estos países se amalgamó con las influencias españolas e indígenas durante el mestizaje colonial lo que generó que sus dioses se antropomorfizaran en lo que se conoce como sincretismo religioso . Tal es el caso del dios Changó cuya imagen se asimiló a la Santa Bárbara (en las hacienda Las Cabezas donde trabajó Alejo Durán y aprendió el oficio de músico se festejaba la fiesta a esta virgen como patrona de la mulatez). Los rituales eran dirigidos por santeros , paleros, mayomberos , morúas quienes alababan a dioses como Changó, Yemayá, Babalú- aye , Oshún, Obatalá con ofrendas como sacrificios de animales y cánticos acompañados del ineluctable tambor . En Haití, se documenta el fuerte arraigo de la música rural en los rituales vudú , el canto es componente esencial del rito y las danzas de posesión . Agrupaciones actuales como Boukman Eksperyans integra elementos musicales de estos rituales con sagas rítmicas tradicionales e influencias modernas como el reggae y el rock .
Estos cantos litúrgicos que luego evolucionaron disociándose de lo sacromágico conservaron sus reiteraciones rítmicas , el estilo responsorial, el batir de palmas y el quejumbroso lamento que son aportes sustanciales del sustrato africano a la música popular americana y que también prevalecen en lo ritmos de tambora en nuestro folclor (canciones como “Mi compadre se cayó” , “La candela viva ”, “Llorá , llorá” son fieles ejemplos).
Los sacerdotes de la liturgia negroide en estos países , así como en muchas otras latitudes utilizaron la creencia animista para personalizar o animizar los objetos , en nuestro caso , los instrumentos musicales . Ortiz lo resalta al expresar : “Los africanos descomponen al dios en varios instrumentos , de sus huesos hacen pitos; de su quijada, carracas; de sus cuernos , trompa ; de sus pezuñas , cascabeles; de sus tripas , cuerdas; de su vejiga , zambomba; y de su pellejo , tambor ...” (P. 347).
Los instrumentos usados en los rituales religiosos cobraban vida y se convertían en habitáculos de entes sobrenaturales , en receptor del poder convocatorio de los dioses y los espíritus. Entre los Congos existe un tambor llamado Makuta o Catalina al que su ejecutante le habla, lo regaña , lo ofrenda fricándolo con sangre de gallo o lo castiga azotándolo con unas hojas de palma sino le concede la sonoridad que le exige. Entre los Lucumíes el sacerdote es llamado Olubatá y es el encargado de convocar el poder de la música encarnado en los tambores (batás), pero también las maracas (acheres) tienen “aña” (espíritus o seres sobrenaturales) que es necesario alimentar .
Sobre esto último , según Karsten, el uso mágico de ciertos instrumentos musicales está inspirado en el propósito de invocar a las potencias sobrenaturales hasta hacerlas entrar a veces en el mismo instrumento, si así sucede, entonces quedan subyugados por el hechicero o sacerdote y este puede hacerlo actuar según sus deseos. Los guaraníes tenían marakas ( maracas, de esta lengua proviene esta palabra) que se convertían en oráculos que comunicaban al hechicero con lo sobrenatural . En Siberia , el chamán hace entrar a los espíritus a su tambor , también los tártaros convocan a sus espíritus con el tambor , los Tata nganga que son los chamanes de los Congos atrapan a los espíritus de los difuntos en sus tambores como también los ñáñigos . Todas estas son evidencias del uso ritual de los instrumentos musicales como objeto animado capaz de establecer contacto con lo sobrenatural , principio del terreno mágico .
Surge también a partir de los anteriores referentes , la hegemónica presencia del tambor como instrumento asociado a la magia desde tiempos inmemoriales . Ningún otro instrumento musical como el tambor despierta tantas connotaciones mágicas como el reverenciado tambor , habitáculo de misterios, oráculo trepidante. Para Levy Brhul el tambor tiene un efecto psicológico bien usado entre las comunidades aborígenes, es una acción mística propia sobre los seres invisibles como sobre las personas, esto lo hace acompañante ceremonial obligatorio , propicia un efecto hipnótico por eso su sonoridad es incorporada a las operaciones de los conjuros mágicos .
En el vallenato se considera la caja como el principal aporte organológico de origen negroide, por esta misma línea genérica desencadena asociaciones mágicas en su naturaleza ritual. Tomás Darío Gutiérrez ( 1992) registra historias con visos fantasiosos sobre faenas de cajeros con atributos legendarios que hicieron de su caja un arcón del misterio y la magia. Tal es el caso del “Negro Papá Cande” de Atánquez quien siempre parrandeaba con tres cajas, una de estas llamada “La morena”con parche de zorro, la cual sólo usaba cuando quería que la fiesta terminara , pues al ejecutarla ejercía tanto influjo mágico a los asistentes que los incitaba a la gresca . Es conocido entre los músicos vallenatos que untarse las manos con sangre de la lagartija tamborera (mueve sus patas como si tocara un tambor) o cargar como amuleto un pico de carpintero real ( saca sonoridades a los árboles con su pico) son medios de “asegurar” una buena ejecución de la caja; innegables ritos de magia simpática nacidos de la creencia popular .
La región donde nació y se difundió la música vallenata nos presenta una cultura mestiza con creencias caracterizadas por el sincretismo , el animismo , el fetichismo , el oscurantismo propio de las prácticas de hechicería , la creencia en los espíritus, animes, apariciones y empautos (pactos con el diablo). Se practican de manera alterna con la religiosidad sortilegios y rituales salpicados de supersticiones : los rezos para curar, “amarrar” sentimentalmente, para los gusanos , para dolores ; amuletos , contras ,entre otras técnicas .
En esta región la religión se confunde con la magia en cuanto lo ideal busca concretarse en manifestaciones concretas , de la creencia nacen los íconos propios de la imaginería , es recurrente el afán por encontrar señales corpóreas de manifestación divina : las lágrimas de la virgen , el sudor de santo Ecce Homo , la imagen en la pared o el árbol , el escapulario, la palma bendecida. De igual manera sucede con la música, Frith ( P. 34) reconoce que “la música nos da una experiencia real de lo que podía ser el ideal”, es el lugar donde se materializa nuestro acercamiento a la divinidad. La música constituye una expresión estética que actualiza y regenera la subjetividad del compositor vallenato volviéndola experiencia real e inmediata , acerca el deseo a la concreción .
La música de esta región , por su carácter campesino y popular , por la trietnicidad que recoge , por servir de metáfora de los sistemas epistemológicos que la gente comparte, no podría ser ajena a esta realidad. Al margen de los encuentros con el diablo documentados en las historias de Francisco “El hombre” y Pedro Nolasco Martínez y en la canción de este último, los músicos vallenatos suelen valerse de ritos y prácticas mágicas que le confieran la destreza musical y le deparen suerte en sus participaciones . Para ello acuden a objetos , conjuros y pactos de los cuales tenemos algunos registros. No olvidemos que la magia confiere al hombre el poder sobre ciertas cosas y es un elemento activo en la organización del trabajo pues como lo expresa Malinowski “Encapacita al hombre a llevar a cabo con confianza las más vitales tareas , a mantener su presencia de ánimo y su integridad mental en circunstancias que, sin la ayuda de aquella, le desmoralizarían en la desesperación y en la angustia, el miedo y el odio, el amor incorrespondido y la aversión impotente” (P. 173).
El mismo Tomás Darío Gutiérrez nos habla de “Pacho Cura” un acordeonero de El Paso que solía tocar a veces acompañado de una caja que sonaba sola , ejecutada según la tradición oral , por el mismo diablo. Quin Vásquez fue otro acordeonero brujo que se dice, tenía pacto con el diablo en virtud al cual tenía el don de la ubicuidad : tocaba en pueblos distintos a la misma hora y con diablo como cajero . El mismo autor nos refiere la leyenda de Juan Simanca quien cuando se cansaba de tocar dejaba su acordeón sobre una mesa donde el instrumento, ejecutado por el diablo, dejaba escuchar sus ritmos infernales . Solo ponía la condición que no se acompañara con la guacharaca pues ésta y el trinche formaban una cruz que alejaba a su siniestro e invisible acompañante .
En épocas cuando la mayoría de acordeoneros pertenecían al ámbito rural se escuchaban historias de la apropiación de facultades mágicas para dirimir una piqueria a versos o en la ejecución entre juglares. La piqueria más memorable de este folclor musical , la que protagonizaron Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Miguel Morales también tiene su cuota de oscurantismo . Después del duelo musical que tuvieron en Urumita y la humillación de “La gota fría”, Mile solía escuchar entre sus paisanos comentarios de mal augurio “Moralito es brujo , cuídate” , “la mamá de Moralito es bruja de las buenas”. En cierta ocasión Mile viajaba a pie del Plan a Urumita a visitar a su hermano Andrés que estaba enfermo. Cuando pasaba por un sitio conocido con el siniestro nombre de “La sepultura ”, un zorro con mal de rabia le impedía el paso amenazante . Mile se acordó de Moralito y su presunta facultad hechicera. Aunque a físicos garrotazos se libró de la fiera , al musicalizar este episodio no olvidó mencionar su sospecha sobre Morales:
El zorro
( Paseo)
Yo no dudo que sean cosas de Morales
Que para asustarme se haya vuelto un zorro azul
Pero la esperanza que Emiliano to’ lo sabe
Mile to’ lo sabe por ta’ en la parte común
(Fragmento)
Posteriormente , al responder la canción “La carta” de Moralito alude la intervención del maligno como único medio que puede garantizar su derrota ante Lorenzo , dejando entrever un supuesto pacto entre el acordeonero de Guacoche y el diablo:
Que el diablo tenga la culpa
(Merengue)
Los que han visto a Lorenzo tocando
Me dicen que es verdad que ejecuta
Pero si se lleva a Emiliano
Que el diablo tenga la culpa
Me le dice a Morales que venga acá
Que yo estuve en La Jagua y no estaba allá
(Fragmento)
Entre las prácticas mágicas y las supersticiones de los músicos vallenatos se conoce que Alejo Durán , el negro grande de El Paso solía también usar escapularios que perfumaba con anamú como augurio de suerte, ritual aprendido con los emberá del Alto Sinú. Se sobaba las coyunturas de los dedos con manteca de lobo pollero para digitar con mayor destreza , una vez al mes purificaba con sahumerio su acordeón , dicen que evitaba tomar tragos para que no le dieran a ingerir “un trago descompuesto” (con ingredientes de brujería) y usaba amuleto para salir bien librado de las peleas. Por otro lado , acordeoneros como Omar Geles “El diablito” atribuye parte de sus éxitos en los festivales al sombrero vueltiao que lo acompaña cuando de concursar se trata, otros músicos dicen que tocar la puya “La fiesta de los pájaros” de Sergio Moya Molina es como un amuleto infalible para ganar un festival .
Pero el mejor testimonio del universo mágico religioso en la cultura vallenata la ofrecen las canciones de este género . Lo más presente es la creencia en los santos y la arraigada imaginería popular . En el siguiente canto de Juan Polo Cervantes se refleja la creencia en el instrumento divino que hace invencible al acordeonero, así como el uso de objetos nacidos de la religiosidad pero con usos mágicos (varita de San José, bastón de Santo Tomás, manto de santa Rosalía)
La varita de San José
(Paseo)
El que se meta conmigo
Que vea bien lo que hace(Bis)
Porque dicen que yo tengo
La varita de San José(Bis)
El que se meta conmigo
Tiene que saber tocá(Bis)
Porque dicen que yo tengo
El bastón de santo Tomás (Bis)
El que viene a la lira mía
Tiene que tené buen canto(Bis)
Una santa Rosalía
Que me arropa con su manto(Bis)
Si “Juancho” Polo tenía estos instrumentos divinos como garantía de éxito en sus contiendas musicales , Náfer Durán también tiene sus medios contra las malas influencias que podrían derrotar su digitación prodigiosa : los rezos de su mujer y la sapiente magia curandera de los chamanes indígenas de la sierra, eso lo manifiesta en la siguiente canción ( a la que le cambiarían luego el título por “Déjala vení” cuando esta expresa “déjalos vení”) en la que responde a los malos presagios de su mujer y la subestimación de sus paisanos paseros sobre su participación en uno de los festivales vallenatos de Valledupar :
El rezo
(Puya)
Mi mujer me tiene un rezo
Mi mujer me tiene un rezo
Me lo aplica a cada rato
Tienen varios presupuestos
con el pobre del muchacho
déjalos vení, que yo estoy Aquí
les contestaré en ariguaní
pa’ que no le quede duda
pa’ que no le quede duda
yo le digo a mis amigos
Mañana voy pa’ onde el indio
Para ver si me asegura
Déjalos vení, que yo estoy aquí
Les contestaré en ariguaní
En lo referente a los pactos con el diablo, hacen parte de la tradición campesina historias referidas a empautos por parte de hacendados . Esto ha entrado a engrosar las leyendas que germinan en las noches de miedo y fogón en las fincas de la zona rural costeña . Hernando Marín Lacouture , el extinto compositor de El Tablazo nos musicalizó esta creencia popular que también concilia la leyenda de los fuegos fatuos :
La bola e’ candela
(Merengue)
¡Ay ! vengo a contarles la historia
de cosas que pasan en nuestra región
hay gente que cree en el diablo
le piden dinero con la condición
de entregarle un trabajador todos los años
el distintivo que entre todos sea el mejor
pero el diablo dice que cuidado con un engaño
porque su dinero nunca cambia de valor
la gente decía
que allá en Convención
siempre se perdía
cada año un trabajador
cada año un trabajador
cada año un trabajador
pero como el vicio en mi tierra
no se oculta nada, póngame atención
cuentan que aunque no lloviera
la mejor cosecha salía en Convención
pero una vez se levantó una polvareda
todo era oscuro aunque afuera estaba el sol
y de repente apareció una bola e’ candela
y decía la bola “dónde está Jorge Dangond
La gente decía
Con miedo y pavor
Y el diablo decía
Yo no quiero un trabajador
Yo no quiero un trabajador
Yo quiero es Jorge Dangond
Yo quiero es a Jorge Dangond
Don Jorge le pregunta al diablo
¿porqué estás tan bravo, qué quieres de mi?
Y el diablo mostraba los cachos
Botaba candela y se ponía a reír
Es que no quiero más gente de tu trabajo
Yo quiero un rico que hay por ahí
Jorge le dijo yo te entrego un primo hermano
Al que tu conoces que es Rodrigo Lacouture
Y el diablo le dijo
No , no , por favor
Mándame otro primo
Porque ése es un vividor
Yo lo conozco, es vividor
Ese Rodrigo es vividor
Ese Rodrigo es vividor
Ese Rodrigo es un vividor
Siguiendo con las apariciones del diablo en la parroquial vida de nuestros pueblos , en San Diego también se registra una historia que Alonso Fernández Oñate , como buen cronista del vallenato recoge en su canto de auténtico aliento provinciano y narrativo :
El diablo de San Diego
(Paseo)
Creo que fue en San Diego
Donde me dijeron que había aparecido
Un diablo sin cuernos , sin llama en la boca
Ni fuego en los ojos
En montura blanca, con espuelas de oro
Y algo presumido
A cumplir la cita que le hacían
Dos hombres borrachos y atrevidos
Si el diablo existe que venga
Para que se tome un trago
Otro dijo renegando :
¡Eso es para los pendejos!
Así , diciendo y llegando
El apuesto caballero
¡Vengo a que me den el trago
y a ver quién es el pendejo!
Todos asustados cayeron al suelo
Sin conocimiento se los llevó el diablo
Corriendo y volando en ancas al monte
Entre llanto y ruegos le pedían al diablo
Que los perdonara
Y se arrodillaban
Para convencerlos que eran hombres buenos
Entonces les dijo el diablo :
¡déjense de esa idiotada!
No los quiero en el infierno
Porque no sirven de nada
Si mis pailas lo aceptaran
Tal vez me los llevaría
Y a este pueblo lo libraría
De todas sus herejías
De tanta fanfarronada
De maldades disfrazadas
Y de tanta cobardía
La creencia arraigada en las prácticas hechiceras también son sucesos que han sido cantados por los músicos vallenatos. Los conjuros y sortilegios que “arreglan” amores imposibles y hacen irreconciliables aquellos inquebrantables matrimonios son parte del repertorio más demandado de la hechicería, lo que sirvió de emotivo inspirador al “Pollo” Luis Enrique Martínez :
Ciencia oculta (La brujería)
(Paseo)
La ciencia oculta ha progresado en Caraballo
En una forma en que hasta a mi pena me da
Con sentimiento a mi me dijo Mariano
Que el en este año de ese pueblo se va
Porque hasta su mujer se la quitaron
Sin ser de su espontánea voluntad
Porque hasta su mujer se la quitaron
Sin ser de su espontánea voluntad
Me daba lástima el relato de Mariano
Porque el me dijo casi llorando de rabia
Compadre Martínez, mi mujer me ha traicionado
Estoy seguro sometida por Amalia
Ahora pienso llevarla a donde un mago
Y tengo la esperanza de curarla
Una mañana estando yo en casa de Alicia
Llegó Mariano contándome este relato
¡ay! Que Celmira su adorada mujercita
con un secreto se había robado Joaco
pero el ha jurado que se desquita
que esa se la paga Gómez Camacho
Yo creo que Mariano tiene razón
Porque Celmira ha jurado que lo quiere
En la cabeza le aplicaron la oración
Que Joaco tiene pa’ robarse la mujeres
Un hombre que la riqueza que tiene
No pasa de un burro viejo orejón
Un hombre que la riqueza que tiene
No pasa de un burro viejo orejón
El mismo Luis Enrique , en su prolija producción musical se preocupa y alerta sobre los peligros de la hechicería al relatar sus amores truncos con una viuda. Se aprecian aquí los sortilegios para “amarrar” a un hombre y el uso de chamanes indígenas como catalizadores de la curación infalible (estribillo final que ya Náfer había usado también) :
La bruja
(Paseo)
Este año me caso yo
De lo que no tiene duda
Ando buscando una viuda
Porque la mía me dejó(Bis)
En La Jagua hay una viuda
Que me llama la atención
Y se está metiendo a bruja
Pa’ jugarme una traición
¡ay! Pero si se mete a bruja
quizás no juegue conmigo
porque voy a donde el indio
para ver si me asegura (Bis)
Sin embargo, también los cantores de esta tierra del realismo mágico hacen uso de la crítica social para censurar los excesos en los caen los insensatos clientes de los hechiceros , quienes se vuelven presa fácil del engaño, como lo denuncia el mismo cantor guajiro en sendas creaciones :
El mago del Copey
(Paseo)
Oigan muchachos ,póngame cuidado
Voy a referir la historia lo que pasó en El Copey
Estoy convencido que la gente todavía ignora
Porque adoran a un mago sin tener confianza en él
Y me dijo don Tito que esa noche
El mago se reía con placer (bis)
Cuando el mago dijo que pa’ compone a los hombres
Llevaba un remedio bueno y lo iba a poné a la venta
Corrían las mujeres en las calles y callejones
Solo iban a buscá plata pa’ comprá las papeletas
Pero me dijo Alicia González
Que lo que contenían eran hojas secas
El mago le dijo a toditas las mujeres
Que desde la mañana tenía el consultorio abierto
Ellas madrugaron a las cinco e’ la mañana
La consulta era barata, solo valía treinta pesos
Una de las mujeres copeyanas
Pa’ asegurar al marido dio cien pesos
Una de las mujeres copeyanas
Pa’ asegurar al marido dio cien pesos
A mis amigos les juro que ese gran mago
Como tuvo buena venta, se reía de lo contento
Tito me dijo que vendió to’as las papeletas
Y en menos de media hora salió con quinientos pesos
Por eso al día siguiente
La gente no tenía pa’ la carne ni pa’ el queso (Bis)
Yo recuerdo que una mañana temprano
Yo tocaba el acordeón debajo de un arbolito
En la puerta de Elia Sierra estaba el mago
Y toda mujer que pasaba él le tiraba un besito
Pero como era imagen sagrada
Todos contemplaban al maguito (Bis)
También observé que en ese mismo momento
Pasaba una jovencita y el gran mago la llamó
Le agarró la mano, le picaba los ojos
Le sobó la barriguita, al consultorio la metió
Pero como él cerró la puertecita
Adentro yo no se que pasó (Bis)
El mago de La Chinita
(Paseo)
Hernán Orozco y Madero a mi me dijeron
Que “El Turco Mocho” trajo un mago a La Chinita
Y de Guaiquirí , Agustín Perea trajeron
Especialmente pa’ que le diera la vista
Tan viejo que es don Agustín Perea
Para hacer ese viaje a La Chinita
Es que El Turco Mocho quiere que vea
El mago prometió darle la vista
De regreso venía decepcionado
El pueblo de Chivolo bien lo sabe
La vista no le pudo dar el mago
Y en vez de mejorarlo vino grave
Allá en Apure me contó Adelmo Cortina
Ovidio Andrade también me estuvo contando
Que de los enfermos que llevaron a La Chinita
Sólo Perea se salvó de milagro
Me cuentan que el enfermo que llegaba
Buscando curación de alguna suerte
El mago, de la dosis se pasaba
Y ese no se salvaba de la muerte
(Fragmento)
En algunas de las canciones se aprecia la referencia a los sortilegios con los cuales las mujeres afectan sentimentalmente a los hombres , consiguen así su preferencia y fidelidad. Una de acciones mágicas preferidas son las papeletas ya mencionadas por Luis Enrique Martínez y que Alejo Durán también menciona en sus cantos:
La papeleta
(Paseo)
Al pueblo de Planeta Rica ha llegado una mujer
Vendiendo papeletas pa’ compone a los hombres
Las mujeres solicitan a ver donde está la agencia
Pa’ comprá la papeleta y obligá al marío que tome
Y después que ya le den a beber
Lo tienen seguro y juegan con él (Bis)
La señora Venidla tiene la fama extendida
En toda la región por su buena papeleta
Pero el día que se iba las mujeres lloraban
Y también rogaban pa’ que dejara la agencia
Pero ella no se la quería dejar
Porque era remedio nuevo y sin explotar (Bis)
Luis Enrique Martínez , el mejor cronista de estas historias esotéricas , evidenciaba en su temática una recurrente preocupación por estas “ pócimas” secretas como instrumentos capaces de invertir las naturalizadas leyes del dominio , el hombre pierde su capacidad autónoma y es presa fácil de la veleidad femenina .Nada mas trascendente para una cultura machista que perder su condición patriarcal , nada más glorioso para la mujer que ascender , aunque por andamios poco naturales, a la cimera patria del mandato sobre la voluntad masculina . Es así que cobra sentido la expresión de “amarrar” o “componer” al hombre . En la siguiente muestra “El pollo vallenato” despierta suspicacias sobre su posible conocimiento de las prácticas para “componer” :
El guarapo
(Paseo)
Amigo no son caprichos
Procure no descuidarse
Que como deje “agarrarse”
Lo velan y queda frito
Con polvo de no se dónde
Con agua de no se qué
Como le den a bebé
Seguro que lo “componen”
Lo ponen bobo y pipón
Amarillo y a babearse
Como le de por hartarse
Lo vuelven hasta capón
Preparan la baba e’ sapo
Con raíces machacadas
Usan la tierra rezada
Y de eso hacen un guarapo
Por eso les digo que tengan cuidado
Les juro que es cierto porque yo las vi (Bis)
Me entró como un susto cuando me brindaron
De suerte el guarapo no era para mi (Bis)
Para qué afecta el guarapo
Antes que alguno lo pruebe
Lavan bien un pan que tienen
Entre tres mujeres o cuatro
Porque se aseguran ellas
Que el que se les va le viene
Y después que ya lo tienen
Hacen con el lo que quieren
Me dieron , iba a caer
Con el guarapo que hicieron
Pero como medio entiendo
No me pudieron coger
Con el me pensaron ellas
Amarillo y pipón
Después pidieron perdón
Para que no lo dijera
Por eso les digo ...
Esta zozobra para los hombres no solo fue preocupación de los juglares y cantores de las primeras generaciones. La atávica ligazón a un pasado pletórico en esoterismos también es herencia que en las nuevas generaciones causa escozor. Una muestra de lo anterior es la canción del acordeonero y compositor contemporáneo Gustavo “El negrito” Osorio quien acompañado de Farid Ortiz grabó la siguiente canción cuyo referentes son los ya famosos y sortílegos brebajes de las mujeres para los hombres :
El bebío
(Paseo rápido )
Me dijo la vecina del al la’o
Que al vecino lo ve confundío(Bis)
Cada vez que le dan el bebío
Ay, lo mandan a hacé lo manda’os(Bis)
Ay, lo mandan a buscá plata
Que vaya a pagá los servicios
Ese vecino ya no manda
Sino la mano en el bolsillo
No bebe Cocacola ,menos café
Porque dicen que ahí le dan de bebé
Cuando pide una cosa no se la dan
Si se pone pesa’o se va pa’ el sofá
Cada vez que le dan el bebío
Ay, lo mandan a hacé los mandaos
Ella es la que sale a parrandeá
Y el se queda cuidando los pelaos
Y cuidado le va a reclamá
Porque le mete un golpe mal da’o
Ella le da talón rayao
Y en las noches prende las velas
Lo mantiene desespera’o
Lo va hacé cogé carretera
No bebe Cocacola ,menos café...
Entre los cantores del folclor regional también existen aquellos que anteponen la racionalidad occidental y científica ante cualquier conjuro oscurantista , se cree y se descree, es la dicotómica realidad de las manifestaciones metafísicas . En la siguiente muestra musical del cantor de Tasajeras , Esteban Montaño Polo, se vislumbra el rechazo a estas prácticas supersticiosas que inducen al engaño y la estafa por parte de falsos curanderos :
No me parece
(paseo)
No me parece muy cierto
Las cosas de mis vecinos
Apenas se enferma un niño
Quieren curarlo es con rezo
No hacen por buscar a un doctor
Ni por comprarle remedio
Y siempre viven enfermos
Por estar con ese error
La fiebre y que es aflicción
El pujo y que es ojo seco
Yo no creo que un secreto
Haga más que una inyección
Me dicen que hay secreto
Para dolores de muela
Para todo lo que duela
Hinchazón y descompuesto
En qué doctrina se encuentra
Curar con el pensamiento
El bobo come del cuento
Y al vivo se le concentra
La sugestión es bastante
Que se curan con rezarlo
Y ahí es que el avispado
Aprovecha al ignorante
En otro plano del mismo tema , aparece las leyendas urbanas y rurales que concretizan y animizan nuestros miedos más ancestrales. Historias de apariciones que se convierten en leyendas que se propagan de generación en generación y reciben agregados textuales y adaptaciones regionales . Un testimonio cantado con algo de sorna incrédula, sobre estos sucesos de la imaginería popular en el país vallenato nos lo presenta Octavio Daza Daza el extinto autor nacido en San Juan del Cesár , que si bien se hizo famoso por sus canciones líricas y románticas , en sus inicios incursionó en el costumbrismo narrativo:
El patacón del Valle
(paseo)
En semana santa, aquí en el Valle
En pleno año del sesenta y cinco
Una señora se puso a fritar
Y en un patacón , le salió el rostro de cristo
Este es Jesucristo
O de no el Eccehomo
Eso decían todos
Del patacón frito
A mi más ... se me parecía a un león
Lo que yo vi... en el centro del patacón
Lo que yo vi... en el centro del patacón
Alejandro Durán participa de esta galería sonora de los miedos nocturnos con los cuales los mayores dirigían moralmente el comportamiento de los niños en el barrio La Inmaculada de Planeta Rica , el “Negro grande” tenía sus “cocos”también:
Perro negro
(son)
En Planeta Rica un perro negro
En Planeta Rica un perro negro
Tiene la gente asustada
Él camina todo el pueblo
Se esconde en la Inmaculada
Por eso, yo salir no quiero
Y miedo que le tengo al perro
Si el maldito perro negro
Si el maldito perro negro
Dicen que es visión maligna
Dicen que anda persiguiendo
Es a Lucio Paternina
Por eso, yo salir no quiero
Por miedo que le tengo al perro
Calixto Ochoa ha sido uno de los compositores vallenatos que ha sabido compendiar los sucesos parroquiales más macondianos y la vida pueblerina con sus preocupaciones elementales y trascendentes , no podía dejar de registrar una de las leyendas de nuestros pueblos aunque por fines de expansión comercial la ubicó espacialmente en Santurce la tierra borinqueña de Daniel Santos y Gilberto Santarosa :
El muerto borracho
(Paseo)
En la esquina e’ la calle Serra
Sale un muerto pero borracho (Bis)
El les pide un beso a las hembras
Y a lo hombres les pide un trago (Bis)
Vea que muerto tan misterioso
Que en el mundo nunca se ha visto
Él en vez de pedir reposo
Lo que pide es ron y besito
Una noche estando en Saturce
A las doce e’ la noche en punto(Bis)
En la esquina e’ la calle Serra
Me ha pedido un trago el difunto (Bis)
Me paré en medio e’ la calle
Pa’ rezarle un padre nuestro
Y el descaro que tuvo el muerto
Preguntarme dónde era el baile
El mismo Calixto graba una canción que años después también haría exitosa el cantante Oswaldo Rojano con Virgilio De La Hoz titulada “El susto” pero más conocida popularmente como “El aparato” y que nos revela otra historia pletórica de magia y esoterismo :
El susto
Una noche yo salí, había un asunto pendiente
Y donde tenia la cita me salió un aparato
Se lanzaba sobre mí y me pelaba los dientes
Me decía con su voz; “aunque corras yo te alcanzo”
Yo salí corriendo, Corría y entre mas corría
Venia el aparato y más cerquita lo sentía
Yo salí corriendo, pero si entre mas corría
Venia el aparato y mas cerquita lo veía
En el fondo de la carrera a mí me cayo un temblor
Tan grande como el susto y no encontré ni una persona
Les juro que en momento zumbaba mi corazón
Como el motor de un tractor cuando va subiendo loma
Hasta las gallinas de la casa se volaron
Porque mis talones sonaban como disparos
Dice el viejo Luis que fue el que me salió a alcanzar
Que ya mi nariz me zumbaba como un huracán
Las canciones vallenatas como textos culturales que son, no están al margen de las concepciones ideológicas, se le canta a la realidad inmediata y a lo supramaterial , a lo prosaico y a las manifestaciones de máxima religiosidad (ya existen agrupaciones de música espiritual vallenata como “ Los Hijos de Dios” y otras menos conocidas ) ; se manifiesta en la vida práctica de los músicos los rituales y acciones mágicas , se relatan leyendas y sagas de la tradición esotérica regional. Como expresión musical sincrética el vallenato ha recibido su legado de misterio, su sustrato de magia y de ritualismo. En toda creación hay un velo de misterio, “oír es creer” dijo una vez R. Thornd , “ Si hay magia ,no podrá dejar de haberla en la música, la música de verdad es bruja ” postula Ortiz (P. 159) , lo que para nosotros es una ventana para estudiar la fenomenología de este folclor musical a partir de sus referentes contextuales y los supuestos compartidos por quienes se sienten identificados con la vallenatía.
Bibliografía
FRAZER, James George. La rama dorada. México :Fondo de cultura económica ,1992.
GUTIERREZ , Tomás Darío. Cultura vallenata : Origen , teoría y pruebas. Bogotá : Plaza y Janés , 1992. P. 608
MALINOWSKI , Bronislaw . Magia , ciencia , religión . Barcelona : Ariel , 1974
MEDINA SIERRA, Abel. El vallenato : Constante espiritual de un pueblo. Barranquilla : Fondo Mixto de la cultura de la Guajira . 2002. P. 124
ORTIZ , Fernando . La africana de la música folklórica cubana. La Habana: Letras cubanas, 1993. P.364
VILA , PABLO . Música e identidad. En :Músicas en transición . Bogotá :Ministerio de Cultura , 2002
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EL BESTIARIO ALEGORICO EN LOS CANTOS DE LUIS ENRIQUE MARTINEZ
Por Abel Medina Sierra
Lo que los puristas llaman actualmente “vallenato-vallenato” en referencia a lo más auténtico de esta expresión vernacular tiene una impronta cuyo origen conviene precisar . No es la huella de los cantares que con guitarra grabara Abel Antonio Villa y Buitrago o Bovea inaugurando el acetato , tampoco tiene la rúbrica de Alejo y Náfer Durán con su lamento quejumbroso y su herencia de baile canta’o, se descarta que sea Alfredo Gutiérrez o Calixto Ochoa con sus eclécticas propuestas matizadas de porro , fandango , jalaíto , guaracha , guararé y hasta pasaje. Para algunos fue Francisco Irenio “Chico” Bolaños “el que puso la plana” para definir lo que el tiempo reconocería como “vallenato puro”, pero la falta de evidencias fonográficas conspiran contra los aportes del molinero . Luis Enrique Martínez Argote surge entonces como la figura cimera que con su impronta rutinera definió los patrones rítmicos y melódicos del vallenato que tanto gusta y que se resiste a los embates de la alienante transnacionalización comercial .
La aparición en 1948 en las pastas sonoras de este acordeonero y genial compositor nacido en El Hatico el 24 de febrero de 1922 constituye un hito trascendente para el futuro de la música vallenata en cuanto se convierte en el músico que más influencia generaría en la evolución y definición de lo que hoy valoramos como vallenato tradicional . Eran épocas en que esta expresión musical era un tejido sincrético con un componente organológico sin definir, matices rítmicos derivados de cumbiambas , con influencias de los conjuntos de guitarra ,con asedios desde los géneros extranjeros como la guaracha . Un género sin identidad propia que recibía toda suerte de sustratos musicales y que con el tiempo sufrió un proceso de selección endógena hasta definir sus propios componentes .
Los aportes de músicos como Luis Enrique Martínez contribuyeron a darle al vallenato su propio matiz , el que luego se legitimó en los festivales , el que nos mostraron la dinastía de los López Acosta , López -Gutiérrez y López- Carrillo en La Paz , el que encumbró a Colacho Mendoza como consagrado , el que hoy representa la dinastía Zuleta ; el vallenato de juglares como Escolástico Romero y Monche Brito pero también el que a veces nos muestra Cocha Molina , Saúl Lallemand y Chemita Ramos Navarro en los festivales , el que toca el mismo Alfredo Gutiérrez cuando se le antoja tocar vallenato puro. Todos ellos han cosechado fama con un estilo que respeta los cánones de la tradición y la fidelidad a lo auténtico, si se le pregunta quién definió ese estilo solo surge un nombre con dimensiones doradas : Luis Enrique , “El pollo vallenato”.
Quien quiera alcanzar el trono de rey vallenato en cualquier festival de la región tiene que tocar con un estilo , y ese estilo tiene nombre propio : la rutina de Luis Enrique Martínez . Cada festival es un homenaje al hijo de Santander Martínez y Natividad Argote , sus canciones son las más preciadas en el repertorio de los concursantes , su rutina se repite como regla ineluctable, sus pases colorean de virtuosismo a los acordeoneros que interpretan en su herencia el camino a una corona . Quienes han querido imponerse en los festivales con un estilo diferente han palpado el fracaso : el más vivo ejemplo fue el genial Juancho Rois, pero muchos sabaneros que no han “seguido la plana” de Martínez han chocado con la derrota .
Luis Enrique , el que desde niño acompañaba a Santander Martínez en sus correrías por Machobayo y Tomarrazón animando colitas , el trashumante de los caminos que recorrió toda la zona bananera , que junto a Alejo y Luis Felipe Durán estuvieron desandando caminos de las sabanas de Bolívar y los meandros del Sinú y el San Jorge ; el mismo que en su errancia le cantó a Fundación como a El Copey y a la distante Villa del Rosario ; el que en tierras extrañas se autodenominada “El pollo vallenato” para distinguir su estilo del sabanero y bajero , el que nunca aceptó otra influencia por mucho que alternara con músicos de otros estilo, fue también uno de los pioneros en la exploración de nuevos instrumentos como el bajo , el cencerro y los timbales , uno de los primeros en incluir un vocalista como lo hizo con Julio Vásquez, Esteban Montaño y Armando Zabaleta . Sería según Julio Oñate Martínez el pionero en los pases y arreglos con el bajo ,lo que llaman “bajo repica’o” y que se volvió arpegio de gala en la canción vallenata.
Pero Luis Enrique no solo sería un gran “pollo” para la historia de la ejecución del fuelle mágico , sería uno de los más fecundos compositores que exploró y dio dimensión colosal a los cuatro aires tradicionales que el ayudó a legitimar . Su prolija producción musical se puede categorizar en vertientes temáticas tan diversas como : la crónica y el anecdotario parroquial , historias y testimonios de la tradición esotérica regional , la actividad agropecuaria , el lamento y la denuncia , la exaltación personal y el panegírico ,su romancero amoroso e inventario sentimental.
Particularmente en estas dos últimas preocupaciones temáticas evidencia una recurrente intención alegórica ,teniendo como referente simbólico la naturaleza animal . Esta actitud es común en los músicos previos y los de su época dada las condiciones y el sustrato material que su contexto rural y campesino les sugiere. Luis Enrique vivió su infancia entre ganado y acordeón , entre el cultivo y los cantos de vaquería , sus preocupaciones temáticas son fieles a su entorno y de este toma referentes para crear una relación alegórica entre los atributos de las personas y los animales .
Luis Enrique pobló así su cancionero con un bestiario pleno de asociaciones naturales que nos van revelando el contexto rural de sus canciones y las matrices simbólicas como elemento nutricio de los cantos vallenatos tradicionales . Desde su misma denominación se autopropala como “El pollo vallenato” , un apelativo muy recurrente en el vallenato para llamar a los acordeoneros nuevos (en oposición a viejo que es “gallo”) y con mucha capacidad de digitación . En “El pollo vallenato” reclama sus propio nombre :
Salgo a los fandangos con mi pañuelito rojo
Y mi acordeón en la mano
Dispuesto para tocar
Luis Enrique , el pollo vallenato
Si es candela , lo que van a llevar
Luis Enrique , el pollo vallenato
Si es candela , lo que van a llevar
La cultura vallenata pone de manifiesto tradiciones arraigadas desde la colonia como las riñas de gallo cuya práctica ha alimentado temáticamente a la música regional , Luis Enrique usa este referente para defender su desafiante actitud en una época pletórica en piquerias y cuando todos reclamaban territorialidad . Salir al fandango con su pañuelito rojo y su acordeón en la mano es una clara alusión a la salida a un ruedo para batirse con otro gallo (acordeonero).
Pero el “Pollo” Martínez muy pronto adquirió su condición de gallo juga’o y la gallera seguía siendo símbolo de su escenario de contienda como lo expresa en el merengue “El gallo javao” :
Yo soy el gallo javao
Que a nadie le tiene miedo
Ejecuto mi acordeón
Con entusiasmo y requisito
En la valle e’ Villanueva
O en cualquier valla que sea
Puedo hacer una pelea
Con el gallo más guapito
Sus argumentos de contienda , los más leales , también quedan explícitos desde el argot de la gallería :
Yo recibo al contendor
Sin espuela envenenada
Pa’ empezar esta pelea
Que examinen las espuelas
Habrá cielo, buchesangre
Morcillera derramada
Tiro de pasadera
Y queda la pelea ganada
Si la actitud desafiante y el virtuosismo del acordeonero es sinónimo de pollo o gallo en la cultura vallenata, Luis Enrique nos demuestra como el donjuanismo y el galanteo acerca el hombre al depredador . En el paseo “En gavilán del Paraíso” exalta las virtudes de “cazador” de uno de sus amigos :
A’lantico e’ la sabanas de San Angel
Hay un gavilán sin plumas
Que persigue a las pollitas
Ya y que le tiene una trampa lista
Pero yo juro que si cae se sale
Ya y que le tiene una trampa lista
Pero yo juro que si cae se sale
Otro amigo , otro escenario pero iguales condiciones reafirman su alegoría en el merengue “El gavilán peligroso” :
Muchachas ,les aconsejo
Les dice Enrique Martínez(Bis)
Que hay un gavilán pollero
En las regiones del Tigre(Bis)
El se ha puesto peligroso
Vuela de rama en ramita(Bis)
Se le pone el ojo lloroso
Cuando mira las pollitas(Bis)
Al reconocer en otros “gavilanes” sus rivales también , como es apenas natural , asume su posición de depredador como lo insinúa en el paseo “Gavilán sin alas” :
Oigan muchachos , en la ciénaga e’ Sapayán
Hay un gavilán que está haciendo mucho daño(Bis)
Yo le estoy rogando que no se vaya a llevar
A la morenita que me tiene entusiasmado
Si ese gavilán visita esa ladera
A mi morenita pronto se lleva (Bis)
Pero la condición rapaz del galán se reviste de condiciones raciales en el paseo “El pájaro negro” , el reino de los animales también se vuelve escenario de prejuicios raciales y clasistas :
A mí me llaman el pájaro negro
Porque ando cazando una paloma blanca(Bis)
Ay, siempre vivo con un desespero
Por esa joven que si vale plata(Bis)
La paloma blanca es la que yo quiero
Tiene sin esperanzas al pájaro negro (Bis)
En los anteriores referentes musicales se hace evidente la presencia femenina como sujeto de depredación , la mujer es la víctima del don Juan y su actitud pasiva , dócil y heterónoma difiere del carácter errante , agresivo y autónomo del hombre . La mujer se encuentra representada alegóricamente por la pollita o la palomita que son animales revestidos culturalmente de atributos asociados a la mansedumbre y la domesticación .Lo anterior pone al descubierto algunos componentes de la actitud masculina hacia las mujeres en el territorio donde estos cantos vallenatos tienen sentido y relevancia social . Pero a diferencia de la pollita (carente de movilidad y anclada territorialmente) ,la paloma se usa como símbolo de la mujer esquiva , la impredecible y errante como se aprecia en el merengue “Te vas volando”:
Ay , paloma te vas volando
Sin dame un adiós siquiera(bis)
Me dejas triste llorando
Como si nada valiera(Bis)
Te fuiste y solo me dejaste
Solo tristeza me queda
De mi tienes que acordarte
Porque el recuerdo que llevas
Aunque vueles a otra parte
Ese recuerdo no dejas(Bis)
La misma alegoría se evidencia en el paseo “Qué triste me dejas” :
Adónde vas palomita
Palomita volantona
No quiero que andes solita
No quiero que andes sola(Bis)
Vuela palomita
Palomita vuela(Bis)
Si te vas solita
Qué triste me dejas (Bis)
La misma condición de indefensión paradigmática de la mujer en los cantos de Luis Enrique la hereda el hombre cuando el destino lo inclina ante la mujer , el gavilán , el depredador se torna un simple “Pajarillo” también por su capacidad para cantar como titula el siguiente paseo :
Se oye un pajarillo, si señores, en la montaña
Que canta de tarde y de mañana muy bonito
Cuando llegan las horas de la noche se enguayaba
Cuando llega al nido y lo mira solito
El “Pollo” fue un pregonero del animal como metáfora de la condición humana que se volvió elemento de recurrencia en los cantos vallenatos más acendrados y auténticos , sus canciones son reservorio de alusiones a esa estrecha ligazón entre música y sierra, entre verso y naturaleza que es sustento de los cantos primigenios . La figura de Luis Enrique reclama un sitial de privilegio en el alcázar de los inmortales , su aporte creativo , su rutina definida , su numen autoral son argumentos para , en hora buena, dimensionar su nombre como el músico más influyente en la historia del vallenato tradicional.
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